Este año empecé a leer Las Crónicas de la Elegida aunque imaginaba que por su argumento iba a encontrar a una Nora Roberts un tanto diferente, y eso es lo que me ocurrió. Como novela romántica no funcionó demasiado, encontré a la autora con otro registro que sin disgustarme no acabó de convencerme del todo, pero aun así quise seguir leyendo estas crónicas, pero lo cierto es que “Sangre y Hueso”, su continuación, no me gustó nada prácticamente y me hizo dudar muy seriamente si terminar o no esta trilogía, pero lo que son las cosas… me llegó un correo de Edición Anticipada en el que se podía solicitar esta tercera entrega en papel y como quedaban ejemplares me animé aunque confieso que «esperanzas» de que me gustara no tenía demasiadas, pero tengo que decir que estoy contenta de haber podido terminar la trilogía y de decir que de los tres libros, sin duda es el que más me ha gustado (sin tirar cohetes, eso sí).

Para los que ya habíamos leído los dos libros anteriores estaba claro que esta novela iba a ser «la batalla final», la lucha entre quienes defienden la luz, la vida y el resurgimiento tras la aniquilación de millones de personas a nivel mundial por culpa de una pandemia, contra la oscuridad, contra quienes disfrutan matando y torturando inocentes y así ha sido.

A lo largo de las tres novelas hemos conocido a Fallon, la Elegida. La primera entrega terminaba con su nacimiento, en la segunda asistimos a su entrenamiento y conocimos muchas de sus mágicas habilidades y en esta tercera todo eso tenía que ponerse en práctica para lograr erradicar la oscuridad de un mundo que empieza a ver la luz.

En «Nueva Esperanza» volvemos a encontrarnos con multitud de personajes ya conocidos. En mi opinión hay demasiados y si a ellos les sumamos sus descendientes, reconozco que ha habido algún momento en que ya no sabía quién era quien. Lo que está claro es que todos en Nueva Esperanza confían ciegamente en Fallon y no dudarán en luchar por lo que creen. Saben que no son suficientes, pero poco a poco la Elegida irá logrando convencer a mucha más gente para que se una a su causa.

Evidentemente, será imposible que todo el mundo salga indemne, pero esa es una de las consecuencias de las guerras. Nora Roberts no solo nos narrará importantes batallas en este libro, también se preocupará mucho de la parte más personal de los personajes, de sus sentimientos. En estos libros hay familias al completo luchando junto a Fallon. Evidentemente hay una parte romántica, pero es mínima y muy obvia, que es lo menos interesante del libro, al menos para mí.

Curiosamente, aunque creo que es un libro muy previsible (ya desde el final del segundo), he disfrutado mucho más con la forma de pensar de Fallon, el planteamiento de sus batallas, con su personalidad, con su forma de acercarse a las personas, de hacer que confíen en ella, también con el dolor que le producen las bajas que sufren, alguna más importante que otra y por eso me ha sorprendido el libro. Quizás porque no esperaba demasiado teniendo en cuenta lo poco que me gustó el segundo, pero a veces ir sin muchas expectativas hace que uno se deje llevar mejor por la historia y creo que es lo que me ha pasado. 

Insisto en que si tengo que quedarme con un estilo para Nora Roberts, me quedo con la autora de series como «Corazones irlandeses» o «Chesapeake» o la trilogía «BoonsBoro» por poner algunos ejemplos. Esta serie tiene una carga de fantastíca/distópica que casi eclipsa todo lo demás, pero entiendo que sea del gusto de muchas lectoras que disfrutan de este género.

Me gustó mucho la sinopsis de este libro porque no cuenta demasiado y uno no tiene muy claro por donde irán los tiros con eso de que «su realidad da un vuelco», pero en cuanto empiezas a leer te vas imaginando más o menos qué te va a deparar la historia y te ves sumergida en la vida de Lucía y Julián una pareja enamorada, con una vida absolutamente normal, una pareja que disfruta de los pequeños placeres de la vida, sin sobresaltos ni especiales sorpresas hasta que Lucía sufre un atropello. Gracias a que su amigo y vecino Fernando es testigo de lo ocurrido, rápidamente la llevan al hospital para una revisión a fondo.

Cualquiera que haya estado más de un día en un hospital, bien como paciente o acompañante, sabe que las horas dan para mucho y es desde allí, donde poco a poco tanto Lucía como Julián nos llevarán de viaje a su pasado, aunque también los acabaremos acompañando a otro viaje, uno físico que nos llevará a un lugar del que Lucía guarda muy buenos recuerdos.

Aparentemente puede que no parecer una historia espectacular, y en el fondo quizás no lo sea, pero a veces detrás de una historia cotidiana, una historia sencilla en la que cualquiera se puede ver reconocido o ver reconocido en ella a otras personas, pueden encontrarse momentos brillantes de realidad y emoción y a mí eso me ha pasado con este libro. Me ha emocionado y lo digo sin pudor, por varios motivos. Los recuerdos de Lucía y su viaje a Galicia acompañando a su abuela, se parecen mucho a los míos cuando Galicia también era nuestro lugar de vacaciones y no nuestra residencia habitual. Me he visto de la mano de mi abuela entrando en esas «tiendas/tabernas» donde lo mismo te comprabas una barra de pan, que unas zapatillas de andar por casa, que te servían una copa. Me ha emocionado por los sentimientos que destilan ambos personajes, por los momentos que están pasando y que aunque yo no los he vivido en mi piel, sí los he visto en otras pieles.

Y me ha emocionado porque los dos personajes protagonistas de esta historia están muy bien construidos, siendo muy diferentes entre sí. Quizás es es lo que hace que sean el complemento perfecto el uno para el otro. Ella es positiva, optimisma, apasionada, una mujer que desprende alegría y seguridad en sí misma, mientras que él es todo dudas, inseguro, más cerrado que ella y algo arisco hasta que coge confianza con los demás. A veces no puede creer en la suerte de tener a Lucía a su lado. Mientras leía pensaba en lo negativo que parecía él si lo comparaba con ella, pero luego me he dado cuenta de que aunque me encantaría parecerme más Lucía, yo me reconocía (sólo por momentos ¡ojo!) más en Julián y que definitivamente cada uno es como es. Como dice mi madre, «siempre hay un roto para un descosido». Solamente hay que encontrarlo y ellos tuvieron la suerte de hacerlo.

Me ha gustado mucho esta historia de amor, llena de sentimientos, de situaciones que afrontar (miedo, dudas, incertidumbre…), una novela donde el azar golpea a sus protagonistas cuando menos se lo esperan y sobre todo me ha gustado cómo nos lo cuenta Manuel de Lorenzo, con un estilo elegante y con un toque de «morriña» como no podía ser de otra manera.