El libro nos traslada a los años setenta del siglo pasado y a un remoto pueblo en Virginia Occidental que realmente existe, Thurmond, donde, según la ficción, viven poco más de 20 habitantes. El lugar, dibujado remoto, perdido y rodeado de montañas, se siente claustrofóbico y tenebroso, perfecto para un thriller que quitará el aliento.

Alex, un adolescente de diecisiete años, visita a su abuelo en Thurmond. Allí, un secreto escondido durante años será avivado por una terrible muerte. Al protagonista se unirá la joven Amy, quienes juntos y decididos se aventurarán para descubrir qué hay detrás de los extraños y oscuros sucesos. Pero la historia esconde además los entresijos de las relaciones familiares, los saltos generacionales y lo mucho que pueden esconder los vecinos con los que se convive a diario.

Un desenlace maestro culminará una trama bordada con un lenguaje preciso que apunta a la intriga y al terror. «A diferencia de las pocas casas que quedaban habitadas, en aquella no había luz eléctrica. En realidad, no se veía una luz por ninguna parte. Sin embargo, había alguien dentro», puede leerse en el libro. Los personajes están envueltos en una enorme carga emocional con la que deberán lidiar a medida que la obra avanza.