La historia no empieza mal, pero llega un punto en que comienza a hacerse pesada. A pesar de que suelo leer a un ritmo de un libro por semana, tardé más de un mes en darle pasaporte a esta novela.

Las memorias de Poxl West, que es básicamente de lo que va el libro, no son especialmente interesantes, no sucede nada que empuje a seguir leyendo, de modo que se convierte en una lectura densa. Le falta gracia, ímpetu, a la hora de relatar.

Casi desde el principio, Poxl West da una importancia absurda y excesiva a un amor que, a juzgar por cómo él mismo escribió sobre él, no fue gran cosa.

Se introducen personajes que no vuelven a aparecer, lo cual es cuando menos raro. La descripción de éstos, de sus historias personales, es muy pobre.

El hecho de que se intercalen capítulos en los que el protagonista en primera persona es su “sobrino” me parece del todo prescindible.

Por supuesto, como en toda mala novela, suceden una serie de casualidades totalmente irreales que no hacen más que agriar el regustillo final que deja el libro.

En general, fallan unas cuantas cosas. No lo recomiendo.