Una rueda dentada que comienza a girar, arrastrando a otra a hacer lo mismo, y esta a otra más, en una cadena de giros inevitables. El crujir del metal oxidado, la aspereza de su tacto, el olor que desprende lo que estuvo parado y se pone de nuevo en marcha. Y su sonido: tic, tac.

Me pregunto cuál será el mecanismo interior de un asesino. ¿Qué tipo de engranajes lleva en su interior y cuál será la clave que los pone en marcha para dejar salir su maldad?¿Y dónde se encuentran: en la cabeza, en el corazón, en las entrañas?

Tic, tac.

Al estilo ‘Tokio blues’, una canción de Los Beatles es el código que abre la caja de Pandora de Lee Byeong-do, asesino encarcelado que pide tener una entrevista con la psicóloga criminal Seon-gyeong. ¿Por qué querrá tener una entrevista con ella si no se conocen de nada? A su vez, la psicóloga comenzará a convivir con la hija que su marido tiene de un matrimonio anterior y cuyos abuelos acaban de fallecer en un incendio. Tendrá que acostumbrarse a tener en casa a la niña, cuya actitud es bastante extraña. ¿Qué le ocurre?¿Por qué se comporta así?

Tic, tac, tic.

Un balancín con el asesino en un extremo, la niña en otro y la psicóloga en medio. Un artilugio que a medida que se mueve va creando un mar de niebla en el que Seon tendrá que nadar para intentar quitar la máscara al asesino… ¿y también a la niña?

Tic, tac, tic, tac, tic, tac.

Un suspense logrado, que si bien no se va a convertir en uno de mis libros favoritos, ha mantenido mi interés. Un tira y afloja que te mantiene pegado/a a la novela hasta su final mientras en algún sitio, quién sabe dónde, una chispa hace que otro engranaje comience a funcionar.

Tic.

Tac.

Tic, tac.

Tic.

Bang! Bang!

No me atraen las historias de narcos. Me parece que se ha exprimido demasiado el tema y por eso no siento interés por las novelas u otro tipo de documento sobre ello. Pero ofrecida la posibilidad de leer este libro, decidí darle una oportunidad y no me arrepiento de haberlo hecho porque he disfrutado con la lectura.

El autor, Luis Esteban, es comisario de la Policía Nacional, y da sobrada cuenta de ello en la novela. Durante toda ella, y sobre todo en las páginas de arranque, nos instruye en la terminología propia del narcotráfico. Quizá por eso, siento que la trama tarda un poco en arrancar, pero también se agradece la información para poder entender mejor cómo funciona el negocio.

Son dos los protagonistas principales de la novela: Moroloco, el mayor narcotraficante de hachís del Estrecho (y de Europa); y Zabalza, el nuevo comisario de Algeciras. Como es lógico, la principal labor del comisario es luchar contra gente como Moroloco, que transportan la droga desde Marruecos hasta España tratando de no ser capturados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Y esos intentos de caza son parte muy importante de la trama. Pero lo que más me ha gustado es la parte personal, el bagaje que arrastran uno y otro, que también tiene peso en la historia.

Me ha parecido una novela muy bien escrita. Los capítulos se van centrando de manera alterna en un personaje concreto; los dedicados a Moroloco están narrados en primera persona (un hombre machista, homófobo, con un modo de hablar claro y crudo); el resto, tienen un narrador omnisciente. Ofrece dosis de acción, intriga, malas artes y corrupción; personajes secundarios, como las esposas de ambos, que aportan un lado humano a todo ese mundo podrido; y dilemas morales que me hicieron plantearme qué sería lo más correcto. Un libro entretenido sobre la lucha contra el tráfico de droga y los largos tentáculos del negocio, que pueden llegar más lejos de lo que parece y penetrar profundo en cualquier lugar, sin límite ni moral.

Mezcla mafia, violencia, drogas, venganza, cárcel e intriga, y te saldrá este libro. No. Espera. Añádele también remordimientos y una pizca de literatura. Ahora está mejor. Ahora sí.

En ocasiones el entorno en el que uno nace marca el camino a seguir en la vida, porque no hay (o parece que no) otra alternativa. En otras, somos nosotros los que decidimos la senda a tomar dejando atrás, en la bifurcación, la que creemos que no nos conviene y que nos conduciría a la mala vida. Pero si escoges el mal camino, el extremo, ¿hay posibilidad de redención?

Todo arranca cuando alguien (al que apodan El Destripamuertos) prepara 7 tumbas y sus respectivas lápidas con los nombres grabados de quienes las van a ocupar. La primera se ocupa rápidamente. La última tiene el nombre de Michele ‘El Impasible’, que es el protagonista de la historia.

Michele pertenecía a un clan mafioso (como los demás que tienen la lápida preparada) desde bien joven. Fue de los que eligió el camino (el mal camino) del dinero y el poder a costa de lo que sea. Y como consecuencia, lleva en la cárcel 20 años. Allí toma conciencia de lo terrible que había sido su vida, gracias a un compañero de celda que, además, le inculca el amor por la literatura. Consigue su libertad y comienza el camino hacia un lugar desconocido, con un objetivo misterioso, tratando de escapar del Destripamuertos y de un pasado que le reconcome.

El poder de los libros no es la trama principal pero es lo que más me ha gustado, más allá de la intriga, la violencia y la permanente atmósfera sórdida de la novela, que están muy trabajadas. Ese compañero de celda lee y desprende una calma que se le contagia a Michele, que aprende a valorar la lectura, instrumento para evadirse y vivir vidas muy alejadas de la suya.

Una novela entretenida y muy bien ambientada, que gustará a quienes disfruten con la intriga y las historias violentas.

A veces la vida nos da un envite sin esperarlo, y pasa de ser en color a ser gris. Cuando eso pasa, sensaciones comienzan a aflorar saliendo por cada poro de la piel, empapándolo todo sin remedio.

A Lucía y Julián, la pareja protagonista de esta novela, les ocurre eso. La vida (o el destino o el azar, lo que sea) les golpea, difuminando el naranja y el blanco de los geranios de su balcón, que para ellos son como el faro que les indica que llegan a su casa en común. Con ese golpe la nostalgia, el dolor y la tristeza se trenzan ocupando cada espacio de la casa, desplazando la alegría como un gas tóxico desplaza al oxígeno.

El libro se abre con una reflexión del autor (con la que no puedo estar más de acuerdo): hay que volver al lugar donde se ha sido feliz. Empieza entonces un viaje mental (hacia los recuerdos) y físico (desde el paisaje urbano de Madrid al rural de Galicia). ‘Todo lo demás era silencio’ habla de la incertidumbre, del azar (genial la explicación de Fernando sobre ese engranaje de piezas) y de la nostalgia, del amor sincero (qué relación tan bonita) y el dolor, de sentirse perdido sin saber a qué agarrarse, de la necesidad de volver a ser y sentir lo que una vez se fue y se sintió.

La lectura de este libro ha sido una de las mejores en lo que va de año. Es la prueba de que no hacen falta muchos personajes para construir una buena historia. Me ha hecho reflexionar y me ha emocionado. No tiene artificios porque no los necesita. Una historia basada en los sentimientos que remueve. Un libro en el que apetece quedarse mucho tiempo.

Es perfecto para leer abrigado con una manta, y con un café o un té que acompañe; para leer pausadamente y disfrutar, para dejar que te hable y que el ruido de alrededor se convierta en silencio. No me cansaré de recomendarlo.

José Antonio Ponseti nos narra en esta novela, basada en hechos reales, lo ocurrido el 5 de diciembre de 1945 y en los días y semanas posteriores. Al final del libro explica el gran trabajo de documentación que realizó y aclara -cosa que agradezco, porque en este tipo de historias no sabes donde termina lo real y comienza lo novelado- qué hay de realidad y de ficción en la novela. Además de lo que ocurre con los aviones y todo el proceso de búsqueda, nos acerca, en momentos, a cómo lo vivían las familias (qué duro debe ser perder a un ser querido sin saber qué ha ocurrido; la impotencia de luchar por descubrir la verdad y que todo se ponga en contra debe ser tremenda).

La novela me enganchó casi en la página 100. Hasta entonces no me estaba resultando suficientemente interesante. Quizá un aluvión de nombres demasiado seguidos no ayudó. Pero cuando todo comienza a complicarse para los tripulantes, fue inevitable que la novela me atrapara. De ahí en adelante es un libro que entretiene mucho, de fácil y ágil lectura. Me hubiese gustado saber más sobre Katherine y Mary, madre y tía de uno de los desaparecidos. Y toda la trama del telegrama, con Joseph iniciando su propia búsqueda, también me enganchó. Familias que ya habían sufrido la Segunda Guerra Mundial, terrible conflicto bélico que dejó, como todos, sus zarpazos en aquellos que lo vivieron en su propia piel.