Tras la devastación provocada por la Tercera Guerra Mundial, un satélite denominado Ultramundo orbita alrededor de la Tierra. En él, el Emperador Caelus se ocupa de asegurar un futuro para unos pocos privilegiados, denominados Ultrahombres, controlándolos a través del sistema Madre. Lo que no sabe es que en los restos del planeta Tierra, un grupo de rebeldes sigue buscando la forma de terminar con la tiranía.
Por ser mi primera experiencia con un libro de ciencia ficción, supongo que no estuvo tan mal. Más allá de haber sentido en reiteradas ocasiones que algunas ideas ya las había visto en algunas películas. la configuración de los personajes es interesante, así como las subespecies que aparecen en las «cloacas».
Hay dos aspectos destacables. En primer lugar, el autor hace uso (pero no abuso) de golpes de efecto que nos hacen recalcular cuando creíamos que ya estaba todo dicho. En segundo lugar, las descripciones son extremadamente gráficas (a veces hasta el hartazgo), lo que contribuye a generar nuestra propia película a medida que lo vamos leyendo.

Mientras España se debate entre fuerzas políticas conservadoras y revolucionarias, un notario retirado decide tomar partido y cambiar la historia de España.

A sus 76 años, Julio Robles debería ser un hombre que disfrute sus almuerzos con amigos, sus misas de domingo y sus paseos por Madrid. Sin embargo, el peligro inminente que representa el triunfo electoral del Líder Revolucionario, que implicaría el fin de España unida, lo lleva a salir de su comodidad y tomar medidas desesperadas que, a su vez, camuflan cierta tendencia suicida.

Además de la facilidad con que suelta comentarios ácidos, hay que reconocerle a Carlos Luaces Saavedra la maestría con que traza paralelismos a medida que va desarrollando «El Niño de Lenin». No solo entre nueva y vieja política a través de la doble identidad twittera que asume nuestro protagonista (Julio Robles del lado conservador, El Niño de Lenin por parte de los revolucionarios), sino que encuentra en Ángel, amigo íntimo de Julio, el reflejo de tendencias arcaicas y las contrapone a los nuevos aires que invaden el relato.

La soberbia contra la humildad. La juventud contra la vejez. La heteronormatividad contra el orgullo LGTBI+. Las tendencias conservadoras contra las revolucionarias. Cristianismo contra ateísmo. Impulso contra reflexión. Una suerte de patriotismo unificador centralista contra el independentismo de las periferias. Madrid contra Barcelona. Profesiones tradicionales contra nuevos espacios de trabajo. Todo tiene su espacio y su reflexión.

A través de las vivencias y recuerdos de Julio, Saavedra Luaces logra una radiografía precisa de la transformación social y política que ha vivido España en los últimos años, recordándonos que nunca es tarde para evolucionar y recuperar la fe.