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La diseccionadora de libros

España

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Libros y reseñas

Corre hasta el fin del mundo

Adrian J. Walker

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Valoración:

Born to run?

El cambio climático, invasiones alienígenas, profecías mayas, terremotos, pandemias, erupciones volcánicas, guerras nucleares, lluvias de asteroides, zombies… El fin del mundo se ha producido sucesivamente en la ficción, tanto literaria como cinematográfica, describiendo con perturbadora exactitud el ocaso de la civilización humana; el progresivo retroceso de nuestra especie hacia un estado primitivo y violento para conseguir sobrevivir al apocalipsis; el agónico esfuerzo por conseguir que prevalezca la vida, por conservar en un mundo de muerte y desolación, de caos y locura.  

Precisamente, la segunda novela de Adrian J. Walker, «Corre hasta el fin del mundo», es la previsible novela apocalíptica que pretende combinar el drama personal –y familiar- de su protagonista con un peculiar manual para corredores principiantes – poco recomendable en la práctica a fin de evitar innecesarias lesiones e incómodas agujetas-.

A pesar de los esfuerzo del escritor australiano por ofrecer al lector una novela trepidante en el que somos testigos del agonizante peregrinaje a contrarreloj de Ed para reencontrarse con su familia en una Inglaterra sepultada por los escombros de la vida moderna y sus comodidades, la novela adolece de continuidad en el ritmo desde las primeras páginas. La acción  se desarrolla a intervalos irregulares pues tiende a intercalar sin precisión extensos soliloquios interiores de su protagonista, inverosímiles escenas de acción, diálogos superfluos o la introducción de personajes secundarios innecesarios para el desarrollo de la trama. En consecuencia, la novela de  Adrian J. Walker  acaba convirtiéndose en una interminable cuesta arriba.

De hecho, «Corre hasta el fin del mundo» es una novela pretenciosa que carece de novedad, en especial, cuando apreciamos la notable influencia – y una reproducción prácticamente exacta del esquema narrativo, personajes e incluso escenas completas- de otras obras del género como «La carretera»  (Cormac McCarthy), «La larga marcha» (Stephen King) o «Hijos de los hombres» (P. D. James), hasta de novelas gráficas como «The walking dead». Por otro lado, tampoco debemos omitir el escaso conocimiento exhibido por Adrian J. Walker del running – incomprensible considerando que el autor es un corredor experimentado-, obviando reglas básicas de cualquier corredor que decide iniciarse en este deporte a fin de evitar futuras lesiones.

No obstante, el escritor australiano consigue generar la empatía del lector hacia su protagonista, Edgar Hill, desde el principio de la novela ante la facilidad para identificarse con sus problemas cotidianos como un hombre de clase media insatisfecho, descuidado con su forma física e insensible hacia su familia.  Precisamente, la pérdida de su cómoda existencia material lo obligará a replantearse sus prioridades, descubriendo un espíritu de sacrificio y una fuerza de voluntad desconocida en su persona hasta que decidió dar el primer – y definitivo- paso. Además, la elección de Adrian J. Walker de optar por una voz narrativa en primera persona consigue dotar al relato de un tono íntimo y coloquial que facilita la lectura e incrementa esa simpatía por su protagonista.

Con todo, Adrian J. Walker no obtiene el mismo resultado con los demás personajes secundarios que, en contraposición con la ardua lectura que representa «Corre hasta el fin del mundo» ante los constantes desniveles de la acción, resultan demasiado lineales y esquemáticos, una repetición de arquetípicos propios del género que acaban resultando tan monótonos como correr en línea recta.

En definitiva, «Corre hasta el fin del mundo» es un thriller apocalíptico que pretende narrar una intensa lucha por la supervivencia a contrarreloj para acabar convirtiéndose en un esfuerzo poco recompensable para el lector ante una acción irregular, personajes esquemáticos, diálogos superfluos, escasa originalidad del argumento, entre otros. A pesar de que Adrian J. Walker transmite un mensaje sobre el amor, la amistad, la resiliencia del humano y la necesidad de esforzarse para conservar aquello que realmente importa; la novela acaba haciéndose demasiado cuesta arriba como para apreciar el camino realizado hasta llegar a la moraleja. Mucho esfuerzo para tan poca recompensa.

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Háblame bajito

Macarena Berlín

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Valoración: ★★

Ruido blanco

Durante años, la cálida voz de Macarena Berlín se ha introducido progresivamente en nuestras vidas para acabar convirtiéndose en una apegada compañera radiofónica. Al igual que otros pequeños gestos que conforman nuestra rutina diaria, sintonizamos «Hablar por hablar» con la misma ilusión e incertidumbre con la que afrontamos el nuevo día, pues nadie sabe qué nos deparará cada programa –ni el futuro-.

Precisamente, la primera novela de la presentadora radiofónica comienza con la irresolución que representa para su protagonista, Pia, el fracaso de su tercer matrimonio y la soledad que conlleva esta difícil separación. «Háblame bajito» es una novela que reflexiona sobre el ruido que predomina en la vida actual, impidiéndonos escuchar nuestra propia voz y, por consiguiente, permanecer fieles a quiénes realmente somos.

La presión social sobre el individuo se incrementa ante la exposición constante – y voluntaria- de los usuarios en las redes sociales, exigiéndole la perfección en todos los aspectos de su vida. La insatisfacción, la sensación de fracaso ante la imposibilidad de cumplir las expectativas de los demás acaba degenerando en una sensación de inseguridad, de baja autoestima, de miedo ante cualquier posible cambio.

De ahí que la novela de Macarena Berlín manifieste  la necesidad de regresar a un estilo de vida más sencillo que nos permita redescubrirnos como personas en un contexto demasiado global e interconectado.

Paradójicamente, la autora tiende a reflexionar sobre demasiados aspectos de la sociedad (la renuncia voluntaria a la maternidad, la  progresiva visualización del colectivo transexual, el terrorismo islámico, entre otros) desatendiendo la temática principal de la novela. La constante introducción de anécdotas profesionales –inspiradas en su propia experiencia laboral-, incluyendo tres entrevistas radiofónicas no contribuyen a la coherencia de la narración, sino todo lo contrario. Los dictámenes de la presentadora condicionan el ritmo del relato ante las reiteradas interrupciones con objeto de expresar su opinión acerca de diversas materias que, en realidad, carecen de una reciprocidad con el argumento o la protagonista. De hecho, tenemos la impresión de que Macarena Berlín pretende ensalzar su figura periodística en perjuicio de sus propios personajes, especialmente de Pia.

Asimismo, la escritora no consigue aportar credibilidad a la novela. Pese a los esfuerzos de Macarena Berlín por ofrecer al lector una novela de tono coloquial y sincero, no consigue desarrollar una prosa fidedigna a la pretensión inicial a consecuencia, entre otros aspectos, a la artificialidad de los diálogos, el recurrente humor de sitcom o la trivialidad de los personajes secundarios. De hecho, «Háblame bajito» acaba resultando demasiado simplista, pues recurre con frecuencia a los estereotipos clásicos del género chick lit, convirtiéndose en la clásica novela de lectura entretenida y  ligera perfecta ante el inicio de la temporada estival que recuerda notablemente a la pretenciosa «Come, reza ama» (Elizabeth Gilbert).

Por consiguiente, la primera incursión literaria de Macarena Berlín en la ficción, «Háblame bajito», es una novela sobre la necesidad de escuchar nuestra propia voz un contexto demasiado ruidoso para reencontrarnos como personas. La presentadora radiofónica alude a la necesidad de permanecer fieles a nosotros para aprender a superar nuestros miedos e inseguridades ante los cambios, aceptar nuestra imperfección, nuestra incapacidad para alcanzar el ideal social que se nos exige –especialmente con la dependencia actual a  las redes sociales-. No obstante, durante toda la lectura predomina un persistente ruido blanco derivado de la inexperiencia de la autora que convierte a la novela en la clásica lectura estival que no nos provocará remordimiento alguno cuando cambiemos de emisora para escuchar el siguiente hit literario del verano. Por desgracia, durante esa época no predomina la variedad ni la calidad.

 

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Tarta de almendras con amor

Ángela Vallvey

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Valoración: ★★

Un dulce amargo

A pesar de la aparente dificultad para conseguir la felicidad en nuestras vidas, la receta para elaborarla es realmente sencilla, recomendable incluso para aquellos que se inician entre los fogones. Los ingredientes imprescindibles para guisar este sentimiento son la buena compañía en la mesa y, sobre todo, el amor con el que sazonar nuestros platos, otorgándoles ese sabor diferente, único y especial. Al contrario que la impersonal comida industrial, repleta de aditivos, colorantes artificiales y conservantes de nombre impronunciable, la comida casera es el reflejo de nuestros sentimientos hacia las personas para las que cocinamos, tal y como descubrirá Fiona gracias a los peculiares consejos culinarios de la recetario para la vida de tía Mirna. 

«Tarta de almendras con amor» es una sabrosa novela que acaba convirtiéndose en nuestro recetario personal para afrontar las amargas circunstancias de nuestra vida diaria, recordando al lector la importancia de eliminar progresivamente de nuestra despensa aquellos alimentos artificiales y precocinados tan perjudiciales para nuestra salud como las malas relaciones. 

Ángela Vallvey nos invita a sentarnos en la mesa para redescubrir el placer de comer en la compañía de nuestros seres queridos ante el incremento de las comidas solitarias frente a la pantalla del ordenador o el móvil. Las nuevas tecnologías nos han desconectado de las pequeñas alegrías derivadas de la intimidad del hogar, sustituyéndolas por la atractiva artificialidad de las vidas ajenas expuestas en las redes sociales. 

De igual forma, la autora nos recuerda la importante relación entre una buena alimentación y el bienestar personal en una sociedad caracterizada por los problemas de salud derivados del exceso de peso y el sedentarismo, especialmente entre los sectores más jóvenes de la población. 

La joven Fiona es el perfecto ejemplo de este pernicioso cambio en los hábitos alimenticios de los españoles, un país que siempre se había caracterizado por la dieta mediterránea, pero que a partir de determinadas circunstancias nos ha obligado a buscar alternativas rápidas, sencillas y baratas. Sin embargo, estos sucedáneos no consiguen satisfacer nuestro apetito, convertido en una gula insaciable. En consecuencia, los números de la báscula y la talla del pantalón se incrementan de forma inversamente proporcional a la menoscabada autoestima de Fiona. 

En este sentido, Ángela Vallvey reflexiona sobre la presión social y la marginación de las personas con problemas de peso, especialmente entre los adolescentes, que acaba derivando en la mayoría de las ocasiones en acoso escolar, incrementando el aislamiento de esa persona y, por consiguiente, su dependencia emocional hacia la comida. 

Sin embargo, toda la amargura en la vida de Fiona empieza a sustituirse por otros sabores prácticamente desconocidos para su inexperto paladar adolescente cuando prueba la «Tarta de almendras con amor» elaborada junto a la excéntrica tía Mirna. Al igual que Evelyn Couch y Ninnu Threadgoode en «Tomates verdes fritos» (Fannie Flagg), la amistad entre ambas mujeres permitirá a Fiona descubrir todo un recetario con los que afrontar los sinsabores diarios sin necesidad de recurrir a sus clásicos atracones. 

La joven protagonista deberá encontrar el equilibrio emocional necesario para mejorar su alimentación y, por subsiguiente, la relación con sus seres queridos. Al fin y al cabo, la felicidad es una combinación de sabores que incluye situaciones amargas o palabras ácidas, permitiéndonos apreciar mejor los momentos dulces. La vida no debe convertirse en una dieta repleta de privaciones, pero tampoco debemos empacharnos que convierta la comida en una excusa para alimentar nuestra insatisfacción. La buena alimentación se basa en la proporcionalidad. 

No obstante, Ángela Vallvey no consigue esa moderación al elaborar «Tarta de almendras con amor». La pretensión de la autora era cocinar con su prosa una novela que emulase la nouvelle cuisine, siendo una lectura original, entretenida y dinámica, pero el resultado acaba siendo bastante insípido. 

La autora pretende reproducir en sus hojas el lenguaje de los adolescentes para dotar a la novela de un tono coloquial con el que puedan sentirse identificados resulta artificial. El uso de hashtag pretende conseguir una lectura interactiva de la novela, pero representa una interrupción constante bastante similar al irritante tono del Whatsapp avisándote de un nuevo mensaje. 

En el mismo sentido, Ángela Vallvey recurre a los estereotipos tradicionales del género juvenil tanto en la descripción de los tres amigos para convertirlos en freaks inspirados en series como «Big Bang Theory», pero sin la química entre sus personajes; los diálogos insulsos y artificiales, entre los que se incluyen los sempiternos soliloquios de Fiona; o la obsesión de la protagonista hacia Alberto que repite el esquema narrativo de los best-sellers juveniles como «Crepúsculo» hasta el empalagamiento. 

Si bien «Tarta de almendras con amor» es una novela sencilla, divertida y tierna, la elaboración final no consigue satisfacer las expectativas del lector, el resultado es insípido ante una receta que tiene como base demasiados ingredientes en común con otras opciones gastronómicas precedentes como «Una tarta de manzana rellena de esperanza» (Sarah Moore Fitzgerald), «Antojo de violetas» (Martine Bailey), «Un viaje de diez metros» (Richard C. Morais), «La escuela de los ingredientes esenciales» (Erica Bauermeister), «Chocolat» (Joanne Harris) o, por supuesto, «Como agua para chocolate» (Laura Esquivel). Si Ángela Vallvey pretende figurar entre las primeras opciones de este amplio menú literario, antes debería incluir la advertencia de no apto para diabéticos ni lectores poco conformistas. 
 

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