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OBSCURA

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Libros y reseñas

El año del Oráculo

Charles Soule

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Valoración: ★★★★

¿Existe el libre albedrío o está todo escrito?

De vez en cuando, me encanta leer libros que solo te exijan que devores página tras página solo para poder saber más, avanzar en la historia sin control, sin pensar, dejándote llevar por una trama trepidante. Son lecturas frescas, ágiles, sin pretensiones, ideales para quemarse al sol. Y este es el caso. Un thriller lleno de acción y misterio con buenas dosis de tensión, de intriga y suspense, con un ritmo intenso, ideal para poder leer sus más de 450 páginas casi sin darte cuenta.

En este caso, además, te quedas con la mosca detrás de la oreja. Porque el tema que se plantea es una duda trascendental fruto de debate en, yo diría, todas las corrientes filosóficas y todas las religiones del mundo, por mucho que digan que lo tienen claro: ¿existe el libre albedrío o todo está escrito?

El protagonista es Will Dando, un joven músico (sin éxito) que una noche sueña, o sufre una revelación, o como se prefiera describirlo (dependerá de cada confesión), con 108 hechos que se van a producir en el futuro, 108 predicciones que se le quedan grabadas en el cerebro y que, además, descubre que son ciertas a medida que verifica que se van cumpliendo. Algunas de las “profecías” parecen hechos sin importancia, cosas que le sucederán a gente anónima, sin ninguna relevancia aparente, pero otras son importantes, muy importantes, y la diferencia entre darlas a conocer o mantenerse en silencio puede suponer salvarle la vida a miles de personas. ¿Qué haríais? Es un buen dilema moral que plantea muchas dudas, pero Will lo consulta con su amigo Hamza y toman una decisión, cuelgan un sitio web, el Sitio, donde publican algunas de esas predicciones. Y entonces todo se precipita, su vida da un giro radical y el mundo empieza a sumirse en un caos sin control hacia un final que puede ser terrible. Will tiene la clave para pararlo, mientras las predicciones se van cumpliendo, una tras otra, sin errores ni retrasos. Por mucho que traten de cambiar las cosas.

Naturalmente, en este tipo de relatos en los que la humanidad entera depende de las decisiones de un joven con un don que no ha pedido, hay que estar abierto a bloquear nuestra incredulidad y activarse en el modo: “vale, me lo creo, vamos a pasar un buen rato”. Si sois de este tipo de lectores, disfrutaréis mucho. Al menos, yo lo he hecho. Charles Soule viene del mundo del cómic y se nota su buen manejo del ritmo narrativo para mantener al lector enganchado y en tensión.

Después os quedará el regustillo del debate, de la la duda sobre una cuestión tan trascendental sobre nuestro destino y nuestra capacidad de poder cambiarlo. Tenemos capacidad de decisión, sí, tenemos libre albedrío pero… cada vez que escogemos una opción, ¿es realmente una elección personal o simplemente estamos siguiendo un camino que ya estaba más que previsto? Yo me quedo con el hecho de que he disfrutado con la novela.

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L’intercanvi

Rebecca Fleet

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Valoración: ★★★

Un thriller con un alto componente emocional

Lo han calificado como un thriller psicológico o como un gran ejemplo de domestic noir. Nada que objetar. Hay una buena dosis de suspense, de querer avanzar con rapidez para saber qué pasó y qué está pasando, pero aunque tenga pinceladas de tensión, no deja de ser un drama intenso y profundo en el que, lo que prima, son las emociones. La historia la mueven los personajes, pero la gran base de la historia reside en lo que ocurrió en el pasado, lo que los ha llevado al lugar en el que se encuentran, tanto física como emocionalmente. Sobre todo, emocionalmente.

Caroline y Francis están casados, tienen un hijo y hace un par de años estaban sumidos en un pozo profundo del que pensaban que jamás podrían salir. Su relación estaba abocada al fracaso. Francis ahogaba su presente en unas drogas que lo alejaban de una realidad que cada vez sentía menos suya, más lejana, menos importante. Y Caroline vivía angustiada entre dos mundos, el de su insoportable y asfixiante matrimonio al que se negaba a renunciar por su hijo, y el de la promesa de un amor inacabable, intenso, sexual, apasionante con un compañero de trabajo del que se enamora perdidamente y con el que desea construir un nuevo futuro.

A lo largo de la novela, este pasado se va intercalando con el presente. Se han animado a hacer un intercambio de casas, a dejar a su hijo con la abuela, la madre de Caroline, y a pasar unos días solos en un barrio residencial cerca de Londres. Para estar juntos, para reconciliar sus vidas, para reencontrarse, para volver a ser una familia, tratar de recuperar su matrimonio, su vida en común, sin drogas y sin amante. O casi.

La casa a la que llegan es extraña, no parece tener vida ni personalidad. ¿Quién vive ahí? Hay muy pocos detalles, muy poca información sobre la persona con quien han intercambiado la casa. Pero sí que hay elementos que Caroline reconoce y que están directamente relacionados con ese pasado del que intentan recuperarse, del que estaban huyendo. Y entonces, lo que Caro creía olvidado, lo que parecía estar quedando atrás, vuelve con una fuerza tremenda que hace que las emociones se ericen de nuevo.

El juego entre presente y pasado acentúa el suspense, pero no hace que pasen demasiadas cosas. A medida que vas avanzando con la historia, se van desvelando nuevos detalles del antes y del ahora que hacen que estés, continuamente, pensando en qué fue lo que ocurrió y, sobre todo, en quién está ahora en su casa, quien está removiendo el pasado y con qué intención.

Las voces las ponen los personajes en un tono, para mi gusto, demasiado melodramático. Pero no quiero decir que eso esté mal, ni mucho menos. En esta novela se desnudan muchos sentimientos, se destilan pasiones y se puede mascar el dolor intenso de, sobre todo, la protagonista, pero aunque siempre se agradece que los personajes sean redondos, profundos y estén bien construidos, cuando la historia se edifica, básicamente, con sus sentimientos y pensamientos, la acción se resiente mucho. No quieres dejar de leer, de avanzar, para poder saber, pero tanta reflexión ralentiza mucho el ritmo.

Es un thriller, sí, pero con una intensa carga emocional que le hace perder intensidad.

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El visitante extranjero

Julio Rojas

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Valoración: ★★★★

A Jack el Destripador no lo atraparon nunca. Puede que se fuera a Chile. Puede que sea el que está matando y mutilando mujeres en Valparaíso.

El prólogo ya nos advierte de que estamos ante una historia que puede que sea difícil de creer, pero que su protagonista nos asegura que es cierta y terrible. Y lo hace con un estilo que nos remite a la prosa de finales del siglo XIX, pero sin caer en florituras, eternas descripciones o palabras en desuso. Al contrario, se trata de un texto que tiene aires antiguos pero que fluye con mucha facilidad, que entra con sencillez y que atrapa desde el primer capítulo, en cuanto al dentista le muestran el terrible asesinato y, entre vómitos, revela lo que ha deducido a primera vista: que la mujer ha sido desgarrada en vida por una jauría de perros salvajes. Pero el doctor Nolasco Black se sobrepone a la impresión inicial al enfrentarse al terrible recuerdo que lo persigue cada día desde la muerte de su mujer. El es un científico y reflexiona, recapacita, revisa su primera conjetura y su conclusión final pasa a ser otra muy distinta. Porque no solo hay evidencias de desgarros y mordeduras producidas por un animal de gran tamaño. También hay cortes precisos, realizados por alguien con conocimientos quirúrgicos.

Así empieza la novela, con intensidad, con muerte y con misterio. El relato está basado en los diarios del protagonista, en los de otros personajes, en informes policiales, telegramas, cartas y todo lo que Nolasco ha podido reunir y reproducir para dejar testimonio por escrito de su investigación. De su persecución. De su venganza. Hay alguien con mano de cirujano que asesina de forma despiadada a mujeres de cualquier condición en la ciudad. Alguien que podría ser el mismísimo Jack el Destripador.

Sin caer en descripciones largas o gratuitas, Rojas es capaz de sumergirnos, casi sin darnos cuenta, en la realidad de finales del s. XIX en Valparaíso, en sus calles hediondas, entre sus gentes de procedencias dispares, caminando con delincuentes, prostitutas, estafadores, comerciantes, marinos, policías y gente pudiente de todo tipo y de todas las clases. Se nota una intensa labor de investigación detrás, no sólo sobre los usos y costumbres de la época, sino también sobre los avances científicos presentes en una época de importantes cambios industriales.

El rigor con el que nos sitúa en esa época, escena tras escena, se refleja también en las referencias, en los personajes reales que se nombran, en las costumbres, en los avances tecnológicos y en una incipiente ciencia forense basada en sus conocimientos como dentista. Un forense algo distinto. Hay, desde luego, dosis de detalles técnicos y científicos en la novela, pero en ningún momento el lector tiene la sensación de estar leyendo un texto fuera de su alcance, con términos complicados o teorías complejas. Todo fluye, la historia avanza, el misterio crece página tras página sin encontrar obstáculos narrativos que hagan que el lector se pierda.

Bajo este lienzo de novela histórica, de relato trepidante, policíaco, forense y, en ocasiones, incluso esotérico, Rojas no pierde la ocasión de hacer evidente el desprecio que en esa época se le dedicaba a la mujer: un ser inferior, de menor inteligencia, de capacidades limitadas, de importancia relativa. En esta novela hay muchas mujeres importantes y juegan un papel muy relevante en toda la historia. Digamos que, más o menos, como en la vida misma, aunque nos haya costado siglos reconocerlo.

Y un poco más abajo, en una capa algo menos evidente, la figura del extranjero, de su poder en territorios exóticos, de sus aires de superioridad en una época en la que Darwin sentaba cátedra. A través de la propia experiencia de Nolasco, Julio nos obliga a asomarnos al terrible exterminio de las tribus pérdidas consideradas poco más que animales. Desde luego, el ser humano tiene mucho de lo que avergonzarse.

Además de una escenificación impecable, un contexto histórico relatado con maestría, un rigor técnico entendible y un asesino despiadado, el autor nos regala un final trepidante, con una larga persecución por varios países hasta llegar a la exposición universal de París.

Y lo mejor de todo es que… puede que haya segunda parte.

Eso estaría muy bien.

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