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Rosario Curiel

España

registrado desde julio de 2016

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Libros y reseñas

Cuando las arañas tejen juntas pueden atar a un león

Daniel Coyle

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Valoración: ★★★★★

Arañas que arañan juntas

ARAÑAS QUE ARAÑAN JUNTAS

 Nuestras vidas son los hilos que van a dar en el cooperar, que a veces es el morir. Si cuando tenemos un proyecto en común todos tenemos el mismo objetivo, es fácil llegar a buen puerto. Si no, cualquier esfuerzo está destinado al naufragio. El libro que hoy nos ocupa es una buena obra de consulta por lo que se refiere a la gestión de equipos. El título ya es ilustrativo: Cuando las arañas tejen juntas pueden atar a un león.

Atar a un león es lo último que se te ocurre si quieres sobrevivir. Y más si eres una araña. La posibilidad de salir pateada, aplastada, se eleva hasta niveles estratosféricos. 

Siendo humanos, sabemos que lo que importa es la interacción. Todo el entorno actual tiende a deshumanizarnos en la cultura del dato, del metadato, del producto. Sin embargo, y de manera paradójica, si quieres producir más tienes que comunicarte mejor. Si quieres ser el mejor tienes que ser el mejor comunicador. Pero para eso tienes que concebirte como fracaso. Solo si te piensas como fracaso al principio vas a ser un éxito actual. Pero un momento: ni quisiera utilizar este vocabulario. Fracaso, éxito. 

¿Cuál es el verdadero fracaso de un ser humano? No ser humano. Este libro, en el fondo, trata de esto. Su sistema de gestión de equipos (sus múltiples ejemplos, sus buenas «recetas») nos ayuda a mejorar en muchos aspectos, pero sin lugar a dudas nos ayuda a mejorar en el difícil arte de ser lo que somos. O de llegar a ser lo que somos. En nuestra versión posible.

Si quien lee quiere aprender sobre gestión de equipos, este es un buen lugar para empezar. Si se tiene horror hacia las recetas sobre emprendimiento y se busca un enfoque humanista enraizado en el sentido común, este también es un buen lugar. 

 

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Caen estrellas fugaces

Jose Gil Romero / Goretti Irisarri

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Valoración: ★★★★

El ritmo de las estrellas

Como la fulguración Carrington, esa tormenta solar que arrasó el cielo de Madrid en septiembre de 1859, aparece esta obra en el firmamento literario. Sabemos que la palabra novela cobija la posibilidad de introducir y mezclar todo tipo de textos y datos: la novela es lo amorfo, el reino de lo posible. Caen estrellas fugaces es un ejemplo vivísimo de ello. Estamos ante un texto que permite muchos niveles de lectura: desde el thriller que acaba rozando lo paranormal y la fantasmagoría, nos adentramos en ocasiones en la novela histórica, la costumbrista y la psicológica; rozamos la crónica política y social, avanzamos por el terreno de lo romántico que se oscurece hasta lo pulp y el terror.

Hay que reconocer a los autores un esfuerzo ímprobo de documentación. El Madrid de 1859 está relatado al milímetro, hasta el punto de que lo vemos, y lo vemos también desde la perspectiva actual. En esta línea, me extraña algún elemento puntual como la aparición de la palabra «astracanada»: en principio, esta palabra no existía en 1859 (nació con la comedia de astracán, a principios del siglo XX). Ese pequeño desenfoque nos da la pista de que se narra el Madrid del XIX, pero desde la visión del XXI. Supongo que es voluntad de los autores, pero a veces distancia ese intento de imitar el estilo decimonónico a la vez que permanece el aire de nuestros días. Este esfuerzo de documentación, que ayuda a ver la época, lastra a veces la historia (o el cruce de historias) hasta el punto de convertirse más en un documental que en una obra de ficción. Sin embargo, y tratándose de una obra híbrida, no me parece razón suficiente para dejar de disfrutarla. 

El estudio de personajes no se queda atrás. La aplicación de los principios de la frenología proporciona momentos memorables en la narración. La lucha entre ciencia y pseudociencia, entre creencia y escepticismo, encuentra una batalla memorable (e irresoluta) entre los personajes de Elisa Polifeme y Leónidas Luzón: no me refiero a un enfrentamiento puntual, sino a un diálogo, casi platónico, en el que se van desgranando muchas de las ideas que atravesaban el Madrid de 1859. Por otra parte, el acercamiento a la figura de las mujeres (a su anhelo de libertad, a su soledad y aislamiento), las reflexiones sobre el equilibrio personal como fruto de una enorme lucha interna, nos aproximan a un estadio profundísimo en el que lo humano se nos presenta abierto en canal. Traería aquí muchas citas al respecto, pero baste recordar la visión de La melancolía de Durero que se nos ofrece en más de un momento en la narración: el ser humano es un ángel (¿o un diablo?) al que se le ha olvidado volar.

Cabe hablar, también, sobre la manera de estructurar la trama: siete capítulos articulados en microsecuencias que se entrecruzan coronados por un epílogo trepidante. Una apuesta arriesgada, si se tiene en cuenta que los capítulos resultan excesivamente extensos y que el epílogo ofrece un cierre precipitado que no convence… a no ser que estemos a las puertas de futuras entregas.

Todo lo anterior (y otros muchos aspectos que no vamos a dilatar por aquí) está al servicio de un abanico de temas de gran calado: el doppelgänger, el conflicto de la libertad como sinónimo de soledad, la traición, la rebelión… y el mal. Caen estrellas fugaces resulta ser una profunda meditación acerca del mal y sus consecuencias: la mezquindad del poder y el reino del horror. Aún apuntaríamos la importancia del tema de los excluidos del grupo y de los refugiados: por este camino, el arco temático nos conduce de manera directa  a nuestros días.

Podríamos extendernos más, pero es momento de pasar a la lectura: fluida y amena, nos garantiza la inmersión en un mundo que está vivo y respira, se agita, se retuerce, alarga sus manos de días hacia nosotros desde el pasado y nos conduce a lo largo de este viaje entre el cielo y el infierno al ritmo de las estrellas.

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El monarca de las sombras

Javier Cercas

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Valoración: ★★★★★

Luchando contra la mordaza del silencio

Este libro es muchos libros. Por un lado, encontramos un relato de base histórica sobre la figura de Manuel Mena. Por otro, la reflexión sobre si escribir o no ese relato. La lucha contra la mordaza que impone un pasado que de alguna manera se rechaza. La clave: el parentesco entre el autor, Javier Cercas, y el personaje de quien se habla (Manuel Mena). Y la participación de este último en la Guerra Civil desde el bando falangista.

Este libro es muchos libros. Añadamos a lo anterior la reflexión sobre la veracidad de la historia que se transmite. Si tenemos en cuenta que cualquier relato de base histórica arranca de documentos escritos por humanos que pueden equivocarse o manipular lo sucedido, llegamos a la conclusión de que la historia se forma a partir de ciertos errores acumulados y transmitidos. Para ello es importante el recurso de la memoria de quienes vivieron los sucesos (en este caso, la Guerra Civil), y todos sabemos que la memoria falla y a veces hace sus propias selecciones a favor de la supervivencia física y mental.

Pero aún es mucho más. Desde la reflexión sobre qué escribir y cómo, sobre si los temas nos eligen o no, sobre la injusticia de toda guerra, que envuelve en un discurso triunfalista las mentes de los jóvenes que ya no volverán, hasta la meditación sobre el desarraigo del ser humano que debe emigrar de su lugar y de su vida y vivir a la intemperie de otros lugares o de las vidas de otros. Esa indagación, esa óptica a través de la cual el autor se nos muestra y a la vez no se reconoce, es el camino más importante de la obra que tenemos ante nosotros: es una reflexión sobre la muerte y sobre la vida, sobre si hay buena muerte o no, y, sobre todo, una reflexión sobre el silencio impuesto, sobre su mordaza, aquella que nos impide hablar cuando debemos opinar sobre si es mejor llevar una vida larga, de días más o menos iguales, más o menos grises, o si debemos sucumbir al sueño de los héroes y sacrificar nuestra vida en aras de los grandes lemas impuestos por unos cuantos que, en el fondo, siempre acaban por condenarnos al silencio.  

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Círculos

Manuel Ríos San Martín

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Valoración: ★★★

Aproximación al Apocalipsis

Sinceramente, pillé el libro con ganas. Círculos trata temas que me interesan y sobre los que suelo leer bastante: el fin de un modelo de sociedad que convierte el mundo en distopía, los marginados que surgen de esa situación, la ultraviolencia, la reversión de los valores establecidos, los medios de comunicación que manipulan al público que los mantiene, la maraña de las redes sociales, la mentira de las convenciones establecidas, el escándalo como anzuelo que pican los individuos aturdidos por una infoxicación que los incapacita para pensar, la corrupción a todos los niveles… A primera vista, era un pastel apetecible. Sin embargo, y aun reconociendo el mérito técnico (hay juegos de perspectivas narrativas en contrapunto, un claro dominio del estilo indirecto libre…), aun reconociendo también el esfuerzo evidente de documentación, debo decir que no me entusiasma.

Hay algo frío en esta novela. Algo que no acaba de conectar con el lector. Desde luego, la trama está bien trazada, el estilo es trepidante… y aquí vamos: es fácil perderse en tópicos a la hora de comentarla. Parece que, más que una novela, el autor se ha planteado escribir un texto visual con un claro destino: convertirse en película o en serie de televisión. A veces la prosa resulta escrita con trazos gruesos (y añoramos ese adjetivo que nos descoloque, esa frase para la memoria), y a pesar de las claras referencias culturales al mundo que se teje en torno a un apocalipsis, no podemos pasar de la superficie. No he podido empatizar con los personajes, y eso que me parecen interesantes los individuos extremos, llenos de aristas, que nos ofrece la historia. Entonces… ¿qué le falta? Ese punto de verdad, esa sensación de texto inevitable del que hablaba Borges, ese punto trágico del alma desolada que correspondería al habitar este mundo.

Me acerqué a Círculos con entusiasmo, dispuesta a dejarme arrasar y arrastrar hasta el Último Círculo, hasta el Último Infierno, hasta el Último Abismo. Y, sin embargo, no me ha enganchado ni sorprendido ni arrastrado. Quizás es que estoy demasiado acostumbrada a las novelas de este estilo o a ver películas o series que nos acercan a este tipo de universos. Quizás es que a la hora de leer no encuentro frases memorables que me dejen petrificada.  Si Círculos es la primera obra de este estilo a la que te acercas, te la recomiendo sin lugar a dudas. Si ya eres una persona adentrada en el postmundo… vas a asistir, citando al propio autor, a una serie de “imágenes genéricas de apocalipsis”.

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La perra de tres patas de la señora Petrovna

Andrea Bennett

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Valoración: ★★★★★

La "perrificación" del mundo

Un perro es un ser noble que responde a las caricias sin ningún tipo de filtro: no te guarda rencor, aunque a veces tampoco tiene memoria. Vive en presente. Vive en un tiempo detenido. Cuando lees esta novela, el tiempo se detiene. Está poblada por desaparecidos que no siempre regresan, pero te obliga a hacer las paces con el pasado: solo de esta manera puedes vivir en presente, que es el más actual de los tiempos. El único que de verdad existe.

En La perra de tres patas de la señora Petrovna asistimos al funcionamiento de la maquinaria oxidada de la Rusia postsoviética. Vivimos ese momento en el que el Estado deja de ser el padre para ser un padrastro equívoco. El concepto de protección pasa a ser un vacío, una ausencia, que se llena con la tiranía de la costumbre: las cosas se hacen así porque se hicieron así. Si ya no se hacen así, es necesario tener una nueva orden: esperar para siempre a que las cosas se resuelvan o comprar un atajo (con la propia dignidad, ese dinero apenas inexistente en alguno de los personajes) para que el futuro se acerque de alguna manera. De todas formas, esta es una historia de seres que esperan: por eso está poblada de madres y abuelas, de elementos femeninos que protegen como pueden, que son abandonados, pero que finalmente resuelven las historias que se cuecen.

No os voy a dar avances de una trama que se nos presenta muy clara: los mecanismos de la narración se ponen en marcha cuando Galia Petrovna quiere recuperar a su perra de tres patas porque Mitia El Exterminador la ha enviado a la perrera para su sacrificio. Este libro es esto y mucho más. Es mucho más que argumento: es una historia emocionante, divertida y arriesgada que traza una fina línea de evocación por donde se cuelan los sentimientos más difíciles de verbalizar de los personajes. Esta historia, traducida de manera sublime por Sheila Espinosa, es capaz de generar un doble nivel de realidad según el cual leemos lo que sucede y a la vez lo que no sucede: vivimos en ese escenario sutil en el que los personajes mueven la historia y a la vez nos hacen llegar lo que sienten acerca de los acontecimientos con una fina ironía que a veces desemboca en la sátira más salvaje y más gamberra que se pueda esperar.

La perra de tres patas de la señora Petrovna es una obra liviana y a la vez densa: se lee con suma facilidad, con agrado, con sonrisas, con risas. A veces con un punto de nostalgia. En ella se nos plantean conceptos que deben ser redefinidos: por ejemplo, el concepto de ser ruso. ¿En qué consiste ser ruso ahora que la antigua Unión Soviética ha dejado de existir?

La historia de Boroda, la perra de tres patas, sirve como vehículo a una nivelación por arriba entre humanos y perros: vivimos la perrificación del mundo. Este punto implica que la óptica trata a los humanos con sorna y a veces nos acerca a la visión inocente y sencilla de los perros, que solo buscan cariño y hospitalidad. Lo mismo que los humanos arrojados a un mundo inhóspito, un mundo en el que es necesario definir en qué consisten los tiempos “modernos”, en qué consiste ese nuevo mundo en el que todo está cayéndose. Se nos muestra que es necesario ser humilde para aceptar la ayuda que se nos ofrece. En esta historia no hay héroes: solo seres que se ayudan y se piden favores y también descubren que no son lo que creían ser. Seres que se deshacen de sus traumas para poder vivir el presente.

En el doble nivel de realidad que apuntamos arriba, observamos que bajo una anécdota aparentemente simple se teje la necesaria redefinición de una nueva identidad rusa, que es, en definitiva, humana. A lo largo de las páginas de la novela, Andrea Bennett moldea una cálida y viva materia que sustituye a los antiguos esqueletos de la URSS y nos ofrece una historia de amistad y amor: hacia los animales, entre las personas y entre las personas y los animales.

Pero nada es fácil, claro. La vida aparece como un camino lleno de dificultades y contratiempos que culmina y se sigue bien cuando se deja de mirar hacia atrás y se mira adelante.  En ocasiones los personajes (y la perra Boroda) nos sitúan ante interrogantes clave: ¿hay consuelo cuando se ha perdido todo? ¿Se puede perder más aún?

En este caldo de cultivo, las emociones pujan por subir a la superficie de un suelo helado por el sueño de los años de uniformización. Asistimos a la reivindicación del individuo como ser que puede y debe vivir en comunidad, pero no en una comunidad obligada, sino en la escogida: aquella que dibujan el amor, la amistad y la compañía que elegimos.

Esta es una historia de salvación. También nos acerca al valor de la cultura, que da sentido a la vida, y al valor de las emociones, que dan humanidad a los seres que pueblan la faz de la tierra: sin eso, son pellejos vacíos de rostros cadavéricos.

Por supuesto, es inevitable hablar de la podredumbre que está por debajo de la realidad: todo el mundo tiene suciedades que esconder.  En estas páginas también se nos habla de la hipocresía y de los otros como fraude. La autora traza una historia sobre la bondad que yace en el fondo de todo ser humano, incluso del que pueda parecer más abyecto. Asistimos entonces a una búsqueda de la autenticidad que no es una vuelta al origen, sino un sincerarse y seguir adelante con lo que haya.

Por este camino, La perra de tres patas de la señora Petrovna nos ayuda a vivir en un mundo para el que no se tienen instrucciones. Esta es una historia aparentemente pequeña que sirve para hablar de algo más grande: cómo los seres humanos tienen que aprender a vivir de nuevo cuando cambian las reglas del juego.

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