Antes de empezarlo y sólo leyendo la sinopsis pensaba que me iba a gustar, pero no esperaba que fuera a hacerlo tantísimo y convertirse en uno de mis libros favoritos del año.

Las hijas de la tierra narra la historia de las tres hermanas Veltrán-Belasco, Gloria, Teresa y Verónica, también conocidas como “las endemoniadas” por ser pelirrojas, zurdas y atreverse a no cumplir con el papel preestablecido que como mujeres se espera de ellas y desobedecer las normas impuestas por la sociedad. La novela trata temas como el patriarcado y el papel de la mujer en la sociedad de finales del siglo XIX, la homosexualidad y las terapias de conversión y la enfermedad mental, todo ello de una manera muy amena que hace que no puedas dejar de leer y que sus casi 600 páginas se pasen en un suspiro.

Uno de los grandes logros de la novela es la ambientación. Las descripciones de los viñedos de La Rioja son detalladas sin llegar en ningún momento a resultar pesadas y la Finca “Las Urracas” donde viven las protagonistas parece un personaje más.

La construcción de los personajes es otro de los aciertos del libro. Quitando algún personaje secundario que puede resultar un poco caricaturesco, el resto, especialmente las tres hermanas, están perfectamente construidos, de manera que no puedes evitar empatizar y “sufrir” con ellas con todo lo que les ocurre. Mención especial para el personaje de Rafael, uno de los más mezquinos, manipuladores y miserables que he leído en mucho tiempo.

En resumen, una saga familiar con toques de novela gótica y victoriana llena de misterio, romance, crítica social y personajes a los que amar y odiar que seguro permanecerán en mi memoria durante una larga temporada.

Es la primera novela que leo de la autora y ha sido suficiente para querer leer todo lo que tenga publicado y publique a partir de ahora.