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Generación Papel

España

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Libros y reseñas

Poesía bipolar

Henri Berger Martín

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Valoración: ★★

Un libro de poemas irregular

Lo que me llamaba la atención de la descripción del libro es el concepto de Poeta como Creador. En la introducción y en los textos en los que el autor se dirige directamente al lector, me prometían un trabajo minucioso, una selección de palabras muy concienzuda, unas rimas muy trabajadas. También me esperaba un mayor contraste entre el orden y el caos, entre los sonetos impecables y los textos más libres. Los temas tratados, como el amor, la depresión y el suicidio, la corrupción de la humanidad, la escritura como vía de salvación… también eran de mi interés. Por no hablar de las múltiples referencias a dioses griegos, mitos y leyendas…Todo esto es lo que me esperaba del libro y aunque hay cosas que sí estaban en él, otras no han resultado ser tan interesantes como prometían.

Del estilo, lo que más he disfrutado han sido los juegos de palabras con significados completamente diferentes y similares en su sonoridad, y también me ha gustado que no contara siempre con el mismo formato de poesía, jugando con la brevedad de algunas y la extensión de otras en función de lo que pedía el tema. Uno de los “poemas” más curiosos que he encontrado ha sido el de “El Cactus y la Rosa”, en el que físicamente parece un cuento, pero con frases con rimas internas que le dan un ritmo muy musical. Hablando del contraste entre las rimas más académicas y las más libres, creo que prefiero mil veces las libres, menos encorsetadas y forzadas, donde me parece que el poeta se permite más jugar y pasárselo bien creando. Pero por supuesto, éstas han sido minoría.

Me han gustado por lo general las imágenes que se crean en determinados poemas dedicados a lugares. Sin conocerlos, sin haber estado allí, se transmite de forma muy vívida lo que significan para el autor. Aunque tampoco he podido evitar pensar que podrían dedicarse los mismos versos a tantos otros lugares que quizá le faltaba marcar algo más su personalidad.

Una curiosidad es que los poemas están ordenados cronológicamente, no por temas. A medida que vamos pasando páginas nos encontramos estados anímicos muy variables y reflexiones sobre tópicos muy diversos (amor y desamor, paso del tiempo y la muerte, paisajes y recuerdos, homenajes y fantasías…). Esta falta de clasificación puede resultar algo rara al principio, pero no es de extrañar completamente: un libro de poesía, si se trata de una poesía de verdad, que surge del interior de uno, no deja de ser una autobiografía en verso.

Así sucede al menos en este caso, en el que Henri Berger Martín recoge su producción literaria desde los 13 años. Y es que Henri nació en 1998. Confieso que cuando me di cuenta de que le sacaba 15 años al autor me he llevado las manos a la cabeza: aunque no tuviera la impresión de estar leyendo a alguien mucho mayor que yo, por los temas que trataba, no creía que fuera tan joven. Y sin embargo, a medida que iba avanzando en la lectura, sí me daba cuenta de la intensidad con la que se viven ciertos capítulos que el tiempo acaba relativizando, dejando más evidencia de su juventud de la que pudiera parecer ojeando el índice. El autor ha vivido en España y Francia, por lo que el libro contiene poemas en castellano y en francés, aunque estos últimos se encuentran traducidos también al final del libro.

Sobre la edición del libro, me ha sorprendido (para fatal) encontrar faltas ortográficas (algún acento despistado, o una diéresis para marcar un hiato forzado) y sobre todo rimas falsas, que es como llamo yo al intento de rimar “secuestran” con “arrastran”… También me ha parecido tramposo pedir la magnanimidad del lector para juzgar al poeta y el hecho de añadir una carta dirigida al editor amigo que no quiso publicar su libro.

Con este libro, yo esperaba entrar en un templo, pero ha acabado siendo un piso de estudiantes: la fachada (las imágenes, la sonoridad) estaba muy trabajada, pero le falta algo de limpieza por dentro… Sí, ha habido poemas que me han gustado, pero la inmensa mayoría los he leído “por obligación”. Al libro en su conjunto le faltaba algo y no sé identificar un “algo” concreto: para mí, le faltaba vida, emoción. Creo que es muy difícil emocionar con todas las páginas de un libro, pero si el libro es de poesía, ¿no debería hacerlo? Algunas poesías parecen incluidas para cumplir el expediente, como si dijera “mira lo que escribí cuando me dejó mi novia”, pero no acaba de conmoverme… No descarto volver a leer a Henri en el futuro, pues me produce curiosidad hacia dónde puede llegar, siendo tan joven, pero lo que es este libro… no lo recomendaría.

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Hotel de las Musas

Ann Kidd Taylor

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Valoración: ★★★★

Entre el mar y la literatura

Tras leer la contraportada pensé que me encontraría con la típica historia de la chica que tiene que elegir entre su ex y la posibilidad de una nueva relación, pero en el Hotel de las musas hay bastante más… Para empezar, su protagonista Maeve no es nada convencional: de pequeña le mordió un tiburón y, en vez de quedarse muerta de miedo cada vez que volvía a ver uno, se quedó fascinada por esa especie. Esa afición acabó siendo la pasión de su vida, hasta llegar a convertirse en una reconocida bióloga marina que centra su investigación en tiburones de todo el mundo. Al final, su relación con los hombres es un poco secundaria, porque su gran amor es el océano. De hecho, además de la trama amorosa, destaca una línea argumental secundaria relacionada con una caza ilegal de tiburones que Maeve se toma como algo personal.

A mí nunca me habían llamado especialmente la atención el submarinismo, las playas paradisíacas o la preservación de la fauna marina, pero la novela lo presenta todo de una forma tan didáctica que me parece una gran labor de divulgación para este campo y me ha llegado a interesar muchísimo. Por otro lado, gran parte de la novela está ambientada en el hotel que le da título en la versión española, el Hotel de las musas, regentado por Perri, la abuela de Maeve. Se trata un oasis literario para disfrute de los amantes de la lectura, pues cada habitación tiene el nombre de un autor, se organizan montones de eventos temáticos y hay miles de guiños y referencias que te sacan una sonrisa cuando las reconoces de primera mano. Por no hablar del libro que su hermano escribe sobre ella… Así pues, podemos enmarcar la historia de Maeve entre el mar y la literatura.

He de reconocer que al principio me daba un poco de miedo por dónde iban los derroteros de la novela: parecía que la vida de la independiente y fuerte Maeve en realidad giraba en torno a los hombres: Daniel (el ex y ahora cocinero del hotel), Nicholas (el nuevo posible amor y colega de profesión), Robin (el hermano gemelo que odia los tiburones)… Pero no, por suerte no tardan en aparecer también personajes femeninos tan interesantes como su abuela Perri, una mujer especial que regenta el hotel de sus sueños, y Hazel, una niña con más carisma que el resto de los personajes juntos, a la que conoce un día en la playa y con quien fundará el Club del tiburón. La relación de Maeve con esta niña es de lo más entrañable del libro.

Algo que tienen en común Maeve y Hazel es la pérdida de un ser querido, un tema al que la protagonista que nos narra la novela va recuperando de vez en cuando, además de reflexionar sobre la compaginación entre vida profesional y familiar, el engaño y el perdón. Me ha sorprendido para bien la coherencia con la que Maeve iba tomando decisiones sobre su vida y sobre todo el hecho de que yo estuviera de acuerdo con ellas: aunque parezcan contradictorias al final de la lectura, en cada momento tienen toda la lógica del mundo.

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Hope

Wendy Davies

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Valoración: ★★★

Una historia con muchas historias

Hope es una historia sobre una niña que no podía escuchar las palabras. No es que sea sorda, simplemente no es capaz de escuchar lo que dicen las personas: sólo oye los ruidos, la música… Hasta que conoce a Joseph, en el teatro Serendipity. Con él descubrirá que no está sola, que hay personas en el mundo con las que sí se puede comunicar y acabará convirtiendo el teatro en su hogar. En los tres actos en los que se divide la novela, la veremos crecer hasta llegar a la adolescencia. De las tres partes, la historia de Hope (así se llama la niña) me interesó sobre todo en la segunda, cuando conoce a Marianne y al Chico Azul, y se amplía su círculo de conocidos.

Hope es una historia sobre la tristeza y el abandono. Hope dejó de escuchar las palabras cuando su hermano se suicidó o, como cuenta la niña, cuando él se fue al mar tras una sirena… Si la historia fuera triste sin más, no le pondría ninguna pega, pero intenta acarrear una moralina, apela a situaciones desagradables con palabras bonitas, y en general, creo que el resultado es una novela más triste que bonita. Pero lo que me ha molestado un poco es la falta de originalidad en algunos de sus episodios. Los capítulos de la novela son de dos o tres páginas cada uno y explican vivencias de Hope que pueden ser consideradas parte de un todo, o cuentos independientes, pero si analizas esas anécdotas, todas provienen de algún lado (novela, película, canción…) y por mucho que el marco general pueda resultar algo sorprendente al final, el hecho de pensar que estás leyendo algo que ya has leído antes, le resta mérito para mí.

Hope es una historia sobre una marioneta que está condenada a ser un espectador de la vida de la niña sin poder intervenir. Desde su punto de vista no humano, nos explicará todo lo que le sucede a la niña desde que se encuentran en el teatro Serendipity. Es el narrador de la novela y lo veremos juzgar, animar, reñir y tomarle cariño a Hope y a todos los que se cruzan con ella, pues la niña, incluso ya de adolescente, siempre la llevará encima. Las intervenciones de la marioneta, a quien Hope llamará Wave, me llegaron a cansar un pelín. El hecho de hacer hablar a un objeto inanimado y que sus palabras sean inútiles, porque su interlocutor no lo escucha, puede hacer gracia en determinadas ocasiones, pero creo que en este libro se abusa de ello. Hacia la tercera parte creo que ya no lo hacía tanto o quizá ya me había acostumbrado, y la lectura se me hizo más amena.

Hope es una historia sobre un grupo de artistas inadaptados que buscan su sitio. Creo que este es el punto que más me ha gustado de la novela. Ver cómo gente con diferentes aspiraciones, con dones artísticas en diferentes disciplinas, se unen para acabar formando algo así como una familia. Aunque sigue siendo una suma de tópicos (hay que perseguir tus sueños; lo que nos hace diferentes es también lo que nos hace únicos; la unión hace la fuerza; la importancia de la esperanza…), me gustó su desarrollo. Es cierto que hay algunos hilos de la historia que podrían haberse detallado más, o encontrar un final más cerrado, pero al menos me pareció algo que sí me podía creer, y a esas alturas de la novela ya casi me había hecho a la idea de que no iba a aportarme nada nuevo. Con esto quiero decir que aunque haya tenido una lectura irregular, para mí ha valido la pena llegar al final y encontrarme una perspectiva diferente de lo que había leído hasta entonces.

Hope es una historia escrita por Wendy Davies. En realidad, es el pseudónimo utilizado por las jóvenes escritoras españolas Merche Murillo (Barcelona, 1989) y Fátima Embark (Gran Canaria, 1985). Ambas crecieron rodeadas de cuentos, se conocieron gracias a los cuentos y acabaron formando un tándem para crear sus propias historias. Desde entonces, no les ha ido mal y ya tienen publicadas, además de Hope, Recuerda que me quieres, Una estrella en mi jardín, Instant karma y Siempre será diciembre (Premio Gran Angular, 2017).

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El apartamento, de Danielle Steel

Danielle Steel

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Valoración: ★★★

La vida de cuatro mujeres que comparten piso en Nueva York

Cuatro mujeres que rozan la treintena comparten un piso enorme en el centro de Manhattan, una ganga que encontró Claire Kelly cuando estudiaba en la Escuela de Diseño y que fue compartiendo para costear el alquiler con quienes han acabado siendo ya no sus mejores amigas, sino su “familia escogida”. Tanto por el marco de la novela, el Nueva York actual, como por el concepto de “familia” que representa, había momentos que me recordaba a la serie Friends, siempre que a ésta le quitáramos el 95% de la comedia y dejáramos básicamente sus momentos idílicos. (Con Sexo en Nueva York no lo puedo comparar porque no he visto ni 5 minutos de la serie…)

Todas ellas tienen retos que superar en el momento en el que empieza la novela, cuando ya llevan unos años de convivencia y confianza. Claire está cansada de su trabajo en una empresa que no valora sus diseños más atrevidos, de manera que siente cohibida su creatividad. Abby ha dejado de lado su novela para trabajar con su novio, Ivan, un productor teatral que siempre le promete llevar a los escenarios su obra sin cumplir sus promesas jamás. Morgan tiene una relación estable con Max, el propietario de un exitoso restaurante, pero no quiere comprometerse con él, por el recuerdo que tiene del matrimonio horrible de sus padres ya fallecidos y por miedo a que acabe afectando a su carrera en las finanzas. Y Sasha es obstetra residente y con deseos de especializarse en partos complicados, así que en su vida no tiene tiempo para nada más…

Cada una de ellas tiene un ambiente laboral diferente, una trama propia, unas experiencias familiares previas que marcan claramente sus decisiones, y algo que me ha sorprendido es que son pocos los momentos en los que coinciden e influyen las unas en las otras. Presenciamos varias cenas entre las cuatro con sus respectivos acompañantes, cuando los hay, pero apenas he percibido que hablen de verdad entre ellas. Esto no significa que no lo hagan, es que en general hay pocas escenas dialogadas en la novela, y en concreto en esos momentos en los que coinciden, parece que esté a medio desarrollar, narrado todo en tercera persona recapitulando lo vivido por cada una de ellas en escenas anteriores, momentos que sí hemos presenciado de forma más directa.

El primer capítulo, por ejemplo, es una descripción de las chicas, sus objetivos y sus circunstancias, una por una, sin nada de diálogo, sin verlas apenas. Simplemente alguien nos explica lo que llevan puesto y cómo son, de qué trabajan, a qué aspiran en la vida… Pero es información que volverá a salir más adelante, porque cada vez que una de ellas se ponga un vestido nos recordará su estilo habitual; porque cada vez que una de las chicas se plantee tomar una decisión sobre algo, nos recordará por qué toma esa decisión, aunque nosotros en realidad ya tengamos toda la información previa. Esto hace que se vuelva todo bastante predecible, en el sentido de que se repite tanto la información, que sabes lo que hará que avance la trama sin pensar demasiado.

Por otro lado, estas repeticiones continuas unidas a su estilo sencillo y fácil de seguir, también convierte la novela en una lectura ideal para momentos en los que no quieras darle demasiado a la cabeza… pero en mi caso, que estoy acostumbrada o a un ritmo más rápido o a un ritmo más pausado y reflexivo, me ha resultado un poco insuficiente. Esto no quiere decir tampoco que no quepan algunas sorpresas en la novela, ya que habrá situaciones más trepidantes e inesperadas, pero aunque se agradece salir de la normalidad, al final estos episodios de más adrenalina quedan como anécdotas sin importancia, algo frívolas incluso.

Yo no definiría El apartamento como una novela romántica o chick lit, aunque el argumento y ciertos capítulos puedan recordarnos a algunas novelas o series por el estilo. Para mí, le falta sentido del humor para agruparla con Marian Keyes o Helen Fielding, y aunque sí haya relaciones a lo largo de la novela, tampoco se centra en sus aspectos románticos, narrándolas de una forma bastante realista y sin florituras. De las relaciones que aparecen en la novela, algunas acabarán bien, otras mal, así que hay un poco de todo y en la mayoría de casos, simplemente forma parte del aprendizaje personal de cada personaje. De todas formas, hubiera preferido menos protagonismo de los hombres en la novela, no sé por qué…

Lo que más me ha gustado es que cada una de las compañeras de apartamento tenga su propia identidad separada de sus relaciones, más centrada en sus carreras laborales, para demostrar que su felicidad realmente no depende de otras personas, sino de sí mismas. 

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Sin compromiso (Agente Tessa Leoni 2)

Lisa Gardner

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Valoración: ★★★★

Un reencuentro trepidante con Tessa Leoni

Al principio (sólo al principio), la novela me dejaba algo indiferente, fría ante el secuestro de toda una familia. El motivo era que el planteamiento me recordaba mucho al anterior libro de la serieY yo a ti más: en ambos, una mujer nos explica en primera persona lo que ha ocurrido en su casa, una situación extrema en la que se ve involucrada toda la familia. Por suerte, poco a poco vas descubriendo que no tienen nada que ver. La víctima que nos habla en primera persona ya no es Tessa, sino Libby, una mujer que se crió en un barrio pobre de Boston y que ahora habita una de las mansiones más lujosas de la ciudad gracias a la empresa de su marido, Justin Denbe.

Como en la novela anterior, esta conexión directa con los pensamientos de la protagonista hace que no tenga secretos para nosotros, al menos aparentemente. Mientras nos narra cómo tres comandos entraron en su casa sin ningún esfuerzo y los llevaron a una localización completamente impensable, también nos hace partícipes de sus miedos y recuerdos: hace unos meses descubrió una infidelidad de su marido y para mitigar el dolor provocado por la traición ella se ha convertido en una adicta a todo tipo de analgésicos. ¿Cómo superará su síndrome de abstinencia estando secuestrada?

Tessa la seguimos más de lejos mientras realiza su investigación. Cuando empieza la novela es contratada por la empresa de Denbe para localizar a la familia secuestrada y se encuentra con otros viejos conocidos de la policía de Boston, D.D. Warren y su equipo. He disfrutado mucho la aparición de este gran personaje y el acercamiento entre las dos policías con estilos tan diferentes pero que en el fondo tienen más en común de lo que se piensan.

El secuestro de la familia Denbe recuerda a Tessa al de su propia hija, Sophie, hace un par de años. Es increíble cómo esta mujer ha superado lo ocurrido hasta el punto de retomar con normalidad su vida y simplemente con un cambio de trabajo. No sé si por estar con ella en un momento menos tenso (aunque el secuestro de la familia es tenso, sí), o si por no saber exactamente lo que piensa, pero me he encontrado una Tessa más amable que en el libro anterior. El trato con su hija, en la que sí ha dejado más huella su secuestro, también dulcifica algo a la madre, pero esto tampoco evita que tenga sus momentos de mujer dura.

Al tener constancia de que los secuestradores han cruzado la frontera del estado, Tessa deberá colaborar con nuevos detectives: Wyatt, un hombre bueno como un trozo de pan que dedica sus horas libres de la policía de New Hampshire a la carpintería, y el equipo del FBI de Nicole Adams. Tampoco me esperaba que Tessa se encontrara en la tesitura de tener que formar equipo con alguien: en la primera novela, era “un lobo solitario”, una especie de superviviente que lograba lo que quería con medios propios; en esta novela la encontramos mucho más sociable, aunque por los interrogatorios que hace y que se le van un poco de las manos hacia temas más personales (esa entrevista con el esteticista de Libby, me encanta), se ve que fuera del trabajo tampoco es que haga muchos amigos, dedicándole todo el tiempo posible a su hija.

El caso sigue una línea de investigación doble. ¿Se trata de un secuestro por un tema personal o profesional? Los secretos de cada uno de los miembros de la familia y el hecho de que los secuestradores no pidan un rescate pasado cierto tiempo, puede hacer parecer que el caso tire por lo primero, pero los “informes” de los secuestradores, la forma de Justin de dirigir su empresa, los propios secretos de los trabajadores, pueden hacer inclinar la balanza por lo segundo. Por otro lado, si no hay una solicitud de rescate, ¿se trata acaso de una venganza? Esto obligará a Tessa a conocer muy bien a los miembros de la familia secuestrada.

Todos los personajes tienen una historia, y conoceremos detalles de unos más que de otros, pero me sorprendió acabar la novela pensando que había conocido muy bien a todos: la familia secuestrada, los compañeros de trabajo de Justin, Tessa y los diferentes equipos de investigación que la ayudarán, e incluso los propios secuestradores acaban resultando tener carisma. El equipo que perpetra el secuestro es muy profesional, y aunque no se entre en detalle de otros trabajos que hayan podido llevar a cabo antes, cada uno tiene unas características propias que han hecho que, sobre todo de la mitad hacia el final, disfrutara cada vez que aparecían (sobre todo Z y Radar).

A lo largo de la novela, además de tratar el caso de secuestro, se abre debate sobre ciertos temas: la corrupción, la infidelidad y las mentiras, la familia, la incomunicación, el dolor, las adicciones… Todo se va relacionando de una manera imperceptible, y todo acaba teniendo un papel dentro de la trama. Una vez más, el detalle con el que son tratados estos y otros temas, como los procedimientos de los diferentes equipos de investigación ante un caso de secuestro, revelan un proceso de documentación muy interesante que Lisa Gardner desgrana en los agradecimientos, como en el título anterior. Además, me resulta muy curioso el concurso que promociona la autora y que se llama “Mata a un amigo, mutila a un colega”, por el que puedes optar a poner nombre a algún personaje de sus novelas.

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Estás sola

Alexandra Oliva

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Valoración: ★★★

Un curso de supervivencia, un reality show, un guiño al fin del mundo

Me costó bastante entrar en la novela. El capítulo 0 es una introducción que releí bastantes veces en diferentes momentos sin lograr meterme en la sala de edición donde el montador y el productor conversan sobre los concursantes y se vislumbran las intenciones de la industria televisiva. No sé por qué me costó tanto introducirme en la historia, porque suelo pasar bastante de esos crípticos primeros capítulos que sólo se entienden una vez leída la novela, pero en este caso… es que no entendía nada. Se presentaban todos los personajes en una cabecera que no conseguía visualizar en mi cabeza: ¿quiénes son estos?, no los he visto en mi vida y me los presentan de una manera que no me dan ganas de conocerlos. Ni siquiera a Zoo, la supuesta favorita del montador. Qué apodo más absurdo, además.

Por suerte, al pasar al capítulo 1, la novela ya va tomando forma. Los capítulos irán alternando las vivencias de Zoo en primera persona algunas semanas después de comenzar el programa con ese narrador externo algo confuso del capítulo 0 que nos explica qué sucede desde el primer día en el que los concursantes llegan al bosque y se enfrentan a su primer Desafío por equipos. Cada una de las partes de la novela tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, pero creo que mientras al principio disfrutaba más con la trama del concurso, en la segunda mitad la fuerza dramática recae sobre la parte de Zoo. Y hay una tercera forma narrativa, casi anecdótica, que me ha hecho gracia y son los mensajes más populares de los foros sobre el programa, donde conocemos más detalles sobre qué saben y qué no saben los concursantes.

En los capítulos pares, los del narrador externo, me ha gustado encontrar las inevitables referencias a cómo presentan los medios de comunicación la realidad. Te explican lo que sucede delante y detrás de las cámaras y cómo lo ve el espectador final. Sin embargo, lo que comienza como un punto de vista interesante, acaba siendo algo repetitivo y pesado cuando ya llevas más de media novela, porque sí, ya lo hemos captado. Por lo general son más animados estos capítulos que los de Zoo, porque hay pruebas, más personajes y diálogo, y se ve la mano de los productores en lo que les ocurre.

Los monólogos interiores de Zoo, que explica también en presente su día a día tres semanas después de comenzar el rodaje, cuando ya está sola, se me hicieron más cuesta arriba al principio, pero me ha gustado su forma de contarnos lo que le sucede y piensa. El hecho de protagonizar ella sola media novela y destacar también del grupo en los capítulos centrados en el programa, hace que la conozcamos más que a nadie. La motivación de Zoo para entrar en el reality show (puedes esquivar lo que queda de párrafo si eres muy susceptible a los spoilers: aunque se diga bien al principio de la novela, he de reconocer que me gustó que me sorprendiera…) es vivir una última aventura antes de ser madre y verse abocada a la monotonía que le espera junto con su marido, que es quien realmente quiere tener hijos. Zoo tiene sueños recurrentes en los que se le escurren bebés de las manos y he de reconocer que me reí con algunas de estas escenas dramáticas, pero también aparecen momentos muy crudos a lo largo de la novela que lo convierten en algo más serio que unas cuantas pesadillas…

Zoo me ha acabado resultando un personaje más interesante de lo que pensaba por tres motivos: primero, la motivación que he explicado ya; segundo, por presentarla como una persona normal y corriente, sólo que muy competitiva, y por último, por su miopía. Sí, sí… Ya que está tan de moda hablar de la diversidad, decidme un protagonista de una novela que lleve gafas y no sea un empollón o un aprendiz de mago. Ya era hora de que alguien explique la angustia de depender de lentes para poder realizar actividades cotidianas y que esa persona tenga habilidades más allá de las intelectuales. Tampoco es que me sienta muy identificada en esto, porque por suerte tengo poca miopía, pero las limitaciones están bien reflejadas en la novela…

Por otro lado, tenemos la suerte de que haya más personajes interesantes, porque a veces necesitaba salir de la mente calculadora de Zoo y para ello venían al pelo los capítulos en los que se nos presentan las once personas con las que comparte programa. He de decir que me saturaron los detalles: las descripciones de los doce, cada uno con una profesión, una habilidad, un tono de piel diferente, un color asignado, unas herramientas que les regalan a cada uno, un nombre de pila, pero también un apodo dado por el programa, orientación sexual, religiosa… Demasiada información. Tiene puntos a favor, claro que sí: la diversidad está clara (desde un médico negro a un par de asiáticos, un par de personajes gay, un mestizo que no sabe qué casilla marcar en el apartado “raza” del formulario, un maltratador…), pero la forma de presentarlos me hizo entrar un poco de dolor de cabeza. Realmente hasta que no protagonizan algunas escenas importantes no te quedas con muchos de ellos, ni con los equipos que forman, y en este sentido, creo que más hubiera valido la pena retrasar las presentaciones hasta el momento en el que realmente ese personaje cobra cierto protagonismo que intentar decirlo todo al principio para no dejarnos nada… Aunque es tan sólo mi opinión; muchas veces el problema es mío por intentar entenderlo todo desde el primer momento, ya que no me gusta tener que volver atrás más tarde en busca de detalles olvidados.

A algunos de estos personajes me hubiera gustado conocerlos más. En el punto de la novela en el que se mezclan los dos tiempos, cuando la historia narrada alcanza a lo que nos explica Zoo, echo en falta un desarrollo más detallado de sus compañeros de concurso. Alguno de ellos recurre a las palabras mágicas que ofrece el programa para rendirse (“ad tenebras dedi”) y me sorprende la forma tan fácil de olvidarse de ellos después, sin dar algunas veces explicaciones de por qué participaron o por qué se marchan. De todos los concursantes, posiblemente con el que más podamos sentir algo de afecto es Rastreador, y el que odiamos con toda el alma es Exorcista. Y me da la impresión de que se podían haber explotado mejor ambos personajes.

Además de la crítica a los medios de comunicación y a los programas del tipo “Supervivientes”, me ha sorprendido encontrar un retrato de la sociedad norteamericana tan ácido, recriminando duramente el lema “Una nación ante Dios”, mostrando por un lado el claro ateísmo de la protagonista (algo que en Estados Unidos quizá también sea un toque original) y por otro lado añadiendo temas de debate social interesantes. Hipocresía, homofobia, racismo… digamos que no deja muy bien a los ciudadanos estadounidenses.

Por último, me ha gustado dejarme llevar por las varias posibilidades de final que se iban ofreciendo a medida que avanzaba en la lectura. Sin desvelar nada, puedo decir que desde el principio el lector tiene la información importante (si es que la puede asimilar entre tanto nombre, apodo, colores…) para darse cuenta de que el concurso está derivando en algo más grande, pero aun así me ha gustado entrar en la cabeza de Zoo y dejarme convencer por su análisis de lo que ocurre, claramente condicionado por sus vivencias personales.

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Dile a Marie que la quiero

Jacinto Rey

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Valoración: ★★★★

Vidas entrelazadas en la Segunda Guerra Mundial

En Dile a Marie que la quiero hay muchos personajes y tramas secundarias que me han parecido muy bien entrelazadas. Al principio, temí que el libro pudiera quedarse en un compendio de relatos sobre personajes que viven en la Francia de la Segunda Guerra Mundial, cada uno con muy diferentes circunstancias personales y opiniones variadas al respecto. Sin embargo, todas las historias quedan entramadas perfectamente con la vida de Marie y sus padres, convirtiéndose en una novela muy coral en la que cada uno de ellos aporta su granito de arena.

Pensaba también en un libro de relatos porque Jacinto Rey nos presenta la historia con un estilo muy cercano al del cuento, tocando la fibra en más de una ocasión, pero sin buscar el dramatismo. La historia de Marie es un drama: por su contexto histórico y familiar, por las personas con las que le toca convivir, por los “malvados” contra los que debe ser protegida… Pero en más de una ocasión se le quita hierro al asunto enfocando las palabras en detalles más optimistas y permitiendo ver una luz al final de ese oscuro túnel que fue el holocausto.

Esa luz viene en forma normalmente de unos personajes encantadores que van ayudando a los protagonistas de la historia. Tenemos por ejemplo a Paul Chevalier, la mismísima imagen del héroe, la perseverancia y la justicia que lleva también en sus espaldas el peso de una venganza personal; el cartero Robert y su vecina Maiwen, que me robaron el alma con su sencilla historia y que han conseguido que piense en ellos al acabar la novela como quien se acuerda de unos amigos que hace tiempo que no ve y espera que las cosas les estén yendo bien; la maestra de la niña,madame Rosier, forzada como Mathilde a luchar contra el antisemitismo sin ser judía para salvar a Marie de su injusta situación, o el ex prometido de Mathilde, Dieter, que al principio puede parecer un pelele cualquiera pero que a mí al menos me ha enamorado con sus actos.

Así como hay buenos muy buenos, en una novela de estas características no pueden faltar los malos muy malos. Hace poco, en una presentación de un libro, escuché a Ken Follet reivindicar la importancia de unos personajes malísimos a los que la gente odie porque ayudan a hacer avanzar la trama, ponen en situaciones complicadas a los protagonistas y hace que los personajes buenos brillen con más luz. En esta historia ese rol lo cumple a la perfección Henri Vancelle, un vecino de Paul que aprovechará la guerra para sacar de dentro todo lo oscuro que tiene y cuya vida también se acabará cruzando con la de Mathilde. Pero no es el único. En la novela se describen otros malos mucho más diluidos y realistas pero no por ello menos egoístas y crueles. Me refiero a los chivatos, a los ambiciosos y a los pusilánimes que se quedan sin hacer nada cuando tienen en su mano el poder de cambiar las cosas.

Jacinto Rey nació en Vigo en 1972 y estudió Ciencias Económicas entre España e Inglaterra. En las dos últimas décadas ha vivido y trabajado en Alemania y Francia, algo que le habrá servido y mucho para la documentación de su sexta novela, Dile a Marie que la quiero. Antes de introducirse en el tema de la Segunda Guerra Mundial, Rey ha escrito sobre la colonización española en América del Sur en El cirujano de las Indias y también ha hecho su incursión en el género policíaco con la trilogía de la inspectora holandesa Cristina Molen.

Por cómo está narrado, entiendo la comparación de Dile a Marie que la quiero con La ladrona de libros, que también se basa en la vida de una niña en el contexto de la Segunda Guerra Mundial pero sin entrar en el campo de batalla. En esta ocasión la pequeña Marie apenas cuenta con 4 años y es ella la que debe ser protegida en vez de ser la salvadora de alguien como Liesel, pero comparte con ella la visión inocente con la que observa el momento histórico que le toca protagonizar, sin comprender muy bien lo que le está tocando vivir en ese momento. Por otro lado, la forma de narrar es bastante similar en ambas novelas: aunque en esta ocasión el narrador no sea la Muerte, sí que tenemos una voz omnisciente que en algunos momentos da la impresión de tener con ellos una relación más cercana de lo que sería un narrador tradicional. 

Dile a Marie que la quiero se estructura en capítulos cortos, y cada uno cuenta con un claro protagonista, saltando continuamente de una historia a otra, de un tiempo a otro, hasta que llega a haber algunos capítulos en los que no sabes de quién está hablando hasta el final.

Como ya he dicho, cada personaje tiene su propio bagaje. Nunca te quedas sin saber por qué alguien actúa de una determinada manera o sin sentido. De una forma sorprendentemente sintética, el autor nos transporta a esa época, nos describe cómo vivían y pensaban los personajes, hasta conseguir que te los creas. Sin duda, hay un gran trabajo de documentación sobre el contexto histórico y geográfico, porque aparecen detalles cotidianos (olores, recuerdos, sentimientos, rincones, canciones) que nos ayudan a vivir con ellos sus historias, aunque estemos separados por kilómetros y años.

Lo que más me ha gustado sin duda alguna, aparte de la gran galería de personajes y subtramas, es que haya personas dispuestas a arriesgar su vida por salvar la de una niña a la que apenas conocen pero en quien piensan como un símbolo de la inocencia, la bondad y la civilización, en contraposición al pensamiento nazi. No se rinden, no dan por perdida la guerra y luchan cada batalla. El final, que puede intuirse desde el primer capítulo, no es el más feliz de todos (ninguna guerra tiene final feliz, ni para vencedores ni para vencidos), pero a mí me resulta esperanzador, aunque haya alguna baja que considero innecesaria.

En cualquier caso, me he encontrado una novela muy redonda y me ha parecido un gustazo leer sobre la Segunda Guerra Mundial desde un punto de vista alejado del campo de batalla.

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