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España
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Un viaje emotivo a la belleza y la miseria de Asia
Una de las cosas fundamentales que le pido a un libro es que me haga viajar, que me haga salir de la habitación donde esté leyendo para trasladarme a un paisaje, ciudad, entorno, vida ajena, diferente al de mi presente. Siempre he considerado que la literatura y los libros como su arma principal, deben ser catalizadores de viajes a vidas ajenas y a mundos lejanos o paralelos al nuestro. Por eso es quizá que me gusta la ficción, tanto en forma de novela como de cuento, más que cualquier otro género literario. Ese viaje que le suelo pedir a los libros lo he vivido clara y nítidamente con esta novela, ya que, además, combina esos dos viajes: el personal para vivir la vida de personas ajenas y muy diferentes a mí; y el físico por trasladarme a lugares que no he pisado nunca y que quedan bastante lejos de mi imaginación.
“Nenúfares que bailan en aguas tristes” es una novela que pese a tener un inicio titubeante que se alarga durante un par de docenas de páginas, termina por conformar una narración interesante, entretenida, adictiva y tremendamente sensorial. Se nota que es la primera novela de Bárbara Gil en la frescura y la ambición que se muestra en ella, pero también en esa falta (totalmente comprensible) de recursos para dar vida y brío a la narración en sus momentos más delicados. Aún, así me sorprende la capacidad narradora y emocional que transmite.
Esta novela sigue el patrón clásico de trama familiar dramática, donde sus miembros esconden secretos y pasiones privadas, mezclada con un viaje exótico donde se mezclarán recuerdos, pasado y presente, bajo una amenaza permanente de unos personajes secundarios oscuros que desde el principio dan mala espina. “Nenúfares que bailan en aguas tristes” no es novedosa en las raíces de su trama, pero sí en el paisaje que evoca: Bangladesh.
Podría también calificar esta novela como novela de trasfondo social donde se denuncia, aunque de manera somera, los abusos de occidente y su industria textil sobre Bangladesh, pero hacer esa clasificación denigraría la propia novela porque no es del todo así. “Nenúfares que bailan en aguas tristes” mezcla drama familiar con un drama real que explica la autora al final del libro en una nota: un derrumbe de un centro comercial en Daca en 2013 y una fotografía que llevó a la autora a escribir este libro, inventando una historia detrás de uno de los protagonistas de esa dramática fotografía.
Amor, odios, envidias, pasiones, traiciones, tragedia, muerte se mezclan en las páginas de “Nenúfares que bailan en aguas tristes” y en unos personajes que incluso pueden llegar (y de hecho tienen) a tener similitudes y paralelismos con la vida real. El padre de la protagonista de la novela es un gran empresario textil gallego que se codea con personajes famosos de todo el mundo y de diversos ámbitos, cuyas fábricas en Bangladesh son, cuanto menos, cuestionables en cuando a condiciones laborales. Que cada cual haga los paralelismos que considere y crea convenientes.
Pero si hay algo que me ha gustado por encima de cualquier otro elemento y que permite que pueda perdonar los pecados de “Nenúfares que bailan en aguas tristes” ha sido el gran viaje que he podido hacerme a Bangladesh sin salir de mi barrio de Madrid. Bárbara Gil ha sido capaz de evocar en las páginas de esta novela tanto el exotismo de paisajes selváticos y campos de té de Bangladesh, como la miseria asquerosa de los barrios de chabolas e industrias contaminantes polvorientas y venenosas de Daca, su capital. Sin caer en una idealización ni de la pobreza ni de los paisajes salvajes, la autora ha sabido transmitir con viveza todo lo que cualquier extranjero, y sobre todo occidental, puede llegar a experimental sensorialmente al llegar a un país de tanto contraste como es Bangladesh, que siempre sale en las noticias únicamente por desgracias. Este contraste entre paisajes además queda más que patente al contraponer una primera parte de la novela en Vigo, en un pazo señorial y lujoso, a una choza, un tren, unas calles y unas fábricas textiles donde el lujo no es más que un espejismo absolutamente irreal.
Aunque “Nenúfares que bailan en aguas tristes” me ha sorprendido para bien eliminando todos los prejuicios personales que pudiera tener ante este tipo de novelas champiñón (que surgen constantemente y en número indeterminado todos los años), también tiene sus pecados. Uno de ellos es la poca evolución que veo en los personajes a lo largo de la novela, pero claro, quizá es que no tienen que evolucionar. Otro de los pecados que observo es la utilización de muchos personajes secundarios en la trama, algunos de los cuales quedan demasiado difuminados pese a que deberían tener algo más de peso en la misma. Hay también muchas descripciones de vestidos, tejidos, piruetas y otros elementos que distraen al lector y que en el fondo poco aportan al corazón de la novela. Pero insisto, todo esto que puede restar queda compensado por una narración cuyo ritmo e interés va siempre creciendo a medida que pasan las páginas.
Por concluir, “Nenúfares que bailan en aguas tristes” es una novela de esas que se leen en un abrir y cerrar de ojos, que nos trasladan a paisajes y entornos que ni soñaríamos en pisar si quiera y que nos cuentan realidades olvidadas y dramas personales con los que tenernos pensativos y entretenidos unas buenas horas de lectura. Además, Bárbara Gil, usando un lenguaje y estilo sencillo logra atrapar al lector y hacerle la lectura fácil sin necesidad de poner durante todo el tiempo el cien por cien de nuestros sentidos en la lectura, algo que a veces también se agradece. Una muy grata sorpresa me he llevado con esta novela.
De las cenizas de la IIGM al lujo del Nueva York más elitista
Danielle Steel es una de las grandes escritoras de siempre. Quizá no sea de esos autores o autoras que suenan en los premios literarios, o que han ganado prestigio alzándose con importantes galardones. No. Danielle Steel es una escritora famosa porque sus libros no faltan en las estanterías de cualquier librería a lo largo y ancho del mundo. Es una escritora best seller, apelativo que no es ni bueno ni malo, sino que simplemente describe una realidad inapelable y es que vende mucho y sus novelas han sido leídas y traducidas a lo largo y ancho del globo. Y, sin embargo, yo nunca había leído ninguna de sus obras. Por suerte ahora puedo decir que esto ha cambiado y por fin me he sumergido en una de sus obras.
Esta novela centra la trama en la IIGM, época decenas de veces tratada por el cine, la televisión y la literatura desde tantísimos ángulos y perspectivas que bien podríamos llegar a pensar que es un tema agotado. No es así. Steel demuestra que por muchos libros que se escriban sobre la IIGM, y el holocausto, como también este es el caso, cada autor es capaz de aportar su granito de arena en la tan intensa y profunda historia de la guerra y las consecuencias personales posteriores a la misma.
Steele juega con los contrastes sociales y generacionales de sus personajes para poder retratar dos mundos que en el fondo son el mismo, pero con unos años de diferencia. Gracias a unos personajes entrañables y con los que el lector pronto empatizará, la escritora neoyorquina transporta al lector desde la desesperación post bélica y el horror de los campos de concentración al lujo de una generación que, sin llegar a olvidar del todo su pasado y orígenes, pretende pasar página, pasando además por una época de posguerra donde la tenacidad, la esperanza y la ilusión mueven a los personajes a conseguir prosperar.
Son destacables los escenarios y el trasfondo en los que Steel ha decidido construir esta historia de amor, ternura y superación. Cómo se describe el Nueva York de una época de bonanza a través de Max en contrate con el horror de un nuevo comienzo vital tras el horror y la muerte del Holocausto, encarnado esto último en la figura de los padres de Max, Jakob y Emmanuelle. Y es que como he dicho, esta novela es un constante juego de contrastes que mueven al lector desde la pena y la lágrima, hasta la alegría por ver cómo desde las cenizas surge de nuevo la vida y la esperanza por un mundo mejor.
Como creo que pasa con todos los libros de Steel, el estilo narrativo es ligero y liviano, muy sencillo de leer, lo que permite que el lector avance rápido en la historia. Historia que por otro lado engancha y hace que se quiera leer más y más y no se quiera interrumpir la lectura para más tarde. Quizá por esto las novelas de Steel suelen ser buenas compañeras de viajes y las tiendas de estaciones de trenes, buses y aeropuertos suelen estar repletas de varias de sus novelas para acompañar a los viajeros en sus trayectos.
En resumidas cuentas, pese a no haber leído nunca a Steel y que no es el tipo y estilo de literatura que suelo leer y que más me suele gustar (suelo buscar en un libro algo más de profundidad y no simplemente una trama adictiva como este caso), he de reconocer que tras la lectura de esta novela he quedado gratamente sorprendido por la cantidad de emoción que transmite cada una de las páginas de este libro, lo que hace que en ningún momento su lectura aburra, canse o desespere. Una buena historia siempre es de agradecer, unos personajes entrañables y a los que coger cariños siempre es buena señal y un estilo claro y limpio de florituras siempre ayuda a que lo que se pretende contar llegue al lector sin problemas; y en esto Danielle Steel ha conseguido superas mis expectativas.
Novela para pensar disfrutando
Cuando cualquier escritor se enfrenta al papel en blanco para intentar contar una historia que desde siempre haya estado anclada en su cabeza, debe tener muy claro qué quiere contar y cómo hacerlo. Superar los primeros momentos de indefinición, de incertidumbre, de miedo, de hojas en blanco por rellenar, no es algo sencillo y no siempre se consigue. Gonzalo Senestrari, al autor de esta novela, aunque no es nadie recién llegado al mundo literario, ha comenzado con este libro una saga: proyecto literario que si nos fijamos en la historia de la literatura muchos otros grandes autores han confrontado e intentado, no siempre saliendo vencedores.
Con “Academia de artes marcianas”, un título que por sí solo ya es bastante atrayente por sí mismo, Senestrari plantea a los lectores un juego de preguntas y postulados filosóficos entrelazados con la historia del joven Wilco que hará de la lectura de la novela no un simple hecho de divertimento dirigido a pasar unos muy buenos ratos leyendo, sino también a participar de esas preguntas y postulados haciéndonos pensar y dejándonos reflexionando cada vez que decidamos cerrar el libro para continuar nuestra vida fuera de las páginas de la novela.
Si una novela no produce ningún cambio en el lector una vez leída no merece la pena. Si un libro no plantea preguntas al lector, ya sea directa o indirectamente, con la trama principal o las adyacentes, no merece la pena ser leída. “Academia de artes marcianas” cuenta con temas universales que miles de escritores antes que Senestrari han tocado en sus obras, porque en el fondo, como yo siempre digo, el único trabajo de un escritor es vivir y la vida de toda la humanidad al final se mueve por principios básicos comunes a todas las sociedades.
Basándose en un mundo real, el mundo en que vivimos, el autor de “Academia de artes marcianas” recrea una sociedad que al mismo tiempo nos parece cercana y distante. Esa es y debe ser siempre la magia de la literatura, partir de un mundo conocido para, con las suficientes herramientas y muchas dosis de imaginación (siempre sin pasarse ni resultar grotesco o infantil), mostrarnos un mundo diferente, quizá posible si en vez haber tomado los caminos que la humanidad ha ido tomando a lo largo de la historia, hubiera tomado otros muchos diferentes.
“Academia de artes marcianas” no se hace pesada de leer en ningún momento. La gran variedad de personajes, cada uno con sus manías, formas de expresarse, características y peculiaridades, hacen que la novela vaya avanzando tomando diversos y variados puntos de vista que complementan la trama principal dándola brillo y sobre todo ritmo. Una novela sin ritmo, por muy buena trama y mejor argumento que puedan tener, termina siendo un aburrimiento y se arriesga a que el lector desconecte. Senestrari logra mantener al lector en todo momento dentro de la novela, sumergido en sus páginas y deseando saber más y más, pasando las páginas con avidez.
Más que nunca en esta época en la que nuestras casas, o nuestros cuartos, se han convertido en casi los únicos horizontes que podemos explorar, encontrar una novela fresca en cuanto a su argumento y trama y ágil en cuanto su ritmo, es un placer. “Academia de artes marcianas” se disfruta de principio a fin y deja con las ganas de seguir leyendo más, queriendo seguir esa anunciada saga que esta novela inicia.
Caronte.
Novela distópica reflejo de un presente que cada vez da más miedo.
La literatura debe servir para mover conciencias y hacernos ver cómo es el mundo y cómo podría llegar a ser si la sociedad y el ser humano fueran poco a poco degenerándose y perdiendo contacto real con la realidad. La literatura debe crear ficciones verídicas, realidades verosímiles alternativas donde el lector vivirá durante unas horas o unos días mientras lee. La literatura debe servir para cambiarnos por dentro y para expandir nuestros horizontes mentales. La novela de la que escribo hoy intenta justamente eso: influir en el lector, hacerle ver donde podríamos llegar a estar si la sociedad derivara en desidia y las ideas extremas se impusieran a las moderadas, si aquellos que intentan progresar son oscurecidos por aquellos que se oponen a dicho progreso valiéndose de argumentos simplistas y peligrosos que criminalicen aspiraciones y movimientos sociales justos u objetivamente dignos.
“Nadie duerme” es una novela feminista de cabo a rabo. Lo que pasa es que tras su lectura no sé si es una novela feminista en positivo (de las que sirven para que lo que debería ser algo extendido entre toda la sociedad cale aún más profundamente) o en negativo (que pueda ser utilizada, si es que tiene la relevancia suficiente, para atacar a dicho movimiento desde los mismos sectores que en la propia novela aparecen como distópicos gobernantes).
Feminismo y lucha contra un gobierno tirano machista que cree que las mujeres deben quedarse en su casa, estar calladitas y cumplir con su deber sin rechistar. “Nadie duerme” se desarrolla en un país imaginario que pasa de ser un ejemplo en la igualdad y el progresismo social a un infierno machista y misógino gobernado por una figura sombría. Pero no solo los poderes legislativo y ejecutivo están copados por personajes machistas, sino que el judicial asume las tesis más retrógradas e impone condenas a violadores tan nimias que pronto salen a la cárcel. Ante este panorama surge un grupo de mujeres que se revela contra el sistema machista para recuperar la justicia y la libertad.
Bajo pseudónimo, cosa que realmente no entiendo y menos aun teniendo en cuenta que la novela es de un nivel bastante decente para ser casi una primera vez en el mundo literario, el autor o autora (más bien lo segundo) ha hecho de “Nadie duerme” una novela que mantiene un muy difícil equilibro entre el bien y el mal y que pone al lector en un brete complicado de resolver ya que debe aceptar la violencia extrema para defender una ideología (¿legítima?). Si soy sincero tengo la impresión de que lo que pretendía ser una novela feminista distópica por plantear una sociedad dominada por el machismo desde el poder político ha terminado siendo una novela sobre terrorismo sin más excusas.
La violencia nunca debe ser un medio para conseguir nada en ningún aspecto de la vida; pero claro sin violencia no se hubiera podido parar a Hitler. Esta enorme incongruencia que se basa en el histórico “el fin justifica los medios” es entorno a la que gira “Nadie duerme”. Y resulta interesante ver cómo un dilema que en el fondo debería estar resuelto: la violencia y los asesinatos nunca pueden justificar el conseguir un fin por muy noble que éste sea, en esta novela queda aplastado ante la desastrosa y desoladora realidad ficticia y perfectamente futurible al ritmo que los populismos y el fascismo a día de hoy campan a sus anchas por el mundo. El lector no sabe si avalar moralmente lo que pasa en la novela, pierde el concepto de bien y de mal.
Está bien que a los lectores se nos plantee dilemas como el que “Nadie duerme” nos muestra. Sin embargo, en esta novela creo que el acelerador se ha pisado demasiado y el coche en lugar de ganar ha derrapado saliéndose de pista. La historia está muy bien hilada, los personajes a pesar de que apenas tienen desarrollo, evolución o profundidad (de hecho, son bastante planos todos), son convincentes y se les coge cariño, y la trama es adictica (más de lo que hubiera pensado a primera vista). Pero también tengo que decir que tanta violencia, tanto activismo, tanto feminismo satura y lo que hubiera sido una buena novela distópica un tanto noir si cabe con fondo moralmente aceptable, termina siendo prácticamente un relato de terrorismo que pierde legitimidad por saturación.
No quiero terminar sin comentar que no entiendo muy bien el afán de vestir de irrealidad una historia como la que se plasma en las páginas de “Nadie duerme” que bebe fundamentalmente de la realidad política y social española actual. Todos sabemos qué país es el ficiticio que aparece en estas páginas, y cuál es su vecino tan ejemplar, y quien es el gobernante. Tengo la impresión de que esta novela se ha escrito con miedo y vergüenza ante un qué dirán y la literatura nunca debería ir de eso. Tampoco entiendo muy bien el no dar la cara usando un pseudónimo cuando toda ficción no es más que eso: ficción, y que todo parecido con la realidad no es más que eso también: parecido. Pero cada cual viste lo que tiene que contar como quiere.
“Nadie duerme” me ha parecido una notable novela distópica pero anclada a un presente que cada día da un poco más de miedo. Bien narrada, su agilidad y ritmo palían unos personajes bastante simples pero a los que se les coge cierto aprecio y que nunca dejan indiferente. Lo mejor es que se lee en un plis, lo malo es que quizá podría haber sido un poco más ambiciosa en el desarrollo de la trama y sus personajes (alguno de los cuales podrían haber dado más juego). De todas maneras si se quiere pasar un buen rato y acabar no sabiendo muy bien qué bando elegir esta novela es sin duda perfecta ya que deja al lector noqueado y sin saber muy bien dónde está la moral de la novela.
Historia de rabiosa actualidad
La verdad es que no he sido, ni soy, lector de novelas cuya trama o hilo conductor estén en pleno presente. Siempre me tirado más por historias ambientadas en tiempos pasados o simplemente atemporales cuyo desarrollo podría ser a principios de los sesenta o a mediados de los dos mil. Es algo que sin decidirlo de manera expresa he terminado haciendo más o menos sin pensar. Razones quizá haya varias, o quizá ninguna y sea todo casualidad. Y menos aún leo novelas cuyo tema principal sea la política, los políticos y las consecuencias de ambos. Hay thrillers políticos fantásticos y autores que hacen de este género toda una gran fuente de ingresos escribiendo novelas como un churrero hace churros un 5 de enero durante la cabalgata de reyes. Este tipo de novelas, este género literario, mejor dicho, suele producirme mucha pereza porque en el fondo ya sea en India o en Badajoz los fajos fondos de la política son los mismos y por tanto las historias para contar terminan siendo repetitivas.
Pero voy a lo que me atañe hoy que es la novela “Cal viva”. De nombre bastante llamativo y proveniente de la famosa frase que un líder político de izquierdas español pronunció en el Congreso de los Diputados atacando a otro líder progresista del principal partido gobernante en España a quien en su momento quería superar como líder de la oposición al gobierno conservador de aquel entonces, esta novela recorre prácticamente 40 años de la historia política de España, principalmente de los años del gobierno de Felipe González.
No quiero dar muchas pistas sobre el argumento de “Cal viva”, pero todo gira en torno a la relación (inexistente) entre un padre que en su día fue un alto cargo y diputado de los gobiernos socialistas y su hijo, periodista frustrado que vaga por Madrid abrumado por recuerdos e ideales un tanto falsificados por una política miserable. Ambos, padre e hijo, metidos en una bruma pasada de la que solo las exigencias irrenunciables que la vida acaba imponiendo terminan de nuevo por reunir, narran en capítulos alternos (con algún interludio más literario que político) sus recuerdos del pasado político, glorioso para el padre falaz para el hijo, de España.
Por las páginas de “Cal viva” aparecen nombrado directamente o simplemente insinuados de tal manera que todos sabemos de quien se habla, políticos de todo signo político y condición. La leyenda (negra, gris o blanda) de los años en los que España pasó de ser un país que casi recae en una dictadura militar con el Golpe de Estado del ‘81 a ser el gran país referente en trenes de Alta Velocidad y organización de eventos mundiales (JJOO y Expo del ’92). Se tratan asuntos delicados de los que todos hemos oído hablar, y más que nunca recientemente.
La política presente, pasada y futura inundan todo el libro. “Cal viva” es una especie análisis exhaustivo de lo que la ‘nueva política’ está trayendo a España, de los pecados que parece estamos volviendo a cometer, de la política de voces y oídos tapados en la que se grita creyendo que se tiene razón y no se escucha ni a propios ni a extraños por si las palabras ajenas nos hacen replantearnos nuestras ideas y darnos cuenta de lo erróneas que hayan podido ser.
“Cal viva” es un libro que no aburre y que tiene un ritmo lo suficientemente activo como para que el lector quiera seguir leyendo más y más. La pesadumbre que padre e hijo tienen por sus respectivos pasado y presente enganchan al lector haciéndole incluso que tome partido por una de las visiones, prácticamente contrapuestas, que ambos protagonistas de esta historia plantean. Viendo la política actual, pesada, repetitiva, vil, miserable, hipócrita, y leyendo este libro uno se da cuenta de qué poco han variado las cosas en España y de cuánto deberíamos cambiar para dignificar la vida pública en este país.
Aviso de una cosa importante: quien tenga una visión muy partidista de la política es mejor que no se acerque demasiado cerca de “Cal viva” y menos aún si la ideología tira más hacia la izquierda. A una novela devastadora con ideales como esta es mejor acercarse sin ningún tipo de prejuicio previo para dejar que la parte de realidad que toda ficción contiene nos sorprenda. Otro aviso importante: no hay que dejar de tener presente siempre, en cada página, que estamos ante una obra de ficción que si bien se basa en hechos ocurridos en este país en los últimos 40 años no deja de haber salido de la imaginación de su autor.
“Cal viva” ha sido una grata sorpresa ya que no esperaba encontrarme en una historia política algo que me enganchara y me entretuviera como lo ha hecho este libro. He disfrutado y he comprobado que la imagen miserable que tengo de la vida política es así porque siempre ha sido así, para desgracia de todos. Bien escrita, con buen ritmo, con personajes interesantes que transmiten emociones muy diversas y con una historia de fondo llena de actualidad; esta novela tiene prácticamente todo lo que se le puede exigir a un libro para entretener, y esto lo hace a la perfección.
Un vuelo de altura media
Las primeras novelas de un escritor tienen algo de mágico siempre; en ellas un autor deja parte de su propia alma y de su ser. Sé qué es escribir y sé cuánto cuesta hacer una obra de más de 500 páginas. Todo es una inmensa montaña, sobre todo el inicio, empezar con la frase correcta es un océano inexplorado donde sin embargo una vez metido de lleno es el escritor el que sabe por dónde tiene que ir. La historia va narrándose poco a poco, llegando a momentos de bloqueo, otros de inspiración, otros de no poder parar y tener que casi uno obligarse a hacerlo para ir al baño a mear. Por eso esta novela, la primera del más que conocido periodista de radio Ponseti, tiene algo que muchas otras no suelen tener: intimidad. Toda novela es parte integrante de la personalidad de un escritor, pero la primera es algo que está por encima de todo eso haciendo que el vínculo novela-escritor quede fijado para siempre.
“Vuelo 19” es una primera novela muy ambiciosa que lleva detrás un trabajo ingente de documentación e investigación que la hacen, en cierto modo, un tanto pesada de leer por la cantidad de datos técnicos sobre aviación que se nombrar a lo largo de sus páginas. En el fondo la novela está totalmente basada en hecho acaecido a finales de 1945, mismo año que acabó la IIGM y que supuso la mayor tragedia militar americana desde el final de la contienda y en tiempos de paz. Por esto digo que esta primera novela de Ponseti es ambiciosa, ya que no solo ficciona sino que tiene que basarse en hechos reales para contar esta historia.
Pero además de ambiciosa “Vuelo 19” es una novela arriesgada por su estructura y narración. Ponseti plantea desde el principio varios hilos tanto en personajes como localizaciones y tiempos. La historia se desarrolla en dos momentos diferentes, el 5 de diciembre de 1945 cuando desaparece el vuelo protagonista de la novela; y posteriormente tres semanas después, a partir del 26 de diciembre cuando el único superviviente de dicho vuelo huye de florida para iniciar una nueva vida.
Si tuviera que indicar un protagonista de “Vuelo 19”, novela que por otra parte no tiene claros protagonistas, sería Paonessa, un joven piloto de ascendencia italiana que luchó en la IIGM librándola sin ser herido ni nada, pero que el destino le lleva a subirse al vuelo de instrucción 19 y terminar sobre los Everglades estrellado, dolorido y casi desahuciado de la vida. Sin embargo, no puedo quedarme únicamente con este personaje como protagonista, ya que la novela es coral, y hay multitud de actores que intervienen en ella. Muchos nombres, recopilados al final del libro para ayuda del lector, que en multitud de ocasiones es probable que se pierda entre tanto nombre, vuelo, avión, ubicación, etc.
La gran multitud de personajes, datos técnicos, palabras clave de vuelo, hilos narrativos y saltos temporales hacen de “Vuelo 19” una novela muy tediosa de leer, que cansa por la gran cantidad cambios que se producen en ella. El estilo tampoco es que sea una maravilla, como corresponde a una primera novela de alguien que hasta la fecha no ha hecho más que periodismo radiofónico. Estudiar una carrera de letras no te hace escritor ni te otorga la capacidad de narrar de manera convincente. La ambición a la hora de abordar una novela se puede tener una vez has entrado en este mundo con buen pie y llevas a la espalda unas cuantas cosas escritas humildes. No lo critico, porque quizá el ansia de contar de Ponseti ha hecho posible este libro, pero como novela deja mucho que desear.
Ambición y riesgo están muy bien en el fútbol, mundo del que viene Ponseti, pero para una novela como “Vuelo 19” que aspira a ser una gran historia sobre un episodio oscuro, tenebroso, no resuelto y misterioso de la historia de la aviación mundial no son cualidades que deberían primar a la hora de crear y conformar la historia. Creo que el plantear tantos hilos narrativos en la trama ha hecho que a la hora de ver el tapiz completo desde lejos y con perspectiva el lector se encuentre un poco perdido siguiendo hilos que no llevan a ninguna conclusión. El usar tiempos distintos, pero apenas distanciados los hechos tres semanas, hacen que sea absurdo tirar de dichos flashbacks que no aportan absolutamente nada. El aporte de datos técnicos, de claves de aviación y demás palabrería especifica en lugar de dar verosimilitud hace que la lectura se haga pesada y confusa.
La parte más reseñable de “Vuelo 19” es aquella en la que con un nervio narrativo muy intenso y un ritmo bastante endiablado a veces se narra la catástrofe del vuelo 19 real, sus problemas en el aire, su desesperada búsqueda e intento de solicitar ayuda, y su defenestración total. Bien podría en algún momento usarse esta parte y adaptarla a la gran pantalla, porque por momento parece que es un guion de cine y el lector bien puede imaginarse escenas rodadas por Spielberg o Coppola en mitad de una tormenta en la que se no ve nada y las comunicaciones cruzadas avivan la tensión de una situación abocada a un fin trágico.
Pero esto no salva al conjunto. “Vuelo 19” es una novela muy floja, que se ha pasado de ambición y al final una historia que tiene un fondo muy interesante se convierte en una sucesión de escenas medianamente interconectadas entre sí y vagamente repetitivas en las que se tira muchas veces de tópicos haciendo su lectura un tanto aburrida. Como primera novela es reseñable haber logrado algo de coherencia en lo narrado, ritmo en la parte más complicada y sobre todo verosimilitud, a pesar de tirar de tópicos y usar demasiada palabrería y repeticiones innecesarias para llenar más hojas. Es probable que sea buena novela de verano, pero porque en verano, en las tediosas horas de la siesta uno lee lo que sea.
Una historia típica y superficial
No hay duda alguna de que Mary Higgins Clark es una de las grandes damas de la novela de policiaca y suspense actuales. Tampoco hay duda alguna de que es una escritora prolífica donde las haya que ha sabido dar con la tecla de eso que se llama novela súper ventas y cada uno de sus títulos se convierten de manera inmediata en éxitos de ventas. Pero como ya he comentado alguna que otra vez ventas y calidad literaria no suelen ir ligadas; hay casos en que sí, que una novela realmente bien escrita, de alto nivel literario y narrativo, se convierte en un fenómeno popular de ventas. Pero como digo no es lo normal. No puedo juzgar la obra de Higgins Clark en su totalidad (son 57 novelas) pero sí puedo juzgar esta y es lo que voy a hacer teniendo en cuenta que nunca antes había leído a esta autora, veterana ya de la pluma y el papel, por lo que no puedo comparar esta última novela publicada en español con sus anteriores trabajos.
“El último baile” es la última novela publicada en castellano de Mary Higgins Clark. La acción se sitúa en un barrio de clase acomodada y los protagonistas, como en un buen drama telenovelesco de después de comer, son muchos y variados. La acción se estructura alrededor del asesinato de una joven llamada Kerry, que aparece en el fondo de la piscina de su casa una mañana después de una fiesta adolescente. Se suman a este hecho un vecino con una minusvalía intelectual, un ex novio celoso, unos padres destrozados y una comunidad pequeña donde todos se conocen y los rumores se expanden como la pólvora. Pero no hay testigos fiables…
Voy a ser sincero desde el principio, “El último baile” es una novela simple y muy básica, destinada a un público determinado que busca una novela ligera, que no le complique la existencia (la lectura en un vagón de metro, en el salón de su casa un domingo gris y lluvioso, en la cama antes de dormir y dejar caer el libro sobre el regazo) y que no haga funcionar al cerebro demasiado. Para mi gusto es una novela floja, donde ni trama ni personajes me terminan por enganchar a pesar de que puede tener algún que otro brillo oculto.
Generalmente en este tipo de novelas se tira mucho de personajes típicos y de muchos tópicos. “El último baile” no va desencaminado en este sentido. Drama familiar por el asesinato de una joven de 18 años; padres destrozados; inocentes acusados; malentendidos; vecinas cotillas; un joven discapacitado que lo lía todo; amigos encubridores; familias llenas de odio; mucha religiosidad; alguien que no es quien aparenta; pistas falsas; abogados y jueces y policías… Pero de entre todos los personajes ni uno tiene una definición clara y profunda, ninguno evoluciona en toda la novela. Quizá solo salvo a la hermana de la fallecida, Aline, una joven de 28 años que vuelve a casa después de un drama personal y tras haber pasado 3 años trabajando fuera para encontrarse con su familia destrozada por la tragedia.
Con “El último baile” tengo la impresión de que la historia va narrada a trompicones. Su estructura de capítulos cortos no ayuda a que haya una narración continuada en la que la propia trama lleve al lector de un lado a otro. Es muy agobiante para mí, que estoy acostumbrado a narraciones bien hiladas, toparme con una novela como esta en la que la narración va a saltos, solapando dramas, historias familiares y puntos de vista. Lo que algunos pueden considerar un estilo rápido y voraginoso, para mí es un estilo simple, más que sencillo, que lo único bueno que tiene es que es de rápida lectura, pero poco más.
Tengo también la impresión que Mary Higgins Clark es considerada la reina del suspense y las novelas policiacas como lo es John Grisham el rey de la novela judicial. La cuestión es que Clark en “El último baile” usa una historia muy masticada ya para intentar sonar original, cosa que ya es muy complicado conseguir en este tipo de novelas. No critico que sea así, cada escritor tiene su público, pero creo que un libro es algo sagrado y cada historia debe intentar contar algo y significar algo, no solo servir de divertimento y pasatiempo. Y este libro es lo segundo dejando muy de lado lo primero. Con que solo los personajes y la trama hubieran tenido más profundidad todo hubiera sido muy diferente.
No obstante y pese a mi opinión personal sobre “El último baile” he de decir que tiene una virtud, y es que termina enganchando ligeramente, aunque solo sea por ver cómo termina todo y se cierran todos los flecos de la historia. Es una buena novela para pasar el rato, pero no para disfrutar leyendo porque no tiene ningún elemento de lo que para mí es la buena literatura. Esta es literatura de estación de tren de aeropuerto o de sala de espera en el hospital; pero nunca de salón calentito y disfrute casero.
Historias de enfermería conmovedoras
La mezcla de géneros literarios es algo que está en alza en el mundo editorial. Cada vez hay más libros en los que el componente autobiográfico es predominante, cosa que no sé si achacar a la falta de imaginación de algunos autores o a su afán de exhibicionismo debido a egos muy superiores a lo normal. A medida que el siglo XXI avanza es más complicado encontrar narrativa y ficción de calidad donde la imaginación del autor esté por encima de cualquier otro aspecto en la narración. Es verdad que toda novela, todo libro tiene gran parte de su autor plasmado en sus páginas; de hecho la escritura es eso: plasmar con tus palabras todo aquello que llevas dentro y que quieres contar a terceras personas desconocidas para que viajen contigo a otra realidad. Pero últimamente la autoficción está más de moda que nunca. Hoy me toca hablar de un libro que tiene mucho de su autora, pero que yo encuadraría más en el género del ensayo novelado en el que las vivencias personales se pasan por un caleidoscopio para disimularlas.
“De la mano” es un libro escrito por Christie Watson, una enfermera británica que hace unos años dio el salto desde las diferentes salas de un hospital al mundo editorial, en el que narra sus más de 20 años al servicio y cuidado de los enfermos británicos como enfermera en el sistema Británico de Saludo (NHS por sus siglas en inglés). Estas experiencias vitales y profesionales, como bien dice la autora al principio del libro están lo suficientemente maquilladas y quirúrgicamente difuminadas como para que nada sea real y al mismo tiempo todo lo sea, de tal manera que nadie pueda verse comprometido.
Christie Watson empieza “De la mano” como no podía ser de otra manera: hablando de cómo tomó la decisión de ser enfermera. Y quizá es por esto por lo que creo que este libro está especialmente indicado a las personas que quieren empezar el camino de ayuda y apoyo a los demás en un hospital. En las páginas de este libro, sin embargo, no se dice nada de cómo ser enfermero en el plano técnico, sino cómo debe ser un enfermero en planos que realmente son los importantes dentro de las frías y asépticas salas y habitaciones de un hospital o de una clínica donde la enfermedad y la apatía reinan.
Con un estilo sencillo, como si fuera una amiga de toda la vida, del colegio, a quien reencontramos en una cena, la autora va narrando en “De la mano” cómo fue su paso por las diferentes especialidades de la enfermería y casos que a ella la marcaron y que, por la naturalidad y humanidad con la que están contados, emocionan con rapidez al lector. No son pocos los momentos en los que Christie Watson ha hecho asomar una lagrimilla en mis ojos o me ha hecho un nudo en la garganta y en el estómago con los casos que expone en el libro, pero de eso se trata: de que un libro emociones sea cual sea el medio.
La enfermería es una de esas profesiones que suele estar a la sombra pero sin la cual no podríamos vivir, o vivir sería mucho más difícil y duro. En “De la mano” uno se da cuenta de que el sistema sanitario de cualquier país no se basa en los buenos médicos o en los grandes investigadores que hacen que la medicina avance, sino en los buenos profesionales de la enfermería que hacen que el paso de los pacientes por un hospital, sea cual sea su estado, sea más digno y humano. Sin los enfermeros los pacientes no se recuperarían tan pronto y los hospitales serían lugares mucho menos amables de lo que de por sí son.
Cuando he terminado de leer “De la mano” me he dado cuenta de la cantidad de emociones que un enfermero debe experimentar, aguantar, contener y digerir durante su trabajo. Un enfermero ve morir ancianos, mujeres, hombres y niños. Son esos niños los que sin duda marcan este libro ya que son ellos, tan indefensos siempre, tan inocentes, tan poco vividos, tan tiernos, los que nos hacen ver que la vida no es más que una sucesión de eventos y que está llena de muerte a nuestro alrededor, porque en el fondo vivir no es más que la principal causa de muerte en el mundo. Por eso ahora pienso que los enfermeros son personas con un corazón enorme, cuyo sueldo nunca es suficiente para el bien que suelen hacer (siempre hay excepciones claro).
Sin embargo, hay algo en “De la mano” que me sobra y es que habla mucho del sistema de salud británico. Christie Watson no solo plasma en papel su vida como enfermera sino que ataca duramente a los diferentes gobiernos británicos, en especial al actual, por su dejadez hacia la sanidad pública, haciendo que el sistema continuamente se vaya degradando por falta de medios, personal y mantenimiento. Además hay muchas referencias a que al lector de fuera del Reino Unido le van a sobrar o al menos a sonar a chino ya que obviamente no estamos metidos en la cultura británica ni puestos al día de lo que allí pasa y está de moda o no. Es la única pega que le puedo poner al libro.
Para acabar solo me falta decir que sin ser una novela o un ensayo propiamente dicho, “De la mano” es un libro conmovedor que me ha abierto los ojos con respecto a una profesión generalmente menospreciada por la sociedad pero sin la cual seríamos menos humanos muchas veces. Quien quiera estudiar enfermería y dedicarse al cuidado de los demás debería leer sus páginas, y quien ya ejerce la enfermería es probable que si lo lee se vea reconocido en muchas situaciones del día a día. Para el resto de mortales leer este libro implicará mirar con otros ojos a esas personas, mujeres y hombres, que hacen que la “vida” en un hospital sea mejor.
Una historia de cálida amistad en agua fría
Ya no me corto, ahora cualquier libro que tenga la posibilidad de leer que esté escrito por una mujer y que me pueda llamar mínimamente la atención lo compro y lo leo. Esto me ha pasado con el libro que hoy reseño y del que obviamente no tenía conocimiento ninguno. Gracias a la editorial he podido leerlo. Además de escrito por una jovencísima escritora que hace aparición en escena con esta primera novela, el libro me ha llamado la atención por desarrollarse en Londres, probablemente mi ciudad preferida de todo el mundo (sin contar Madrid claro). Este punto fue determinante a la hora de decidirme a leer la novela ya que todo lo que tiene que ver con la capital inglesa me llama mucho la atención y me atrae sobre manera; y en especial las novelas o libros que tienen Londres no solo como un escenario en el que se desarrolla la acción sino casi como un protagonista vivo más de la historia que en sus páginas se cuenta o se narra, ya que el Londres novelesco poco o nada tiene que ver con el real.
“Soñar bajo el agua” es la primera novela de Libby Page, una jovencísima periodista del Guardian, con la que irrumpe en la escena literaria, como suele decirse, a lo grande ya que este libro ha sido todo un éxito en Reino Unido y sus derechos se han vendido a más de una veintena de países. Sin desentrañar mucho el argumento diré que esta novela versa alrededor de una piscina pública londinense al aire libre en un barrio a las afueras. Más en concreto, habría que decir que esta novela es la historia de dicha piscina a través de dos mujeres: una, Rosemary, de 87 años que lleva toda la vida bañándose en dicha piscina; y otra, Kate, joven periodista del periódico local que tiene que escribir una serie de artículos relacionados con el futuro cierre de la piscina para pasar a mano privadas.
Pese a la simpleza a primera vista del argumento de “Soñar bajo el agua”, esta novela va mucho más allá y narra también cómo dos mujeres solitarias, separadas por varias generaciones pasan a ser amigas, y a dejar a un lado su soledad. Aquí es donde Londres juega un papel importante ya que la metrópoli inglesa es un océano de personas en el que si no sabes nadar puedes hundirte rápidamente sin posibilidad de subir a la superficie y por tanto ahogarte. Londres no es para todas las personalidades y aunque está llena de gente, podría decirse que incluso abarrotada, la soledad es uno de sus mayores males. En esta novela es Kate quien vive eso, quien pese a haber siempre deseado ir a Londres a trabajar se siente fuera de lugar, ahogada en el océano de calles y casas que es Londres.
“Soñar bajo el agua” también es la historia de una piscina y de un barrio: la piscina municipal de Brixton o The Lido por su nombre en inglés que además es el título original en inglés de la novela. Para quien no conozca Londres hay que decir que es una mega ciudad compuesta por muchos barrios que son tan diferentes entre ellos como un huevo y una castaña. Brixton es uno de esos barrios y como Kate y Rosemary en este caso también es un personaje más de la novela, en este caso a través de su piscina al aire libre (de las pocas que quedan en Londres), un oasis en mitad de un parque en mitad de la jungla de asfalto que es la ciudad. Y esto es uno de los grandes puntos a favor de esta novela ya que me ha permitido descubrir un Londres que imaginé que no existiría: un Londres rural pero urbano, amigable pero solitario, humilde pero sofisticado. Tras la lectura de este libro no es raro que en alguna de mis visitas a Londres decida ir en verano y pasarme por esa piscina ya que nunca imaginé que existiera algo así en la capital inglesa.
La lectura de “Soñar bajo el agua” gracias a su estructura de pequeños capítulos y su estilo sencillo y simple ha sido muy agradable y en apenas tres días me he leído la novela yendo y viniendo del trabajo en el metro. La trama tampoco es compleja ni complicada de seguir ya que a pesar de algunos flasbacks en la vida Rosemary todo ocurre en Londres, más bien en Brixton, y en algunos casos es hasta previsible la trama y lo que va a pasar, hay bastantes similitudes al final de la novela y pocos sobresaltos, cosa que quizá haga un poco plana la historia. Sin embargo, lo interesante de esta novela está en ver cómo pese a ser Londres una ciudad fría y distante hay lugares donde se hace barrio, donde hay fruterías de la esquina, mercadillos diarios, cafeterías de siempre, librerías de viejo donde poder charlar con sus amables dueños, donde existe la amistad bien entendida aunque parezca increíble que pueda existir entre tanto hormigón, ladrillo, asfalto y estrés laboral.
Pese a las evidentes carencias de “Soñar bajo el agua”, carencias que obviamente derivan de que Libby Page es una escritora novel que se ha lanzado a la piscina (nunca mejor dicho) con este libro, el lector que se anime a bucear entre sus páginas (estoy pesado con los símiles acuáticos) se va a encontrar una historia muy bonita, bien contada y bien estructurada que hará que su lectura se cómoda, divertida y sobre todo enternecedora. Hay momentos también para el lucimiento estilístico metiendo dos episodios surrealistas sobre un zorro que se pasea por el barrio como uno más.
“Soñar bajo el agua” es además una novela actual, podríamos que decir millenial, ya que en ella son constantes los guiños a las nuevas tecnologías y a su poder de convocatoria y persuasión y de expandir una noticia más allá de unas simples fronteras físicas (en este caso las del barrio de Brixton). Sin embargo, y anteponiéndose a este poder moderno y cibernético de Facebook y Twitter, y demostrando un cooperativismo digno de la profesión, Libby Page no deja pasar la oportunidad de hacer valer el peso que ha tenido (¿y sigue teniendo?) el periodismo, ya que también esta historia va de cómo la presión ciudadana puede hacer que las cosas cambien y que no siempre gane el poder económico por encima de todo. Que nadie se asuste que la novela no tiene ningún tinte reivindicativo ni político ni sociológico ni ideológico.
Para acabar, solo me falta decir que pese a que como con cualquier libro nuevo que empiezo si es de un escritor que no conozco (y más a un novel) tuve mis dudas con respecto a “Soñar bajo el agua”, pero tras su amena lectura he de decir que Libby Page hace un debut bastante aceptable, entretenido, emotivo y profundo (ya que adivino que detrás del personaje de Kate hay mucho de la propia autora). El lector que quiera leer una aceptable novela, muy bien ambientada en Londres, en el Londres real y no en el de las postales típicas, con personajes entrañables y lugares pintorescos, con una historia de valores, sentimientos y amistad va a encontrar en esta novela un gran libro.
Un noir clásico, efectivo, entretenido y adictivo.
No puedo negar que la narrativa negra o noir siempre ha sido uno de mis puntos fuertes, o débiles según se mire, y por ello cuando tengo la oportunidad de descubrir nuevos autores en este género tan de moda últimamente me lanzo a la piscina sin pensar mucho. También es verdad que leo menos novela negra de la que me gustaría ya que por norma general, los autores tienen la “manía” de escribir sagas de detectives; sagas que por norma general no se quedan únicamente en una trilogía (saga por excelencia de la literatura) sino que en muchas ocasiones se alargan hasta el infinito terminando por resultar repetitivas y en bastantes casos también muy previsibles. Por ello también viene bien que en el género negro se vayan incorporando nuevos autores “frescos” aún, no contaminados con los vicios del escritor profesional de thrillers policiacos. Benito Olmo, el autor de la novela de la que hablo hoy, es uno de esos autores aún no contaminados que aún se pueden considerar principiantes en este mundo oscuro y viciado de la novela criminal.
“La tragedia del girasol”, cuarta novela de Olmo, es un noir clásico, efectivo, entretenido y adictivo por momentos. Para no desvelar mucho de la trama, ya que en una novela negra ésta es fundamental y cualquier filtración o destripe (spoiler) antes de tiempo es mortal para cualquier lector, se podría resumir en que el protagonista Bianquetti policía en suspensión de empleo se ve envuelto en una guerra oscura entre dos clanes en la Bahía de Cádiz; esta guerra tendrá una serie de daños colaterales (como todas las guerras que ha visto, ve y verá el mundo) que tocarán de cerca a Bianquetti y que le harán, a él y al lector, pasar momentos muy malos.
Como toda buena saga de novela negra, “La tragedia del girasol” cuenta con un protagonista ya presentado en otra novela anterior: el policía Manuel Bianquetti (generalmente siempre mencionado por su apellido únicamente). Pese al apellido eminentemente italiano, Bianquetti es tan español como la paella, cosa que me hace pensar que aquí Olmo peca de presuntuoso al querer dar ese toque exótico a un policía español, como si simplemente el ser español no fuera gancho suficiente para atraer a los lectores (¿un Manuel Ochoa no hubiera sido buen nombre?). Y como todos los protagonistas de novelas negras, Bianquetti tiene a sus espaldas un pasado turbio, que nunca le deja de perseguir y que hace que muchas de las partes de su biografía aún sean lagunas de profundidad infinita y por tanto insondables.
Pero “La tragedia del girasol” no gira solo en torno a Bianquetti, sino que hay todo un elenco de personajes secundarios que hacen que el plantel en conjunto resulte “entrañable”, aunque no creo que este adjetivo sea muy usado en este tipo de narrativa. Y sigo entrañable porque a todos los personajes se les coge o asco o cariño (un cariño con peros, pero cariño, al fin y al cabo). Cristina, Silva, Morgado, Regina, Mary, Leo y Carlo Ferraro, Sergi y Gregori, Osorio… Todos son nombres que aparecen a lo largo de las páginas de esta novela y que van haciendo al lector reír, llorar, asustarse y sentir pena y lástima, repulsión y asco. Pero es lo que tienen las novelas negras, al menos las que son buenas o medianamente buenas, como es el caso: que enganchan al lector quizá no por la historia en sí, sino por unos personajes a los que uno termina atado de una manera u otra.
Un gran punto positivo de “La tragedia del girasol” es que Olmo ha sabido transmitir no solo una historia efectista al lector, sino que encima la ha ubicado en una zona con un paisaje muy reconocible: Cádiz. Es de agradecer también el diseño del libro que en el interior de las solapas han dibujado sendos mapas de Cádiz y su Bahía, señalando con flechas y puntos los lugares en los que se desarrolla la acción de la novela, consiguiendo así que el lector avezado (yo no lo soy hasta tal punto) pueda recorrer y ver cómo son los lugares en los que Bianquetti y los demás personajes del libro se mueven, sufren, matan, sangran y muelen a palos.
Otro de los puntos a destacar de “La tragedia del girasol” es su facilidad de lectura. Yo por ejemplo en tres días de ir y venir al trabajo he dado término a casi 400 páginas de novela. No sobra ni falta ninguna página, y desde la primera se logra convencer al lector que se acerca a la novela para que la termine. Es un libro entretenido en el que los recursos típicos del noir, bastante bien usados por Olmo, como los giros inesperados en la trama (salvo alguno que se puede intuir casi desde el principio), hacen su trabajo y he de decir que, de forma bastante efectiva, ya que por momentos durante su lectura me he sentido atrapado por el libro.
Sin embargo, no todo es bueno y “La tragedia del girasol” tiene algunos puntos en los que flaquea algo. El principal, y este es casi un capricho mío, es el título. Personalmente a mí el título no me gusta nada ya que creo que no tiene absolutamente nada que ver con la novela que encierra tras de sí. Para mí un título tiene que estar siempre relacionado con la novela a la que nombra de manera directa o simbólica. En este caso sería de manera simbólica con una analogía que Olmo hace de uno de los personajes y un girasol; analogía a la que yo no he visto ni pies ni cabeza. Pero para mí el punto más flaco de la novela, y que creo que está metido con calzador, es la historia secundaria que se narra a la sombra de la trama principal ya que sinceramente no aporta nada a la trama principal y simplemente está para que el autor no se complique la vida al quitar de en medio a uno de los personajes involucrados en ella intentando ser efectista con la tensión que eso provoca en los otros personajes.
En definitiva: “La tragedia del girasol”, pese a sus obvio puntos débiles, es una novela negra muy efectiva, entretenida ya que no deja al lector impasible en ningún caso, adictiva desde la primera página y muy sucia (sucia en el sentido de una novela negra en la que la sangre, la violencia, la falta de ética y de moral, hacen que el lector se meta en un mundo que muy probablemente le sería ajeno si no fuera por novelas así). Sus puntos negativos son propios de un autor no viciado aún, no pulido en el género; pero también de un estilo narrativo que ha irrumpido en España a golpe de ventas y moda y por tanto las novelas que a su albur se escriben suelen adolecer de este tipo de debilidades, cosa lógica por otro lado. Aun así, creo que esta novela cumple con su función, y Benito Olmo es un escritor que puede llegar a dar que hablar en un futuro no muy lejano.
Retrato de una Nueva Zelanda de leyenda del presente y del pasado
Si elegí esta novela para leer fue porque a mi madre Sarah Lark le encanta desde que empezó a leer la primera de las trilogías que se publicaron en castellano ambientadas en Nueva Zelanda y el mundo maorí. No soy yo muy dado a leer novela histórica en general, y menos aún si está ambientada lejos de Europa que es la zona que más conozco y que más me interesa en cuanto a literatura. Tampoco estoy acostumbrado a leer novela escrita por mujeres para mujeres principalmente, ya que siendo sinceros estas novelas están dirigidas mayoritariamente a un público femenino que busca historias de mujeres valientes, que sufren las injusticias de un mundo que siempre ha sido machista y que por desgracia en amplios sectores de la sociedad sigue siéndolo. Pero bueno, me dije que todo esto podía cambiar por una vez y me decidí por leer este nuevo libro de la escritora alemana afincada en la costa mediterránea española. Además, este libro tiene la ventaja de que no pertenece a ninguna de sus sagas ya empezadas y, por lo tanto, se puede leer perfectamente como un elemento independiente.
“Bajo cielos lejanos” es una novela en la que presente y pasado se entrelazan para dar una historia dual protagonizada por dos mujeres: Stephanie y Marama; una alemana de raíces neozelandesas, la otra maorí pero arrancada de sus raíces por la fuerza. Stephanie es la protagonista de la historia del presente: es una periodista que trabaja en Hamburgo en la sección de sucesos de una revista y que decide emprender un viaje a Nueva Zelanda para intentar llenar de recuerdos los seis primeros años de su vida que quedaron vacíos supuestamente tras un accidente de tráfico en el que su padre murió; Marama por su parte es una hija de un jefe tribal maorí raptada o salvada de la muerte por una familia pakeha o blanca que la criaran primero como una más para luego ir haciéndola ver que no lo es. Marama y Stephanie resultan estar relacionadas por un diario misterioso que conforma a su vez la otra narración de esta novela, la ambientada en el siglo XIX en las guerras por la tierra entre colonos ingleses y nativos neozelandeses.
Debido a esta dualidad narrativa, de tiempos y espacios, “Bajo cielos lejanos” está dividida en varias partes en las que se van alternando la narración del presente, la de Stephanie y su búsqueda de su pasado, y la de Marama y su diario en la que ésta va contando su vida a lo largo de las décadas. Ambas mujeres son valientes, llenas de coraje y valor, y decididas a hacer de su vida algo intenso y relevante, siendo independientes y amando con todo el corazón. No resulta complicado para el lector pasar de una historia a otra, ya que ambas historias están bien delimitadas en la novela y además la propia estructura narrativa facilitan al lector la misión de saltar en el tiempo.
Como he señalado al principio, “Bajo cielos lejanos” es una novela principalmente dirigida a un público que busca identificarse con la historia de manera rápida y superficial; por esta razón creo que a la historia le faltan profundidad y desarrollo en sus personajes y en la propia trama. No encuentro creíble el inicio de la búsqueda de Stephanie de su pasado y el consiguiente viaje a Nueva Zelanda con la excusa de investigar unos asesinatos sensacionalistas ocurridos hace mucho tiempo en una ciudad perdida de dichas islas. Tampoco veo una conexión fuerte y bien fundamentada entre Stephnie y Marama. Me faltan explicaciones, me faltan argumentos y me faltan motivaciones para toda esta historia.
Los personajes de “Bajo cielos lejanos” son bastante planos a lo largo de la novela y a pesar de que puede haber algo de evolución en los mismos, muchos de sus sentimientos o motivaciones están muy forzados y por lo tanto son poco verosímiles; aunque soy consciente que muy probablemente al lector habituado a las novelas de Sarah Lark esta novela le llega al alma y le toque la fibra, cosa que no es difícil teniendo en cuenta que la novela está plagada de dudas, traiciones, maldades y desgracias varias que afectan tanto a la Stephanie del presente como a la Marama del pasado. Pero, aun así, sigo diciendo que muchos de estos efectos narrativos destinados a tocar y emocionar son bastante impostados y la mayoría ocurren sin mucho interés real en el desarrollo principal de la trama, que por otro lado creo que termina siendo un poco farragosa mezclando una historia del pasado con una del presente sin una conexión, desde mi punto de vista, inexistente.
Son reseñables los personajes masculinos de la novela. En “Bajo cielos lejanos” la presencia masculina tiene un sentido bipolar y sinceramente un tanto racista ya que de los cuatro que salen principalmente: Weru y Rick en el presente y Leonard y Tau en el pasado, dos son buenos y tienen muy buenas intenciones hacia las mujeres preotagonistas y dos son unos aprovechados que usan a esas mismas mujeres para sacar un beneficio personal. Y encima da la casualidad que los dos personajes masculinos buenos son blancos, mientras que los personajes masculinos malos son maoríes, cosa que, que yo sepa y es mi impresión, no es muy lógico y me chirría bastante. Como me chirría bastante las historias de amor que se entrelazan en la trama, que considero que no están muy logradas y que no me transmiten mucho.
El mayor punto positivo que le pongo a “Bajo cielos lejanos” es la recreación del mundo maorí, pero según lo que le he oído a mi madre de otras novelas de Sarah Lark, no es nuevo ni por tanto algo original en sus obras. La investigación en la historia maorí y en sus luchas tribales y contra el colono inglés están muy bien documentadas y las descripciones de lugares hace que incluso se puedan tomar parte de esta novela como buena guía de viajes con recomendaciones de sitios para visitar.
Para terminar y siendo objetivo he de decir que “Bajo cielos lejanos” es una novela que me ha dejado un poco frío e indiferente: primero porque no es una novela que haya supuesto ningún reto a la hora de leer, ya que se lee con mucha facilidad, la trama es muy lineal en ambas épocas y no tiene complicación narrativa alguna; y segundo porque no me termino de meter en la trama en ningún momento no sé si porque soy una roca de hielo sin sentimientos, porque estoy acostumbrado a novelas escritas por hombres o porque necesito novelas de corte algo más complejo tanto por tramas como por personajes. Lo que sé es que esta doble historia de mujeres que aman y toman decisiones buscando su libertad, sus orígenes y su independencia, me ha resultado floja. No obstante, creo que a quien le guste la novela histórica efectista y sentimental y los dramas familiares, encontrará en esta novela un libro entretenido.
Una gran fábula japonesa con tintes surrealistas
Todo buen lector, o quizá fanático de la lectura, tiene una pareja, o una triada, o un quinteto, o un once ideal de escritores cuyos libros devora y adora, rinde pleitesía y cuida como tesoros perdidos. Sin embargo todo buen lector busca también descubrir nuevas lecturas, ampliar sus horizontes literarios, sumergirse en mundos inhóspitos y conocer nuevos nombres que añadir a su biblioteca particular. En ocasiones estos nuevos nombres no son nada nuevos, sino que manan de la historia de la literatura universal y ya están más que consagrados; pero en otras muchas ocasiones los nuevos nombres que vamos añadiendo a nuestra biblioteca lo son de manera absoluta e indudable. En este último grupo está David Crespo cuyo primer libro ha sido el último que me he leído, y sinceramente disfrutado bastante más de lo que me hubiera imaginado cuando recibí la oportunidad de leerlo gracias a Random House y Suma de Letras (su grupo editorial y sello de publicación respectivamente).
“El jardín de Sonoko” es una fábula oriental sobre el destino, el amor y el cómo las personas que nos están predestinadas acaban cruzándose en nuestra vida y poniéndola patas arriba sin que podamos evitarlo o huir de ello. De hecho la novela trata de un elemento mitológico llamado el hilo rojo del destino que ata a las personas de manera invisible y las va atrayendo poco a poco hasta que se encuentran. Este es el argumento que se esconde tras la historia que se narra en las páginas de esta novela y que Davis Crespo ha sabido contar bastante bien, dándole un aire místico y enigmático tanto a sus personajes como a la ambientación de la novela, situando la historia en Japón (ese país que tan de moda está entre los viajeros ávidos de conocer culturas diametralmente opuestas a las propias).
El protagonista de “El jardín de Sonoko” se llama Koaru (nombre difícil las primeras veces que uno lo ve escrito porque se confunden las letras), es dependiente de una tienda de zapatos y tiene una vida de lo más anodina, aburrida y previsible. Todo, absolutamente todo desde que se despierta hasta que se vuelve a dormir está tasado y medido. Todo hasta que un día sus rutinas se ven truncadas por el destino, aunque esto él no lo sepa. Este cambio lo propicia Sonoko, su compañera de trabajo, con la que come siempre pero con la que no quiere o no sabe empatizar más allá de hablar del tiempo o de la tienda. Cuando Sonoko una tarde le invita a salir todo cambia en la vida de Koaru, porque esa petición de cita va más allá de sus cánones preestablecidos y le trastocan su vida. Pero aún las cosas van más allá cuando a la mañana siguiente Sonoko no está en la tienda ya que ha dejado el trabajo.
Es a partir de este momento cuando “El jardín de Sonoko” se convierte en una narración desenfrenada en la que los acontecimientos del presente se entremezclan con los del pasado y la vida de Koaru vuelve a confines de su memoria que estaban bajo llave y a buen recaudo. La maraña de personajes del presente y del pasado que se van entrelazando en la vida de Kaoru y que van haciendo que todo su mundo se vaya descomponiendo en un abrir y cerrar de ojos hacen de esta novela un compendio de personalidades y coincidencias que en ocasiones en difícil de creer, cosa que por otro lado no resta credibilidad a la historia, porque como todo el mundo sabe lo que ocurre en nuestras vidas al calor del amor no ocurriría en ninguna otra circunstancia.
Tengo que señalar que “El jardín de Sonoko” me ha recordado en ocasiones, bastantes, a alguna que otra novela de Haruki Murakami. Sé que quizá es algo arriesgado comparar a David Crespo, un escritor amateur y novel por así decir, con el gran genio japonés, eterno candidato al Nobel de Literatura, cuyo mundo literario está lleno de fantasía, surrealismo, coincidencias y muchas dosis de imaginación, lo que hace que tantos miles de personas a lo largo y ancho del planeta sean fanes incondicionales del novelista japonés. No quiero comparar a Crespo con Murakami, repito, y no obstante y quizá porque Koaru se me asemeja a algún personaje de Murakami, o porque es Japón también un personaje más de la novela, o simplemente porque el amor que en esta novela se trata es algo amargo, no he podido no pensar en el escritor japonés leyendo este libro del español.
Tanto los personajes principales como los secundarios de “El jardín de Sonoko”, como la manera de estar escrita la novela (en primera persona), hacen que el lector se sienta bastante identificado con la historia. Pero no en su conjunto, ya que hay demasiados elementos producto del destino, el azar, la casualidad, que hacen que para mí la novela no salga de la pura fantasía y deje de verosimilitud un tanto apartada. Además, a pesar de que la novela está ambientada en Japón y sus personajes tienen nombres japoneses y hay bastantes referencias a la cultura nipona, durante la lectura, en varias ocasiones he tenido la sensación de que todo se desarrollaba en Europa, cosa que por ejemplo no me pasa con las novelas de Murakami. Quizá es que esté ya demasiado deformado por los prejuicios previos a la lectura de cualquier novela.
Como todo escritor primerizo David Crespo ha querido ser ambicioso en su primera novela y eso se nota en “El jardín de Sonoko”, es una historia contundente, de las que no dejan indiferentes, llena de amor, de casualidades del destino y de personajes oscuros, o al menos con claroscuros. Amor y odio se entremezclan en la trama haciendo que el lector se sienta atraído hacia la situación de Koar;, pero al mismo tiempo, tanta casualidad, muertos que no lo terminan de estar, una enfermedad misteriosa, anécdotas un tanto fuera de lugar (que se leen como si fueran cuentos insertado en la historia principal) y coincidencias un tanto forzadas de más hacen que a veces la novela se haga un poco pesada de leer porque el lector no entiende nada y puede incluso perderse en conexiones de parentesco o en relaciones causales muy rocambolescas, hechas simplemente para dar algo de efectividad a la historia.
No obstante todo lo anterior, “El jardín de Sonoko” es una razonablemente buena novela primeriza de un autor que, a pesar de que tendrá que pulir ciertas cosas, probablemente termine por ganarse un público entregado a este tipo de historias que pueden llegar a provocar la lágrima fácil, pero que también entrañan un mensaje universalmente conocido y aceptado como es el que la vida es pura imprevisibilidad y que si no se vive con total intensidad es posible que nunca lleguemos a saber de qué trataba vivir, y mucho menos encontrar el final del hilo rojo del destino; ese hilo que supuestamente nos hará encontrarnos con la persona que nos tiene que acompañar en nuestro viaje por la vida llenando nuestra existencia.
Una segunda parte que no hereda nada de la primera
Hace 10 años un escritor desconocido hasta entonces en España, no porque su obra anterior fuera inferior sino porque no existía tal obra anterior, publicó una novela que en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en uno de los éxitos editoriales más importantes de los últimos años en España. Ildefonso Falcones con su primera novela, “La Catedral del Mar”, logró el sueño de cualquier persona amante de las letras y que se imagina escribiendo un libro (a un servidor, que escribe esta reseña, le pasa por ejemplo): escribir el bombazo literario no ya sólo del año sino quizá de las últimas décadas. Pocos escritores logran un éxito tan rotundo, hablo en sentido general a lo largo de toda una vida, y mucho menos con una primera novela. Falcones lo hizo y desde entonces, y gracias al tirón de su obra prima, cada libro suyo se convertía en un verdadero acontecimiento que trascendía el ámbito de lo literario.
Pero un éxito tan contundente es único y pocas veces se puede repetir. Como he comenzado diciendo en esta reseña, hace diez años Falcones publicó “La Catedral del Mar”, y para celebrar ese aniversario redondo, hace unas semanas se ha publicado la continuación de aquella obra cuya historia se situaba en la Barcelona medieval de los siglos XIV y XV. En “Los Herederos de la Tierra”, Falcones retoma la historia que nos dejó en su primera novela, aunque no al uso, ya que esta es una segunda parte diferente a cualquier segunda parte de algo. Solo hay un nexo de unión entre las dos novelas y es que el protagonista de la primera, Arnau Stanyol, se convierte en mentor durante un muy corto periodo de tiempo del protagonista de la segunda, Hugo Llol. Y ya está, no hay más conexiones. Bueno, de hecho sí que hay más conexiones entre ambas novelas: Barcelona las une de nuevo.
Como pasaba en la primera novela con Arnau, en “Los Herederos de la Tierra”, Falcones recrea la vida de Hugo Llor desde que es apenas un chaval con ilusión de convertirse en mestre d’aixa, constructor de barcos en las Atarazanas Reales de Barcelona, hasta que es ya un adulto respetable y viticultor (el vino es también un personaje más de la novela ya que da alegrías y penas a todos sus protagonistas). Y como sucedía en la primera novela, Falcones durante las casi 900 páginas con las que cuenta el libro, narra las penurias, porque en el fondo solo hay penurias, de Hugo Llor.
La novela se estructura en cuatro partes en las que se presenta al lector un Hugo Llor diferente en cada una. Las vivencias, penurias, retos, riesgos, calamidades que se van sucediendo a lo largo de la historia van cambiando poco a poco a su protagonista, aunque siendo sinceros no tanto como sucedía en “La Catedral del Mar”. Sólo hay penas y tristezas en “Los Herederos de la Tierra”, poco hueco ha dejado Falcones para las alegrías de verdad, las que suelen reconfortar el lector al saber que un personaje al que se ha cogido cariño y que sufre muchos tormentos por parte de otros personajes odiosos, sale resarcido al final. Creo que Falcones ha interpretado muy mal el porqué del éxito de su primera novela. En aquella primera obra Arnau Stanyol pasaba por situaciones muy, pero que muy complicadas que terminaban revolviendo el estómago del lector. Sin embargo en esta continuación, el lector, o al menos ese ha sido mi caso, termina revuelto pero por sobrecarga de penas.
Si en la primera obra de Falcones me entregué como un poseso a la lectura y no podía dejar de leer queriendo siempre aguantar una página más para saber qué le pasaba a su protagonista: en “Los Herederos de la Tierra” no he tenido en ningún momento esa sensación. El comienzo de la historia me ha parecido difuso, nada atrapante. El desarrollo de la trama con todas las penurias y maldiciones que Hugo va soportando desde que es apenas un niño y hasta la última de las páginas, termina siendo cansina, aburrida y pesada, por no decir que algunas de las cosas que le pasan a su protagonista de manera tan consecutiva resultan más que forzadas, y creo que eso es lo peor que le puede pasar a un libro que pretende ser, y que de hecho es, la continuación de una de las mejores novelas históricas de los últimos tiempos en España.
Una vez leída, “Los Herederos de la Tierra” pasa de ser una novela que pretende mucho, que ilusiona porque se anuncia como continuación de un libro que termina dejando poso en el lector, a una novela que acaba decepcionando. A mí me gustó mucho “La Catedral del Mar” y comencé su continuación con muchas expectativas, cosa que quizá no debería haber hecho ya que un libro no debe comenzarse nunca con ideas preconcebidas sobre él, pero tras llevar unas centenas de páginas ya supe que no iba a llegar ni de lejos a ser una novela del nivel de la primera. Y es una pena.
Lo que pasa es que el problema de “Los Herederos de la Tierra” no está en que sea simplemente una novela que no termina por enganchar sino que tiene una hermana mayor con la que todo lector la va a comparar. Y como se suele decir, las comparaciones son odiosas. Eso es lo que ha pasado. Eso es lo que me ha pasado. Pero en el fondo si “La Catedral del Mar” está siempre en la mente del lector de la última novela de Falcones es porque así se ha vendido. Y eso ha sido un error monumental. Nada tiene que ver una novela con la otra, sobre todo en calidad literaria y argumentativa. Tengo la sensación que esta novela se ha escrito simplemente porque se cumplían 10 años de la publicación de la primera, siendo algo forzado. Pero como todas las cosas forzadas nunca salen bien, esta no iba a ser una excepción. Si la primera novela de Falcones estaba llena de elementos que atraían al lector y le enganchaban constantemente sin excederse nunca con las penurias y los males que le sucedían a su protagonista; en esta última novela Falcones se excede en la utilización de los recursos que ya usó en la primera novela y falla estrepitosamente.
Si hay algo que puede salvarse en la novela es la propia Barcelona y algún que otro personaje más o menos secundario. Falcones conoce Barcelona y la ha estudiado para poder plasmar el espíritu de la ciudad durante un periodo de la edad media durante el cual, calles y plazas bullían de actividad y la Historia con mayúsculas se respiraba en el ambiente. Las descripciones de la ciudad y sus alrededores que Falcones da en “Los Herederos de la Tierra” permiten al lector imaginarse perfectamente tanto la geografía física como humana de una ciudad tan importante en aquella época como lo era Barcelona. Pero poco más puedo destacar de la novela, ya que ni siquiera la ambientación histórica resulta bien plasmada: es como si Falcones se fuera olvidando a medida que escribía de que estaba creando una novela histórica y de vez en cuando mete casi con calzador apuntes históricos lo suficientemente dispersos como para que el lector pierda el hilo de un periodo histórico más que interesante.
“Los Herederos de la Tierra” peca de ser una novela escrita únicamente para conmemorar un aniversario, para venderla como continuación de un bombazo editorial, para hacer caja y ganar dinero. Y eso se nota. No se ve por ningún lado la frescura temática, la agilidad narrativa ni la profundidad de personajes que todos los que leímos hace diez años “La Catedral del Mar” recordamos con cariño. Quizá quien lea esta novela sin haber leído la anterior, porque se puede hacer perfectamente, sea capaz de encontrar algo interesante y sentir que está leyendo un muy buen libro con una muy buena historia. Yo no lo he sentido así, muy probablemente también porque siempre he tenido en mente aquella primera obra de Falcones que tanto cautivó a todo el mundo. Ha sido una pena de casi un millar de páginas de lectura. Por mucho que lo diga el titulo de esta nueva novela de Falcones, nada se hereda de “La Catedral del Mar”.
Caronte.
Un vuelo de altura
Una de las sensaciones más extrañas ya a la vez reveladoras que un lector, un amante de la lectura y los libros, puede tener es leer por primera vez un libro de un autor novel. Escribir es una actividad muy complicada y compleja, que requiere abstraerse del mundo y de la vida para poder así crear otros mundos y vidas diferentes a las propias. Escribir el primer libro debe ser aún más difícil. Pero intento ponerme en la piel de Daniel Torday, que según explica en los agradecimientos estuvo varios años dedicado en exclusiva a documentarse para poder dar forma a su primera novela, y darme cuenta de lo que debe ser pensar que esa primera obra salida de la imaginación y la voluntad de dar forma a una idea, una historia que contar, sea leída por miles y miles de personas en todo el planeta. Algo parecido he pensado yo al haber acabado de leer esta primera novela de Torday: siento una mezcla de sentimientos al haber tenido el privilegio, porque leer siempre es un privilegio, de leer este libro.
Para empezar ya a entrar más en materia he de decir que “El último vuelo de Poxl West”, es una novela histórica con destellos de narrativa clásica. La trama principal se desarrolla y se va dividiendo en dos tiempos diferentes: un presente en el que el narrador es un profesor universitario que recuerda la época en la que tenía por héroe a su tío Poxl West, quien da nombre a la novela; y otro tiempo en el que es Poxl West quien narra sus aventuras como piloto de la RAF durante la IIGM. Pero esto es simplificar mucho. El libro comienza cuando el narrador de la parte presente recuerda a su tío, que en realidad no era familia sanguínea, y un asunto relacionado con la publicación de sus memorias en las que se mezclaban las intrépidas y arriesgadas misiones militares de la IIGM en Europa y el amor. Poxl West es un hombre ya mayor cuando el narrador empieza a situar la historia, que vive un éxito descomunal por su libro Skylock en el que plasma sus experiencias vitales durante la Segunda Guerra Mundial.
Los dos tiempos narrativos en los que se divide “El último vuelo de Poxl West” permiten a Daniel Torday plasmas dos puntos de vista completamente diferentes y dos historias que teniendo puntos en común expresan inquietudes y sentimientos muy diferentes. En la parte de memorias de Poxl West, éste cuenta su pasado; un pasado lleno de huidas, decisiones y arrepentimientos, que le marcan para el resto de sus días y que le terminan por perseguir hasta el presente. Ese presente es el que se plasma en la novela en el tiempo narrativo narrado por su sobrino Eli, quien va contando cómo la grandísima admiración, casi devoción absoluta, por su tío Poxl se termina por tornar primero en decepción tras la salida a la luz de una revelación muy dura sobre el libro de memorias de Poxl West en la que las mentiras serán las protagonistas, para luego pasar a ser desconcierto y amargura por no terminar de entender el por qué de aquellas mentiras.
De la trama no puedo contar nada más, porque debe ser el lector que se anime con las páginas de “El último vuelo de Poxl West” quien debe descubrir qué más pasa en el libro. Sí puedo decir que esta novela es mucho más que un libro más ambientado en la Segunda Guerra Mundial, de hecho casi podría decir que en esta ocasión la Guerra no es más que un escenario en algunos momentos secundario, pero que ciertamente lo termina envolviendo todo, más o menos sutilmente, pero de manera irresoluble. Es quizá en los pasajes en los que Daniel Torday describe bombardeos sobre Londres o ciudades alemanas cuando el libro cobra mayor intensidad narrativa, y cuando se consiguen los párrafos más bellos con un estilo muy depurado que permite al lector imaginarse como un personaje más de la historia (con y sin mayúsculas). Pero hay mucho más que guerra, sangre, sudor y lágrimas en esta historia.
“El último vuelo de Poxl West” es un libro fundamentalmente que trata cómo las decisiones que vamos tomando en nuestra vida terminan por determinar nuestro deambular por este mundo y cómo si esas decisiones no son acertadas, o las juzgamos no acertadas, terminan por perseguirnos constantemente atormentándonos hasta que no conseguimos expiarlas, y eso no siempre es posible, o fácil, conseguir. A lo largo de las páginas de esta novela, Daniel Torday es capaz de elaborar un relato muy intenso y duro sobre la toma de decisiones y cobre cómo estas influyen de manera determinante en la vida. Y además el autor lo hace de una manera poco displicente, sin dejar nada sin tocar y siendo muy duro. En la novela Poxl West toma decisiones llevado por la ira y el miedo, y sus decisiones están encaminadas no a avanzar sino a huir. Esa huida es la que se plasma en esta novela también. Esa huida que en el fondo quien más quien menos hacemos y protagonizamos no sabiendo que a la larga siempre tendrá consecuencias.
Las consecuencias de las decisiones vitales también están presentes en “El último vuelo de Poxl West” como he dicho. Esas consecuencias son las que ligan los dos tiempos narrativos y a los dos protagonistas de la novela, al narrador Eli y a Poxl West. Las decisiones del segundo tanto en su vida pasada como en el momento de ponerse a escribir sus novelas y suplantar su propio pasado para huir de él, acarrean también consecuencias no planeadas en el primero en forma de decepción y miedo. Y todo por amor. Porque en definitiva todo lo que he dicho viene motivado por el amor; ese sentimiento más fuerte que el más letal de los venenos y la más adictiva de las drogas. El amor de Poxl West por una prostituta de Rotterdam es el hilo conductor de toda la novela. Françiose es el nombre de la chica en esta historia; y es este nombre el que hace huir constantemente a Poxl West hasta que es un mero fugitivo de su vida y ya no sabe de qué huir.
Lectura crítica: "Historia de un canalla"
Leer a Julia Navarro es siempre un placer, no ya por las historias que regala en sus libros, sino también por cómo éstos están escritos. Pero claro la formación como periodista se nota en todas y cada una de las frases de cualquiera de sus novelas, con frases que aunque puedan ser largar y estructuralmente muy difíciles de construir dicen lo que tiene que decir sin apuntar nada más, pero tampoco nada menos. Llevaba mucho tiempo sin leer nada de esta grandísima escritora que sintió la llamada de la narración algo más tarde de lo que podría considerarse habitual en la profesión de escritor. A veces es mucho mejor dejar que la vocación de contar y narrar, de ficcionar el mundo, venga cuando tiene que venir, sin forzarla y sin presionar para que salga, porque si no es posible que el resultado resulte artificial.
En Julia Navarro no pasa esto último y todas las novelas suyas que me he leído hasta la fecha me han resultado fantásticas. El único pero que siempre le he puesto a esta escritora ha sido que se ciñera única y exclusivamente al género de la novela histórica. Pero su última novela, “Historia de un canalla” se aleja totalmente de este género tan comercial y tan de moda hoy en día en el mundo editorial y que Julia Navarro había terminado por dominar a la perfección creando novelas que rozan la perfección del género. La nueva criatura de esta escritora madrileña nada tiene que ver con sus anteriores novelas; es un cambio radical de tercio, no ya solo para ella que me imagino que habrá tenido que esforzarse para escribir desde otro punto de vista y no usando los trucos típicos de la novela histórica, sino también para sus lectores, entre los que me incluyo, que probablemente habremos descubierto una nueva Julia Navarro.
He de decir ya desde el principio que “Historia de un canalla” es puramente una novela de Julia Navarro: extensa, con pocos capítulos, con una historia muy bien estructurada, una trama muy bien construida y unos personajes perfectamente definidos hasta en los más profundos detalles, no ya de manera física, sino en lo que a mí me parece más importante a la hora de dar vida a un personaje: en su personalidad. En esto Julia Navarro no ha cambiado mucho con respecto a sus otras novelas: sigue siendo la misma escritora meticulosa que no se deja nada en el tintero. Es en la trama de la novela en la que todo ha cambiado.
“Historia de un canalla” como su propio nombre indica narra la vida, toda la vida, desde la más alocada infancia, hasta la última etapa de la vida de Thomas Spencer, un canalla, un hombre de negocios, dedicado a la publicidad que entre Londres y Nueva York principalmente, ha desarrollado su vida, dejando allá por donde pasara huella de su fuerte y siempre despreciable personalidad. Thomas Spencer es un ser humano totalmente despreciable y desde la primera línea de la novela el lector lo sabe, luego pocas sorpresas puede encontrar a medida que avanza la trama. Pero las hay. Es inimaginable la maldad que un ser humano puede llevar dentro y el daño que puede hacer a las personas que tiene a su alrededor y que le muestran cariño.
La novela está narrada en primera persona, es decir, es el propio Thomas Spencer quien nos va desvelando poco a poco los diferentes aspectos de su vida, desde un presente en el que ve cómo su vida se va apangando poco a poco. Por otro lado “Historia de un canalla” se divide en cuatro partes: infancia, juventud, madurez y declive; y en cada una de ellas Thomas Spencer, o si se quiere ver de otro modo, Julia Navarro, cuenta la vida de este canalla universal que tiene por lema simplemente sobrevivir a cualquier precio sin mirar a quien puede hacer daño o dejar por el camino con tal de salvarse siempre él. No puedo negar que en ocasiones durante la lectura de esta novela he sentido verdadero asco hacia su protagonista. De hecho no creo que nadie pueda sentir algo que no sea dicho sentimiento.
Pero “Historia de un canalla” no se limita simplemente a ser una novela en la que se desentrañan diferentes episodios de la vida de su protagonista, si fuera así poco interés tendría, sino que en este libro Julia Navarro va más allá. La autora utiliza la vida de Thomas Spencer para hacer un retrato, para nada positivo ni optimista, de los diferentes grupos de poder y presión económicos que mueven el mundo única y exclusivamente movidos por el afán de lucro y de enriquecimiento a título individual, dejando a un lado el bien social y común de la humanidad. Ya se ha dicho que Thomas Spencer es publicista, pero aunque pueda parecer algo menor, gracias a ese papel que escogió nuestro protagonista en la vida y a sus pocos escrúpulos, en la novela se va viendo cómo se supone que funciona el mundo.
Julia Navarro plasma en “Historia de un canalla” un mundo igual de canalla, o quizá más que Thomas Spencer. Un mundo habitado y, lo que es peor, dominado por personas sin ética, moral o sentido del bien. Personas que lo único que quieren es poder y dinero, y que no sienten absolutamente nada bueno: ni piedad, ni amor, ni conmiseración, ni pena, nada. Thomas Spencer no es el único ser despreciable que aparece en la novela, es el más canalla, pero no es el único. A lo largo de la novela irán apareciendo una ristra de personajes que harán a veces que Thomas parezca hasta una persona con conciencia, cuando no sabe qué es eso. Abogados, políticos, publicistas, informáticos, periodistas cobijados bajo el paraguas común de la ausencia de conciencia. Es cierto que el nivel de canallería de Thomas es superior al del resto, pero algunas de las personas que va conociendo en su vida no se le quedan a la zaga.
Sin embargo también hay hueco para la esperanza en “Historia de un canalla”. Si la historia solo tratara de Thomas Spencer sería angustiosa para el lector que en varias ocasiones tendría que dejar de leer para respirar y para darse cuenta de que su personaje no es más que un ser de ficción, por muchas personas parecidas a él que se puedan conocer en la vida real. No hay solo maldad a su alrededor. Hay gente buena que intenta reconducir a Thomas hacia un mundo en el que la empatía y la generosidad reinan en las conciencias y corazones de la gente. Su familia es un ejemplo de ello, sus padres, su hermano, Esther, una chica de la que se enamora, si es que en el corazón de Thomas hay cabida para tal sentimiento, y varios más. Pero esto a él le da igual. No importa cuánta gente buena haya a su alrededor, Thomas siempre les intentará hacer el mal, no porque quiera voluntariamente sino porque no sabe hacer otra cosa. No puedo negar que hay ocasiones durante la lectura de la novela en las que he sentido pena por Thomas, aunque se me pasaba pronto.
La novela se estructura como ya he dicho en varias partes en las que se van narrando las etapas vitales de Thomas Spencer. Pero además hay un elemento peculiar en “Historia de un canalla” y es que Julia Navarro para intentar realzar ese contraste entre lo que hubiera sido un hombre decente y el canalla que es el protagonista haciendo que de vez en cuando Thomas Spencer experimente una especie de sensación de arrepentimiento, que yo juzgo como falsa, cínica e hipócrita, haciéndole imaginar cómo hubiera sido su vida si hubiera sido él diferente. Meras suposiciones. En la novela se deja claro que lo que se hace se hace y no hay vuelta atrás. Este es un elemente que me ha gustado mucho y que quizá debería haber sido un poco más explotado por la autora.
Otro punto fuerte de “Historia de un canalla” es la profundidad con la que los sentimientos están expresados en la novela, los buenos y los malos. Pero por encima de todos ellos hay uno que brilla por aunarlos a todos: la soledad. No se puede obviar que la vida de Thomas Spencer es una vida llena de soledad, de un hombre solitario que se dice a sí mismo que está mejor sólo pero que también reconoce no tener amigos y necesitar a alguien a su lado que le soporte. Al final parece conseguirlo pero sabe que está solo. Que su maldad le ha hecho estar solo siempre y rechazar el afecto de quien en algún momento le podía haber querido. Y esto fastidia y pone de mal humor a uno, cosa que agradezco a Julia Navarro, ya que muchas novelas simplemente se leen, pero esta hace que el lector se sienta incómodo al leer sobre el lado más oscuro del ser humano, ese lado que todos tenemos pero que controlamos para no destruirnos.
Por eso me ha gustado tanto “Historia de un canalla”, porque es una novela que no pretende agradar al lector presentando un personaje sufridor, maltratado por la vida que pretende sobrevivir y luchar y amar. No. En este libro no pasa eso; Thomar Spenser es un ser miserable, despreciable, malo, canalla, cínico, hipócrita, demagogo, egoísta, maltratador, amoral y sin ética alguna. No hay nada en él que se salve, porque ni tan siquiera cuando plantea cómo podría haber sido su vida si él mismo hubiera sido diferente muestra el más mínimo arrepentimiento. Creo que Julia Navarro ha hecho un trabajo soberbio para crear un personaje en el que se reúne todo lo malo que puede reunir la humanidad.
Sin lugar a dudas con “Historia de un canalla” Julia Navarro ha vuelto a conseguir que me enganche a uno de sus libros. Ya lo hizo con “Dime quién soy”, que me pareció una de las mejores novelas que se han escrito en los últimos años en España, y que me generó tal adicción que no podía dejar de leer. Sin embargo con la novela anterior a esta quedé ciertamente decepcionado: el listón estaba muy alto. Ahora, tras haber acabado esta grandísima novela, vuelvo a sentirme como tras haber leído “Dime quién soy”. He de decir que me ha sabido a poco. La forma de escribir de Julia Navarro engancha desde la primera línea y su narración en tan simple en toda la complejidad que implica una trama tan bien urdida como la de esta novela que el lector solo puede quedarse anonadado leyendo. Si tengo que poner alguna pega a la novela sería que a veces los saltos temporales que se dan en la trama no quedan bien especificados y el lector no sabe muy bien cuánto tiempo ha pasado. Pero esto es una nimiedad.
No puedo más que recomendar encarecidamente la lectura de “Historia de un canalla”, advirtiendo al lector que se atreva con ella de que habrá momentos en los que querría matar a Thomas Spencer y otros en los que sólo será capaz de sentir asco por cómo los poderosos mueven el mundo a través de unos hilos invisibles contra los que la gente normal no podemos hacer nada. Que cada cual saque las conclusiones que quiera después de leer el libro, pero seguramente no habrá nadie que se quede indiferente. Bravo Julia Navarro, bravo.
Félix Martín.
Lectura crítica: "El último día de Terranova"
Nunca antes me había leído un libro de Manuel Rivas. Tampoco había oído mucho, o nada para ser sinceros, de este escritor gallego. Pero por casualidades del destino me vi con su último libro en las manos, como caído del cielo, como un regalo de la providencia. Y me lo leí. Ojalá hubiera conocido antes a Rivas y hubiera leído algo más de él porque después de terminar ésta su última novela he de decir que he quedado cautivado con esa manera sutil de narrar, esa manera delicada de contar que lleva al lector a un estado de casi ingravidez mientras lee. Nunca antes había leído a Rivas, pero éste no será el único libro suyo que me lea, eso lo tengo claro.
La última novela de Manuel Rivas es “El último día de Terranova” y en ella a partir del anuncio de cierre inminente de una librería en una ciudad gallega que mira al mar y se abre al horizonte infinito se nos presenta un conjunto de personajes que dejaran mella y huella en el lector y a los que terminará cogiendo tanto cariño que cualquiera de los acontecimientos que viven también le terminarán afectando. El protagonista y narrador de la novela es Vincenzo Fontana, un librero, dueño de la Librería Terranova, que debe desprenderse del proyecto vital de sus padres y su tío por la presión inmobiliaria de unos tiburones insaciables que pretenden hacer negocio con el edificio de la librería. Bien podría decirse que esta novela es un canto a la esperanza y en defensa del papel fundamental que juegan en la sociedad esos lugares, templos de las letras y la sabiduría, que son las librerías. Pero es mucho más.
“El último día de Terranova” tiene dos hilos narrativos, que en el fondo conforman uno solo que sería la propia vida de la librería. Estos hilos narrativos se sitúan temporalmente en el presente, el año 2014 en el que la librería debe cerrar si nada lo impide, y el pasado. Un pasado que fundamentalmente se centra en los años inmediatamente posteriores a la muerte de Franco. Unos años todavía duros, de dictadura blanda, en los que a pesar de que el tirano jefe ya estaba muerto y enterrado todavía quedaba toda la estructura de poder y miedo que había sustentando a Franco y a los suyos, y que estos últimos debido a muchas cosas, todas ella oscuras y sucias, imposibles de limpiar, querían mantener intactas para seguir con sus privilegios y mandando en la sombra aunque el jefe ya no estuviera para respaldarlos.
Pero la última novela de Rivas no es un libro sobre la dictadura franquista, ni sobre la represión, ni los años del plomo posteriores a la muerte del dictador durante los que España empezaba a despertar de un larguísimo letargo. “El último día de Terranova” es un libro sobre la resistencia a todo eso, es una novela que narra la historia de aquellas personas que con su actitud se revelaban contra la dictadura e intentaban preservar la cultura a través de los libros. Eso es en el fondo la librería Terranova. Podríamos olvidarnos de todos los personajes que va introduciendo Rivas de manera magistral, dando sus pseudónimos, sus nombres clandestinos, casi en clave, para luego revelarnos sus verdaderas personalidades y sus enlaces con Vincenzo Fontana, el narrador; podrías dejan a un lado los nombres de las personas y centrarnos únicamente en la librería ya que es la verdadera protagonista de la historia y del libro.
Como ya he comentado “El último día de Terranova” tiene dos hilos narrativos temporales, que al final se unifican, pero que durante toda la novela están ahí. A pesar de que Vincenzo Fontana narra desde el presente, la novela se centra principalmente en la segunda mitad de los años 70, y en la actividad anterior de la librería, cuando sus fundadores, los padres de Vincenzo, Amaro y Comba, y su tío, Eliseo introducías libros prohibidos en España para que la cultura siguiera viva, aunque de manera latente. Es esta parte de la novela, la que se centra en la historia de persecuciones y lucha contra la dictadura y sus rescoldos tras la muerte del dictador la que a mí me ha parecido más interesante, la que de verdad me ha enganchado hasta tal punto que no quería dejar de leer para saber más. Con esto no digo que el presente de la historia no se igualmente interesante, pero me resulta un poco más impostado, más artificial y quizá algo más inverosímil.
Es cierto que la librería conforma el pilar maestro de “El último día de Terranova”, pero no es menos cierto que sus personajes, todos, también lo son, aunque siempre bajo el amparo y el embrujo de las paredes y estancias de la librería. Vincenzo, el narrador, es una persona melancólica, que tiene el pasado muy presente ya sea por la relación con su padre Amaro con quien tiene una serie de tensiones que le hicieron despotricar primero de los libros e ignorar la librería, para luego echarle de menos cuando ya no está; Amaro y Comba, lo fundadores de la librería, junto con Eliseo forman una triada fundamental en la historia, sobre todo en el hilo argumental del pasado. Son estos tres personajes la verdadera alma de la librería, a la que cuidan y aman por encima de todo. Son estos tres personajes la chispa indiscutible de esta novela, la seriedad, la ironía, la sabiduría. Pero me falta otro personaje importante como es Garúa, una chica argentina que Vincenzo conoce en Madrid en 1975 y de la que en cierto sentido se enamora, y que es una luchadora nata contra la dictadura que se está fraguando en Argentina y que sumirá a aquel país tan parecido a España en un pozo de ignorancia, intolerancia y miedo.
Ya he dicho que “El último día de Terranova” no es un libro sobre la dictadura española y sus coletazos posteriores. Tampoco lo es sobre la dictadura argentina aunque pueda parecerlo y aparezcan relatados las barbaridades que se cometieron por unos ideales. Esta novela es un canto a la vida y a la cultura, a la defensa de un mundo mejor en el que la cultura tenga un protagonismo importante, ya que sin cultura no hay historia, y sin historia no existiríamos. Esta novela trata sobre la lucha por hacer de la sociedad un lugar donde la sabiduría ocupe un lugar importante, donde la belleza no sea solo un estereotipo y se vea únicamente por fuera, donde el bien prevalezca sobre el mal. En cierto modo creo que esta novela es una especie de manifiesto en el que se refleja la incultura de una parte de la sociedad que en su día quería seguir siendo la predominante; una parte de la sociedad que enterró la cultura por pensar que era mala y dañina para la “causa”.
Manuel Rivas ha conseguido con esta novela trazar un homenaje tan sutil, delicado, directo y hermoso a todas aquellas personas que aman la cultura y que consideran que la cultura y uno de sus vehículos más antiguos como son los libros, son fundamentales para la sociedad para que ésta sepa, lea, comprenda y recuerde siempre lo que fue y por tanto lo que puede volver a ser, tanto para bien como para mal. “El último día de Terranova” es un libro increíblemente escrito, con frases de una belleza difícilmente alcanzable. De hecho, yo como lector apasionado, no recuerdo ningún libro en el que una simple frase aparentemente inocua, transmita tanta belleza y tanto significado. El principio y el final de esta novela son magistrales, de un lirismo mágico, únicos. De hecho toda la novela es una delicia, una belleza de otro tiempo.
No puedo no recomendar “El último día de Terranova” a quien disfrute leyendo y quiera leer algo bello y hermoso; a quien le guste la cultura, los libros y pasar horas y horas en una librería simplemente mirando libros, simplemente impregnándose de la sabiduría que éstos rezuma aunque no se abran ni se lean. Manuel Rivas me ha demostrado que la belleza no solo está en un cuadro bonito o en una escultura soberbia, sino que también está en las palabras. Unas palabras las suyas que me han regalado momentos muy bonitos, de pura música narrativa, de delicadeza y contundencia, con esta historia sorprendente que va dejando poco a poco al lector sin hablar porque queda invadido por las palabras. No creo que esta novela pueda defraudar a nadie: ni por la historia, que está muy bien hilada y estructurada, ni por la manera en que está escrito el libro, que no creo que se pueda superar.