«Ready Player One» nos introduce en un futuro que no pareciera tan lejano para nosotros, donde si bien los avances tecnológicos han existido, la humanidad sigue casi tan familiar como si sucediera en la misma fecha actual. Nos presenta un mundo destruido, entregado a las catástrofes donde las personas sobreviven el día a día como bien pueden. La pobreza, el hambre y los desastres son la moneda de cambio para una casi completa mayoría mientras que aún existe una pequeña minoría resguardada en sus ciudades, protegidas de lo que a el mundo ha sido empujado.

En ese contexto nos encontramos con Wade Watts (un chico con nombre de alter ego), como el típico héroe protagonista que comienza su aventura con motivos íntegramente personales, bastante alejados del altruismo del arquetipo que representa. Wade es la contra parte de un avatar llamado Parzival. Lo qu podríamos decir que ambos se nos muestran como las dos caras de una misma moneda. Mientras Wade huye del mundo real, Parzival ama OASIS (y el mundo virtual que representa).

Partimos en el año 2045, cinco años después desde que la competencia por encontrar el huevo de pascua (easter egg) del creador de OASIS James Halliday, hubiese comenzado. El boom de la misma fue como un adormecedor de los problemas que se sucedían cada vez más… sin embargo esa competencia año tras año perdía no solo importancia sino también valor y credibilidad al punto actual de partida: A nadie le importaba el huevo de pascua, casi convertido como burla para los denominados gunters (cazadores del huevo) y al mismo tiempo como una misión imposible que nadie lograría.

Si tuviera que hacer una crítica a la escritura de Cline sería sobre la cantidad enorme de referencias a la cultura de los años ochenta del SXX. Si bien sabemos desde el comienzo de la lectura que eso será así, resulta quizás un poco confuso entender tanta cantidad de guiños bien definidos puesto que pareciera estar enfocada en una población objetivo cuyo nacimiento fuese anterior a 1990. Y aunque si bien yo he nacido antes de esa fecha, me resultó un poco complicado tener que parar la lectura para buscar en Internet la información que acompañara a la descripción del autor en algún elemento clásico. Podríamos decir que Cline es nuestro propio Halliday personal que nos quiere hacer entender su amor por su lado más friki.

Salvo eso podemos agregar que tiene una composición fácil de enganchar, que en los momentos de acción me pareció bien ejecutado y sobre todo digerible haciendo que uno no pudiera detener el avance de la historia hasta llegar a un “safe point”.

Sin querer hacer una revelación innecesaria en cuanto al contenido de la aventura misma, quisiera destacar el agradable desarrollo de la trama, misma que no me resultó tan predecible y eso es apreciable en muchísimas maneras. Así mismo se podía entender como una buena cacería del tesoro al mejor estilo videojuegos, intrigante y con muchas piezas que uno no terminaba de comprender su encaje hasta que la última ficha estuviese en el lugar correcto.

Tal vez en cuanto a personajes tenemos un protagonista bastante todopoderoso que le quita un poco de empatía con el lector; pero nos buscan justificar su forma de actuar en su dedicación a la cacería como tal, lo cual parece haberle preparado para enfrentar el reto casi con los mejores marcadores así como con su trágica historia de completos fracasos incluso desde antes de nacer. Los co-protagonistas no sabemos si están allí para ayudar al héroe en su misión de conseguir su meta motivándole o simplemente para aportar, como buenos compañeros, el momento justo para que Wade descubra el rumbo que debe seguir. Aunque algo que, a criterio personal me gustó bastante, fue el personaje antagonista: un empresario, sin escrúpulo alguno, cuya meta clara y concisa no se pierde a lo largo de la novela en ningún momento además de que podemos ver lo bien desarrollado como personaje que se encuentra.

Diría que Ready Player One es una grata historia para leer un sábado en la tarde, recostados en nuestras camas, cuando tenemos ese tiempo libre y la disponibilidad de acceder a un teléfono móvil en caso de no ser tan conocedor de una cultura popular de décadas atrás. Salvo eso, claramente es una buena historia, tal vez llena de complejas referencias, pero que se deja leer y disfrutar. Siempre dependiendo de la insistencia del lector.