Viveros feministas es una novela dinámica y simpática; una mezcla de policial, comedia, filosofía, viaje de aprendizaje. En los diálogos de dos desopilantes oficinistas  deja entrever el desinterés por el prójimo, las malas condiciones laborales, la normalización de la violencia de género.

La acción comienza en la cotidianeidad de una oficina donde ha ocurrido algo extraño pero nadie lo ha notado: Héctor, uno de los empleados, ha desaparecido. Germán Ginés es quien lleva la voz narradora, pero Apolonia lleva el mando.

De a poco vamos conociendo ese mundillo de la oficina y a sus estrafalarios oficinistas. El relato es a la vez misterioso y de comedia. Apolonia es una mujer mayor con una extraña y enredada forma de hablar y pensar,  se va por las ramas constantemente, pero a la vez demuestra sensibilidad, empatía y la sabiduría que da la experiencia de vida. Germán es un hombre lleno de dudas, fracasos y proyectos, para el Apolonia no es una simple compañera de trabajo, es casi una madre. Ella lo encarrila y lo espabila cuando le quedan los ojos en blanco.

Luego de la desaparición de Héctor, Germán recibe un escrito anónimo, parece un borrador de una novela, el fragmento de un diario íntimo, un pedido de ayuda. Germán y Apolonia acuden a la policía pero como no los toman en serio, iniciarán su propia investigación. Germán aporta la lógica de las novelas que ha leído y la jovial Apolonia toda su experiencia. Indagan a sus compañeros de oficina mientras toman tragos en el bar y finalmente iniciarán un viaje  no solo al pueblo que menciona el escrito misterioso sino un viaje retrospectivo por la vida de ambos, que finalmente tiene un punto de conexión. Apolonia ayuda a Germán a encontrarle sentido a los recuerdos de su infancia y a desarrollar a su escritor interno.

Apolonia es ese tipo de personas que parecen haber vivido muchas vidas, una fuente inagotable de anécdotas, consejos y buen humor, un ser etéreo, alegre y un poco mandón.  Su vida cambió cuando participó de los Viveros Feministas, allí se abrió su mente con la frase “Siembra feminismo, cosecha igualdad”. Finalmente, con un compás, nos enseña que si no podemos dar la vuelta al mundo, podemos dar la vuelta al reloj.

Viveros feministas es una obra con múltiples niveles de lectura e interpretación, un intrincado laberíntico de historias de mujeres, con ficción dentro de la ficción, teoría literaria, preguntas existenciales; un recorrido por pueblitos pintorescos hasta la costa del mar; una invitación a analizar los recuerdos. Una lectura amena, por momentos agotadora, pero con la tranquilidad de retornar al punto de partida con una nueva perspectiva de la vida.

Lilia Judith López Echegollen es una joven mexicana que se define, entre otras cosas, como lesbiana. Anormal, publicado por Caligrama en 2020, es un libro que nace por la necesidad de informar a la sociedad heterosexual sobre la comunidad LGBT+. El objetivo principal es visibilizar y concientizar sobre la vida y el sufrimiento de esta comunidad. El destinatario principal es el sector homofóbico de la sociedad, y también aquel que por ignorancia o por desinformación discrimina, lastima o ignora a las maravillosas personas que tienen una orientación sexual diferente a “lo normal”, lo impuesto, lo socialmente correcto, de ahí el título del libro.

Echegollen utiliza la segunda persona, imitando un diálogo en tiempo real con dos receptores: por un lado, el lector: nos narra los hechos, nos interpela el pensamiento, nos exige la reflexión, la autocrítica, la empatía. “Debemos entender que lo biológico no nos define, lo que ‘natural’ está obsoleto, debemos abrir la mente para poder entender más allá de lo que conocemos y a lo que estamos acostumbrados, por así decirlo. La identidad de género es una parte que nos devine, con la que nos sentimos que estamos cómodos e identificados más allá de solo simples gustos o preferencias. Probablemente, escuchar testimonios de personas trans pueda ayudar a entender el tema un poco más, pero se tiene que escuchar sin prejuicios, se deber abrir la mente y el corazón.”

Por otro lado, le contesta a sus seguidores de las redes, aquellos que encontraron en el blog un confesionario para desahogarse, buscar consejos, compartir emociones.

No solo aparecen las voces de la comunidad LGBT+ sino también las de sus familiares, por ejemplo una hermana dice: “…creo que nadie debería tener la necesidad de explicar qué es lo que eres o qué sientes, todos deberíamos sentirnos libres y con esa naturalidad de decir ‘A mí me gusta el helado de vainilla y el de chocolate no’, porque yo desde pequeña la vi y no había necesidad de explicar, porque lo vi con ojos de niña, sin el cliché de fútbol es para niños y faldas para niñas”.

Anormal es una mezcla de “consultorio sentimental”, narrativa testimonial, diario íntimo, género epistolar. Se percibe en la escritura la incipiente madurez de la juventud, el descubrimiento de que no todas las personas actúan como esperamos, el aprendizaje a golpes que nos da la vida, la confirmación de la sabiduría de los refranes “Un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo”, la esperanza de que podemos mejorar el mundo cuando dejemos de lado los prejuicios y abramos la mente y el corazón.

La colina de los gatos tiene más de relato histórico que de literatura. La lectura se torna densa por momentos, ya que contiene un exceso de adjetivos, descripciones innecesarias y anacronías. Apenas presenta un misterio que será resuelto más adelante sin mayores dificultades. Andrea vivió con su abuela mucho tiempo y sin embargo nunca terminó de conocer sus secretos. Los últimos años de la abuela tienen momentos muy dolorosos y otros muy graciosos.

La segunda parte, al principio, presenta una falla de verosimilitud que luego es corregida: la abuela escribe un diario y su nieta había dicho que apenas sabía leer y escribir. Ana es testigo y víctima del franquismo, esta segunda parte a modo de diario está saturada de datos históricos e interpretación de esos hechos que hacen que las acciones de la protagonista se pierdan. Si bien se dirige a su hija para explicarle quién es su verdadero padre, la historia de amor queda perdida en el fondo de milicianos, franquistas, soldados, desertores, guerra, bombardeos, etc.

Finalmente, ya sin aire, llegamos a la tercera parte: otra vez la explicación de la desbandá y muy poca tinta para la relación madre-hija. La colina de los gatos es un homenaje a las víctimas de los bombardeos que ordenó Franco a los exiliados en la carretera de Almería en febrero de 1937.

Como mujer argentina, lectora desde mediados del siglo XX, La colina de los gatos me da una mirada en primera persona de las vivencias de los inmigrantes españoles y una explicación a su modo de vivir en el país que los recibió a los que lograron escapar de ese tormento. Como lectora de literatura me resulta poco logrado: no hay conflicto, no hay suspenso, no hay final inesperado. Es un libro para leer de a poco, que no genera deseo de leer ininterrumpidamente.