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El blog de Juan Carlos

España

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Libros y reseñas

Las pruebas que nunca existieron

César González Zamora

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Valoración: ★★★

Amor y corrupción en tiempos del Coronavirus

Luis Jarabo es un anticuario vallisoletano que pasa ya de la cincuentena. En 2024, que es el año en que nos encontramos al inicio del relato, está peleando por conseguir un documento que certifique haber superado la infección de la COVID19 cuatro años atrás. Necesita dicho papel para poder viajar junto a su marido David a la isla de Santa Cruz en las Islas Vírgenes. Aún la epidemia no ha desaparecido y los Estados Unidos exige un certificado sanitario de los últimos cinco años para admitir  turistas en su territorio. Luis superó la enfermedad con éxito en marzo de 2020 como confirmaron dos test con resultado negativo que le hicieron a los pocos días de haber ingresado en el hospital de su ciudad. Quiere un papel que lo refrende pero administrativamente, como reza el título de la novela, lo que busca es certificar unas pruebas que nunca existieron.

Nos enteramos a partir de esto de que España ha cambiado bastante, fundamentalmente se ha empobrecido pues el turismo, la gran esperanza y casi casi el monocultivo económico del país, no se ha recuperado como se pensaba con optimismo al inicio de la pandemia que ocurriría. Se ha impuesto la jornada laboral de 24 horas semanales en un intento de maquillar el enorme paro existente y los sueldos se han igualado mucho aunque fundamentalmente a la baja. En esta España, para nosotros del futuro cercano, el autor habla de una gran cantidad de asuntos muy interesantes por sí mismos pero que quedan sin desarrollar debidamente quizás, precisamente, por su gran número.

Aparece el asunto de la homosexualidad y la asunción normalizada de la misma no sólo por parte de la sociedad sino por los mismos homosexuales; a Luis Jarabo la idea de su marido de participar en el desfile del Día del Orgullo Gay le repele; junto a esto aparece el tema de la corrupción, quizás el más desarrollado de todos los que se tocan en el relato. Es una corrupción que viene del momento en que el Gobierno, bajo el estado de Alarma, asumió el control de todo el Estado y, debido a la serie de fiascos y errores de las primeras semanas, intentó maquillar los mismos a base de negar la realidad rebajando el número de contagios y de fallecimientos. No sólo fue una mentira continuada en los datos sino que también existió corrupción en los pedidos médicos realizados a China; algunas de las partidas pagadas a precio de oro llegaron mal y hubo que desecharlas, pero hubo pacientes que fueron tratados con las mismas a los que nada se dijo. En el propio ámbito sanitario se habla de la enorme falta de medios de protección que padecieron los trabajadores; de esto da fe David, celador en el Hospital donde fue ingresado Luis, siendo allí donde saltó la chispa del amor entre los dos.

La corrupción de naturaleza económica y política que se percibe en algún comportamiento anterior enfila hacia un nivel superior en el que la propia vida de una persona peligra como consecuencia de remover Luis Jarabo cuatro años después unas aguas que parecían tranquilas. La dignidad, la ética y moralidad personales por encima de cualquier otra cosa quedan de relieve y destacan en medio de una sociedad cuyos comportamientos son de dejadez, de postureo, de abandono de la propia identidad, de hipocresía, de mentira continuada. Y en esta hipocresía los poderes públicos y los políticos que detentan el poder salen muy mal parados en «Las pruebas que nunca existieron».

Podría concluirse que, en definitiva, toda la novela gira en torno a dos asuntos importantes, muy distintos entre sí, aunque coincidentes muchas veces en los procedimientos utilizados:

«El amor y la política son las dos artes que cambian la mentira en verdad; pero la primera lo hace por ceguera y la segunda por ambición»

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La búsqueda

Charlotte Link

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Valoración: ★★★★

Una vuelta de tuerca más en la serie de Kate Linville

Kate Linville, policía de Scotland Yard en la sede de Londres ha subido hasta Scarborough, localidad inglesa situada en el Mar del Norte próxima a Yorkshire, para solucionar un problema con los inquilinos de la casa donde vivió su niñez y que tras la muerte de su padre había alquilado. Resulta que sus arrendatarios se han marchado sin pagar dejando con serios destrozos la propiedad; ante esta situación ella se plantea sacar todos los muebles y ponerla en venta para así quitarse problemas.

La sorpresa para la sargento Linville viene dada por su reencuentro con el inspector jefe de Scarborough, Caleb Hale, con quien en un tiempo pasado tuvo la oportunidad, no bien aprovechada por su parte, de mantener una relación. Precisamente Kate está bastante preocupada al ver que pasan los años -ya está en la cuarentena- y su mundo de relaciones masculinas es nulo en la actualidad y bastante escaso hasta la fecha. En Londres antes de subir a Scarborough al asunto de la casa de su padre tuvo una cita con Colin Blair, un hombre de su edad a quien conoció a través de una página web de contactos entre adultos. La cita entre ambos fue en un pub londinense de Candem Street. Esta relación Kate – Colin, que tendrá importancia en el desarrollo de la trama, está presentada bajo un prisma humorístico muy de agradecer en un thriller como el que se desarrolla en el relato.

Sin casi pretenderlo, Kate se involucra en la investigación de las desapariciones ocurridas en la localidad. Ella piensa que la ocurrida en 2013, la de Hanna Caswell, seguramente sea obra de la misma persona. Este pensamiento le hará ir a ver al padre de Hanna, Jay Caswell, y también al chico que la llevó en su coche la noche de su desaparición y que fue señalado como principal sospechoso, Kevin Bent.

Charlotte ha puesto en pie esta vez un sinfín de personajes, cada uno de ellos con un amplio círculo de seres a su alrededor. Unos personajes, tan distintos y tan diversos, facilitan que en la novela se toquen muchos asuntos, algunos tan actuales como el del Brexit.

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El profesor Unrat

Heinrich Mann

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Valoración: ★★★

La novela que inspiró la película "El Ángel azul"

Estamos ante una historia que tiene muchos componentes autobiográficos. El personaje principal, el profesor Rat o Raat (términos que en alemán significan ‘consejo’ y ‘consejero’ respectivamente), popularmente conocido entre sus alumnos como Unrat (‘basura’) es un dictadorzuelo en el ámbito escolar del instituto de enseñanza secundaria de su localidad. Dicha localidad sin lugar a dudas está inspirada en Lübeck, la ciudad donde naciera Heinrich Mann en 1871; y el instituto tiene también su referente real en el Katharineum, centro escolar al que asistieron los hermanos Mann y en el que contra los deseos del padre, el senador Thomas Johann Heinrich Mann, Heinrich ni siquiera llegó a acabar el bachillerato. El ambiente despótico y abusivo por parte del profesorado del centro que sufrieron ambos hermanos queda patente en el personaje del profesor Unrat. De manera semejante a Heinrich, Thomas Mann en su magnífica novela coral, «Los Buddenbrook», dejó claramente reflejado el despotismo practicado en el Katharineum por maestros y profesores.
La deriva bohemia y vividora que toma la vida del profesor cuando es expulsado del Centro escolar es trasunto de la propia vida de Heinrich siempre de burdel en burdel manteniendo idilios con cantantes y artistas de cabaret llegando incluso a estar a punto de casarse con una de ellas. Fue nueve años después de ver la luz esta novela cuando el novelista se casaría, en 1914, con la actriz Maria Canová.

Se enfrentan en la novela dos mundos que conviven pero no se mezclan: el mundo ciudadano burgués y semiburgués representado en las familias de los alumnos del Katharineum y la bohemia de la farándula representada por la artista Rosa Fröhlich y/o el matrimonio circense de los Kiepert, compañeros en el escenario del cabaret ‘El Ángel azul’ donde actúan. El profesor Unrat que debiera ser el garante de evitar la mezcolanza entre estos dos ámbitos -y tal es su empeño inicial, al menos en apariencia- irá evolucionando a lo largo del relato desde esta primaria y digna función hasta desembocar en la completamente opuesta. El defensor de la moralidad ciudadana, el educador sin tacha, pasará de ofenderse hasta lo infinito cuando escucha a sus alumnos lanzar a su paso la palabra «basura» con que lo motejan a verse acunado por ella cuando la demi-mondaine artista Fröhlich entre amorosas carantoñas le dice «basurita mía«. Y también pasará de una labor orientadora y preparadora para la vida de sus alumnos a otra vengativa y canallesca propia de un misántropo que sólo desea el mal de éstos.

La acción tiene una duración de dos años. Dos años en los que los principales personajes evolucionan: el profesor íntegro pierde su integridad y de la luz de la cultura y sabiduría en que se encontraba -o debía encontrarse- pasará a la más tremenda oscuridad; por su parte sus tres bichas, -los alumnos Lohmann, Von Ertztum, y Kieselack-, también conocen cambios fundamentales: Kieselack, tras ser expulsado del centro educativo, acaba de cochero de carros que transportan cerveza; Von Erztum, el más enamorado de la artista Fröhlich, sufrirá un desengaño y junto a su familia deberá arrostrar las enormes deudas que el padre ha adquirido en sus cotidianas veladas de bailes y juegos de cartas en la casa de los Unrat; por su parte, Lohmann es quien mantiene durante todo el relato la actitud más íntegra de todos al estar sólo platónicamente enamorado de una mujer casada, la señora Sara Breetpoot, siendo él quien en un momento dado pondrá las cosas en su sitio con un golpe de autoridad.

Un epílogo clarificador y justificatorio
Esta novela corta en mi opinión no ha envejecido bien. Quizás por ello no ocupa en la historia de la literatura lugar de honor. Según la leía veía que avanzaba un poco a golpes, que no fluía la historia con la naturalidad propia de un relato perfectamente construido. Al finalizar la lectura de los 17 capítulos que la componen he leído el epílogo que figura en la edición de De Bolsillo que me ha hecho llegar Random House. Dicho epílogo está firmado por Luis Fernando Moreno Claros que lo titula ‘El profesor Unrat o una feliz recuperación‘; sin duda es lo que más me ha interesado del libro.

Luis Fernando Moreno Claros nos sitúa al autor debidamente dentro de la familia Mann. Al respecto insiste en las muy grandes diferencias entre los dos hermanos que cultivaron la literatura. La verdad es que ellos dos no se llevaban nada bien. Thomas Mann, totalmente diferente a su hermano mayor en todo, despreciaba la literatura de Heinrich por obscena y grosera; pese a esto en 1941, viviendo ya los dos en USA a donde consiguieron llegar escapando de los nazis que los perseguían en Alemania, Thomas hubo de reconocer que algunas de las novelas de Heinrich («El súbdito«, «La pequeña ciudad» o «El profesor Unrat«) anunciaban ya lo que iba a ocurrir en Alemania años más tarde.

«El Ángel Azul«
En mi opinión esta novela ha resistido el paso del tiempo y ha permitido recuperaciones editoriales como ésta que hoy reseño gracias a la película que en 1930 realizara el director Josef von Sternberg basándose en ella. Este film supuso el lanzamiento al estrellato de Marlene Dietrich en el papel de la cabaretera Lola-Lola, figura fílmica en la que el director y guionistas decidieron transformar a la artista Rosa Fröhlich de la novela en que se inspira. El éxito de la cinta fue absoluto.
El ambiente de sensualidad, el erotismo, la música, la amoralidad y la degradación en que se presentaba a Alemania dejaron boquiabiertos a los espectadores. Nació con esta película, encarnado en el icono de Marlene Dietrich, el mito de la vampiresa, de la mujer ‘vamp’, capaz de destruir a los hombres que se atrevan a relacionarse con ella. Que la actriz apareciese con los muslos desnudos fue algo, por desacostumbrado, que conmocionó a los espectadores. Que además, luego, la Dietrich fuese una activa luchadora contra el nazismo la elevó a los altares de la mitología popular. Hasta tal punto el film de Sternberg eclipsó a la novela de Mann que durante muchos años ésta se editó con el título de «El Ángel azul» en vez de con el suyo original, a pesar de las enormes diferencias que hay entre ambos productos.

Un luchador antifascista
De enorme interés me ha parecido conocer la premonición que en 1932 realizara Heinrich sobre la deriva que tomaría el Partido Nocional Socialista de los Trabajadores que crecía en la Alemania de Weimar con una fuerza increíble. El autor del epílogo incluye en el mismo un fragmento de un artículo escrito por Heinrich Mann que apareció publicado en un periódico local ese año. Previene allí a la ciudadanía sobre las verdaderas intenciones del Partido de Hitler del que dice que no era ni Nacional, ni Socialista, ni de los Trabajadores y que amenazaba con

«encarcelar a Büchner, Gutzkow o a mí. Muertos o vivos, poco les importa a quién mandan al paredón. Pero si la cosa se pone seria no se contentarán sólo con encarcelar, tendrán que gasear masas enteras; ¡si eso es nacional!

Increíble premonición y terrible acierto el que muestra el novelista en esta reflexión. Quizás esta oposición declarada y sin ambages frente al nazismo, haya sido, mucho más que sus calidades literarias, lo que ha mantenido vivo el nombre de este escritor. Precisamente por su declarado antifascismo y también por su denuncia de la doble moral de la burguesía contenida en sus tres novelas esenciales, los alemanes de la RDA lo invitaron a volver al país ofreciéndole el cargo de Presidente honorífico de la Academia de las Artes de la RDA. El novelista aceptó, pero no pudo realizar el viaje a Berlín porque la muerte lo sorprendió el 12 de marzo de 1950 en Santa Mónica (California).

Frases destacables

[cuando Unrat acude por vez primera al cabaret ‘El Ángel Azul’] «Comenzaba a estar de mal humor: tenía la impresión de haberse perdido en un mundo que era la negación de su propia persona, y en lo más hondo de su alma sentía repugnancia por la gente que jamás leía nada impreso, que acudía a un concierto sin siquiera haber leído antes el programa.» (ver cap. 5)

«También acudían ciudadanos más humildes como el arrendatario de Café Central y el estanquero de la plaza del mercado, que se sentían lisonjeados y ascendidos de clase social gracias al trato con lo más granado de la ciudad, que sólo era posible en casa de los Unrat.» (ver cap. 15)

[en el juicio] «Escupió de nuevo la historia del malogrado tío de Von Erztum y sacó a colación también la petulancia de las familias patricias de la ciudad, gente sin ideales y apegada tan solo al dinero, y el empleado portuario víctima del alcohol que Kieselack tenía por padre.» (ver cap. 11)

«Unrat era fuerte; sólo le faltaba ser feliz» (ver cap. 16)

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Más cerca aún

Natalie Daniels

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Valoración: ★★

Un best seller con todas las letras

Estamos ante una historia escrita por una mujer y dirigida esencialmente al público femenino. Esto, naturalmente, no quiere decir nada, ni mejora ni empeora la calidad del producto. Pero en mi opinión si abusa de tópicos considerados propios de la mujer (los hombres son unos vagos, los hombres sólo piensan en acostarse con mujeres, los hombres no ayudan dentro del hogar en las labores domésticas, etc) entonces se escora peligrosamente del lado de una literatura facilona y que no va a cuestionar nada sino que va a aceptar sin rechistar todo lo que lleva muchas décadas bien asentado en la sociedad.

La historia que se presenta en esta narración es la de una psiquiatra, la doctora Emma Robinson, que en un centro psiquiátrico de internamiento debe decidir si una mujer allí recluída, Connie Mortensen, periodista y escritora profesional, está en condiciones mentales de enfrentarse a un juicio por intento de asesinato de dos niñas, una su propia hija Annie, y por haber atentado contra Ness, una vecina íntima con la que mantenía una estrecha amistad y cuya hija Polly es la otra niña contra la que atentó. Ella, Connie, no recuerda nada de nada.

Todos los esfuerzos de la Dra. Robinson tienden a provocar el estallido del recuerdo en la mente de Connie. Por eso en la novela a través de las entrevistas o sesiones de terapia que mantiene con la reclusa Connie la psiquiatra se remonta hacia atrás del suceso terrible que se le imputa para intentar así la recuperación de la memoria. Pronto Connie, que cuenta en 1ª persona estas sesiones de terapia, se encariña con la doctora a la que ve como una persona frágil y a la que como si del efecto rebote de un medicamento se tratara va a destapar en su interior el recuerdo de un penoso suceso acaecido seis años atrás y que desde ese momento, casi sin saberlo ella, le ha condicionado la vida.

Tres son pues las patas del banco que sostienen esta historia, y las tres son mujeres: Connie, la reclusa internada en un psiquiátrico; Ness, su amiga íntima; y Emma, la psiquiatra que intenta encontrar una explicación al terrible suceso que ha llevado a que la prensa califique a Connie como “la mamá monstruo” o algo así. Los hombres son escasos y como ya he dicho antes están en el relato sólo para reforzar la imagen de mujeres sufridas y/o engañadas de sus parejas. Son: Karl, marido de Connie y padre de Josh y Annie; y Si (Simon) el marido de Emma que es músico de orquesta. Quien haya llegado hasta aquí en la lectura preguntará: ¿Y qué hombre atribuimos a Ness? Pues ninguno en principio porque Ness es pareja de Leah, exitosa presentadora de televisión. O sea que en el abanico de estas tres mujeres la autora nos ofrece variedad de tipos femeninos: dos heterosexuales (Emma y Connie), una homosexual (Leah) y otra bisexual (Ness). No está mal.

Dado que nos movemos dentro de un espacio en el que la definición sexual tiene su importancia la autora dedica mucha atención a este aspecto. Ellas –sobre todo Emma– lamentan la obligación que tienen de atender los requerimientos sexuales de sus parejas, pero al tiempo se felicitan porque una vez pasado el trago quedan liberadas durante una serie de días. De otra parte hay mujeres como Ness que parecen disfrutar del sexo en todas sus versiones: sola, en compañía femenina o en compañía masculina, e incluso llega a fantasear con otras combinaciones eróticas quizás más estimulantes. Diríase que por su belleza y ademanes despierta el deseo en los hombres y mujeres que se le acercan. Es precisamente el sexo, una de las bazas que explotan estas novelas que buscan el aplauso fácil y la confortable aceptación popular. Aunque Natalie Daniels no se demora excesivamente en los aspectos sexuales es evidente que éstos pulsionan las conductas de los personajes, en especial las de ellas que parece deben estar siempre atractivas para ser aceptadas y deseadas por los otros.

Como cualquier best seller, en especial aquellos no muy logrados, los personajes son bastante planos, sin apenas evolución mostrándose tal cual casi desde el principio. Sólo Emma y Connie conocen cierta evolución que se nos va desvelando en el curso de las sesiones terapéuticas que tienen ambas. En estas sesiones se nos va desvelando que Connie sufre “chifladura psicótica bipolar” (sic en palabras de la propia Connie) por culpa del abuso de las benzodiacepinas que tomaba como si fueran caramelos y que le había recetado su doctora de cabecera., “una mamá pija del colegio a donde iban sus hijos”.

Quizás el asunto del consumo inmoderado de las benzodiacepinas sea la única denuncia social clara y más o menos bien desarrollada que aparece en el relato. El resto de asuntos -¡una infinidad!- que se tocan se hace de manera muy superficial en general: los embarazos entre adolescentes, la monotonía sexual en los matrimonios, la mala praxis médica en la receta de fármacos adictivos, el alzheimer, la menopausia, la hipocresía social («Adrián, el abogado solidario que defendía a las mujeres víctimas del tráfico humano pero frecuentaba a prostitutas”; o cuando al hablar de una pareja amiga, los Stevenson. Dice de ellos que “ se declaran antifascistas pero no soportan que nadie contradiga sus opiniones”), la islamofobia, los excesos de los ingleses en sus vacaciones en España, los ahogamientos de inmigrantes en el Mediterráneo, etc., etc.

Junto a los asuntos anteriores la fabricación del best seller que “Más cerca aún” es se realiza con alusiones a temas musicales y/o grupos conocidos por el gran público: grupos británicos de los 90 como «Babybird» o de los 70 como «Joy Division»; el canadiense Rufus Wainwright o los clásicos The Temptations, Ian Dury, Siouxsee, the Clash, the Cure , etc. En fin, musicalmente, hay para todos los gustos dentro de la música pop. La novela por este lado será del gusto de un amplio grupo.

De literatura he encontrado alusiones a Agatha Christie, Enid Blyton y Anita Brookner. Precisamente la novela que lee Emma en sus desplazamientos en metro o autobús es «Hotel du Lac» de Anita Brookner. Esta novela, que fue premio Booker 1984, plantea precisamente un asunto semejante al que Emma intenta lograr con Connie: llegar a la verdad superando las trampas y los obstáculos que una memoria reacia al recuerdo acostumbra a interponer. Estoy casi convencido de que esta novela de Anita Brookner está en la base de la génesis de la de Natalie Daniels.

En cuanto al aspecto formal, la novela se distribuye en 20 capítulos que van alternando los de la narración en 1ª persona de Connie con los de narrador externo que protagoniza fundamentalmente la doctora Robinson. Otro narrador que aparece en el relato, sobre todo en los capítulos focalizados en Connie, es Annie, la niña pequeña de Karl y ella que muestra a través del Diario que ha escrito otras perspectivas de lo acontecido a los personajes adultos.

Del aspecto lingüístico de la novela poco puedo decir al tratarse de una obra traducida, pero respetando la labor de Neus Nueno, su traductora, diré que el vocabulario que la autora utiliza es en ocasiones por demás cotidiano; con el vago deseo de ser duro y directo hace uso de términos vulgares muy extendidos lo que sin duda agradará a un número amplio de lectores (‘jiñar’, ‘polla’, ‘follar’, ‘cagar’, ‘mierda’…). Pero igual que echa mano de vulgaridades, recurre otras veces a cursiladas lingüísticas como cuando al hablar de la Dra Anita Rhys Evans, madre con la que Connie ha coincidido en la guardería y colegio de sus hijos dice que su hija Hannah va a un colegio pijo (“colegio para Niñas Santa Pija del Pino”) mientras que Josh va a la «Academia Pública del Público de la esquina«; o cuando hablando de la atracción que generaba Ness, Connie dice que «ella jugaba en otra liga”.

En mi opinión estamos ante una novela despropósito en la que todo se reduce a pura acumulación sin orden ni concierto y que llega al culmen cuando para alcanzar el punto climático del relato hace acopio de todo lo que puede en opinión de la escritora causar zozobra o cierto espanto en los lectores: sangre de menstruación que corre muslos abajo, más quemaduras de salfuman que arden sobre la piel, más drogadicción por benzopiadinas, más locura transitoria, más bipolaridad, más…¡¡Demasiado!!

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Lo mejor de ir es volver

Albert Espinosa

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Valoración: ★★★

El futuro por duro e inhóspito que pueda parecer siempre estará en nuestras manos

Pensaba encontrarme en esta novela con un asunto de corte hospitalario semejante a aquellos con los que en mi cabeza yo tenía ubicado al autor. Sin embargo no ha sido así. En esta novela de poco más de 200 páginas Albert Espinosa nos ofrece, contra todo pronóstico, una historia de amor, perdón y reconciliación. Digo que contra todo pronóstico porque de entrada ver que una anciana de 100 años  está en la Barcelona de 2071 esperando la llegada a su casa de un robot que ejerce la función de ‘doctor del final‘ me llevaba a pensar que estaba iniciando una distopía clarísima. Pero no, la novela no es una distopía en el sentido de sociedad ficticia completamente indeseable en sí misma. 

Estamos en una sociedad futurista en la que ha habido muchos cambios respecto a nuetro actual hoy: Es una sociedad totalmente robotizada en la que hay robots para ayudar al suicidio (“conciliadores del suicidio”), para acompañar y ayudar en el momento del tránsito final (“doctores del final”), la muerte próxima es conocida cuando se produce la activación del “gen de los treinta días”; es una sociedad hiperindividualista en la que los humanos se revisten y se aislan unos de otros mediante un “campo de energía” propio; una sociedad que premia a los centenarios otorgándoles como regalo la posibilidad de elegir tres personas de las que vengarse a través del llamado “karma artificial”. Es un mundo en el que los perros se han extinguido, la esclavitud ha desaparecido, existe la teletransportación por la que bastan veinte minutos para ir de Barcelona a la isla de Ischia, los robots tienen la posibilidad de replicarse y así conseguir hacer realidad el don de la ubicuidad por el que al mismo tiempo que en Barcelona puede Troy -el robot protagonista de la historia- estar en Miami o en otro lugar que desee…  

Sin embargo a los lectores nos sucede, según van pasando las páginas, lo mismo que a la centenaria Rosana: nos reconciliamos con este futuro que cada vez vemos menos indeseable al observar en él elementos esperanzadores como la relación de afecto, de empatía, desarrollada entre ‘ella‘ y ‘ello‘. Así es como respectivamente, al sentirse tan distanciados entre sí, se denominaban y se percibían los dos personajes protagonistas, que poco a poco irán acercándose afectivamente. De no llamarse por sus nombres o recurrir al usted distanciador estos dos seres comenzarán a hacerlo de ‘tú’ por parte del robot y por el nombre propio de Troy o de Henry, el hijo de de 13 años cuya apariencia externa demandó la anciana que adoptase la máquina que le enviasen a su casa.

No quiero desvelar nada del asunto que se dirime en la novela, no quiero destriparla, hacer spoiler como dicen algunos con anglicismo que me disgusta. Sí diré que en mi opinión Albert Espinosa tiene en su cabeza un Lector Ideal al que dirige su relato, un lector que -pienso yo, aunque podría estar completamente equivocado- es un adolescente de entre 13 y 18 años al que el escritor quiere inculcar una serie de valores (en cierta manera ya tópicos en estas novelas de destinatario juvenil) que le gustaría que asumiese e integrase en su evolución: luchar contra la discriminación y abusos sufridos por mujeres como Rosana por parte de hombres que las maltratan y esclavizan; la necesidad de perdonar; la importancia de la familia (“Tener una madre que te quiera hace que todo cobre sentido”); la necesidad imperiosa de aplicar la justicia (algo bárbara, por cierto, pero implacablemente justa, eso sí); denunciar la desaparición de especies animales; valorar la importancia que la literatura y el cine tienen para el desarrollo de nuestro modo de entender la vida: las referencias a Antonio Machado y a algunas películas [“todavía existían los escenarios donde se rodaron las dos versiones de ‘El talento de Mr. Ripley’ (la de Alain Delon y la de Matt Damon) y aquella maravilla de ‘¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre’” (cap. 9)] cumplen esta función; entender y aceptar que la vida es una continua sucesión de pérdidas; valorar la idiosincrasia cultural a la que pertenece el lector, etc.

Respecto a lo señalado al final del párrafo anterior es evidente que Albert Espinosa centra toda su atención en la cultura catalana. Así la acción transcurre en Barcelona en escenarios como el cementerio de Montjuich, el tanatorio de Les Corts, el estadio del Barça que en la fecha de 2071 ya se denomina ‘estadio Messi‘; la fecha del cumpleaños, 23 de abril, Sant Jordi, es el Día del Libro y la Rosa, día en el que se aúnan en Cataluña la celebración de la cultura con la del amor… Rosana antes de morir y ya enchida del amor que se le ha negado en vida ansía regresar a Barcelona y recorrer Las Ramblas para visitar los puestos de libros donde también se venden rosas:

«Estuvimos horas caminando por Barcelona y disfrutando de ese día. Subimos y bajamos sus Ramblas tantas veces… Miramos puestos de libros, compramos rosas y recordamos otros tiempos en que sus antepasados habían pisado esas mismas calles.
Madre estaba pletórica. La vi disfrutar tanto ese día… Realmente Sant Jordi es un hermosos día dedicado al amor. Nunca había visto tanta gente disfrutar y amarse. Esa ciudad supuraba emoción» (cap. 16)

En cuanto a la forma hay que señalar que la novela es muy sencillita. Son 16 breves capítulos titulado cada uno de ellos con una frase, entresacada del mismo, que resume el tema que en él se desarrolla. Dentro de cada capítulo suele haber dos planos discursivos: el de la viejecita Rosana, escrito en tipografía tradicional, y el del treinteañero robot, Troy, escrito con una tipografía que recuerda la propia del mundo digital. En dos ocasiones introduce una tipografía similar a la manual para presentar dos cartas que son importantes en la novela para el desarrollo de la historia. Es interesante en los dos relatos en contrapunto -el de Rosana y el de Troy– observar cómo según avanza la novela se van  acercando hasta concluir fusionándose en sólo uno. Sin duda esto es un acierto.

Lo mejor

De esta novela yo destacaría la denuncia que hace del machismo, sobre todo cuando la efectúa referida a la mujer artista (Rosana era pintora) que ve su obra robada por un hombre. A mi memoria a través del caso de Rosana vienen otros casos como el de Camille Claudel y su amante Rodin, el de Colette que escribía relatos sicalípticos que firmaba su marido, o, entre nosotros, el de María de la O Lejárraga, esposa del escritor Gregorio Martínez Sierra, artífice de casi la totalidad de la obra literaria de éste. También he recordado esa película relativamente reciente, “Big Eyes”, dirigida por Tim Burton, que plantea este tema de la apropiación indebida de la Obra artística. 

Me ha gustado el culturalismo, muy bien integrado por el autor en la narración. Cuando Rosana habla del dolor que a ella le ha supuesto la muerte de su hijo Henry, recuerda las opiniones que su fallecido marido vertía acerca de la positiva función que hacer literatura tuvo para algunos escritores. En concreto cita “Mortal y rosa” de Francisco Umbral, y lo fundamental que resultó para este periodista y escritor su escritura en la superación del duelo; lo mismo -dice- le sucedió a Philip Roth con “Patrimonio”, esencial para superar la desaparición del propio padre; y también a él mismo, Albert Espinosa, escribir “Mundo amarillo” le sirvió para superar las pérdidas y convertirlas en ganancias. 

Lo menos bueno

En esta distopía hay momentos que te despiertan –mal en mi opinión- de la ensoñación ficticia. Así me ha sucedido cuando Rosana, el personaje protagonista de esta narración que transcurre en 2071, recuerda nada más y nada menos que un episodio de “Verano azul” titulado ‘El bautizo del odio’. ¡Cling! ¡Madre mía, qué caída en el vacío, esa serie tan recordada se emitió en 1981! A mí me pareció al leer esto que, además de caer en un lugar común, la verosimilitud hacía aguas dados los 90 años que separan ambas fechas. Semejante sensación de anacronismo, de inverosimilitud, se activó en mi cabeza con las referencias que se hacen a la pervivencia aún de los decorados utilizados en el rodaje de esos títulos de películas -citados algo más arriba en esta reseña- al haberse realizado las mismas en los años 1955, 1972 y 1999, o sea, alguna de ellas más de un siglo de tiempo atrás.

En cuanto al uso del idioma se detectan en la narración algunos defectos que, entiendo, siempre deben soslayarse. Me refiero a una sistemática incursión en el adequeísmo, vicio lingüístico que desluce mucho un escrito: “No había dudas que volver a tenerle era un castigo que se había convertido en mi bendición”. También se confunde frecuentemente en la escritura la conjunción adversativa “sino” y la construcción conjunción condicional ‘si’ más adverbio de negación ‘no: “si no”. Por último otro error de lengua es el de la clamorosa impropiedad en que incurre en el capítulo 14 dando a un vocablo un significado inapropiado existiendo en el idioma otro término más pertinente: “que la llevara aquí” en vez de decir “que la trajera aquí’ habida cuenta de que se está refiriendo a persona y no a cosa.Y también allí mismo su redacción no hace un uso correcto de la ‘consecutio temporum’: “El aceptó enseguida. No sé si por la borrachera o porque necesita agarrarse a un clavo ardiendo”. 

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Las cenizas de la inocencia, de Fernando Benzo (Plaza & Janés)

Fernando Benzo Sainz

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Valoración: ★★★★

Una novela picaresca en la España del estraperlo

El escritor

Fernando Benzo es un escritor relativamente reciente si bien sus comienzos se remontan a la edad de 24 años cuando publicó su primera novela, «Los años felices», que ganó el Premio Castilla-La Mancha. También leo que cinco años más tarde en 1994 se alzó con el prestigioso premio Kutxa-Ciudad de Irún con la novela «Mary Lou y la vida cómoda», y que desde ese espaldarazo su carrera como novelista ha sido un no parar: «La traición de las sirenas» (1999), «Después de la lluvia» (Premio Ciudad de Majadahonda 2002), «Nunca repetiré tu nombre» (2012) y «Los náufragos de la Plaza Mayor» (2014).

Pero no sólo Fernando Benzo se ha circunscrito a la narrativa, también ha hecho sus pinitos en otros géneros como el teatro, con la obra «Scottie» (Premio de Teatro de la Northeastern Illinois University de Chicago), o el relato de no ficción con «Héroes inesperados». Es, pues, Fernando Benzo Sainz un escritor con una obra literaria consolidada. Yo lo he conocido, como ya he dicho, por una casualidad radiofónica, a la que, además, vino a unirse otra que fue que la editorial Random House a través de ‘Edición anticipada’ me ofreciera su última novela. Naturalmente me apresuré a aceptar la gentileza pues ardía en deseos de contactar con este escritor. Y la experiencia ha sido muy grata para mí.

La novela: “Las cenizas de la inocencia”

Primera novela que leo de Fernando Benzo. Me ha gustado por muchas cosas, en primer lugar por la historia que presenta: la supervivencia de unos seres populares en una España de posguerra que convivía con la hambruna y el estraperlismo. La novela enraíza con la picaresca más auténticamente española. El narrador en primera persona, Emilio ‘el Monaguillo’, es un niño de poco más de once años que ansía quitarse el hambre y ayudar a su madre, Marita ‘la Olorosa’. El azar, la casualidad, viene a hacer que Emilio en una correría infantil, consistente en entrar a robar leche para luego revenderla ,tope con Nico, un muchacho mayor que él que tras evitar el robo se hace amigo de Emilio de quien le ha agradado su arrojo y buena disposición para emprender nuevas aventuras. Este Nico, pasados unos meses, pondrá al bueno de Emilio en contacto con Matías Sampedro, auténtico moderno Monipodio, que controla en gran parte el estraperlismo que nutre Madrid en esos años cuarenta de hambre y cartillas de racionamiento en que está situada la anécdota. Emilio comenzará a hacer trabajillos para Nico y poco a poco debido a sus buenas cualidades y buena actitud Sampedro le irá encomendando acciones más arriesgadas. Pero el Madrid de bajos fondos no sólo lo mueve Matías Sampedro; también hay un constructor primerizo lleno de deudas, Jorge Lanza, que va a conseguir reflotar, gracias a la gestión que del estraperlo hará, la empresa de construcción que su mujer, Eulalia Armendáriz ha puesto en sus manos .

Estos dos personajes vienen a coincidir todas las noches en un club madrileño, el Dixie, que gestiona con acierto y muy buen gusto musical Raimundo Giralda. El Dixie, local totalmente ficticio, se ha hecho un hueco en la noche madrileña de las salas de fiestas dominadas por el Pasapoga gracias, entre otras cosas, al jazz que toca una banda de músicos reclutados con acierto por Giralda, el propietario del local, en el mundillo musical de la época, pero sobre todo su éxito se debe a la cantante, Asia Luján, de esta jazz-band. Matías Sampedro es un enamorado de este estilo musical de procedencia norteamericana y por eso todas las noches ocupa un reservado en el night club. También Jorge Lanza, si bien por motivos más relacionados con la entrepierna, acude a otro de los reservados donde ríe y gestiona sus pillerías, negocios y conquistas amorosas.

En este micromundo que es el night club están todos los constituyentes de la sociedad real española del momento: los delincuentes de cuello blanco (Sampedro y Lanza que en su momento entrarán en conflicto); los secuaces de uno y otro jefecillos provenientes las más de las veces, como Nico, de los repletos orfanatos o sacados del hambre habitual como Emilio (en este grupo de secuaces habría que incluir al Ruso, un sicario sin escrúpulos a las órdenes de Sampedro, y también a Armando Mosquera ‘el Tuerto’, ejemplo de adaptación al medio: delincuente y asesino, chequista en el Madrid asediado y en el franquista colaborador de los nuevos empresarios como es Jorge Lanza); las pobres chicas que para salir adelante ellas mismas y ayudar a sus familias se convierten en deseadas artistas en la noche madrileña (es el caso de Asia Luján, la cantante del Dixie, que cada noche al abandonar el local de la plaza del Carmen y cambiar su lujoso vestuario vuelve a ser quien es en verdad; Rosita Muñoz, la honesta chica que vive por la zona de Legazpi)… En medio de toda esta fauna variopinta hay un árbitro, una autoridad, que cual camaleón hace creer a unos y a otros que su función sólo es la de estar a su servicio, si bien según avanza la historia veremos que no es tan tonto el comisario Gante como Sampedro y Lanza pensaban.

La novela, por el asunto, es una novela negra que muestra los bajos fondos de la sociedad, la corrupción de quienes debían de vigilar que no se cometiesen delitos, la vida real de la España de esta segunda mitad de los años 40 llena de hambre, de cartillas de racionamiento de distintos tipos, de falsificaciones, de estraperlo, de palizas, de crímenes, de deseos reprimidos, de abusos de todo tipo… Al tiempo que la trama es soportada por personajes de ficción, éstos corretean por un Madrid real, histórico, un Madrid nocturno y musical en el que compiten estrellas de la canción española como Lilian de Celis, la bella Otero, Conchita Piquer, Carmen Miranda o María Félix, entre las artistas españolas, y Billie Holiday o Ella Fitzgerald entre las extranjeras. No cabe, en mi opinión, calificar este relato de novela histórica al quedar fuera del mismo los personajes históricos propiamente dichos: se sabe que estamos bajo la férula de Franco y su Dictadura, pero no aparece nombrada ninguna autoridad reconocida ni hay interacción alguna entre personajes históricos y de ficción.

Más bien situaría esta narración dentro del realismo costumbrista que tan buenos frutos siempre ha dado en nuestro país. Aparece el Madrid auténtico de la época, y no sólo en sus calles sino también en los negocios que se abrían en ellas:

Nico se había presentado hecho un pincel. Durante los días anteriores, había recorrido los alrededores del Dixie preparándose para la cita. Había estado en Galerías Preciados y en la Camisería Vergara, en Los Pequeños Suizos y en la sombrerería Zapater y ahora estaba allí, hecho un dandi con un traje nuevo, una impecable camisa blanca, zapatos de piel y un elegante sombrero con cinta de raso negra” (147, capítulo. 7)

También para situar el momento concreto en que la acción sucede el autor nos ofrece datos de época. Así por ejemplo dice que esto sucedía cuando en los cines de la avenida de José Antonio (la Gran Vía) se proyectaba “Los últimos de Filipinas” estrenada en España en 1945. También para calibrar el momento exacto podemos recurrir a que se va a iniciar la remodelación del estadio de Chamartín, que tuvo lugar en 1946, o que Quincoces en el momento era el míster del Real Madrid, algo que tuvo lugar en la temporada 1945/46 («Manolo le daba una y mil vueltas al indiscutible talento de Quincoces, al parecer antes un jugador excepcional y ahora un entrenador que llevaría a la gloria al Real Madrid, y de unos tales Ipiña, Prudente y Barinaga, unos prodigios con el balón según el barbero.», pág 241). También puede servir para fijar la época la emisión de billetes de 100 ptas. con la efigie de Goya en su dorso, billetes que vieron la luz en 1946.
«Gante se metió la mano en un bolsillo de la chaqueta, sacó un pequeño fajo de billetes y separó de él dos ‘goyas’, los nuevos billetes de cien pesetas emitidos con la imagen del pintor.» (pág 242)

Hay mucho de objetivismo en esta novela a pesar de que la narración esté puesta en boca de una primera persona, Emilio ‘el Monaguillo’. Esta 1ª persona narrativa es la predominante, si bien muta a una 3ª objetiva en ocasiones. Asimismo esta narración intradiegética cambia o alterna a la 2ª cuando la integra en ella viéndose el narrador como desde fuera de sí mismo:
“Quizá, al principio, cuando viajaban los trenes y cuando descubrí el Dixie y cuando Nico y yo nos hicimos no ya sólo compañeros de correrías sino amigos, habría elegido cualquier color radiante. Un color tan deslumbrante que con solo mirarlo te cegase por completo. Pero ahora ya no estaba tan seguro.”
El que la narración sea en 1ª persona es lo propio en una novela como la que Fernando Benzo ha escrito, una novela picaresca moderna. El tono del género es total en algunos momentos como el siguiente: “Y gracias a aquellas charlas en que se mezclaban por igual mentiras y verdades, también pude yo ir enterándome de quiénes eran los dos personajes más admirados e intrigantes de toda aquella exuberante fauna que llenaba noche tras noche el club Dixie.” (p.89). Cualquiera que conozca nuestra novela del siglo de oro reconocerá aquí al mismísimo Lazarillo de Tormes confesándose a ese ‘vuesa merced’ transformado aquí en el propio lector. Y por seguir con la analogía lazarillesca, al final del capítulo 11 se ve el paso del Emilio niño al Emilio adulto:
«Aquel fue mi primer pensamiento adulto. Mi primera decisión como hombre y no como niño. Y con aquella decisión quedó para siempre atrás la persona que había sido yo hasta entonces y comenzó la vida de ese otro yo, el adulto, que» […]
Estamos, pues, como en la mayoría de novelas picarescas ante una obra de aprendizaje, una novela de iniciación, un bildungsroman característico.

La novela, en mi opinión, tiene vocación de best seller, de buen best seller, me atrevo a decir. Contribuye a su bondad el ritmo que el autor confiere a la historia, con esos finales de capítulo que incitan a leer y leer, a no poder abandonar la lectura a fin de conocer en qué parará todo. Saber dotar de ritmo a una narración y conseguir captar absolutamente la atención del lector es mérito innegable no al alcance de todos. A esta captación del interés contribuyen dos elementos por encima de otros: el primero es el de un culturalismo literario poco complicado como evidencia el que se haga uso de imágenes lindantes con el tópico para caracterizar a algún personaje; en este nivel estaría el considerar al estraperlista Sampedro de ser un Robin Hood, para unos, y un Scrooge, para otros. Como se ve no se precisa ser muy leído para captar el sentido correcto de estas figuras.

De mayor nivel e interés es el culturalismo musical -en especial jazzístico- que Fernando Benzo demuestra y esparce por el relato. Se ve que domina el asunto y que es un diletante de estos ritmos sorprendentes, sin duda alguna, en una España que en esos años 40 musicalmente hablando estaba más por el cuplé y la copla. Es muy interesante la justificación que para aparecer en el relato realiza el autor: El jazz lo conoció Giralda en París de mano de su amigo americano James quien siguió la estela de Hemingway, Fitzgerald y Stein. Tras la liberación de París, este James le envía a Giralda con cierta regularidad discos de Louis Armstrong, Tommy Dorsey, Jessie Smith, Count Basie, Duke Ellington, las Andrews Sisters, Cab Calloway, la orquesta de Pérez Prado, Charlie Parker… Y él en su night club procura que su cantante, Asia Luján, entone estos temas tan distintos a lo que se podía escuchar en los tablaos, e incluso en el Pasapoga donde a lo más que se llegaba era al foxtrot o al swing tipo Glenn Miller que aunque ambos derivaban del jazz eran ritmos más admitidos por el gran público que los de los artistas citados antes.

Tiene para el novelista tal interés el mundo musical que muestra en «Las cenizas de la inocencia» que él mismo se ha ocupado de crear en Spotify la playlist de la novela. Es una playlist fantástica, que he oído durante la lectura de la narración y que me ha encantado. La coloco a continuación para que quienes, como a mí, os guste este tipo de música disfrutéis con ella.

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Ateos que creen en Dios

Andrés Montero

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Valoración: ★★

Con frecuencia los ateos son más practicantes que los creyentes

Dios me escucha, Dios está sordo, Dios no existe, a Dios le rezamos, Dios es una invención de los hombres, Dios no se hizo hombre, sino que los hombres hicieron a Dios; Dios es eterno; Dios es preexistente a todo; Dios es una utopía… Y asi, de esta guisa, son los XLI poemitas, yo diría más bien rimas, en las que Andrés Montero al cabo de las mismas viene a concluir con un lugar común más que aceptado por la comunidad de hombres y mujeres que habítamos el mundo: el único Dios auténtico es el Amor; Dios es Amor. Por ello,  por ese infinito amor que se produce entre los seres humanos «todas las madres ateas / son profundas creyentes en Dios / aún ignorantes de su fe / igual que los amantes esposos, / o las novias en pasión» (XXXIX). 

Bien es cierto que los géneros literarios que más se parecen entre sí son el del ensayo y el poético. Sin embargo existe en la Poesía una calidad inasible, difícil de explicar si no es a través del pensamiento intuitivo; una calidad que se apoya esencialmente en la ‘elisión’, en la ‘alusión’ y en la ‘elusión’. E incluso, por seguir con el juego de palabras, me atrevería a incluir también entre estos constituyentes poéticos la deseable ‘ilusión’. El ensayo, por su parte, está más en el deseo de sostener una idea, de defenderla con argumentos racionales, de apoyarla con sutileza pero con contundencia. Es esto segundo lo que yo creo ver en esta breve obra. Poco importa que toda la argumentación esté escanciada en XLI breves apartados, que podríamos llamar estrofas o rimas dado que están formadas por breves frases que llamaríamos versos o, casi mejor, versículos. ¿Pero en verdad estamos ante una obra poética? Ciertamente tengo mis dudas. No porque algo se escriba en breves líneas agrupadas en elementos asimismo pequeños podemos hablar de Poesía. Faltan muchas cosas, en especial, el ritmo, y también aquellos mecanismos retóricos que sirven para mediante desviaciones crear el lenguaje poético. Yo, al menos, no los he visto o sabido discernir.

En esta obra su autor se queda en la mera plasmación de la idea que sobre Dios él tiene y que se resume en lo siguiente: Dios no existe, es una pura creación humana. Los hombres recurrimos a esta idea inexistente cuando algo nos sobrepasa. Tan sólo una idea -dice Andrés Montero- salvaría a Dios, es la de «Dios es Amor».

Siempre me ha parecido paradójico el fuerte conocimiento que los ateos militantes tienen de Dios. Y no sólo esto, sino también la intransigencia con que exigen a los creyentes o seguidores de una religión que la practiquen. En este conjunto de estrofillas se percibe el profundo conocimiento que Andrés Montero tiene de una práctica religiosa: el cristianismo. Y se observa en el entreverado que realiza en algunas de las XLI rimas entre versículos creados por el poeta y otros tomados de oraciones de los cristianos católicos: «que estás en los cielos / Santificado sea tu nombre» (rima IV), «Ruega por nos / Santa Madre de Dios» (rima VI), etc.

Hay mucho conocimiento religioso en el poeta  y quizás también un desesperado deseo, inalcanzable e imposible, de que Dios exista. En este sentido mientras leía las rimas de Montero la poesía de Blas de Otero, en especial el brutal grito que se esconde en su poema «Hombre» acudía a mi memoria. Este grito desesperado lo he querido ver en la composición VII («por qué, por qué, cuándo / preguntando, reprochando / por qué, por qué me has / abandonado. Decepción.«). También, en general por todo el poemario, he querido ver la figura de Miguel de Unamuno en ese deseo de creer siendo racionalmente ateo. 

Desde el punto de vista literario hay momentos en que aparecen aciertos, destellos que justifican la lectura. Me han gustado algunas construcciones ciertamente afortunadas como cuando en XIV habla de un Dios gramatical «sin faltas de ortografía, / con sintáctica de imperativo / y domingos de guardar.» También creo que alcanza calidad poética en algunas de las imágenes del tipo «Dios es….» que por decenas abundan en el poemario, si bien cuando en XXX, en el ejercicio de su libertad creadora, llega a decir que «Dios es un error / en tiempo de compilación, / un código de programación / fallido al interpretarse / a lenguaje máquina, / al ser ejecutado en mente y corazón / por lento software biológico.» creo que el exceso le puede. Por último hay predominio de la adjetivación con preferencia por la de tipo bimembre; la rima XXXIV es llamativa en este sentido: ‘estrecha inteligencia práctica‘, ‘lo desconocido apàtrida y extraño‘ ‘anormal configuración irreal‘.  

Pero en conclusión este conjunto de frases, de versículos agrupados en XLI estrofas tiene más de contenido, de transmisión de una idea que de forma. En este sentido la rima XL expresa con claridad la idea que viene a defender el poeta-ensayista: [—–] / Amamos sin saber qué es amor / y por ello lo intelectualizamos, / por el amor nos unimos a Dios / sin conocer la esencia divina / y por ello lo antropomorfizamos / [—–] / Cada culto religioso es un poema / que conjuga a Dios con distinta rima, / una liturgia en la que reflejar / nuestros modos de pensar y sentir, / nuestros ideales de actuar.  Y lo que desde el principio yo me pregunto es ¿por qué en vez de utilizar la prosa ensayística para transmitir este pensamiento, el autor ha elegido la expresión poética?.

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La desaparición de Stephanie Mailer

Joël Dicker

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Valoración: ★★★

Veinte años no son nada si de resolver unos crímenes se trata

Diré en primer lugar que me acerqué a este relato empujado por el magnífico sabor de boca que hace ya algo más de cinco años dejó en mí «La verdad sobre el caso Harry Quebert» [leer reseña aquí], novela que lanzó al estrellato al escritor ginebrino. A renglón seguido debo añadir que cuando me puse a leerla me parecía que seguía en la misma novela anterior a la que el escritor habría dado un vertiginoso giro; quiero decir con esto que nada extrañé al engolfarme en la nueva historia pues la estructura empleada por el autor -tres grandes apartados en ambos relatos-, junto al amplio número de capítulos y de páginas que conforman el enorme volumen era muy semejante al de la novela que le abrió las puertas del éxito.

En ambos relatos estamos ante una enorme cuenta atrás. En el que comento cada uno de los capítulos está encabezado con el nombre del personaje narrador del mismo: Jesse Rosenberg para 2014 («Sábado 14 de julio de 2014. 14 días antes de la inauguración del Festival», por ejemplo) y Derek Scott para 1994 («Principios de agosto de 1994», por ejemplo), aunque no son los únicos pues otros los narra Anna Kanner, compañera de profesión, u otros personajes ya más secundarios como Dakota, joven adolescente algo despistada vitalmente, o Steven, director de la «Revista de Letras» de Nueva York que mantiene una aventura con una secretaria suya, etc.. Pero las situaciones temporales fundamentales son las de los dos principales narradores y los capítulos que protagonizan en primera persona van encabezados por el número de días que restan hasta el 30 de julio de sus correspondientes años, día que se inauguró el Festival de Teatro de Orphea en 1994 y que desde ese año nunca se ha dejado de celebrar.

La novela está dividida en tres grandes apartados: I. «En la sima» (28 capítulos), II. «Hacia la superficie» (25 capítulos), y III. «Elevación» (16 capítulos). Esta tercera parte, como es lógico, gana en ritmo al aproximarse el desenlace de la investigación; quizás por ello el orden de la cuenta llevada hasta ese momento cambia de sentido y de ser hacia atrás revierte hacia adelante marcando en cuatro subapartados (1. «Natasha», 2. «Desolación», 3. «El intercambio», y 4. «La desaparición de Stephanie Mailer») los centros temáticos de los mismos.

El thriller que la novela es comienza tal como finaliza con la desaparición de Stephanie Mailer, personaje que da título a la novela, pero cuya función en la misma es secundaria. Su desaparición hará que el caso de 1994 -cuatro asesinatos producidos el día de la inauguración del Festival de Teatro de Orphea- que se creía resuelto desde hacía tiempo se revele como asunto pendiente. Muchas incógnitas se abren ahora y la no menor es la de si el culpable señalado entonces, Ted Tenembaum, muerto tras una persecución policial, habría sido el verdadero asesino.

Los mimbres del relato son ciertamente atractivos, pero en mi opinión el autor estira mucho el chicle como si lo que persiguiera fuera aumentar el número de páginas. Se diría que un escritor de best seller como es él [recordemos que su primer gran éxito es prácticamente un manual de cómo fabricar un best-seller] no pudiera contentarse con un número de páginas inferior a las 600. Es por ello que, en ocasiones, la novela se me ha hecho un tanto tediosa. A este hastío contribuye no poco el excesivo número de personajes cuyas relaciones el novelista no se resiste a contarnos, resultando algunas agobiantes y sin interés alguno; igual que las excesivas reiteraciones y repeticiones que realiza en función del personaje narrador de cada uno de los capítulos; o el excesivo número de asuntos que Dicker toca siquiera sea de soslayo (machismo en la comisaría de Orphea que recibe a una joven, guapa y competente Anna Kanner; corrupción política; trata de mujeres; hipocresía social; la culpa; la función del crítico literario; las relaciones padres-hijos; las adicciones; etc., etc.); y también, claro, los engaños y trampas que nos tiende el escritor que por frecuentes provocan en ocasiones un cierto descreimiento en el lector hacia la historia narrada que corre, por ello, el riesgo de caer en la falta de verosimilitud.

En cuanto a recursos literarios es destacable la maestría con que el novelista maneja los dos tiempos narrativos principales -1994 y 2014- haciéndolos surgir no sólo en los capítulos narrados en 1ª persona por Derek y Jesse respectivamente, sino -¡y esto sí que me ha gustado!- haciendo que fluyan de manera muy cinematográfica según que la investigación avanza y vayan apareciendo personajes y circunstancias. Así cuando tal cosa sucede el narrador de 2014 cede su voz al personaje de 1994 sea quien sea éste, recobrándola de inmediato una vez «vista» esa acción en el momento temporal en que se realizó. Hay capítulos en los que el ritmo es tal que los flashbacks, aunque breves, abundan. Este recurso da mucha plasticidad a la novela, haciendo que los lectores ‘veamos’ in situ lo que sucedió.

Poco más puedo comentar respecto a aspectos literarios pues al haber accedido a la novela en formato de audio creo haberme perdido algunos de los elementos formales tan interesantes siempre, al menos para mí. Escuchar la novela, perfectamente transmitida por sus intérpretes (Víctor Velasco, Raúl Llorens, Nuria Mediavilla, Masumi Matsuda, Nerea Alfonso, Luis Posada, Gemma Ibáñez y Juan Carlos Gustems), me ha forzado a prestar una excesiva atención pero esencialmente al desarrollo argumental de los asuntos pues al ser dichos en inglés los nombres de los personajes, y ser éstos muchos y con relaciones entre sí algo enrevesadas, mi confusión sobre quién era quién en cada momento de la historia me ha resultado en ocasiones algo difícil. Por otra parte la velocidad de la palabra hablada apenas si me ha permitido quedarme con alguna frase de manera textual. Para hacerlo he tenido que volver hacia atrás (rebobinar) lo escuchado con la lógica pérdida de la concentración exigible en una lectura ‘tradicional’. Por ello pocas frases puedo destacar de relato tan extenso. Lo intentaré con dos o tres que consideré acertadas y realicé el pesado ejercicio de volver sobre lo escuchado, y también dos o tres que por repetirse en exceso hicieron que chirriasen en mis oídos.

Las buenas:
«Los críticos somos la policía de la verdad intelectual» (cap. 16). Son las palabras que dice un personaje, Meta Otrowski, que defiende la crítica literaria por encima de la creación.
«Un crítico no puede ser escritor ni actor -dice Ostrowski- ¿Pollock haciendo una crítica de Hopper? No se puede hacer la crítica de un arte que se ejerce» (cap. 31) Me ha llamado la atención fundamentalmente por ser un cuadro de Edward Hopper, ‘Sol de la mañana’, el elegido por la editorial Alfaguara para componer la portada de la novela en su edición española.
«Resultaba difícil diferenciar entre lo que era relato y lo que era ficción» (cap. 14). Reflexión hecha por Jesse Rosenberg tras leer la novela que Stephanie Mailer estaba escribiendo. En el fondo ésta es una de las constantes de la narrativa actual y de la del autor en particular.

Las que ya no me han gustado tanto:
«Tuvo que vomitar»
«Le entraron ganas de vomitar«
«Me dan ganas de vomitar«.
Este excesivo uso del vómito para referirse a momentos desagradables o poco confortables no me agrada nada. ¿Será así en la versión original? Y si no, ¿por qué este afán del traductor?

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Tigres de cristal

Toni Hill

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Valoración: ★★★

Un thriller psicológico impresionante

Esta quinta novela de Toni Hill es una novela negra de amplio espectro. La novela negra hoy día -coincido plenamente en esto con el escritor- es la más clara expresión de la novela social. Porque de social cabe calificar este relato que toca asuntos muy sensibles como el bullying entre adolescentes, la xenofobia, la inmigración y sus problemas de integración social, la marginación de homosexuales y transexuales, la violencia de género, la pederastia, las agresiones sexuales, la corrupción… En mi opinión un excesivo número de asuntos, importante cada uno de ellos por sí solo, pero que al apelotonarse en las escasas 217 páginas del relato tienden a diluirse y quedarse convertidos en poco más que meras anécdotas. Esta quizás sea la principal falla de esta novela.

Por lo demás la novela me ha parecido ciertamente interesante por su construcción: dos tramas argumentales separadas por 37 años y protagonizadas por unos mismos personajes: niños en 1978 y adultos con una mochila vital al hombro en 2015-2016. Las dos fechas son muy importantes sociopolíticamente hablando: durante la primera nació la Constitución española fruto del acuerdo y consenso políticos entre formaciones de muy distinta ideología; en diciembre de 2015 (también era diciembre cuando se votó la Constitución en 1978) España estaba pendiente de unas elecciones que se celebrarían el 20 de ese mes y que durante los meses siguientes demostrarían la necesidad de hablar y dialogar entre opciones distintas si se quiere sacar al país hacia adelante.

Por otra parte la novela se compone de 56 capítulos distribuidos en cinco partes. Aunque los diversos capítulos tratan temas en contrapunto que según avanza la narración comienzan a confluir hay dos personajes centrales en el relato: Juanpe, a quien una acción a los doce años de edad le ha condicionado toda su existencia, y Alena, una inteligente chica polaca que, como ya le ocurriera a Juanpe durante su infancia, sufre en el instituto ataques por ser distinta. Ambos personajes son los ejes en torno a los cuales se agrupan los demás. Cuando Juanpe y Alena confluyan lo mismo les sucederá al resto.

El número de personajes es ciertamente amplio, mucho más en el momento actual al haberse unido a los que ya existían en 1978 (los Vázquez, el Moco, el Cromañón, la familia Yagüe, el profesor Suárez…) otros nuevos nacidos o aparecidos en la vida de los primeros durante los años intermedios (Alena, Iago, Mercedes, los profesores del Instituto, los compañeros de Iago y Alena en el mismo centro, los padres de algunos de estos chicos adolescentes, etc.). En general podría decirse que la mayoría están bien conformados aunque en tan amplia galería haya algunos, en especial los que forman parte del submundo criminal que frecuenta Juanpe el ‘Moco’ (Conrado Baños el ‘Míster’, Rai, un juez corrupto, la prostituta Silveria…), que se ven incompletos al estar diseñados con apenas dos o tres rasgos ciertamente insuficientes.

Me ha gustado ese narrador en 1ª persona que se muestra al inicio en el prólogo pero cuya identidad rápidamente olvidamos hasta que él mismo participa como personaje y se visibiliza como quien está escribiendo el mismo relato que tenemos en nuestras manos. Esto de la novela haciéndose es un recurso utilizado con frecuencia últimamente con buen resultado pues consigue colocar a los lectores en la posición de co-personajes y de co-autoría. ¿Es este narrador-personaje, Ismael López Arnal, un alter ego de Toni Hill? No lo creo pero sí que hay  asuntos de su propia biografía que el escritor utiliza (por ejemplo, los dos han escrito hasta el momento cuatro novelas) aunque muchos otros son ciertamente diferentes (la familia de Ismael procede de la localidad pacense de Azuaga lo que no es el caso del novelista cuya pertenencia a Barcelona le viene de tiempo atrás, desde que un soldado inglés antepasado suyo se afincase en Cataluña). Sin embargo las dudas narratológicas y las reflexiones metaliterarias que el autor ficticio manifiesta y se hace sí que con seguridad son correlato de las que el propio Hill se planteará en su trabajo diario.

Por otra parte en ambas líneas temporales, la de los sucesos de 1978 y la de 2015-2016, la acción discurre de manera lineal sin saltos temporales dignos de mención. Solamente la lectura de capítulos del pasado y de capítulos del presente dispuestos aleatoriamente dan esa impresión de avances y retrocesos en el tiempo. No hay pues problema alguno para seguir la anécdota que se presenta e irla entendiendo debidamente.

La línea de 1978 fija su atención en esa emigración que durante los sesenta y primeros setenta llegó al cinturón de Barcelona creando conurbaciones formadas por bloques de pisos como la llamada Ciudad Satélite de Cornellá edificados con rapidez para acoger al ingente número de inmigrantes castellanoparlantes allí llegados. En esta ciudad Satélite vivieron su niñez los principales personajes del relato; y algunos en 2015 no habían podido salir de ella.

La de 2015, al estar situada fundamentalmente la acción en Cornellá, fija la atención en la sociedad catalana actual, fracturada y muy compleja, formada por personas de procedencias muy diversas y con pensamientos muy distintos sobre tantas cosas:

«Ahora falta muy poco para las vacaciones de Semana Santa y lo único que Alena desea es, al menos, alejarse del instituto durante siete largos días lectivos. De hecho le gustaría no volver más, aunque sabe que es imposible. En su ánimo existe sólo una meta: terminar el curso y pedir a sus padres que la saquen de allí, que busquen otro centro, lejos del barrio, lejos de Christian y de Saray, de Wendy, Noelia, las ‘indepes’...» (cap. 37)

Me ha llamado la atención que la novela que por momentos más parece un relato adecuado para ser leído por adolescentes en edad escolar que otra cosa dados los numerosos temas transversales que toca y los valores que en ellos entran en juego (solidaridad, justicia, amistad, amor, equidad, etc.) preste tanta atención al sexo con momentos narrativos en los que el mismo se muestra de manera bastante explícita y con cierta morbosa morosidad. ¿Una concesión al gran público? No sé. Simplemente señalo la sorpresa que este tratamiento me ha supuesto.

Conclusión
En la novela predomina un ritmo narrativo sostenido que no deja espacio alguno al aburrimiento. Es una sucesión constante de acontecimientos diferentes que exploran, más bien sugieren, asuntos importantes en nuestra sociedad contemporánea: las drogas, el sexo en adolescentes, el sexo en personas adultas, los abusos sexuales en la niñez y su repercusión durante el resto de la vida, la bipolaridad, el alzhéimer y cómo lo sobrellevan las familias en las que alguno de sus miembros lo sufre, la corrupción política, la violencia de género en el seno familiar, el alcoholismo, la inmigración de ayer y la de hoy, etc., etc. Como decía al principio en mi opinión demasiados asuntos importantes tocados en tan pocas páginas. De nuevo vuelvo a reivindicar la importancia de la profundidad sobre la mera extensión

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Diez días de junio (Inspector Mascarell 9)

Jordi Sierra i Fabra

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Valoración: ★★★★

El inspector Mascarell se reencuentra con un viejo y desagradable caso

 No conocía esta saga del inspector Miquel Mascarell. Para quienes como yo antes aún estén en la ignorancia sobre quién es este personaje les diré que el mismo nace a la literatura con la novela «Cuatro días de enero» publicada en 2008 y situada en los días 23 a 26 de enero de 1939 cuando la capital catalana ha sido abandonada por los funcionarios del Gobierno de la República y dejada a su suerte ante la inminente entrada de las tropas franquistas en ella. Mascarell  «es» -y a punto está de pasar a «fue»- inspector de la policía en Barcelona durante la república. Está casado con Quimeta a quien conoció con quince años, a los 19 se hicieron novios, y a los 28 se casaron. Viven en la calle Córcega. Su hijo, Roger, murió en la batalla del Ebro. En esta primera entrega de la serie el inspector Mascarell no puede hacer como el resto de compañeros suyos que han huido hacia Valencia o la frontera francesa porque su mujer está muy enferma. Por ello permanece en su puesto de la comisaría barcelonesa investigando el caso que tiene entre manos: la desaparición de una muchacha, hija de una ex-prostituta.

Las siguientes novelas de la serie llevan los siguientes títulos: «Siete días de junio» (2010) situada en la Barcelona franquista de 1948 con Mascarell ya fuera de la cárcel y viudo de Quimeta; «Cinco días de octubre» (2010) situada también en 1948; «Dos días de mayo» (2013); «Seis días de septiembre» (2014); «Nueve días de abril» (2015); «Tres días de agosto» (2016); «Ocho días de marzo» (2017); y la que acabo de leer, «Diez días de junio» (abril de 2018)

Mi impresión sobre «Diez días de junio» 
Me lo he pasado divinamente leyendo esta novela de Sierra i Fabra. Tiene el estilo ágil característico del autor, con unos diálogos muy vivos, escasas descripciones y cuando las hay éstas nunca son prolijas. Conocemos a los personajes en sus acciones, los vemos siempre haciendo, no estamos ante una novela de pensamiento en la que el autor reflexione a través de las divagaciones de sus personajes. No, aquí estamos ante personajes de acción.

¿Quiénes son estos personajes?
En primer lugar tenemos al inspector Miquel Mascarell de quien no es preciso haber leído las novelas anteriores de la serie pues el autor da muchos detalles de su vida pasada que sirven para conformarlo en nuestra imaginación: afamado inspector de policía durante la República, ha pasado nueve años en las cárceles franquistas a las que entró con una condena a muerte que pronto le fue conmutada por la de trabajos forzados en la construcción del Valle de los Caídos; en 1948 fue puesto en libertad y desde entonces subsiste como puede. En esta ocasión, casualmente, ha visto a un tal Laureano Andrada a quien él durante la República persiguió y encarceló por un caso de pederastia. La guerra se interpuso en el caso que no pudo Mascarell culminar y a punto estuvo de matar a este falangista que ante el inspector se pavoneaba diciéndole a la cara que cuando acabase el conflicto se verían de nuevo las caras y entonces las cosas serían de otra manera.

Cuando en 1951 Miquel ve a Andrada se obsesiona con él y le sigue hasta su casa sospechando que seguirá abusando de niños. Su indignación crece cuando ve que a las puertas de un colegio se acerca a un niño, le toma de la mano y Mascarell escucha que le dice al pequeño algo así como «De esto no le digas nada a tus padres». El antiguo inspector no puede aguantar más y sube corriendo las escaleras del edificio donde el adulto y ese niño han entrado golpeando en la puerta que se cerró tras Andrada y acusándole a voz en grito de su infamia. Toda la vecindad, incluída la hermana de Andrada, madre del niño que llevaba éste de la mano, observan y recriminan el comportamiento de Mascarell.

Al día siguiente Laureano Andrada aparece muerto y salvajemente mutilado. Todas las sospechas, naturalemnte, se centran en Miquel que al ver que la policía acude a detenerle a su domicilio logra escapar aprovechando que Patro, la joven mujer con la que ha rehecho su vida y que le ha dado una hija, Raquel, entretiene a los agentes para darle tiempo de huir a su marido. Se inician así diez días frenéticos durante los que Mascarell investigará el entorno profesional y familiar de Laureano Andrada a fin de dar con el auténtico asesino. Le ayuda en esta investigación Fortuny, un antiguo policía que estuvo a sus órdenes durante la República y que, pese a ser actualmente partidario del régimen de Franco, le admira profundamente dado que todo lo que sabe de la profesión lo aprendió de él.

No se puede decir más de lo que sucede en la novela porque si no me la cargaría. Sólo puedo decir que el asunto que toca, los abusos sexuales a menores, está desgraciadamente de plena actualidad. Muy interesante es ver cómo durante el primer franquismo estos abusos se vieron favorecidos por la engañosa moralidad que vendía el régimen el cual hurtaba los pequeños a los republicanos presos o a las madres solteras y los recluía en orfanatos e instituciones regidas por órdenes religiosas de las que -así rezaba la propaganda franquista- saldrían convertidos en hombres íntegros. Pero muchos de ellos -aquí en este relato la historia se centra en tres chicos adolescentes- no podrán soportarlo y huirán de esos lugares en los que ven y sufren vejaciones y abusos sin límite. Esta denuncia la noveliza Sierra i Fabra a la perfección dentro de una historia que incluye amoríos, hijos de madre soltera, residencias de ancianos, residencias infantiles, policías franquistas que se dejan ayudar por policías represaliados como Mascarell, personajes amables y personajes deleznables.

Estamos más que ante una novela negra ante una novela detectivesca en la que la pareja MascarellFortuny es remedo de la de Sherlock Holmes – Dr. Watson. Quizás en una próxima entrega de la serie encontremos a estos dos personajes formando tándem profesional como en varias ocasiones a lo largo del relato David Fortuny le pide a Miquel Mascarell, algo a lo que éste por ahora se muestra renuente.

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Negro como el mar

Mary Higgins Clark

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Valoración:

Una novela previsible por demás

Me he llevado una gran desilusión con esta novela de la «reina de la alta tensión» en palabras de The New Yorker que imagino harán referencia a otros títulos de la escritora pues éste tiene poquito de todo excepto de una cosa: previsibilidad. Y que una novela de misterio, como ésta es, sea previsible es sobre todo demérito.

El escenario es habitual en este tipo de relatos: un trasatlántico de lujo, el Queen Charlotte, que pretende emular en lujo y exclusividad al «Queen Elizabeth«, al «Queen Mary» o, al «Titánic» que hace poco más de un siglo hizo la famosa y fallida travesía de Southampton a Nueva York, exactamente la contraria que el Queen Charlotte está iniciando en el momento en que comenzamos a leer la novela. Gregory Morrison es el armador de este lujoso transatlántico y lo que él desea es que el barco sea admirado por el placer que se desprende de él y no por sucesos siniestros que despierten una cierta semejanza, siquiera lejana con el ‘Titánic’ de infausto recuerdo. Pero basta que quieras que algo no ocurra para que todo te conduzca a ello. Y así a bordo del buque habrá de todo: hombres que caen al mar, asesinatos, robos…

Estamos ante una novela tipo las que construía Agatha Christie cuando recluía a sus personajes en un espacio cerrado donde sucedía un crimen. El asesino, en esas narraciones, estaba entre los asistentes a ese viaje (‘Asesinato en el orient Exprés‘, 1934) o en esa isla a la que habían sido invitados (‘Diez negritos‘, 1939). Al igual que en ese tipo de novelas de la novelista belga, Higgins Clark recluye a sus personajes en un espacio cerrado, una cárcel de oro en esta ocasión, un lujoso transatlántico. En él viaja una rica octogenaria, Lady Em, poseedora de una joya única, el collar de Cleopatra, reclamado por Egipto, que ella piensa donar a un museo norteamericano. Los asesores financieros de Lady Em, Mr. Roger Pearson y su esposa Yvonne; su secretaria particular, Mrs. Brenda; Ted Cavannagh, interesado en que el collar vuelva a manos egipcias; la experta en gemología, Celia Kilbride; el capitán del barco; un misterioso agente de la Interpol que dice haber sido enviado por la Agencia para evitar que el famoso ladrón ‘El hombre de las Mil caras’ se haga con la joya; un experto en Shakespeare que ameniza el viaje dando conferencias sobre el bardo inglés; el matrimonio formado por Alvirah y Willy Meehan que, curiosos, investigan los sucesos… En fin, un universo de personajes que revolotean alrededor de la adinerada anciana y sobre los que recaen todas las sospechas cuando ésta aparezca asesinada.

El planteamiento anterior no está mal. Pero el proceso de realización, en mi opinión, falla con estrépito y no logra mantener mínimamente el interés del lector. ¿Por qué? Pues, sencillamente porque todo lo que sucede es previsible: Son previsibles las posibles relaciones amorosa entre personajes; es más que previsible el principal sospechoso; previsible, en fin, es todo lo que sucede en el barco y que, naturalmente, no voy a decir aquí. Y no lo voy a decir porque la buena literatura se aprende también leyendo libros no tan buenos, novelas fallidas como ésta de la gran Mary Higgins Clark que, quizás por edad [he leído en las redes sociales que ella ya no escribe los libros que llevan su firma, ¡glups!] ya no maneja los resortes narrativos con la maestría de hace unos años cuando consiguió alzarse, entonces sí que sí, con el título de «la gran dama del thriller estadounidense».

*De todo el relato me cuesta salvar alguna cosa. Y es que todo en él me parece fallido:
*Los personajes son completamente `planos’, y eso en una novela de personajes es grave por demás.
*No hay alusión alguna a la concreta realidad social de los Estados Unidos de donde proceden los pasajeros.
*La imagen que se nos transmite de la sociedad norteamericana es de un clasismo feroz con ignorancia total de cualquier otro estrato que no sea el de la clase alta; es más, con frecuencia se alude a lo desagradecida que es la clase trabajadora al no saber reconocer debidamente los esfuerzos de los ricos que los emplean y les pagan el sueldo: «Hace un tiempo, un cocinero que llevaba casi veinte años conmigo, a cuyos hijos pagué los estudios, empezó a hinchar mis facturas de comida y alcohol.» [dice la rica Lady Em a Celia]
*Las referencias culturales son pocas y muy manidas:
[Brenda] «pudo sentir los brazos de Ralphie alrededor de su cuerpo mientras empezaba a leer los tiernos pasajes del periplo de Jane Eyre de tragedia en tragedia hasta su reconciliación con el señor Rochester»
[Anna DeMille, divorciada hace ya quince años de su marido, y que ha ganado el viaje en un concurso radiofónico, piensa antes de bajar al comedor del Queen Charlotte] que «Esa era su frase favorita de Scarlett O’Hara, su modelo de mujer«.
A uno de los personajes se lo compara con un personaje de una tira cómica existente en USA desde los años 20: «Devon Michaelson, el Dick Tracy de la Interpol«.
«Pronto estaremos todos en cubierta cantando el ‘Nearer, my God, to there, nearer to there…’, como en la película Titánic«.

Final

Como aspecto positivo sólo destacaría el ritmo que el autor da al relato y que hace que la lectura resulte ágil y muy viva, pero también, muy poco satisfactoria pues no aporta nada al lector ni en el terreno de la intriga, ni en el del conocimiento, ni, por supuesto, en el propiamente literario.

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Konets

César Pérez Gellida

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Valoración: ★★★★

César Pérez Gellida pone la palabra Fin a su octología con "Konets"

La palabra rusa, konets, significa ‘final’; y eso es lo que el novelista vallisoletano realiza con esta novela, octava de su carrera de escritor iniciada definitivamente en 2011. Durante estos años sus ocho novelas se han sucedido con rapidez desde que vio la luz «Memento Mori» en 2013  hasta ésta, «Konets«, que el pasado mes de noviembre llegó a las librerías. Ocho extensos relatos en tan sólo cuatro años dicen mucho de la manera y dedicación escritora de este hombre licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid y máster en Dirección Comercial y Marketing por la Cámara de Comercio de Valladolid que trabajó hasta 2011 en empresas vinculadas con el mundo de las telecomunicaciones y la industria audiovisual.

De la octología, «término no contemplado por la RAE, por cierto» -nos advierte el autor en la Nota que cierra el volumen que contiene esta última entrega- yo sólo había leído su segunda trilogía, «Refranes, Canciones y rastros de sangre» integrada por estos tres títulos: «Sarna con gusto«, «Cuchillo de palo» y «A grandes males«. De modo que cuando decidí leer «Konets» pensaba que iba a encontrarme con una historia situada en el momento actual del estilo de las tres anteriores. Pero cuál no sería mi sorpresa cuando de buenas a primeras topo con un Preludio situado en un tiempo futuro, año 2054, y con una referencia exacta a un suceso desconocido por completo por mí, «Treinta y ocho minutos antes de la destrucción de Lukomorie«. Por si esto fuera poco observo que la novela se estructura en cuatro movimientos como una sinfonía orquestal clásica, que alternan temporalmente: los impares transcurren en 2054 y los pares 25 años antes, en 2029. Cierra la estructura compositiva de esta novela un Rondó Final situado en 2054 que en cierto modo viene a ser como un recopilatorio de los principales momentos vividos por los personajes protagonistas de la octología que en este último capítulo están recordando vicisitudes pasadas.

Mi sorpresa inicial, pues, ante esta novela, por lo dicho anteriormente, fue mayúscula; hasta el extremo de que, ante mi incomprensión por lo que allí se me ofrecía, a punto estuve de abandonar su lectura. Gracias a Dios en un hilo de Facebook al comentar una opinión de alguien sobre «Konets» expuse la desorientación que estaba sufriendo, y César Pérez Gellida, que es muy activo en las redes, tuvo la gentileza de recomendarme la lectura previa de «Khimera«, la novela que publicó en 2015 inmediatamente antes de las tres que componen la trilogía de «Refranes, Canciones y rastros de sangre«. Verdaderamente su consejo me salvó pues tras finalizar «Khimera» todos los referentes, fechas, relaciones entre personajes, y sucesos que aparecen en «Konets» ya no eran oscuros e imposibles de penetrar sino que se revelaban coherentes y verosímiles en esta historia futurista.

De las tres novelas aparecidas entre «Khimera» y «Konets» tengo hechas las respectivas reseñas en este blog [«Sarna con gusto», «Cuchillo de palo» y «A grandes males»]. Si se leen mis opiniones con atención se observará que, sin decaer en nada mi aprecio por el estilo Gellida, mi disfrute es mayor cuanto más imbricadas en la realidad están las historias; o sea, quiero decir que la aparición de elementos esotéricos, mágicos, iniciáticos y/o simbólicos en las dos últimas de la trilogía, pero sobre todo en la última, hizo que decayese algo mi atención en esos interesantes relatos. Con todo, como bien digo en esas entradas, ‘Gellida es mucho Gellida y se da cuenta en un momento de la historia que la novela se le está yendo por esa gatera y busca remedio rápido que coloque las cosas en su sitio.’. La gatera a la que me refiero es la de lo mistérico-gótico en que envuelve la trama de la Congregación de los Hombres Puros en esas novelas. Pero el novelista es consciente del riesgo que está corriendo y suele salir airoso de estos momentos con giros sorprendentes que naturalmente no puedo desvelar aquí pero que, en mi opinión, son la auténtica marca Gellida.

El estilo Gellida
Sorprenden muchas cosas en esta última novela. La primera es la de ¿por qué ha incrustado entre «Khimera» y «Konets» tres relatos que nada tienen de futuristas? La razón como casi siempre la encontramos al final del volumen que acabamos de leer, en la ‘Nota de autor’. Allí declara Pérez Gellida lo siguiente:

«Empecé a escribir «Konets» al día siguiente de terminar ‘Khimera’. Lo he consultado y el primer borrador data de junio de 2014. El germen de esta novela, sin embargo, nació justo un año y medio antes, cuando escribí ‘Consumatum est’ […] Lo he contado muchas veces, pero sigue siendo rigurosamente cierto: mi método de creación literaria no contempla el desarrollo argumental a largo plazo, hecho que, empiezo a sospechar, se compensa con buenas dosis de intuición. Intuición para dejar hilos sueltos de los que poder tirar más adelante; intuición para crear personajes que dilaten su protagonismo más allá de lo previsto; intuición para tejer historias que a priori podrían no ser del interés de la comunidad lectora» («Konets»: Nota del autor).

También en esta novela, como en general en las otras del novelista, especialmente cuando aborda la trama de la ‘Congregación de los Hombres Puros’, hay momentos en que el argumento se adensa y parece querer ahogar a quien lo lee. El escritor es muy consciente de este hecho y en «Khimera«, también en la ‘Nota del autor’, se pone la venda sobre la herida cuando declara: «Intuyo que, por la densidad del argumento, no ha sido fácil para usted avanzar en algunas partes de esta novela y le pido disculpas por ello«.

Verdaderamente resulta algo enrevesada toda la trama que en estos dos relatos futuristas, Khimera y Konets, compone sobre la figura del bogatyr tomada de la leyenda eslava sobre Koschéi Bessmertny (en castellano, ‘Koschéi el Inmortal’). Es en el desarrollo y resolución de esta trama donde vemos al hacedor de series que es el novelista que en breve puede ver su primera trilogía convertida en serie televisiva por Movistar+. Esta unión entre el thriller futurista situado en esas avanzadísimas estaciones Khimera repartidas por diversos lugares del mundo y los caballeros bogatyri de la mitología eslava convertidos aquí en «expertos en guerra cibernética dotados de una serie de aptitudes extraordinarias para el combate» casa muy bien con los seriales que acostumbran a verse en diversas plataformas.

Estamos ante una distopía pero muy enraizada -esa es al menos la intención confesa del escritor- en la realidad. Gellida ha querido construir un futuro real, creíble.  Su desplazamiento temporal es próximo al momento de escritura y/o de lectura (años 2029, 2030, 2037 y 2054); por ello son muy reconocibles muchos de los elementos que funcionan en ese mundo aún no vivido que está formado por cuatro alianzas: la Unión de Estados Libres, que ha sustituido a la antigua OTAN; la Alianza Islámica, «Mil doscientos millones de musulmanes agrupados bajo la misma bandera«; el Bloque Asiático formada por China, Rusia y Corea del Norte; y «Fuera de todo ese entramado tripartito quedaron otras dos agrupaciones menores: la Congregación de Pueblos del Sur, acuerdo firmado por Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba más los estados centroamericanos y caribeños, y la Confederación de Estados Africanos» [«Khimera», pos. 281-283]. Como se ve, es una organización territorial del mundo no existente hoy pero que bien podría darse en un futuro cercano.

También es más que verosímil, prácticamente tangible, el escenario de guerra cibernética que se presenta en esta confrontación -un tanto maniquea, sí, verdaderamente- entre el Bien, representado por el ‘Khimera Proyekta’, y el Mal, que alberga lo que resta de la Congregación de los Hombres Puros contra los que los personajes protagonistas llevan luchando desde el final de la tercera novela de la trilogía «Versos, canciones y trocitos de carne». Es un Mal que todo lo cifra en los beneficios económicos utilizando cualquier medio para lograrlos, incluyendo, naturalmente, el progreso tecnológico y científico. Al respecto hay que señalar que el mundo distópico presentado en «Konets» ha hecho de la Ciencia el instrumento utilizado para segmentar la población en grupos semejantes a las castas de la India. Hay en esa sociedad distópica cuatro clases jerárquicamente organizadas de mayor a menor relevancia: ‘ciudadanos’, ‘pobladores’, ‘moradores’ y ‘duendes’. La manipulación sobre ellas, merced al empleo de la tecnología, es total. Contra este Mal con mayúsculas lucha ‘Khimera Proyekta’: «Sustituir la tecnofagia que devoraba la voluntad de las personas por cienciocracia era un imposible, pero era nuestra quimera.» (‘Khimera’, pos. 5311).

Los personajes que intervienen en «Konets», última entrega de la serie, precuela y secuela a la vez de «Khimera» son muchos y variados. El principal es Erika Lopategui que tanta intervención ha tenido en todas las novelas anteriores. Luego estaría fundamentalmente Olek Opieczonek, que es el narrador en 1ª persona de los sucesos en los que él participa que son muchos, siendo el resto contado en 3º persona por un narrador extradiegético. Pues bien, en «Konets» Olek se erige en centro del relato: su origen familiar, su sabiduría como ingeniero de sistemas, y sus relaciones con el resto de personajes (Marlena Konsek, agente doble de la que se enamorará perdidamente; Kraken, hacker iraní, agente de la Alianza Islámica y competidor de Olek en el ciberespacio que en la novela recibe la denominación de ‘metaverso’; Ajax, un ‘phreaker’ que conoce Olek y que le inoculó el virus de su afición por la informática desde temprana edad; Roger Zimmerman, «El padre de todos los operadores de sistemas», su jefe en la estación Khimera; Fatima, la jefa de los duendes que tienen cautivo a Olek a cuya hija, Serina, Olek da clases; Kai Xi y Bao, hermanos chinos que por encargo de Erika Lopategui buscan a Olek Opieczonek cuando se encuentra en paradero desconocido; etc., etc.) marcan el discurrir, avance y vueltas atrás en esta historia. Es Olek el personaje sobre el que Gellida hace reposar en esta ocasión los sorpresivos giros argumentales que acostumbra hacer y que tanto le agradecemos sus lectores.

Fuera de los hasta aquí citados y de muchos otros nuevos que se cuelan en el relato (la densidad de la novela también lo es a este respecto) no se puede dejar de citar a Ramiro Sancho, convertido en «Konets» en director general de la Interpol. Sancho nos deparará varias de las sorpresas y giros argumentales a que Gellida nos tiene habituados; si bien, con todo y con eso, en esta novela el policía pucelano baja en protagonismo pues, no podemos olvidarlo, corre el año 2054 y Sancho va ya por sus 90 años.

En cuanto a otros aspectos que suelen distinguirse en las novelas del escritor vallisoletano hoy residente en Buenos Aires: Humor, Música, Referencias culturalistas especialmente al cine y/o a la literatura, cuidado vocabulario o léxico especializado…, todas ellas en mayor o menor grado se ven en la novela, si bien la música que sirve de marco a la estructura de la novela en cuatro movimientos, un preludio y un rondó final, sea, paradójicamente, la que menos aparezca en citación directa de temas y/o cantantes en el relato. Tan sólo he visto alusiones al tema popular infantil “Estrellita dónde estás” y al tema del grupo Placebo: ‘Song to say goodbye’ que tan bien cuadra con el cierre o final de ciclo que quiere ser esta novela.

Momentos humorísticos hay bastantes. Pérez Gellida tiene un enorme sentido del humor y así lo demuestra en sus relatos. En éste en concreto hay humor en el diálogo entre Ihor y su padre Maksym (dos ucranianos que esperan poder secuestrar a Olek) cuando las preguntas y las respuestas de uno y otro se cruzan originando cierta confusión:

«-¿Cuánto crees que tardará? –preguntó Maksym.
-Es difícil de saber.
-Puede que se esté emborrachando por ahí.
-Me refería al plato de salchichas.
-Les queda un minuto
-Mejor así.
-Las saco.
-No, ahora me refería al muchacho.
-Así, ¿cómo?
-Borracho.”

El diálogo entre estos dos ucranianos y Marlena Konseck es digno de Quentin Tarantino:

«Agente, ¿le importaría desactivar esa opción en tanto en cuanto parece que tiene controlada la situación? Desconozco el funcionamiento exacto del artilugio, pero no me gustaría que su dedo índice terminara cediendo a la presión. Puede seguir apuntándome con el método tradicional de disparo, si así lo desea” (le dice el ucraniano Maksym a la  capitana Konsek cuando ésta le apunta con una pistola en modo de tiro automático)

También son humorísticas esas alusiones de Ramiro Sancho a aspectos muy populares y/o coloquiales como cuando alude a Georgie Dann a propósito de un escolta:

-“Gorki, o Gori, o Jordi, o como cojones se llame”
-´Se llama Georgi- apunté.
-¿En serio? Como Georgie Dann. De ahí su querencia donosa” (VACÍO (Tercer Movimiento)
o cuando echa mano de una de sus sentenciosas frases:
“Por muy alta que construyas la muralla, siempre tendrá una piedra mal pulida que la haga derrumbarse- citó Sancho
-¿De la Biblia? [le pregunta Erika]
-No, de mi puta cosecha” (AJENO (Tercer Movimiento)

Como se ve en ese humor hay también muchas referencias culturalistas. Así los intertextos en los que se percibe a Tarantino o las directas alusiones a Georgie Dann vistas antes son muestra del culturalismo, en este caso popular, que encierra esta novela de Gellida. Otros autores (Haruki Murakami, Fabergé…) aparecen citados de manera directa en el curso de la narración.

También hay juegos culturalistas como cuando Olek le dice a Ajax: “Tendría que haberme dado cuenta, joder. Kraken solía utilizar seudónimos de reyes persas de la dinastía Aqueménida”. Igualmente se juega con los conceptos taoístas del ying y el yang en esa pareja de personajes formada por Kai Xi y su hermana Bao en torno a los que se organizan paralelismos y correspondencias. Al respecto -es una apreciación del todo personal que no sé si se corresponderá con lo pensado por el propio autor- estos dos seres, Kai Xi y Bao, me han hecho pensar continuamente en «Bélver Yin«,  novela del zamorano Jesús Ferrero , y concretamente en su pareja de protagonistas, Belver Yin y Nitya Yang. Al igual que éstos los dos hermanos Kai Xi y Bao representan los dos principios vitales, las fuerzas masculinas y femeninas que nos fundamentan y seducen cada día, y que fluyen, como los ritmos de las danzas antiguas, hacia la unidad primigenia.
Culturalista es  también la relación intertextual que se realiza entre la historia que se relata y esa leyenda de la mitología eslava sobre Koschéi Bessmertny  de la que ya he hablado anteriormente.

Siempre me ha gustado en Gellida el cuidado que pone en el vocabulario y léxico utilizado. Por ser paisano castellano-leonés como él quiero creer que la semilla de Miguel Delibes ha cuajado en este vallisoletano tan de raza como lo era el autor de «El Hereje». El amor por el significado preciso de algunos términos que usa el novelista es una de las razones que me lleva a leerle y a recomendar su lectura. He aquí, como ejemplo, algunos términos: “acmé de la dolencia” (VACÍO, Tercer Movimiento): ‘punto álgido de la dolencia’; “amusga los ojos”: este verbo con el  significado de ‘juntar la vista para ver mejor’ lo emplea con reiteración; “congruo”: ‘adecuado’; “pentácoron”: tecnicismo referido a la informática visual; “eones”: unidad geológica de tiempo equivalente a mil millones de años; y otros muchos más.

En este terreno de las palabras es característico de Pérez Gellida el aprecio que siente, como se ve en sus dos trilogías, por las frases proverbiales o sentenciosas muchas veces en forma de refranes. También aquí, en «Konets» topamos con expresiones y locuciones que semejan sentencias por todos admitidas; algunas son fruto del magín del autor: «En la quietud abisal la cobardía se confunde con la cautela» («Raíces», último capítulo del Primer Movimiento) o «La creatividad es la antesala de la frustración» (PAC MAN, Segundo Movimiento); y a veces estamos ante una cita tomada de un autor conocido por el lector como la frase de Haruki Murakami: «Todo el mundo, en lo más profundo de su corazón, está esperando que llegue el final del mundo«(PAC MAN, Segundo Movimiento) o la de Faberge: «En el juego de la mentira la cuestión no es ganar, es seguir jugando» 

Por último, en una novela en la que la Ciencia ocupa lugar central no abundan, pero sí aparecen en ocasiones, referencias a físicos como Thorne y/o Hawking al hablar del “tiempo curvo en los agujeros negros” (PESTAÑEO, Cuarto Movimiento). El primero, Kip S. Thorne fue precisamente distinguido este año 2017 con el Premio Princesa de Asturias en la categoría de Investigación Científica y Técnica junto a Rainer Weiss y Barry C. Barish por su descubrimiento de las ondas gravitacionales. Se ve, pues, que César Pérez Gellida, cuando hace en esta novela literatura de anticipación, no habla por boca de ganso al urdir la trama de ese mundo futuro que podría engullirse a sí mismo a poco que el ser humano se empeñe en ello.

Final
Si bien las novelas futuristas que hacen planteamientos cibernéticos no son de mi predilección; sin embargo he de decir que he leído con gusto estas dos novelas, «Khimera» y «Konets«, en las que César Pérez Gellida da rienda suelta a sus extensos conocimientos del mundo de las telecomunicaciones, pues no en balde el novelista, antes de dedicarse plenamente al oficio de escribir, trabajó en Retecal, empresa de Radiotelevisión castellano-leonesa que luego fue vendida a Ono, que a su vez sería absorbida por Vodafone.

Como constante que es en él -será la intuición, como dice; ¡bendita intuición, pues!-, Gellida mantiene siempre un sabio equilibrio, también en esta última novela de la serie, de manera que no se precipita ni por el lado abstruso e incomprensible del mundo intangible del metaverso (la Red, el ciberespacio y así) ni se queda sólo en el puro thriller desarrollado en el mundo de la realidad con unos investigadores que buscan encontrar la solución. No, lo bueno, lo fantástico, lo peculiar y distintivo del llamado «estilo Gellida» es que sabe nadar entre dos aguas creando un producto novedoso por su originalidad, aunque al tiempo corra el peligro de que algún lector no muy avisado de la cierta interdependencia de los relatos entre sí pudiera optar por abandonarle.

A mí, ya lo he dicho varias veces, me gusta más el Gellida hacedor de thrillers realistas detectivescos que este otro Gellida que asciende a la Nube del metaverso y crea historias también de innegable tensión que se resuelven o se precipitan en los breves segundos que tarda un hacker en encontrar el código de una secuencia informática y neutralizar la orden contenida en ella mediante la conversión de la misma en un malware que en forma de gusano anide y se extienda con rapidez por cuantos terminales UAT contacten con él. Pero para mi sorpresa, como tantas veces me ha sucedido con este escritor, he quedado abducido por la historia que cuenta gracias a esa sabia dosificación en el ritmo narrativo que realiza.

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El soborno

John Grisham

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Valoración: ★★★★

Una novela entretenida y muy esperada tras la lectura de su precuela

En «El soborno» la pequeña y humilde CCJ (Comisión de Conducta Judicial) dedicada habitualmente a dirimir asuntos de poca monta como jueces rijosos con sus funcionarias, jueces vagos que dilatan innecesariamente las causas que instruyen, jueces que pierden por el camino algún dinero que deben custodiar…, y así, se ve ante un asunto de corrupción judicial cuyo alcance es de un nivel nunca visto en dicha comisión.

Lacy Stolz y su compañero Hugo Hatch se encargarán del asunto que un extraño ex abogado y ex convicto que se hace llamar Greg Myers les pone ante sus narices: la juez Claudia McDover acepta sobornos de una desconocida Mafia de la Costa, -antaño denominada Mafia del siluro-, en forma de apartamentos cuyo coste está muy por encima de sus posibilidades económicas. El asunto en sí es de su competencia, pero cuando el denunciante les sigue pasando la información que le da un informante que a su vez la recibe de un topo que desea mantenerse en el anonimato, y en ella aparece el antiguo caso de Junior Mace, condenado injustamente hace quince años a la pena capital por esa misma juez el asunto empieza a complicarse. Si a esto se añade que Junior es de la tribu de los tappaola en cuya reserva, una vez eliminados él y su amigo Son Razko,  contrarios a la construcción de un Casino en ella, se ha edificado, además del Centro de Juegos de azar, todo un complejo de hoteles, apartamentos y campos de golf, el tema empieza a alcanzar proporciones que sobrepasan sus pobres medios.

Ellos, los de la CCJ, no son más que abogados investigadores de deslices judiciales, para nada detectives policiales que porten armas y se las hayan de ver con peligrosos asesinos. Para esto está el FBI los únicos que pueden entender en sucesos delictivos ocurridos en territorios indios como la Reserva de la tribu tappaola. Es aquí donde entra en acción Allie Pacheco, miembro del FBI quien al asunto profesional en sí añade el interés que en él despierta Lacy Stolz.

Como acostumbra, John Grisham despliega en la novela una extensa y variopinta galería de personajes: agentes del FBI (Allie Pacheco, Luna, Hahn), abogados de todo tipo (Edgar Killebrew,  Ikan Archer, Phyllis Turban), indios (Junior y Wilton Mace, el alguacil Gritt, el jefe de la tribu Elias Cappel, su hijo Billy…)  negros (el abogado investigador de la CCJ Hugo Hatch y su esposa Verna,; Louise, primera esposa de Hugo); la juez McDover y su amiga Phyllis Turban; Lacy Stolz y su entorno familiar y profesional (Su familia: Ann Stoltz, la madre; Trudy, la hermana; Ronald, el cuñado; y Gunther, el hermano mayor. Sus compañeros de profesión: el ya citado Hugo; Michael Geismar,  jefe director de la CCJ; los investigadores Justin Barrow y Maddy Reese; Sadelle, la funcionaria que les confecciona prolijos informes…).

También como acostumbra el autor presenta el funcionamiento de la sociedad americana real a través del  mundo jurídico en el que la historia se realiza:
· La segregación racial en esta ocasión entre blancos e indios; especialmente me ha resultado llamativa la solapada manera que los blancos que sojuzgan a los tappaola a través del dinero que les entregan, tienen para acabar con esta comunidad de apenas 400 miembros: rebajan la cantidad a la mitad a aquellas mujeres que decidan casarse.
·Una sociedad consumista que vive sólo por y para el dinero: joyas, vuelos en aviones privados, gusto por los coches de lujo…
· El fraude frecuente de privados y empresas que buscan paraísos fiscales para ocultar sus ganancias legales e ilegales. Me ha resultado curioso que entre estos paraísos fiscales junto a las islas Bahamas también Grisham nombre a las Canarias. Entiendo que es puro gusto por el exotismo que le sugiere el nombre y no otra cosa.
· La realidad humana de los funcionarios que no son seres fríos y sin sentimientos: sus miembros sienten miedo, se niegan a realizar funciones peligrosas que no les corresponden, se sienten a veces atraídos por compañeros y compañeras a pesar de lo que las ordenanzas que les rigen digan.

Y también, lógicamente, Grisham tira de manual en lo referente al thriller policial clásico:
· Corrupción (en esta ocasión judicial más que policial),
· Cosmopolitismo (viajes a Bahamas, New York, París…), atracción por el lujo de los Jet privados (Gunther, hermano de Lacy, pilota un Beech Baron;  la juez Claudia McDover y su lío Phyllis Turban contratan un jet Lear para trasladarse a New York a gastar dinero; los modelos Cessna que se encuentran en los aeropuertos…
· Afición por los automóviles como es característico de la novela detectivesca o policíaca norteamericana. En ésta aparecen caros SUV y Lexus, 4×4 Ford Explorer, Jeep Wrangler, junto a asequibles Toyota Prius o Mazda.
· Aparición de la pistolería clásica: la Smith & Wesson de las novelas de Chandler, Hammett o James M. Cain tiene papel estelar en las de John Grisham. Y en ésta también, por supuesto.

Para finalizar
Cuando lees a Grisham los métodos policiales que presenta sorprenden la primera vez que los ves, pero a la tercera o cuarta novela –como me ocurre en esta ocasión- se observa una cansina repetición de sistemas: plan de protección de testigos, acuerdo entre delincuente y policía si el 1º colabora con ellos, identidad nueva, retirada de cargos, casa y trabajo nuevos… En esta novela lo que los policías  ofrecen y algunos personajes delincuentes aceptan es lo mismo que ya vi cuando leí «El estafador» [leer reseña aquí] donde el personaje protagonista de la novela, Malcolm Bannister, urde toda una estafa tras acogerse  al Programa de Protección de Testigos manipulándolo con gran sabiduría en beneficio propio. Sin lugar a dudas en este y otros aspectos «El estafador» es una novela muy superior a esta que acabo de leer, que tira un poco de oficio sin ofrecer grandes sorpresas al lector. Quizás la única sea el exotismo de situar la historia dentro una reserva india, más que nada por el desconocimiento que el lector -al menos yo, claro- tenía sobre las competencias de los gobiernos federal y estatal en esos territorios.

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¿De quién te escondes?

Charlotte Link

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Valoración: ★★★★

Las ilusiones de los desfavorecidos explotadas brutalmente por seres sin escrúpulos en la Europa de hoy

Elegí leer esta novela un poquito al azar; bueno así es como muchas veces caen en mis manos títulos de autores desconocidos para mí. Solo sabía de ella que era un relato negro, concretamente un thriller; como este género me atrae no perdí el tiempo y enseguida lo comencé a leer. Y no me arrepiento.

La autora
Cuando no conozco al autor/a me gusta preguntar a Google «¿Quién es él/ella?». Tras la oportuna comprobación me entero de que es una escritora alemana nacida en 1963, hija de la escritora y periodista Almuth Link; también me entero de su gran popularidad en Alemania país en el que algunos de sus libros han sido auténticos best seller elogiados incluso por los críticos de la prestigiosa revista Der Spiegel en cuya lista de los más vendidos estuvo durante semanas.

Mi comentario de la novela
Como ya he dicho no conocía a Charlotte Link. Es una escritora cuya manera de presentar la historia y de captar el interés del lector me han gustado. No es una lectura dificultosa ni mucho menos.

¿Qué es lo que se cuenta? Algo tan antiguo como el propio ser humano: el deseo de mayores y jóvenes por superar las dificultades económicas asiéndose a vagas promesas de prosperidad que sólo se alcanzarán lejos del núcleo familiar. Cuando todos se den cuenta del engaño sufrido ya será demasiado tarde, o quizá no.

¿Dónde sucede la acción? En varios escenarios, muy lejanos unos de otros: la ciudad de Sofía en Bulgaria, pequeñas localidades de La Camargue en Francia, la ciudad francesa de Metz en la región de la Lorena limítrofe con el Sarre alemán, en París, en Toulon (Francia), en Hamburgo (Alemania)… Como se ve, pues, estamos ante una historia cosmopolita con diferentes localizaciones.

¿Qué duración tiene la acción? Los acontecimientos suceden en unas dos semanas, concretamente del 13 al 24 de diciembre del año 2015. Estamos a solo un mes del brutal atentado del 13 de noviembre contra la sala Bataclan de París en la que hubo 83 víctimas a las que habría que sumar las registradas por explosiones en el estadio St. Denis y las de ataques indiscriminados a una pizzería, un bar y un restaurante, en total, 113 muertos y un considerable número de heridos. Es, pues, por las fechas, un escenario terrible para la desaparición de una persona: en todas las cabezas bullen esos días con fuerza las duras imágenes de los comandos del DAESH matando a cualquiera que se les ponía por delante.

¿Cómo está organizada la narración? La historia la cuenta de manera lineal un narrador omnisciente con dos líneas narrativas en contrapunto: los acontecimientos de Sofía (Bulgaria), por un lado; y los situados en Francia, por otro. Además, hasta que temporalmente lleguen a unirse con las restantes, existen una serie de secuencias contadas en primera persona por Nathalie Boudin, protagonista principal junto a Simón de la novela. Son secuencias éstas en flash back, que incluso cambian la tipografía de su presentación para no confundir al lector, en las que esta chica, anoréxica e inteligentísima, causante directa e indirecta de todo lo que sucede en la novela informa de los avatares de su existencia anterior.

Nada hay que decir de esta estructura narrativa que da dinamismo y fluidez a la lectura, salvo que el excesivo número de secuencias (65 al menos) encabezadas con el lugar y fecha donde sucede lo que en cada una de ellas se relata en mi opinión produce, al principio sobre todo, confusión al lector. Sin embargo es un ‘pero’ menor que con el paso de las páginas queda debidamente conjurado.

¿Qué asuntos toca la novela? Además del secuestro mediante engaños ya citado, en «¿De quién te escondes?» hay muchos otros: el alcoholismo, la migración por penuria económica campo-ciudad, la anorexia, la seducción que llega a abducir voluntades, las redes de prostitución, la corrupción política… Todos estos motivos narrativos van salpicando de manera sabiamente organizada y dosificada la novela según se desarrolla el asunto principal: desentrañar la organización que se encuentra detrás de una serie de desapariciones aparentemente voluntarias, dar respuesta, dilucidar el interrogante que luce la hermosa portada de esta novela.

¿Los personajes? La galería de personajes es amplia y en líneas generales todos ellos tienen individualidad propia: Simón y su falta de carácter, Jerôme con su poder de seducción, Nathalie que busca un asidero vital que le permita seguir adelante, el castrante padre de Simón, la posesiva y manipulados ex de Simón, la esforzada comisaría de policía Inés Rosarde, la dubitativa y malograda Kristine, las adolescentes búlgaras engañadas Selina e Inka, etc. etc. Todos ellos tienen su personalidad manifestada de modo claro y sin giro sorpresivo alguno, lo que dota al relato de gran facilidad. Quizás yo he echado en falta, aparte de Nathalie, algún otro personaje más complejo que sirviera para sorprendernos algo más.

Para finalizar
Una historia amena que se lee muy bien, que entretiene, y que al estar debidamente contextualizada en el mundo de hoy absorbe y nos mete dentro de ella pues todos los asuntos que se tocan son temas que a cualquier ciudadano europeo de hoy día preocupan.

Quizás me ha chocado que en momentos ciertamente climáticos la autora recurra, para rebajar la tensión, a tópicos propios de la novela sentimental que en mi opinión no son muy pertinentes. Pero en un relato de 537 páginas esto que comento no sucede más de dos o tres veces y siempre en el personaje de Nathalie cuya psicología ciertamente es complicada.

Una cosa más. He leído en comentarios a alguna reseña de esta novela que el final abrupto, abierto o cercenado -como muy bien dice mi amiga Marina Córdoba en su blog-, no gusta y que tal solución narrativa es para varios comentaristas motivo más que suficiente para no leer la novela. Tal reacción no deja de sorprenderme pues si hay algo que me agrada -siempre que se haga bien, claro, como aquí pasa-, es que el escritor dé cancha al lector y no le ofrezca un final cerrado sino todo lo contrario, que lo convierta siquiera sea brevemente en coautor que piensa las dos, tres o más posibilidades de desenlace que hay en la novela y que, naturalmente, me reservo para mí y no pienso desvelar aquí.

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Háblame bajito

Macarena Berlín

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Valoración: ★★★

El final mejora claramente el conjunto

Desconocía por completo a Macarena Berlín cuando elegí esta novela. Nada más ojear la pestaña de la portada leo que es una conocida periodista radiofónica presentadora del programa de la Cadena Ser «Hablar por hablar» (¡vaya, Juan Carlos, estás fuera de la realidad, mira que no saber tal cosa!). En mi descargo he de decir que he perdido en gran medida el hábito de escuchar la radio y cuando lo hago busco intencionadamente emisoras que no interrumpan continuamente sus programas con -al menos para mí- enojosos anuncios; eso me ha hecho refugiarme en unas escasísimas cadenas de programas generalistas o en la única (¡vergüenza debiera darnos!) de música clásica que en España tenemos.

 En fin, el caso es que, al saber que la autora de la narración que la editorial Suma de letras me había hecho llegar era persona conocida en el mundo mundial (ja, ja), mis expectativas sobre la lectura que iba a iniciar se me rebajaron bastante. Nunca he sido muy amigo -equivocadamente, por supuesto, en infinidad de  casos- de la literatura de ficción escrita por periodistas en ese intento, tan humano y comprensible en muchos de ellos, de dar sentido a su profesión de perseguidores de famosos y famosillos preguntándoles por temas tan esenciales para la humanidad como si se han reconciliado con su pareja y otras cuestiones de este jaez. Las editoriales aprovechan el tirón popular de estos comunicadores (Jorge Vázquez o Teresa Campos, por ejemplo) para vender sus ficciones, muchas veces realizadas por autores fantasma -negros, en nuestra terminología nacional- y así hacer caja. ¿Estaria yo ante un caso semejante ahora?

 La verdad es que durante prácticamente 250 páginas de las 300 que constituyen el libro he leído lamentando haber incurrido en algo que me tengo prohibido. Tan sólo en el último capítulo, de los 16 que componen la novela, me he congraciado algo con la autora.  Intentaré explicarme.

 Empezaré por expresar sintéticamente mi valoración de este relato que, aunque al final haya remontado algo el vuelo, en líneas generales no ha sido de mi agrado. Seguiré por decir que la novela más me parece una sucesión de reflexiones deshilvanadas sobre diversos temas de actualidad que otra cosa. No veo unidad en la historia, a pesar del intento de la periodista-novelista de ir enhebrando una serie de anécdotas sacadas la mayoría de su profesión con una levísima trama en torno a esa chica, Pita, a la que se le está yendo la vida sin encontrarse a si misma y que se siente atosigada por todos los lados: su padre, sus tías, sus compañeros de trabajo, sus amigas de toda la vida, y hasta por sus reiterados fracasos amorosos de los que lo único que acabamos sabiendo es que han sido eso, fracasos, aunque no sepamos el porqué.

  Durante muchas páginas pensé que lo que Macarena Berlín hacia en esta su primera incursión en el mundo de la narrativa era más propio de una bloguera que expresa por escrito sus impresiones sociales y laborales al hilo de lo que le va sucediendo. Sólo así cabe interpretar esas reflexiones tras las entrevistas radiofónicas que realiza a personas muy diversas: un superviviente de la masacre ocurrida en la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo, el clown Vigneau de Payasos por el Mundo o la religiosa que España no repatrió junto al sacerdote con ébola por no tener ella la nacionalidad española. Sí, son sentimientos dignos de consideración pero cuya relación con la situación emocional o/y vital de la protagonista aún -finalizada y reposada por completo la lectura- no alcanzo a ver. Me ha dado la impresión durante mucho tiempo que la escritora tenía dificultades para culminar un relato que, al menos por su grosor, pudiese denominarse novela. De ahí esa sucesión de elementos que, en mi opinión no aportan al relato otra cosa que poner de manifiesto el pensamiento socio-politico de la periodista de la SER, pero que nada aportan al conocimineto de la evolución del personaje de Pita que, al menos a mí, leyendo ‘Háblame bajito‘, me interesaba conocer.

 Vaya, diréis algunos, qué hay entonces en esta narración que sirva para hacer que tu opinión haya variado algo al final. Pues simplemente la resolución de aquello que desde el principio prácticamente el lector intuye: Pita es prisionera de su propia vida (familia, relaciones fallidas, trabajo exitoso, amistades de toda la vida…) y hasta que no se libere de ellas -o al menos las sepa relativizar- no va a alcanzar a ver que hay luz al final del túnel, de su túnel. Esa luz la vislumbra en la escapada que hace a la isla de Fuerteventura, a través del contacto con un mundo desconocido para ella que le hará tomar decisiones que hasta ese momento había postergado.

 Percibo también en Macarena Berlín el deseo de ennoblecer su escritura. Pero es un ennoblecimiento que levanta poco el vuelo. Digo esto porque utiliza citas de frases atribuidas a personajes del espectro popular como John Lennon, Chaplin, Gandhi o Laird Hamilton, «el mayor surfista de olas grandes de todos los tiempos»; alude a series exitosas de la televisión como «Transparent»; apoya argumentos en best sellers literarios como la novela «Tiempo entre costuras» de María Dueñas… Aunque quizás sean los temas musicales que cita («Up and up» de Coldplay, «Vivir mi vida» de Marc Anthony, y «La bicicleta» de Shakira) los que en sus letras contienen mejor el asunto y mensaje de esta narración. que no es otro que el de la resiliencia, o sea, la capacidad de salir reforzado de la adversidad. En mi opinión estos recursos son algo pobres literariamente hablando, si bien -estoy convencido de ello-  pueden funcionar perfectamente en el terreno de la comuniciación periodística.  

Lo que más me ha gustado de esta novela es la idea de la novelista de romper con aspectos esperables por el lector. La pena es comprobar que tal ruptura sólo la realice de verdad en el último de los capítulos titulado ‘La ola y la vida’. Hasta ese momento todo ha sido un esperar a que pasen las páginas suficientes para poder presentarlo.

Dentro de esa ruptura con lo habitual (la periodista de éxito que escribe su primera novela) Macarena Berlín ha tenido la feliz ocurrencia de introducir -muy habitual en la novelistica desde hace ya unos años- la propia vida difuminada en la ficción. Pero en contra de lo habitual en la realidad, en el cúmulo de decisiones que Pita tomará tras la revelación vital que ha experimentado en Fuerteventura, una de ellas tendrá que ver con esa función de la periodista a la que un editor le ofrece la posibilidad de publicar:

«No creo que pueda juntar palabras desde aquí, desde la nada. Construir desde el vacío es un reto ambicioso que me viene grande. Personajes, sentimientos, emociones…, una trama. Un nudo y un desenlace. Por si fuera poco todo, enmarcado en un contexto de amor.» (página 160)

Creo que Macarena se está haciendo un guiño a sí misma. Efectivamente, en mi opinión, ella no logra cubrir con solvencia ninguno de los elementos que constituyen habitualmente un relato. Quizás, lo que ella pretenda sea mostrarnos su deseo de no ser como tantos. Sí, quizás, sea eso, pero, al menos a mí no me ha convencido del todo.

 Lo que menos me ha gustado de este libro creo que ya lo he ido desgranando a lo largo de este post: pura reflexión u opinión periodística en muchos momentos (atentados yihadistas, acogimiento de refugiados en España, crítica sobre la gestión del ébola, la maternidad, la homosexualidad….) pero de esa manera como se hace en el periodismo, con rapidez y sin excesiva profundidad. Tampoco me ha gustado nada ese afán de modernidad consistente en acumular anglicismos para designar actividades que en español tienen término propio (campers, grips, performance, goofy, foodie, punching ball, dealer, hashtag, runner, gliders, snorkel, trending topic, trending market, mindfullness, etc…).

 Conclusión

Una novela de explotación del éxito mediático, Una novela sincera en cuanto que viene a concluir que «lo último que necesita este país es otra criatura vanidosa que piensa que tiene algo que contar» (pág. 299). Pocas veces he visto mayor sinceridad en nadie; ya por eso, pero no sólo por eso, Macarena Berlín me cae simpática y ha hecho que me reconcilie con ella pues veo que es irónica, sabe reírse de sí misma y demuestra un gran sentido del humor.

Con todo y con ello creo que la novela tiene recorrido y, seguro, un público que se identifique con la problemática de Pita, con a sus 40 años verse sin vender una escoba, con ese nivel bajo y mediato característico de lo que hace unos años se denominó literatura light. Sí, en esa tendencia es en la que yo situaría «Háblame bajito» de la periodista de la SER Macarena Berlín. Es una novela light.

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Y yo a ti más (Serie Tessa Leoni 1)

Lisa Gardner

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Valoración: ★★★★

Lisa Gardner no da respiro al lector con sus giros espectaculares

Sobre la autora

Desconozco si en España Lisa Gardner es una autora muy leída. Yo, desde luego, nada sabía de ella hasta que llegó a mis manos esta novela publicada por Suma del grupo editorial The Penguin Random House. Indagando por ahí he descubierto que entre nosotros la editorial Pámies publicó en 2014 su novela «Sola«, aparecida en USA en 2005. Con ese título iniciaba la escritora, nacida en Oregón en 1972, una serie de novelas protagonizada por la detective D. D. Warren, sargento de policía que coprotagoniza la novela que reseño aquí. También he visto que en España salió en 2008 «Desaparecida«, una novela de 2006 (‘Gone’ en USA) de otra de sus series, en esta ocasión la de Pierce Quincy y Rainie Conner, agentes del FBI. Por último también he conocido que existe una película para televisión basada en el segundo volumen de la serie D. D. Warren («Hide», 2007) titulada «Escondida» (2011). Este telefilm estadounidense está dirigido por John Gray y es su principal intérprete Carla Gugino en el papel de la sargento de policía Warren.

Mi opinión sobre la novela

En definitiva, de lo dicho antes se deduce que yo era ‘tabula rasa’ en lo que respecta a autora y personajes. Vamos, que llegaba a «Y yo a ti más» sin predisposición ninguna, a favor o en contra. ¿Y qué me ha parecido? Pues, muy bien, me ha parecido muy bien. La novela me ha gustado, me ha entretenido que es lo que se le pide a un thriller. Y lo más importante me ha sorprendido en no pocos momentos con unos giros argumentales interesantes que como se dice en términos futbolísticos casi casi me han roto la cintura, por inesperados, en no pocos momentos.

 ¿De qué va la historia que se cuenta?  Tessa Leoni, agente de la policía estatal de Boston, muy responsable e implicada con su trabajo, mata un domingo por la mañana, al volver de su turno de patrulla nocturna, a su marido Brian Darby, marino e ingeniero, con quien llevaba felizmente casada tres años. Lo más increíble es que Sophie Leoni, su hija de seis años, no está en casa, ha desaparecido. Los investigadores del caso, la pareja de agentes formada por D. D. Warren y Bobby Dodge, entienden que Tessa también ha matado a su hija y que no quiere revelarlo.

 El escenario anterior es sobre el que la sargento Warren y Bobby ponen a trabajar a todos sus agentes del equipo investigador (Phill, Neil, el forense Ben…). En el curso de las indagaciones van apareciendo personajes muy variados con vidas muy interesantes. Es el caso del mismísimo Brian Darby, enamoradísimo de Tessa y ella de él, y sin embargo…; el de Juliana MacDougall, la íntima amiga de Tessa durante la adolescencia pero con la que lleva sin verse ni hablarse la friolera de 10 años; del teniente coronel Hamilton y el agente compañero de Tessa, Shane Lyons, miembro del sindicato policial que no la abandonará ni un instante durante su detención y posterior interrogatorio por los detectives del caso; y otros cuantos más.

De todos los personajes, los femeninos (Tessa, D. D. Warren, Juliana, etc.) presentan desarrollos psicológicos muy interesantes. Se da la coincidencia de que las tres están viviendo experiencias de maternidad en distinto grado, pero que están marcando mucho sus pautas de comportamiento. A las tres las mueve a actuar la suerte terrible que temen haya podido correr la pequeña Sophie de tan sólo seis años. El mismo título, «Y yo a ti más», remite a esos diálogos amorosos que se dan en el ámbito íntimo de la pareja y del amor entre padres e hijos. Es la respuesta hiperbólica que se da a la afirmación no menos increíble tipo «Te quiero como a nadie en el mundo», «Te quiero muchísimo», etc. Estos dulces diálogos amorosos del ámbito doméstico chocan totalmente con la historia que se investiga: un asesinato a sangre fría y la desaparición, posiblemente la muerte, de una niña. A los dos, marido muerto e hija desaparecida, la sospechosa y confesa, dice amar muchísimo. ¡¿Sí?!

 La historia se distribuye en 44 capítulos con dos narradores. Uno es un narrador externo en 3ª persona que cuenta los pormenores de la investigación que lleva a cabo la policia para desentrañar el caso; el otro es un narrador interno, en primera persona, la propia Tessa Leoni, que relata lo que le ocurre, lo que piensa, lo que le pasó antes… La narración en 3ª persona ocupa los capítulos impares, mientras el narrador en 1ª lo hace en los pares. Esta pauta sólo se rompe en un momento, el capítulo 18 que en vez de ser contado por Tessa como sería lo esperable lo es en 3ª contando en él la investigación que lleva en ese momento D.D. Warren. Con esta ruptura del ritmo Lisa Gardner lo que hace es resaltar la importancia del personaje que aparece en este capítulo: Juliana MacDougall, en la adolescencia amiga de Tessa y hermana de Thomas Howe, quien diez años atrás resultó muerto por la misma Tessa Leoni. Es evidente que con la aparición de este personaje la trama da un interesante e inesperado giro. El orden primero -capítulos impares en 3ª, capítulos pares en 1ª- se recupera a partir del 26 que vuelve a ser narrado por la sospechosa de asesinato, Tessa Leoni.

La novela se lee con rapidez y fruición pues la trama es claramente adictiva. No encontramos momento de dejar reposar el libro porque cada capítulo abre expectativas nuevas que queremos resolver pronto. Lisa Gardner, -cierto es lo que Lee Child dice en la solapa interior de la novela-, domina el género del thriller y del suspense como nadie. El novelista británico concluye su aplauso a autora y novela con un «esta novela puede ser la mejor de todas las suyas», rotunda afirmación que no puedo corroborar ni tampoco negar al ser «Y yo a ti más» el primero de los relatos que he leído de la autora norteamericana. Sin embargo estoy convencido de que, como divertimento y puro entretenimiento, no será la última novela que lea de Lisa Gardner. Ya tengo ganas de que aparezcan traducidos al castellano en España las siguientes entregas («Touch & Go«, 2013; y «Crash & Burn«, 2015) de la serie sobre Tessa Leoni que esta novela inaugura y que ya llevan publicados en los Estados Unidos dos y cuatro años respectivamente.

 Lo mejor
Además de la propia historia consistente en los entresijos de la investigación y los motivos que hayan podido provocar el asesinato con que se abre el relato, la novela presenta al menos en esbozo otra serie de asuntos interesantes: la violencia de género, la pedofilia, la ludopatía, el alcoholismo, la corrupción policial, la conciliación familiar… 
Lo anterior, referido al campo del contenido. En lo que toca a la forma los pensamientos que acuden a la magullada cabeza de Tessa durante su estancia hospitalaria o en prisión se entrelazan con otros a un nivel más consciente dando como resultado una narración bien trabada: monólogos interiores, vueltas atrás momentáneas, anticipaciones, melodías incrustadas en el cerebro… La autora usa distinta tipografía para marcar en las recurrencias al pasado los momentos esenciales que sistemáticamente y sin ella quererlo llegan a la cabeza del personaje. 

 Lo peor
En la resolución final me ha parecido que la autora incurre en una cierta inverosimilitud. No puedo entender que tras una laboriosa investigación, agentes de policia de tanta calidad como la pareja Waren-Bobby se conformen con explicaciones algo traídas por los pelos. Y mucho menos que jueces o jurados que valoran estas cuestiones con frialdad, lejos del fragor de la batalla, cierren casos con, en mi opinión, una cierta alegría. Bueno, no sé. Estamos en el mundo de los superventas, de los best sellers y todos, los lectores fundamentalmente, gustamos de dejarnos engañar un poquito. ¿O no es así?

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A grandes males (Refranes, canciones y rastros de sangre 3)

César Pérez Gellida

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Valoración: ★★★★

... y tres: "A grandes males" de César Pérez Gellida

“A grandes males” cierra la trilogía denominada “Refranes, canciones y rastros de sangre” cuyas dos primeras entregas son “Sarna con gusto” y “Cuchillo de palo”, que ya reseñé en este blog (pinchando en los títulos de cada una de las novelas se puede acceder a la reseña respectiva). De las tres “A grandes males” es, con diferencia, la que más me ha costado leer. El motivo no es otro que el paso a primer plano de la trama  de la Congregación de los Hombres Puros, asociación que ya aparecía en las novelas anteriores aunque relegada a un lugar secundario, si bien su papel en “Cuchillo de Palo” ya fue mayor que en “Sarna con gusto”. Yo ya lo declaré en mis comentarios sobre estas dos novelas: ‘la trama de los denominados Hombres Puros, no me agrada mucho pues tiene un tufillo mistérico-gótico tipo Código da Vinci, que se me hace difícil de soportar’. Es evidente que habrá lectores a los que este juego gótico-mistérico  lleno de arcanos y simbolismos apoyados en la interpretación de los versos de la “Divina Comedia” de Dante gustará, pero a mí, decididamente, no. Y no me gusta porque para sostener en pie el edificio interpretativo y que el suspense del thriller no se pierda, el autor se ve impelido a dar una información prolija y sobreabundante sobre el Poema de Dante relacionándolo de aquella manera con la organización de rito masónico la Congregación de los Hombres Puros para aclarar la personalidad real de quienes se ocultan bajo los títulos de guardianes, arcángeles, custodios, centinelas… que se distribuyen las obligaciones y encargos de esta organización criminal.

 Si en la novela anterior, el vallisoletano César Pérez Gellida prestó atención a los nombres secretos de estas personas así como a los ritos ocultos practicados, en ésta plantea un trabajo de investigación, la búsqueda del Cartapacio de Minos (¡cómo me ha recordado esta búsqueda a Indiana Jones y su “En busca del arca perdida”!), siguiendo la interpretación simbólica que el dantista Alcides Edgardo Bujalesky, a quien al final de la novela anterior dimos por desaparecido en las aguas del río Misiones en las Cataratas del Iguazú. Es una interpretación que toma los versos del ilustre poeta florentino y los aplica de manera muy retorcida y forzada a la investigación que él lleva a cabo junto a personajes ya conocidos por su activa participación en los relatos anteriores: Erika Lopategui, Ramiro Sancho, Ólafur Olafsson, el policía nigeriano inspector general de la Interpol Makila… Semejante exégesis del Poema pero con finalidad completamente diferente llevan a efecto los antagonistas de nuestros héroes algunos ya con protagonismo en las otras dos novelas: Robert J. Michelson, por ejemplo, que se esconde bajo la advocación de “Flegias” que ya tuvo su abuelo Matthews, y que ahora aspira al cargo de Gran Maestre de la Congregación de los Hombres Puros; o Vlade Ilic, el terrible arcángel «Miguel», que acostumbrado a obedecer e insensible al dolor de los otros hará todo cuanto Corteza de Roble, el Gran Maestre, le encargue. También son personajes importantes en el relato Adla, la negra albina de la tribu datoga cuya felinidad le es utilísima para la función del vengador arcángel «Gabriel» ejecutada bajo la advocación de “La estatua de mármol”. Ya sólo este personaje es un claro ejemplo de la confusión a la que el lector se ve abocado durante la lectura al referirse a él indistintamente en masculino o femenino así como llamarle simplemente ‘estatua’, ‘Gabriel’ o ‘Adla’; o sea, un lío.

 Hay otra serie de personajes, nuevos en su mayoría, que no representan problema alguno para el lector. Son: Telmo, el encargado del mantenimiento del Palacio Barolo de Buenos Aires; Mario Palanti, arquitecto responsable del diseño y construcción del Palacio Barolo; Luis Barolo, empresario que encargó la construcción del Palacio que lleva su nombre; y otros como “Ciacco” o el Conde Colli  di Felizziano ‘Flegias’ que con el arquitecto y el empresario cubren la parte del relato que transcurre en la década de los años 20 momento en el que se realiza la construcción del Palacio.

Tiempo y Lugar

Hay en la novela dos historias en contrapunto temporal: la que sucede en el momento actual, año 2013, que protagonizan Erika, Ólafur, Robert J. Michelson, Ramiro Sancho, Bujalesky y Telmo; y la que nos retrotrae a los felices años veinte y primeros de los treinta cuando en Buenos Aires se está construyendo el Palacio Barolo, se produce el crack financiero del 29 y en Italia Mussolini ha alcanzado el poder máximo que nada bueno augura para los años siguientes. Ambas historias se desarrollan en la Argentina si bien en tres espacios diferentes: comienza en Misiones, en las cataratas del Iguazú,  donde acabó “Cuchillo de palo”; se desarrolla fundamentalmente en Buenos Aires capital federal donde se encuentra el Palacio Barolo; y tiene una deriva patagónica hacia la zona de la Antártida centrándose en el Lago Argentino donde se encuentra el glaciar Perito Moreno.

 La acción que sucede en el Perito Moreno es sin duda alguna la más trepidante y de resultado más impredecible de toda la novela. Participan en ésta activamente los principales actores del relato: Robert J.Michelson, Ramiro Sancho, Erika Lopategui y Adla. Su escenario, el imponente glaciar, es magnífico y, ciertamente, la aventura sobre él desarrollada es positivamente sorprendente. Pérez Gellida resuelve los hechos que aquí tienen lugar con soltura y mano diestra.

 Humor

La acción desarrollada en Buenos Aires tiene como finalidad la búsqueda del Cartapacio de Minos por parte de Alcides Edgardo Bujalesky y Telmo, auténticos remedos de don Quijote y Sancho Panza, de quienes depende el grueso de las aclaraciones interpretativas de lo que esconde la obra de Dante. Dada la evidente pesadez y embrollamiento cierto de las mismas, el novelista hace que estos dos personajes sean los encargados de sortear, a través del humor, los peligros que corre el relato el cual evolucionará de un modo que no pienso revelar. Es Bujalesky (Buja) un personaje peculiar, un sabio despistado, que en sus extensos –y, en muchos momentos, pesados- parlamentos sobre los misterios contenidos en la “Divina Comedia” y su cotejo y búsqueda en los elementos arquitectónicos del Palacio Barolo, hace uso de un peculiar sentido del humor. Así cuando el vigilante del Palacio le advierte del peligro que corren en el curso de su investigación de ser descubiertos por alguno de los trabajadores de las muchas oficinas que hay en el Palacio, éste le dice con gracejo argentino: “No laburan de día, como para laburar de noche. ¡Ni en pedo! No seas conchudo, Telmito, hacé el favor”. El humor, pues, cumple en esta narración la importante función de dar pequeños respiros al lector.

 Quizás su empleo está más justificado para mostrar la relación amorosa que se inicia entre la inspectora Sara Robles y el comisario Ramiro Sancho, quien cuando ésta en la Comisaría vallisoletana le hace consultas profesionales apenas si se entera de lo que le dice pues “tenía la cabeza más ocupada en su cuerpo que en el Cuerpo”. Es, en efecto, en la comisaria de Delicias, en Valladolid, donde aparece el humor entre los compañeros de profesión policia: “Siempre es mejor un polvo que un rapapolvo”, “Mira esos dos tíos de ahí: -¿El de la barba que está en el chasis y el de la sonrisa ‘vengopajeadodecasa’?”

  

Un canto a la Argentina en general y a Buenos Aires en particular

Desde hace ya algún tiempo Gellida reside en Buenos Aires. Según confiesa él mismo al final de la novela han sido principalmente las historias que sobre la nación, la capital y el Palacio Barolo le han contado allá las que le impulsaron a realizar esta novela final de la trilogía que abandona totalmente el suelo español. Aunque tiene algunas pequeñas acciones situadas en otras partes del globo (Shanghái, Londres, Chicago, la selva africana…) el grueso de la narración sucede en Argentina: Misiones, El Calafate, el Perito Moreno…, y, sobre todo, la ciudad de Buenos Aires. Un Buenos Aires en el que aparecen lugares señeros como la Catedral, la Casa Rosada, el Palacio Barolo, el Cabildo, el cementerio de La Recoleta, la Bombonera, la calle Corrientes, Avellaneda con sus dos famosos equipos de fútbol, la Villa 31…

 En la novela se hace un buen repaso histórico del país a través de presidentes, militares y personalidades como Yrigoyen, Bartolomé Mitre, el General De las Heras, Domingo Faustino Sarmiento, etc. que al ponerlos en relación con la masonería obliga al novelista, a través de uno de sus personajes, Bujalesky, a  hacer aclaraciones y distinciones entre la auténtica Masonería y otras sociedades ocultistas como la Congregación de los Hombres Puros claramente delictiva. Así, en un momento en que Buja explica a Erika su teoría sobre el origen de la nación Argentina y la pertenencia de muchos de sus primeros presidentes a la Masonería le aclara: “Pero tenés que entender algo: la masonería no es perniciosa ‘da per sé’, lo realmente… maligno –define- son las personas que, en un momento dado, adoptan unas prácticas pseudo masónicas para ocultar sus verdaderos intereses, que nada tienen que ver con la búsqueda de la razón, lo filantrópico y lo humanístico.” En esta novela Pérez Gellida realiza una mezcla ficción-realidad muy interesante, aunque como se ve el escritor no quiere que el lector mezcle churras con merinas.

Léxico y/o vocabulario

La manera de hablar y expresarse de los habitantes de estos lugares argentinos por donde discurre el relato es digno de ser señalado. Principalmente son los argentinos Bujalesky, Telmo o el ex-comisario de la policía de la provincia de Misiones, Carlos Alfredo Ramírez, quienes más términos propios del país emplean. Son expresiones como:  ‘petisito forro de mierda’, ‘la concha de la lora’, ‘bandas de chorros que se matan a diario’, ‘romperse el bocho’, ‘bancarme’, ‘quilombo’… A veces asistimos a parlamentos llenos de expresiones propias del lunfardo argentino, jerga propia de delincuentes: 

Escuchame, boludo –dice recortando la distancia con él-. Estáis en nuestra vereda, entrasteis de arriba sin poner un mango. No me gusta que me tomen de logi, ¿entendés? Aflojen un sope y estamos todos piola, ¿está claro?”.

Pérez Gellida siente una gran atracción, también en esta novela, por los tecnicismos científicos. Ejemplos como ‘epidermodisplasia verruciforme’, ‘firewalls infranqueables, wrappers intransitables’, ‘Inmediatamente los nervios nociceptores detectan el daño severo producido en el tejido y emiten una alarma proporcional a la herida que se transmite por la médula espinal hasta el lóbulo parietal a través de la red periférica’…

 

Música y Literatura

Frente a sus otras dos novelas de la serie, en ésta me ha parecido ver un menor número de referencias literarias, seguramente debido a que la exégesis alegórica practicada sobre la “Divina Comedia” le haya parecido al escritor más que suficiente (¡a mí también me lo parece, sin duda!). Lo mismo cabe decir de las alusiones a temas musicales, algo muy característico especialmente en “Sarna con gusto” cuyos títulos servían de encabezamiento a los diferentes capítulos. En “A grandes males”, salvo alguna puntual alusión a Depeche Mode («Should be higher»), a Standstill y poco más, el tema ‘Música’ se solventa rotulando los capítulos con los títulos de los temas musicales que continuamente canta Bujalesky y que dice fueron compuestos por su fallecido hijo Néstor. No he investigado mucho el asunto pero creo que son temas totalmente ficticios y quizás sea por ello que el autor incorpora, bien en el capítulo así titulado o bien al final en lo que denomina “Banda sonora”, la letra de estos supuestos temas. ¿Son supuestos, son auténticos? Sinceramente, no lo sé.

 

Final

He leído en alguna reseña sobre otras novelas de esta trilogía que Pérez Gellida es un poco ‘tramposo’, que oculta datos al lector. Yo discrepo un poco de esa opinión, creo que lo que hace es graduar la información que ofrece para darla a conocer en el momento oportuno. Eso no me parece mal y más cuando el narrador es un narrador en 3ª que todo lo sabe: [Ramírez] «podría darles la dirección de la casa de Avellaneda en la que Buja vivió de joven, adonde se trasladó su hijo Néstor cuando murió la abuela; pero no lo hace«. 

 Con esta novela, aunque me haya costado algo más, me ha sucedido lo mismo que con la anterior. Por momentos me daba la impresión de que el autor se caía con todo el equipo (los simbolismos, la exégesis de los dantistas, la Congregación con sus etiquetas y grados de guardianes, custodios, arcángeles y tal) para en un momento dado (en esta novela cuando la historia se traslada al Perito Moreno) verle remontar con nuevos bríos y dejarnos -al menos a mí- con un buen sabor de boca, aunque también deseoso de que en próximas novelas regrese el Gellida más negro que entreví en «Sarna con gusto» y  que, según sus lectores, está muy presente en la trilogía anterior con la que el autor se dio a conocer e hizo nacer el denominado ‘estilo Gellida‘.

 

 

 

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Mentiras

Yrsa Sigurdardóttir

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Valoración: ★★★★

Un thriller islandés

La autora

Yrsa Sigurdardóttir (Reikiavik, Islandia, 1963) es la autora de la serie de novela negra protagonizada por Thóra Gudmundsdóttir [«El último ritual«, 2005 -E:2006-; «Ladrón de almas«, 2006 -E:2007-; «Ceniza«, 2007 -E:2010-; «The Day is Dark«, 2008; «Someone To Watch Over Me«, 2009; y «The Silence of the Sea«, 2011. (las fechas de publicación son las de la aparición de las novelas en Islandia; entre guiones su publicación en España)]. Tiene otras novelas no pertenecientes a esta serie: «Sé quién eres«, 2014 (‘I Remember You’, UK:2012; en islandés ‘Ég man þig’, 2010); «Los indeseados«, 2015 (‘The Undesired’, UK:2015′; en islandés ‘Kuldi’, 2012); y «Mentiras«, 2017 (‘Why Did You Lie?’, UK: 2016; ‘Lygi’, 2014). También es autora de éxito en su país de narraciones destinadas a un público infantil.

 En España se han publicado varias de sus novelas pero, como suele ser habitual entre nosotros, de manera desordenada: Da la impresión de que la serie protagonizada por Thóra Gudmundsdóttir no ha tenido en nuestro país la recepción esperada por sus editores pues sólo se han traducido sus tres primeros títulos y sin embargo las tres novelas ajenas a la misma se han traducido todas y han tenido una excelente acogida entre nosotros. 

La Novela

«Mentiras» es una espeie de cierre del tríptico de novelas independientes ambientadas en inhóspitas islas. Para mí ha sido el primer acercamiento a esta escritora islandesa de novela negra. Su lectura me ha satisfecho completamente. Es una narración sencilla, que no exige ningún esfuerzo, pero que atrapa al lector envolviéndole en la tensión característica del thriller y el desasosiego que tan bien sabe transmitir Sigurdardóttir. Un desasoiego que nace al rozar el suspense de la narración la frontera con el terror sin llegar a penetrar en él. Este ejercicio de contención es para mí uno de los grandes aciertos del relato. 

Sinopsis

Tres historias aparentemente sin conexión entre sí acaecidas durante el breve espacio de 10 días de enero de 2014 acabarán confluyendo y dando explicación a una serie de suicidios, desapariciones y descubrimientos de mensajes aparentemente sin sentido. Las historias son las de la policía Nina, cuyo marido Prostur está en coma irreversible tras un intento de suicidio; la del matrimonio de Nói y Vala que en un intercambio de domicilios acaban de volver de un viaje a Florida donde se alojaron en la casa de una pareja estadounidense que en el mismo espacio de tiempo habitó la suya de Reikiavik; y la de un grupo formado por una técnico de telecomunicaciones (Heida), dos operarios (Tóti e Ívar) y un periodista (Helgi) que han de pasar un día entero con su noche en un islote accesible sólo con helicóptero para solucionar un problema en el faro que allí hay. La mayoría de los seres que forman estos grupos son esclavos de algo ocurrido hace treinta años cuyo ocultamiento y/o sentimiento de culpa siguen arrostrando.

 La autora maneja muy bien los recursos del suspense con los que sabe transmitir al lector el desasosiego preciso y deseado. En todas las historias hay algo oculto que perturba a los personajes: una sombra, una puerta abierta cuando antes estaba cerrada, unos ruidos desconocidos en el piso inferior o superior, unas imágenes tomadas por una cámara sensible al movimiento que graba en una casa supuestamente vacía, unos extranjeros que han abandonado la casa que intercambiaron olvidándose demasiadas cosas, un garaje que mantiene restos de un antiguo taller de bicicletas, un gato inquieto que parece querer anunciar algo, un jefe de policía que elude hablar de lo que sucediera años atrás pese a que él lo investigó, etc.

 Las historias las presenta la escritora de manera lineal cada una de ellas, si bien las combina y entrevera en un aparente desorden fácil de desentrañar. Son 35 capítulos más un prólogo. El prólogo, con la visualización desde un helicóptero que se dirige al islote del faro de unos cadáveres en el mar, marca un comienzo impactante que no deja lugar a especulaciones. El thriller lo pone en marcha Yrsa Sigurdardóttir desde la primera línea del relato. El capítulo 35 cumple la función típica de las novelas negras de atar cabos y dar explicaciones (la ‘anagnórisis’ que dicen algunos), poniendo en negro sobre blanco todo lo que nos ha tenido expectantes durante la lectura.

 Lo mejor de la novela es el ritmo que la autora imprime con unos finales de capítulos en suspense, así como ciertas sorpresas y giros en el relato que sorprenden e invitan a seguir leyendo.

 Lo peor. Una cierta inverosimilitud en el tratamiento humorístico dado a alguna situación. Me refiero concretamente al momento en que Helgi en el exterior del faro, a cuatro bajo cero, en una noche heladora, comenta que comer al aire libre está bien pues no siempre se le presenta la ocasión de comer al lado de una mujer guapa. Increíble, ¿no?

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Un abogado rebelde

John Grisham

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Valoración: ★★★★

Un abogado que se las sabe todas

Es la primera novela que leo de este prolífico autor de novela negra norteamericana. John Grisham es un auténtico fenómeno editorial dentro y fuera de su país. Varias veces sus títulos han sido los más vendidos en USA. “Un abogado rebelde” no es una novela excelente, pero sí que es una novela entretenida, que hilvana de manera adecuada varias historias (los distintos casos que lleva el abogado en su despacho) generando entre todas ellas un thriller que en lugar de por las calles y tugurios habituales se mueve por los entresijos del sistema legal. Como ocurre tantas veces la traducción con la que la novela llega a nosotros, “Un abogado rebelde”, traiciona el calificativo que el autor dio a su personaje: “Un abogado canalla”.

El autor

John Grisham nació en Jonesboro (Arkansas) en 1955. Tras graduarse en Derecho, ejerció como abogado especializado en temas de Derecho Civil y Penal. Sus conocimientos legales son los que pone sobre el tablero en los thrillers que son sus novelas

En 1989 se inició en el mundo literario con la obra ‘Tiempo de matar ‘ pero fue con su segunda novela, ‘La tapadera’, con la que alcanzó la popularidad. Desde entonces, la aparición de todas sus obras siguientes tales como: ‘El informe Pelicano’, ‘El cliente’, ‘El jurado’, ‘Causa justa’ entre otras, han sido recibidas con enorme entusiamo, no sólo por parte de los lectores y críticos, sino también por la industria cinematográfica, que las ha convertido en auténticas superproducciones:

  • La tapadera (The Firm, 1993, dirigida por Sydney Pollack)
  • El informe Pelícano (The Pelican Brief, 1993, dirigida por Alan J. Pakula)
  • El cliente (The Client, 1994, dirigida por Joel Schumacher)
  • Tiempo de matar (A Time to Kill, 1996, dirigida por Joel Schumacher)
  • Cámara sellada (The Chamber, 1996, dirigida por James Foley)
  • Legítima defensa (The Rainmaker, 1997, dirigida por Francis Ford Coppola)
  • Conflicto de intereses (The Gingerbread Man, 1998, dirigida por Robert Altman). Basada en un relato corto.
  • La granja (A Painted House, 2003, dirigida por Alfonso Aráu). Adaptación para televisión.
  • El jurado (Runaway Jury, 2003, dirigida por Gary Fleder)
  • Una Navidad de locos (Christmas with the Kranks, 2004, dirigida por Joe Roth). Adaptación de la obra Una Navidad diferente (Skipping Christmas).
  • Y ahora que las series de televisión se han alzado con el cetro del entretenimiento audiovisual, también algunas de sus novelas han pasado a ser base de exitosos seriales:
  • El cliente (The Client, 1995-1996)
  • The Firm (The Firm, 2011, creadores: John Grisham y Lukas Reiter)

En total el novelista lleva hasta el momento escritos treinta libros de ficción legal,seis de ficción no legal y dos de no ficción novelada. Un autor prolífico, sin lugar a dudas.

Como curiosidad sólo decir que en 2013 las autoridades militares de Guantánamo prohibieron que se entregaran libros de este autor (en los que se repasan muchos de los principios básicos del derecho estadounidense) a los presos retenidos en esta instalación militar, por ser «problemáticos».

 Mi comentario

El abogado Sebastian Rudd se desplaza en una furgoneta que utiliza como despacho desde que alguien le voló el despacho donde recibía a sus clientes. Le acompaña Partner, un antiguo cliente al que sacó inocente de la acusación de haber matado a un agente de narcóticos infiltrado y que desde entonces es su asistente personal: amigo, chófer, guardaespaldas, investigador… 
Sebastian Rudd es un abogado que se nutre de aquellos asuntos espinosos que surgen por abusos policiales o negligencias del Estado.  Ejerce la abogacía en Milo, un pequeño pueblo de apenas 3000 habitantes ubicado en el condado de Piscataquis en el estado estadounidense de Maine.
Sus defendidos son casos perdidos, los que no quiere nadie: Gardy, un drogadicto acusado de violar, secuestrar y matar a dos niñas; Link Slanlon, un delincuente capo de una organización mafiosa, que se encuentra en el corredor de la muerte por haber mandado asesinar a un juez; o Doug Renfro, un hombre de 70 años que vio cómo ocho policías de asalto entraban por la fuerza en su casa, mataban a su mujer y él respondía a la agresión matando a uno de los asaltantes. También defiende voluntariamente y gratis a un luchador que representa, Tadeo Zapate; y hasta hay ocasiones en que el cliente no es elegido por él sino que le viene dado forzado por la situación. Es lo que le sucede con Arch Swanger, un delincuente que conocedor de los éxitos de Rudd se pone en sus manos aunque Rudd no lo desea y le cueste librarse de él.

 ¿Por qué elige estos clientes? Pues simplemente porque cree que todo el mundo tiene derecho a un juicio justo, incluso aunque él tenga que hacer trampa para conseguirlo. Odia la injusticia, no le gustan las aseguradoras, los bancos o las grandes empresas, desconfía de cualquier persona que tenga que ver con el Gobierno y se ríe de las nociones del sistema judicial sobre comportamiento ético.El abogado Rudd utiliza todas las estratagemas habidas y por haber para resolver sus difíciles casos:

  • «Lucho por mis clientes con uñas y dientes y quebrantaría la mayoría de las leyes para protegerlos, pero nunca íntimo demasiado con ellos.«

En esta lucha por sus clientes llega a veces a colaborar con la policía en la resolución de asuntos encallados en sus Departamentos, pero siempre a cambio de provocar determinados comportamientos del alcalde de la localidad Woody, del fiscal Max Mancini o del Jefe de Policía; comportamientos que allanan sus casos y sirven también para resolver otros que los agentes tienen entre manos. El único límite que se pone Sebastian Rudd es evitar incurrir en conductas que le puedan suponer la expulsión del Colegio de Abogados y su inhabilitación. Está siempre en el filo de la navaja.

Radiografía de la sociedad americana
En la novela afloran infinidad de asuntos que existen en la sociedad norteamericana [la mayoría de ellos son trasplantables a las nuestras europeas]:

➤ Inmundicia de los polítcos que prefieren condenar a inocentes antes que reconocer un error policial en especial si éste puede salpicar su carrera. Al tiempo estos políticos (el alcalde Woody, el fiscal Mancini, etc.) con tal de no caer destituirán a personas de su supuesta confianza, harán declaraciones públicas impactantes, sacarán dinero de fondos opacos para untar a delincuentes que van a favorecerles…. Todo esto lo conoce Rudd, se aprovecha de ello y a veces lo estimula.  

➤ Represión en la sociedad norteamericana. John Grisham reflexiona dura y con gran clarividencia sobre este asunto:

  •  «En nuestro sistema quien pasa un año en prisión por un crimen no cometido puede considerarse afortunado. Hay miles de personas a las que encierran durante décadas, aunque eso ya es otra historia.«
  • «Vivimos en un estado policial y el aparato represivo cuenta con todos los apoyos«
  • «Es triste pero en nuestros tiempos disentir se considera antipatriótico y el 11S ha creado una atmósfera en la que se reprimen las críticas a los de uniforme, sin importar cuál de ellos lleven«. 

➤ Puritanismo hipócrita de la sociedad americana. Al abogado Rudd si hay algo que le molesta es que se procese a un inocente por detalles tan peregrinos como sus gustos musicales: 

  • «En palabras de Mugre, Gardy se encontraba bajo los efectos de las drogas y había escuchado heavy metal» 

➤ Reflexión sobre la lucha contra la droga que lleva a la cárcel sobre todo a jóvenes negros que tras una media de estancia de 7 años volverán a la calle, pero ya estigmatizados como exconvictos, y que volverán a la celda en el plazo de unos tres años. «Hemos perdido el norte«

➤ Mucha culpa de la prensa amarilla en todo lo que sucede pues sus profesionales, siempre tan pegados a los juzgados, desean en muchas ocasiones materializar  el viejo adagio de que la realidad no les estropee una buena noticia:

  •  «El directo se traslada al exterior del Tribunal Superior de Justicia de Washington, donde el reportero de la CNN prácticamente reza por que se produzca algún tipo de explosión«

➤ Reflexión sobre la emigración latina. El protagonista-narrador Sebatian Rudd, al ver a la madre de su cliente Tadeo Zapate en la sala del juicio, no puede por menos que hacerse la siguiente reflexión: 

  •  «Ella emigró desde El Salvador hace veinticinco años, tiene su tarjeta de residencia legal en regla, trabaja en una cafetería en horario nocturno y se encarga de criar a una manada de hijos, nietos y toda clase de allegados.  Tadeo y sus aptitudes como luchador de jaula eran su billete hacia una vida mejor

Custodia legal de los hijos de padres divorciados. Buena parte de la novela se ocupa de las peleas mantenidas entre el narrador-protagonista y su ex-esposa Judith. Ambos son padres de un niño de 7 años, Starcher. Rudd se separó de Judith, la madre, al poco de nacer el chico. Ella vive con Ava, abogada también; Judith utiliza todo tipo de añagazas jurídicas para intentar arrebatarle las míseras 36 horas semanales a las que tiene derecho para estar con su hijo. Pero Rudd se defiende bravamente pues no quiere perder el contacto con el chico y logra, siempre con sus métodos algo discutibles, que Starcher le quiera como padre y desee estar con él y salir así del estricto control de las dos madres que le han tocado en suerte. 

 

Final

En el género de la novela negra, los protagonistas suelen ser normalmente detectives privados y/o policías. A veces sube el rango del investigador y es un juez o jueza quien dirige la indagación; también en ocasiones es el fiscal quien se convierte en el sabueso y perseguidor de la verdad. Los abogados, como sucede en esta y en otras novelas de Grisham, también han protagonizado algunas grandes novelas y series de novelas; basta recordar al abogado Wilfrid Robarts, que luego encarnó en la gran pantalla Charles Laughton, de la novela de Agatha Christie «Testigo de cargo». Aunque el abogado literario más famoso haya sido sin duda Perry Mason que protagonizó 80 novelas de  Erle Stanley Gardner y conoció un gran éxito en los albores de la televisión allá por los años 60 en una serie  con el mismo título. 

La gran diferencia entre Sebastian Rudd y los abogados de Erle Stanley Gardner y Agatha Christie es que el letrado de John Grisham no es un ejemplo de conducta. Más bien al contrario como ya he dicho antes su sentido de la ética es casi inexistente moviéndose siempre por los aledaños de las alcantarillas aunque milagrosamente no llegando a caer en ellas. Es un abogado que domina el corpus legislativo en vigor y que sabe encontrar las lagunas que hay en él. Y ahí es a donde acude a abrevar, intentando ordeñar cuanto le sea posible la teta del Estado en forma de indemnizaciones por mala praxis de sus funcionarios. Es un buitre, un carroñero que hurga en la podredumbre del Sistema para extraer de él cuanto le sea posible. Eso sí, como ya he dicho antes, procurando no perder su propia independencia personal aunque eso le haga merecedor del odio de unos y de otros, policías y ladrones. En definitiva como reza el título original, «Un abogado canalla».

 

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Cuchillo de palo (Refranes, canciones y rastros de sangre 2)

César Pérez Gellida

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Valoración: ★★★★

Gellida es mucho Gellida: Giro inesperado en su trilogía "Refranes, canciones y rastros de sangre"

La novela me ha sorprendido en muchos momentos y por muchos motivos. El primero, sin lugar a dudas, es encontrar a Ramiro Sancho viviendo en Vigo una vida desordenada y totalmente caótica fuera de la policía dado que como cualquier lector de «Sarna con gusto» sabe está expedientado por el mal resultado del secuestro de la hija del concejal vallisoletano Zúñiga. Por ello no extraña verle vivir sin ser policía aunque sorprende mucho encontrarle tan relajado en todos los aspectos. 

 Pero la principal sorpresa es que en esta narración pase a primer plano la trama de la Congregación de los Hombres Puros, asociación que ya aparecía en la novela anterior aunque relegada a un lugar secundario que, -la verdad, todo hay que decirlo-, no se entendía muy bien qué pintaba allí. En el comentario que hice de «Sarna con gusto» [leer mi opinión aquí] escribí que la trama de «la organización secreta queda abierta a una clara continuación que, a buen seguro, se nos dará en las siguientes novelas  de la trilogía«. Y en efecto mi sospecha se ha confirmado pues en «Cuchillo de palo» esta Congregación de corte masónico ocupa el grueso de la narración. Hasta tal punto tiene protagonismo en la novela que en ocasiones la propia peripecia del inspector Ramiro Sancho queda tan en un segundo plano que casi casi llegué a pensar que quizás Gellida en esta entrega hubiera decidido abandonar de una vez por todas el hilo narrativo del policía pucelano. ¿Os lo voy a aclarar? Pues naturalmente que no, tendréis que leer la novela para ver qué sucede. Es lo que tiene leer un thriller que siempre hay suspense, dudas y tal.

De las dos tramas yo os confieso que prefiero, ¡y con mucho!, la que se centra en Sancho; la otra, la de los denominados Hombres Puros, no me agrada tanto pues tiene un tufillo mistérico-gótico tipo Código da Vinci, que por momentos se me hizo difícil de soportar. Pero ya digo que Gellida es mucho Gellida y se da cuenta en un momento de la historia que la novela se le está yendo por esa gatera y busca remedio rápido que coloque las cosas en su sitio. La solución, claro, no es otra que no olvidar por tanto tiempo a Sancho, y hacer que las dos tramas, como ya hiciera en la primera novela de esta su segunda trilogía, confluyan de alguna manera. Menos mal. Para mí en ese momento la novela remonta el vuelo y el confusionismo originado por los cargos y nombres secretos de los diversos miembros de la Congregación se pierde o, al menos, gana en claridad. La nomenclatura de arcángeles, custodios, guardianes, centinelas, el simbolismo de la organización en círculos siguiendo la ‘Divina Comedia’ de Dante, el denominado Cartapacio de Minos, etc. y su correspondencia con los nombres reales de estos o aquellos personajes, al menos a mí, me ha supuesto una confusión mental de tal nivel que me impedía disfrutar como era debido del ritmo y suspense narrativo tan característicos del autor. 

 «—Los arcángeles menores —prosiguió Keergaard—, Zadkiel, Jofiel, Samael y Uriel, atendemos las solicitudes de servicio que nos llegan de los guardianes y centinelas. Las de los custodios se encomiendan directamente a los arcángeles mayores, Gabriel, Rafael y en ocasiones muy excepcionales a Miguel.»
«Con tanto orgullo como lo hacía al vestirse la túnica de la Congregación de los Hombres Puros. Primero la de centinela, luego la del guardián Cepheus, prenda que pasó a manos de su nieto, su padre, y que este había cambiado por la del custodio Flegias.» 

Sin lugar a dudas este ambiente mistérico, lleno de arcanos, incidiendo en tópicos sobre la masonería propios de la novela gótica, construyendo por momentos un thriller al modo de Dan Brown es lo que me ha sorprendido negativamente, y creo que el propio autor ha sido consciente del riesgo que estaba corriendo.

«¿O piensas que vas a encontrar El Cartapacio de Minos? Nadie, excepto el Gran Maestre, sabe dónde está y te aseguro que moriría antes de revelarlo. En aquel momento aquello me sonó a novela de Dan Brown y a mí eso de jugar al mapa del tesoro nunca me había llamado la atención.«

Ya he dicho que César Pérez Gellida logra conjurar el riesgo dando un giro sorprendente, y exitoso, a su narración en un momento dado. Pero con todo y con eso, el novelista debía de seguir con la mosca detrás de la oreja y, quizás por ello, considera necesario la «Nota del autor (definitiva)» que incluye al final del relato aclarando que la Masonería no es eso que aparece en muchas novelas y que él ha usado en la suya también:

«En mi deseo por vestir esta asociación criminal, opté por usar ropajes de corte masónico y ocultista con el único propósito de hacer más tangible una organización del todo ficticia. No querría que este atuendo le llevara a pensar, estimada lectora o lector, que la masonería es algo pernicioso o que le lleve a confundir este tipo de agrupaciones -que aún hoy día conviven en nuestra sociedad en todos los rincones del planeta y cuyos miembros se cuentan por millones- con sociedades secretas de corte siniestro o, peor aún, con sectas religiosas. Nada que ver»

Que el autor se vea impelido a hacer esta aclaración creo que dice mucho del riesgo que ha corrido al tocar, siquiera haya sido de refilón, esta modalidad de narración. Pero ya digo que él mismo recoge velas y, todo hay que decirlo, lo hace a las mil maravillas. Esto ya es motivo sobrado para leer esta novela.

 
Lo más destacable

Las principales características señaladas en la reseña que hice a «Sarna con gusto» sirven para «Cuchillo de palo». Los personajes principales son los ya conocidos por el lector (Ramiro Sancho y sus compañeros de Valladolid, el inspector islandés Ólafur Olafsson, Erika Lopategui y otros ya citados en la primera de la trilogía) a los que se añaden otros cuyos nombres no voy a citar aquí pero que tienen mucho que ver con los espacios geográficos, en esta ocasión muy cosmopolitas, por donde discurre la novela: Budapest, Nigeria, Vigo…

 La música sigue teniendo mucha relevancia en esta novela. Ya sabemos que a Sancho le gusta mucho el sonido de los 70, 80 y 90, y  «Cuchillo de palo» tiene una banda sonora que va de los Doors a Fito & Fitipaldis pasando por un buen número de magníficos grupos de rock y temas señeros. Los nombres de muchos grupos españoles aparecen citados en el relato:

 «Los que están pegando son Vetusta Morla, Supersubmarina, Lori Meyers, Sidonie, Love of Lesbian y, cómo no, mi paisano, Iván Ferreiro.»

Al final de la novela el escritor incluye los títulos de los temas que componen la banda sonora de la misma. 

El universo literario de Gellida es grande. Además de mencionar a autores como Coelho, Quevedo, Edgar Allan Poe, Dan Brown o J. R. Tolkien, también en los intertextos literarios hace referencias a obras propias. Así al menos he creído verlo cuando se refiere a «Benjamin Harding, un norteamericano perteneciente a la NSA«, que nos lleva a su novela distópica «Khimera»; o cuando haciendo gala de su gran sentido del humor alude a un  «autor debutante de una novela cuyo título en latín no logro retener en mi memoria». Él mismo puso a las tres obras de su primera trilogía títulos en latín («Memento mori», «Dies irae» y «Consumatus est»). E incluso el propio Ramiro Sancho sitúa un hecho personal en un pasado que los adictos a Pérez Gellida reconocerán si han leído «Memento mori»

«Fue horas antes de salir de la prisión de Sremska Mitrovica, en Serbia, donde me encerraron de forma preventiva a la espera de esclarecer las muertes de Orestes y Carapocha. Hacía casi dos años de aquello y no lo habría hecho de no verme en la obligación de afeitarme»

En la órbita culturalista que pergeña la novela el Cine también aparece no pocas veces citado. Así sucede con la alusión a «Las aventuras del barón Münchhausen» muy conocida por sus versiones cinematográficas (la última de Terry Gilliam, ex miembro de los Monty Python, en 1988) aunque en principio es un relato del ilustrado alemán Rudolf Erich Raspe (Hannover, 1734 – Irlanda, 1794).

Por último quisiera llamar la atención al vocabulario y/o léxico empleado por el escritor. En esta narración he notado el uso de expresiones más en la órbita bonaerense que en la del castellano propio de un vallisoletano. Me refiero a términos como «predominancia», «muy en cambio» y otras de este tenor que no son incorrectas pero sí algo extrañas en nuestro país. Yo lo relaciono con que el escritor, aunque nacido en Valladolid, actualmente reside en Buenos Aires (Wikipedia dixit).

En otro orden de cosas, en esta novela Gellida sigue haciendo uso en ocasiones de tecnicismos muy llamativos. como ya hiciera en «Sarna con gusto». Así por ejemplo utiliza la expresión «pirámide de Maslow» para referirse a las necesidades humanas en un cierto orden jerárquico, «palabras parónimas» cuando corrige el castellano de un extranjero nigeriano, «posición Weaver de disparo» para describir un gesto típicamente policial, o «ataxia de Friedreich» que formula Erika Lopategui al recordar la enfermedad neurodegenerativa que padeció su padre. También, sin duda alguna, el uso de refranes y de proverbios utilizados para encabezar los capítulos y el propio título de la novela podría considerarse como formando parte de este lenguaje técnico dado que las nuevas generaciones desconocen en gran medida la riqueza encerrada en este acervo lingüístico tradicional.

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Las noches de Flores

César Aira

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Valoración: ★★★★

Lo distinto y hacer coincidir cualquier cosa con otra ¿es suficiente para considerarlo Arte?

Que el mercado del arte se utiliza de tapadera de la corrupción es “muy difícil probarlo dadas las características del arte en la actualidad. Y lo es. Dificilísimo. ¿Qué existe y qué no existe en el arte? Pero al mismo tiempo es facilísimo, basta con hacer coincidir «cualquier cosa» con «cualquier cosa»…?”

La frase anterior sirve de cierre de este relato de César Aira aparecido por vez primera en 2004 y vuelto a reeditar ahora por Random House. Si, como en mi caso, es la primera vez que se lee algo de este prolífico escritor y traductor argentino, sorprende su manera de hacer literatura. Leer «Las noches de Flores» ha sido para mí toda una experiencia literaria. Desde el principio esta novela corta de tan sólo 144 páginas destila argentinidad por todos los poros: Jorge Luis Borges, sin duda, parece entreverse en más de un momento; a mí, especialmente, me ha parecido presente en el personaje de Aldo quien dice que «aun siendo un gran olvidadizo, él podría recuperar, si se pusiera, todo lo que le había pasado en su vida», para a continuación, como hace el personaje de «Funes, el memorioso» en el cuento borgiano, desgranar el sistema utilizado para hacer tal cosa. También la atmósfera mágico-fantástica en que se mueven los personajes de este relato, y, especialmente, el personaje de Malvón-Nardo, tiene mucho de los Cronopios de Julio Cortázar. Véase si no la descripción que se hace de Nardo la primera vez que se manifiesta:

«Esto lo dijo un ser extraño, mitad murciélago, mitad loro, de un metro de alto, que se descolgó de un árbol al paso de los Peyró, y siguió caminando con ellos, con un garbo precario, sobre piernas demasiado cortas y zapatitos de goma roja«

La misma ambientación nocturna con ribetes delictivo-policiales en que se desarrolla la acción me ha llevado a pensar en otro de los grandes autores argentinos, Ernesto Sábato, y en aquellos escritos que presentan historias henchidas de ‘pavura’. Los túneles que discurren bajo el barrio de Flores de la ciudad de Buenos Aires me han hecho recordar la novela «El túnel» del magnífico escritor de Rojas en la provincia de Buenos Aires. 

 Y es que -pienso yo- César Aira envuelve esta narración en claros elementos argentinos que van desde la tradición literaria que he señalado antes hasta el propio meollo del asunto que plantea: la búsqueda por parte de una pareja de jubilados –Aldo y Rosa– de fuentes alternativas de ingresos a fin de sobrellevar mejor la crisis en que la Argentina se encontró desde 1998 hasta el 2003, el año en que se sitúa la historia que se relata. Concomitante con esta terrible penuria económica que echó a miles de personas a buscar en los cubos de la basura estuvo el ascenso de la delincuencia, especialmente en forma de secuestros como el del joven Jonathan que está en el centro de esta novela corta.

 Y como «piolín» [modismo argentino que significa ‘cordel delgado de algodón, cáñamo o de otra fibra’] que soporta todo el planteamiento literario anterior estaría el vocabulario popular de la Argentina, de la ciudad de Buenos Aires y de Flores, el barrio donde nació y vive el escritor, y en donde ocurren los acontecimientos de esta historia. Son términos como ‘bailantero‘, ‘rubro‘, ‘estada‘, ‘chanchada‘, ‘perspectivístico‘, ‘vereda‘, ‘chacra‘..; pero también cambios en la modalidad verbal cual es la utilización del modo condicional en vez del subjuntivo: “Claro está que ese policía no estaría cumpliendo con su función, con el trabajo por el que le pagan, lo que no impide que tendría razón.”.

 Las características señaladas hasta aquí son las que me han hecho más agradable esta novela. Luego hay otra importantísima, que no se puede dejar pasar, pero que a mi modesto entender César Aira no logra plasmar apropiadamente o si lo hace a propósito, como estoy comenzando a creer, aún yo no alcanzo a disfrutarla como debiera. Me refiero a materializar en el escrito que estamos leyendo la profunda reflexión que sobre el arte contemporáneo expone al final del mismo y que encabeza este post: 

«hacer coincidir «cualquier cosa» con «cualquier cosa»» 

Llevada esta idea al extremo, como sucede en esta narración, todo es un cúmulo de coincidencias cuya disparidad nos hace pensar en errores inexplicables, descuidos, falta de planificación, engaños poco aceptables por parte del narrador… Pero no, yo pienso que el escritor es plenamente consciente de lo que hace y que lo que pretende es, con el producto que está construyendo, hacer realidad aquello que nos quiere exponer, que en definitiva -y a falta de conocer en profundidad sus ideas sobre arte moderno expuestas en su ensayo Sobre el arte contemporáneo que acaba de publicar en Literatura Random House- es que el arte es necesario para comprender la realidad, y no al revés como tantas veces se dice ante una obra de naturaleza conceptual.

 Para la realización de esta reseña he buscado información en internet y ahí he encontrado un artículo de Javier Rodríguez Marcos publicado el pasado 28 de febrero en el diario EL PAIS que me parece muy clarificador al respecto. En lo esencial, sobre el autor César Aira, Javier Rodríguez escribe:

«A veces, sin embargo, un artista consigue engañar a todo el mundo y se hace pasar por novelista. Es el caso de César Aira. Los que sospechaban que sus libros eran solo una parte de trabajos más propios del arte conceptual que de la ficción al uso verán confirmadas sus sospechas en el ensayo Sobre el arte contemporáneo. Allí cuenta cómo abandonó su primitiva intención de ser Rimbaud y ser Premio Nobel cuando se topó con Marcel Duchamp. Ese día se dio cuenta de la ‘inutilidad de escribir libros’ y de la necesidad de hacer ‘otra cosa’.»

 Curiosamente y en contra de lo que el escritor (o artista simplemente) argentino manifiesta sobre su abandono de la escritura, jamás ha dejado de escribir siendo uno de los autores más prolíficos, con más de sesenta novelas a sus espaldas. Si bien, también es cierto que en su faceta de conferenciante y ensayista los temas sobre la vanguardia plástica (Marcel Duchamp, el dibujante Copi), la vanguardia literaria (es especialista en la poeta argentina Alejandra Pizarnik) o los poetas impresionistas decadentistas franceses Rimbaud o Mallarmé han ocupado gran parte de su tiempo. Esto nos revela a un autor que entiende la creación artística no en compartimentos estancos sino como algo más extenso, más envolvente, más incluyente. De ahí que el autor de «Las correspondencias» [el soneto «Correspondances» de Baudelaire y su sentido se puede leer aquí muy bien explicado] sea uno de los poetas a los que él quiere parecerse («Como todos los escritores, quiero ser un buen escritor, quiero ser Baudelaire«, El País, 13 del XI de 2010).

 Final

Con esta novela corta de César Aira me ha sucedido algo no muy frecuente en mí pero que cuando me acaece me gratifica y llena de satisfacción. Ello ha sido que tras una lectura fácil y ágil, me pareció percibir en la historia contada una ración de incongruencias superior a mi nível de permisividad (ciegos que ven, mujeres que son hombres, monjas que no lo son, hombres de orden que son delincuentes peligrosos, escritores que no lo son en absoluto, etc., etc.). No, me dije, esto no puede ser, por Dios. Pero como todo aquello que esconde más que lo aparente, al dejar reposar la lectura, ésta se me ha ido haciendo algo más inteligible, más motivadora…, y me han surgido deseos de leer más de este escritor para entenderle mejor, para ver si como él mismo dice es un escritor que no quiere serlo o si lo que desea es hacer algo distinto en línea con lo que otro personaje escritor del relato, Ricardo Mamaní, dice del arte en un momento de esta narración de manera «pedante y seguro de sí mismo»:

«El arte está buscando siempre lo nuevo, y lo nuevo ha terminado identificándose con lo distinto. Se ha producido una reversión de causas y efectos, y ahora basta con que sea distinto. Y la realidad se define por lo distinto. Pero el crecimiento vegetativo de la población, y el aumento relativo de artistas en la sociedad contemporánea, ha multiplicado lo distinto artístico a tal extremo que hoy casi puede asegurarse que cualquier configuración de la realidad ha sido anticipada en el arte

Algo lioso, sí. Pero como a mí ¿no os atrae saber por qué piensa así César Aira?

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Te dejé ir

Clare Mackintosh

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Valoración: ★★★★

"Te dejé ir" de Clare Mackintosh

«Escalofriante, absorbente, una novela muy bien hecha con un giro bestial» -dice Paula Hawkins, la exitosa autora de «La chica del tren», en el fajín promocional que envuelve la novela-. Si bien, como expresé en el post que dediqué a su novela [leer reseña aquí], Paula Hawkins no me parece una autora imprescindible, sin embargo comparto plenamente su opinión sobre «Te dejé ir» de Clare Mackintosh.

Suscribo especialmente la referencia de la Hawkins al ‘giro bestial’ frente a lo expresado por otros comentaristas que hablan de «giros argumentales alucinantes» (booklist), «giros sorprendentes» (Daily Express), «giros inesperados y portentosos» (Daily Mail), «giros argumentales que dejan de piedra» (Kirkus Reviews) o la opinión de Mystery People: «la trama tiene los suficientes giros como para satisfacer al lector más exigente, por no hablar del bombazo final».

Todas las laudatorias opiniones anteriores preceden al texto de la narración en un intento de atrapar al potencial lector que hojea indiferente el libro bien en una librería especializada en novela negra, bien en un supermercado que en la zona de cajas, para entretener a los clientes, exhibe una serie de posibles lecturas. La razón de tanta prevención estriba, creo yo, en que «Te dejé ir» es la primera incursión sería en la creación novelística de una escritora desconocida, Clare Mackintosh, quien hasta el año 2011 trabajó como comandante de orden público y como inspectora en el departamento de investigación criminal de la policía británica. Apoyada por su familia dejó el Cuerpo para dedicarse a la escritura, primero como periodista freelance y luego ya, a partir de la publicación de esta novela en 2014, como escritora a tiempo completo. De ella ha aparecido en su país el año en que estamos otra novela de título parecido, «I see you», que sigue la estela del thriller inaugurado con «Te dejé ir».

Un entretenido best-seller
Antes de seguir adelante, -casi no haría falta ni decirlo-, la novela es un best seller de los de libro. Vamos, quiero decir, que cumple muchos de los requisitos que este tipo de productos literario-mercantiles -todos lo son, por cierto- suelen requerir: levedad argumental, liviandad cultural, claridad estilística, ritmo en las tramas que se desarrollan, desarrollo psicológico claro en los personajes, poca complicación dramática, buena dosificación del suspense, sorpresas argumentales, y el llamado «giro bestial» al que alude Hawkins que marca la división de la novela en las dos partes que la constituyen.

Estructura
Para no convertirme en un «destripanovelas» (‘spoiler’) naturalmente no desvelaré este famoso giro. Sólo diré que es de tal calibre que si la autora lo hubiese querido habría podido publicar dos novelas cortas en vez de una sola. El final de la primera parte es impactante y digno de un cierre de relato; es más, yo diría que en mi opinión es de mayor envergadura que la sorpresa que para el final de la novela reserva Clare Mackintosh, si bien en mi opinión este último es más de tipo psicológico que el primero, más propio del desarrollo de un thriller.

También dentro de la estructura narrativa es destacable el manejo de la figura del narrador que la novelista realiza: narrador externo en 3a persona para los capítulos que suceden en la Comisaría o que son protagonizados por los policías de ésta; narrador interno en 1a persona para la historia de la protagonista, Jenna Gray; y en 1a también, pero con predominio de una segunda persona narrativa impuesta a otro personaje como símbolo de dominación que aparece en muchos de los capítulos de la segunda parte.. Este manejo de la figura del narrador, me parece sin duda un acierto destacable.

Motivos narrativos
El principal asunto desarrollado en la novela es el de la dificultosa resolución del caso del atropello de Jacob, el niño de 5 años, y todos los inconvenientes que Olivia Rippon, jefa superior de policía, pone a Ray y Kate, los policías a quienes el caso dada la poca edad de la víctima y la brutalidad del atropello y la posterior huída del conductor del vehículo ha tocado profundamente, de modo que insistirán en él pese a las decisiones de sus superiores.

Este centro nuclear de la novela le sirve a Mackintosh para homenajear la labor del Cuerpo al que hasta hace bien poco ha pertenecido y a lanzar alguna crítica a la creciente burocratización a la que los funcionarios policías se ven cada día más abocados rellenando informes y más informes, cuadrando presupuestos de gastos, cuadrantes de horas extras, etc., en detrimento de su principal función policial: investigar los casos. También se hace burla del cada vez mayor empleo de eufemismos en los organismos públicos a fin de no herir sensibilidades como cuando para referirse a que un policía está en un instituto dando una charla sobre la conveniencia de no portar armas blancas y menos aún utilizarlas, el jefe policial se refiere a ella como «compromiso comunitario«:

«- Dave hoy está en un instituto dando una charla para fomentar el ‘compromiso comunitario’. Stumpy pronunció el término como si fuese una palabrota y Ray se echó a reír. -Hay que ir con los tiempos, Stumpy.» (pág. 82).

El ámbito laboral de la comisaría le sirve a la novelista, antigua policía, para reivindicar la necesidad de la conciliación laboral que tan dificultosa resulta para el estamento policial. Los problemas matrimoniales entre Mags y Ray nacen de unas jornadas interminables con unos horarios imposibles. Al tocar los asuntos familiares la novela deja caer unas veladas críticas al mundo educativo en los dos extremos que lo constituyen, padres y profesores, que en muchos casos los unos por otros no detectan las llamadas de atención de algunos chicos:

«La profesora de Tom asegura que es una mala influencia para sus compañeros […] Es una puñetera ridiculez. Si no saben manejar a los chicos poco colaborativos no deberían haberse metido en la enseñanza.» (pág. 131)

Pero sin lugar a dudas el motivo principal abordado con maestría en el relato, al hilo del thriller para dar con el o la causante del atropello, es el de la violencia de género. «Te dejé ir» es una de las novelas en que he visto mostrada con mayor claridad y en toda su crudeza la tortura física y psicológica por la que la persona que la sufre debe pasar. El proceso de anulación de la personalidad y la asunción del sentimiento de culpabilidad y de inutilidad por parte de la víctima se presentan en el relato con una espeluznante y necesaria claridad.

Los personajes
Dentro ya del maniqueísmo habitual en un best seller como éste, en el apartado ‘personajes’ hay una marcada distinción entre buenos y malos. Patrick, el veterinario de la pequeña localidad de Penfach en Gales del Sur, es arquetipo de bondad masculina mientras que Ian Petersen es compendio de maldades. Por medio quedan en mayor o menor proximidad a uno u otro el resto de personajes masculinos a quienes en general podríamos encuadrar dentro de la normalidad:

  • El inspector Ray y su lógica vacilante atracción por las mujeres que están cerca de él.
  • Iestyn Jones, el casero en Penfach de Janne Gray, es el adusto hombre de campo de variable e influenciable actitud.
  • El policía ‘Stumpy’ es el clásico buenazo; etc.

En el campo femenino también hay una galería amplia de comportamientos si bien aquí no he visto personificaciones de la maldad tan claras como la existente en el lado masculino:

  • Bethan, la dueña del parque de caravanas, es amable y conciliadora.
  • Eve Manning, la hermana de Janne, se interesa por su hermana pese al malentendido que las ha tenido separadas durante casi cuatro años.
  • Kate, la policía colaboradora íntima de Ray, es una joven alegre, idealista y desinhibida que sabe donde están las líneas rojas en una relación y conoce como nadie los signos de asentimiento o no de los hombres con los que se relaciona
  • Mags, esposa de Ray a quien conoció en el trabajo de policía que ella desempeñó hasta que se casó con él, es la mujer que una vez criados los hijos (Lucy tiene unos diez años y Tom con doce acaba de ingresar en la impertinente adolescencia) empieza a sentirse vacía y minusvalorada por su marido que no se implica lo suficiente, en su opinión, en los problemas de los hijos. Con todo, Mags sabe tirar y aflojar adecuadamente de la soga matrimonial con lo que logra mantener vivo, al menos por ahora, su relación conyugal. Y digo por ahora porque no me extrañaría -lo digo sin conocer los protagonistas y el asunto novelado en «I see you«, su última narración- que esta primera novela fuese el inicio de una serie protagonizada por esta pareja Ray – Kate que tan bien ha funcionado aquí.
Tanto éstos como otros personajes secundarios están bien diseñados y presentan desarrollos psicológicos verosímiles. Quizás, y sólo por poner un pero, me ha chocado un tanto la excesiva acumulación de maldad presente en Ian y el escaso protagonismo dado a la madre del fallecido Jacob cuyo nombre no revelo para no romper el suspense y misterio en torno a él.
Lugar y Tiempo
La historia narrada se sitúa como ya he dicho en Gales del Sur, concretamente en la playa de Penfach, perteneciente a la villa de Swansea, que dista unos 150 kilómetros de Bristol en Inglaterra, la ciudad en la que tienen lugar los acontecimientos fundamentales que anteceden al atropello también acaecido allí.
Los parajes naturales son bellísimos y son -¡ya lo han sido!- una excelente promoción turística de esta zona de Gran Bretaña. La escritora vive en Cotswolds, localidad de Inglaterra muy próxima al País de Gales por lo que es evidente el conocimiento que tiene de esa zona e incluso del empleo que a veces en la zona se hace del gaélico para enmascarar una comunicación ante un molesto intruso como tiene ocasión de comprobar en carne propia Janne Gray en algún momento de su historia.
En cuanto a la duración de la historia, aproximadamente es de unos quince meses, debidamente marcado en el relato este paso del tiempo con expresiones del tipo «seis mesas más tarde», «transcurridos tres meses desde su llegada a…», etc. que facilitan la intelección lectora. Por otra parte la organización temporal, aunque esencialmente de carácter sucesivo, introduce perfectamente en esta linealidad algunos flash backs recordatorios que resultan muy clarificadores para el lector y que no violentan en modo alguno el normal y lógico desarrollo de la trama.
Conclusión
Parece que en verano las editoriales se esfuerzan por lanzar lecturas con vocación de convertirse en el best seller de la estación. Sin lugar a dudas, «Te dejé ir» publicado por el Grupo editorial Penguin Random House en su colección ‘Debolsillo’ se confirma como serio candidato para alzarse con el título dadas !as características que tiene y que hacen de esta novela una lectura entretenidísima, que no se queda en el simple thriller sino que toca temas candentes en nuestra cultura y que una vez iniciada se convierte en algo adictivo que no se puede dejar hasta que doblamos su última página. En definitiva, una lectura veraniega muy recomendable.

 

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Sarna con gusto (Refranes, canciones y rastros de sangre 1)

César Pérez Gellida

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Valoración: ★★★★★

"Sarna con gusto" de César Pérez Gellida

Llevaba tiempo queriendo leer algo de César Pérez Gellida. De la primera novela que escribió, «Memento mori», no sabría decir cuántos posts leería, la mayoría de ellos favorables a autor y obra. Tantos fueron que decidí comprarla, pero como tantas veces ocurre, allá que se quedó arrumbada junto a otras en esa interminable lista de ‘próximas lecturas’.

Con esto quiero confesar desde ya que «Sarna con gusto» es mi primera incursión en esto que algunos críticos de renombre han venido en denominar «género Gellida». La verdad es que no creo incurrir en grave falta pues veo que el título es el primero de una nueva trilogía denominada «Refranes, Canciones y rastros de sangre», mientras que las tres novelas anteriores: «Memento mori», «Dies irae» y «Consummatum est» aparecían bajo otro subtítulo, «Versos, Canciones y trocitos de carne», en numeración ordinal romana I, II y III. Pero con todo y con eso, tras esta primera placentera experiencia lectora, confieso que, seguro, repetiré, pues no hay nada mejor que reincidir en aquello que da gusto, ¿no?

Mi comentario

Muchas cosas me han gustado de «Sarna con gusto». En primer lugar la utilización de refranes como título de los distintos capítulos. Aunque, como ya he dicho al inicio de esta entrada, no he leído «Memento mori» me he acercado a ese volumen al sospechar que sus capítulos vendrían encabezados por versos habida cuenta del nombre que recibe esta primera trilogía. Y sí, en efecto, así es y además lo declara el propio en la «Nota del autor» que cierra la novela donde da las gracias «a Enrique Bunbury por extraer de sus canciones los títulos con los que están nombrados estos capítulos». Bien, bien, parece que no iba mal encaminado en mis suposiciones. También desde el principio llamó mucho mi atención el símbolo, siempre el mismo, que antecede en los capítulos al respectivo refrán,. Ese compás y ese cartabón me dirigían desde el principio hacia algo relacionado con la Masonería, pero habría / hay que avanzar en la lectura para despejar tal incertidumbre.

Respecto a los personajes, desde un primer instante me percaté de que Ramiro Sancho es el protagonista de todas las novelas escritas hasta ahora por Pérez Gellida. Ya al inicio de la misma lo vemos saliendo de una suspensión de empleo y sueldo consecuencia de haberse «pasado» con un delincuente, Augusto Ledesma que habrá tenido papel importante en la trilogía anterior. Ramiro Sancho, pues, arrastra ya una historia desde el comienzo de este relato; una historia sabida y admitida por todos sus compañeros, excepto por la inspectora Sara Robles, nueva en la comisaría vallisoletana de las Delicias donde está centralizada la investigación que se hará muy pronto con la sincera amistad de Sancho. Luego estarían el gallego Peteira que tan grave problema familiar arrastra consigo, el desafortunado de Garrido, el prepotente y perdonavidas de Fajardo y el resto de mandos superiores de Sancho que aunque admiran las dotes policiales de Ramiro Sancho al tiempo temen su espontaneidad que le ha procurado ya más de un disgusto.
Sancho es un hombre que está ya de vuelta de casi todo, un cínico que no cree en nada ni en nadie de los palos personales y profesionales que la vida le ha ido dando. Es muy amigo de un policía jubilado, el excomisario islandés Ólafur Olafsson del que al haber leido sólo esta novela únicamente he sacado en claro que padece una grave adicción alcohólica de la que intentará salir gracias a la amistad que mantiene con Ramiro Sancho.

La novela tiene dos asuntos principales: Uno es el del secuestro de la adolescente Margarita Zúñiga, hija de un concejal del Ayuntamiento pucelano y nieta de un acaudalado industrial; el otro es el de la Corporación de los Hombres Puros, grupo de estructura masónica que no sabremos hasta el final del relato qué pinta en el mismo y por qué persigue al comisario Sancho.
En la primera historia del relato se distinguen dos tramas: la de la familia Zúñiga y la de los raptores. Ambas se unen a través de Margarita, la niña secuestrada. Estas dos tramas llegan a término -que no declararé cuál es para no destripar la novela (vulgo, ‘spoiler’)-; sin embargo la de la organización secreta queda abierta a una clara continuación que, a buen seguro, se nos dará en las siguientes novelas de la trilogía.
En el primer asunto estamos ante un thriller construido con muy buen ritmo para descubrir a los autores del secuestro y conseguir liberar a la pobre Margarita. En el otro asunto es el suspense lo que prima pues Gellida dosifica a la perfección la información a fín de provocarlo debidamente.

Estamos ante una novela negra centrada en la investigación policial llevada a cabo por Sancho y sus compañeros. Para desentrañar los porqués del delito estos policías deberán entrar de lleno en los entresijos político-empresariales de estos Zúñiga, que se creen más que nadie y que con su soberbio e inadecuado comportamiento ocasionarán serios problemas a los profesionales policiales. Es una elegante manera que tiene el novelista de hacer crítica social: los pobres (los policías) al servicio de los poderosos (los Zúñiga). Estos policías se verán atosigados por los políticos (no olvidemos que el padre de Margarita es concejal) y deberán abstraerse de sus propios problemas personales procurando que éstos no interfieran en un trabajo tan delicado como liberar a una niña de sus peligrosos secuestradores.

Ya he dicho antes que de «Sarna con gusto» me gustan muchas cosas. Una de ellas, sin lugar a dudas, es el espacio donde se desarrolla la acción principal, un escenario ya habitual en este autor vallisoletano: el de su propia ciudad y provincia de Valladolid. Me ha agradado especialmente ver que en el curso de la investigación aparecen lugares muy queridos para mí de la provincia de Salamanca y de la ciudad y comunidad de Madrid, las dos localidades a las que me encuentro más unido, por nacimiento una y por residencia, la segunda.

Pero no sólo estamos ante una novela situada en España. La segunda historia, la de la Corporación de los Hombres Puros, es más cosmopolita y nos da un periplo de lo más variado que nos lleva por Plentzia, en Vizcaya (España), Lieja y Bruselas en Bélgica, Reikiavik (Islandia), Amsterdam (Países Bajos), etc. dejando como ya he dicho antes las puertas abiertas para desarrollar en una próxima novela esta trama, mucho más internacional sin lugar a dudas.

En cuanto al tiempo, hay que decir que el episodio estricto del secuestro tiene una duración de nueve días si bien se añade luego un capítulo que transcurre casi dos meses más tarde para hacernos ver cómo ha quedado de tocado el protagonista de la historia, Ramiro Sancho. También la otra línea argumental, la de la sociedad secreta, se inicia medio mes antes del estallido del secuestro de la niña y transcurre en coincidencia temporal con éste. En ambos asuntos la linealidad temporal es la norma.

El narrador en tercera persona, externo y objetivo, nos lleva de la mano sin sobresalto temporal alguno por los 25 capítulos que forman el relato salvo ya digo ese capítulo inicial, separado quince días del siguiente, y el último, acaecido dos meses más tarde, y que en su brevedad es el que da título a toda la novela pues en el fondo podríamos decir que el relato de la novela se iniciaría aquí. Estamos, pues, ante un relato circular que deja unas vetas abiertas (relación Sara – Sancho; la secta secreta, el excomisario islandés, etc) para tirar de ellas en un futuro relato. A esto se llama dominar el arte del suspense; yo, como lector, quedo en ascuas ante estas lineas argumentales no cerradas del todo y espero y deseo que llegue pronto a las librerías la siguiente novela de César Pérez Gellida, por eso de ver qué pasa.

Lo más destacable
Hay tres aspectos en esta narración que me parecen dignos de ser destacados. Son: la música, el humor y un estilo personal muy atractivo.

Ø La música es importante en esta novela, como, por otra parte, supongo debe de suceder en todo lo escrito por Gellida habida cuenta de los epígrafes puestos a los capítulos de «Memento morí» como ya dije antes. Según iba leyendo esta novela fui tomando nota de los temas que aparecían a fin de luego buscarlos y poderlos escuchar tranquilamente; no supe hasta el final que el autor había realizado por mí esta labor enumerando los títulos y autores de los temas musicales citados a lo largo del relato presentándo la «banda sonora» de la novela. Se ve que el autor, de 42 años de edad, es gran conocedor de la música popular de la década de los 90, precisamente la que le encanta escuchar a ese servidor público que es Ramiro Sancho.

Ø El humor. El humor que rezuma en muchas partes de la novela va de la mano de un excelente manejo de la lengua. Una lengua llena de coloquialismos que se mueve en un nivel familiar habitual entre los que ya hemos salvado la década de los treinta (¡y bastante más!), como demuestra la magnífica profusión de refranes que a mí personalmente me han encantado. Pienso además que Gellida hace con esta novela una excelente contribución al mantenimiento de este acervo común que corre serio peligro de desaparición entre nuestros jóvenes. El refrán que encabeza cualquier capítulo contrasta muchas veces con el asunto allí desarrollado en un elegante ejercicio humorístico. En otras ocasiones el humor va de la mano de la sincera amistad como se percibe en la frase de Sancho a Olafsson: «-En serio, no tienes buen aspecto. No serás tan cabrón de morirte en mi casa, ¿no?» (p. 392). También hay momentos en que el humor surge del choque de realidades muy conocidas por los lectores: «La mezcla visual de uniformados y civiles dentro del templo se antojaba entre incompatible e imposible, como un traje de Armani con riñonera.» (p. 412). Del mismo modo el juego que hace el autor con el nombre real del policía inspector de homicidios Urtzi, que hace el prólogo de la novela, y su uso como apodo de Sancho por uno de los delincuentes me parece una muestra de sano y amistoso humor.

Ø El estilo Gellida. Pues me ha encantado. He visto mucha referencia a cine negro y policial ( «el mexicano hablaba como Benicio del Toro en ‘Traffic’, una de las películas del top de Marga«, p. 349), a la pintura (Azucena estaba «como un autorretrato de Frida Kalho; hermética, solemne«, p.397), a la literatura popular cuando compara a Fajardo con el Llanero Solitario…; y ya en triple salto mortal sin red me ha parecido lo más de lo más la comparación que hace de Sancho con el referente extraído de una frase de un afanado novelista, ¡increíble! («El inspector sellaba cada interrogante con los nudillos del puño izquierdo haciendo buena la sentencia de Pérez Reverte: ‘No hay nada más peligroso que un español acorralado’«).

Y me ha gustado muchísimo el léxico que se cuela por entre las líneas de este relato como sin querer, añadiendo unas notas de cultismo muy interesantes en una narración que circula, como es lógico, por raíles muy coloquiales. Algunos ejemplos: Uno de los secuestradores padecía «ptosis palpebral» (= caída del párpado superior), el polifacético Peteira se expresa en vigués y «castrapo» (= Hablado por el 90% de la población. Es el gallego moderno), a Margarita Zúñiga le sobrevino un «himpado» (= gemido con hipo)… Habría que incluir también en este apartado cultista toda la referencia a la mitología popular castellana por haber caído en el olvido cuando no en el desprecio del ignorante: Sancho le habla a su compañero Peteira, gallego él, sobre la mitología castellana: el Tragaldabas, el Sacamantecas, los malismos, los ojancos, los trasgos, el Bú, el Diablo Cojuelo, el Martinillo la tía Melitona…

Conclusión
En definitiva, una novela muy recomendable, que se lee muy bien, con un estilo magnífico, que muestra el auténtico día a día de la Policía sin que por ello el relato pierda fuerza alguna. Si se comienza a leer no se puede abandonar y cuando se finaliza se buscan más dosis «Gellida». Yo, por ejemplo, ya me estoy inyectando «Memento mori», así que os dejo.

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Historia de un canalla

Julia Navarro

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Valoración: ★★★

Julia Navarro: "Historia de un canalla"

La publicidad de «Historia de un canalla» insiste en que supone un giro en la trayectoria literaria de su autora que abandona aquí -dicen- la novela histórica para centrarse en un relato contemporáneo. Este eslogan publicitario no es cierto del todo. La misma Julia Navarro hace muy pocos días en entrevista realizada en RNE 1 promocionando esta obra protestaba diciendo que ella no era en puridad autora de relatos históricos pues todas sus historias suceden en la actualidad aunque por momentos o los orígenes de las mismas se remonten a épocas anteriores.

Lo que sí confirma a su autora esta obra, por si aún alguien no era consciente de ello, es como buena productora de best-sellers. Ya en la reseña que dediqué a su obra anterior me entretuve en señalar las características que la sitúan en este ámbito. De las que allí señalo vuelven a aparecer aquí al menos las siguientes:

★ Lenguaje muy asequible de tono muy coloquial

★ Escritura rápida aunque en esta narración con menor comisión de errores lingüísticos

★ Repetición excesiva de los argumentos: todos los personajes dicen lo mismo del protagonista: inmaduro, falto de escrúpulos, cree que vale más de lo que en realidad vale, le gusta el papel de chico malo…

★ Caída en lo banal:

«Nosotras no necesitamos casarnos para ser estables ni para saber quiénes somos. Podemos arreglárnoslas solas mucho mejor que los hombres. Para las mujeres el matrimonio es un candado mientras que para los hombrs sopune una liberación» […] (pág. 720)

★ Búsqueda premeditada de momentos muy emotivos algunos muy cargados de melodramatismo. Esta presencia de la emotividad me hace pensar que la novela entre otras muchas cosas linda o al menos flirtea con el público de la denominada «chick-lit», Sirva de ejemplo este pequeño fragmento:

«-No, Thomas. A tí te quería, creía que te quería. Después de soñar tanto contigo resulta que te fijabas en mí, que incluso querías casarte conmigo. No estaba convencida porque veía que para ti el amor no significaba lo mismo que para mí. Soy una romántica, y mientras a mí se me hacía un nudo en el estómago cada vez que me mirabas, veía que a ti no te sucedía nada. No me quieres, Thomas. Simplemente crees que me necesitas, necesitas de mi lealtad, de mi amor por ti, pero en realidad no te emociono. Y sin emoción no hay amor» (pág. 434)

★ Escasísimas referencias culturales

★ Frecuente caída en tópicos bastante asentados entre nosotros, como por ejemplo insistir en que los norteamericanos son incultos por desconocer datos sobre nuestro país o nuestra cultura:

«-¿No sabes dónde está Salamanca? […]
-Lo siento no sé nada de España.
-Siempre me ha llamado la atención que el sistema educativo norteamericano sea tan.. No sé… Salvo las élites, la gente normal parece no saber mucho. Aquí nos quejamos de nuestro sistema edcuativo, pero cualquier niño sabe donde está Nueva York.» (pág. 375)

★ Lugares comunes con frases hechas muy manidas:

 «-Porque este país está dividido por la mitad; o estás en un lado o en el otro, y basta que unos digan A para que los otros respondan B. Es sorprendente, pero aquí nadie escucha. En ocasiones, las posiciones se basan en estar en contra de lo que diga el adversario, no en un pensamiento propio que lleva a unas conclusiones.» (pág. 465)
«La política es un gran charco de mierda. Hace falta instinto asesino para dedicarse a la política» (pág. 226)

★ Personajes planos o con escaso recorrido. El personaje protagonista, Thomas, queda dibujado y contenido desde el principio y el propio título. No hay en él evolución ninguna. La coprotagonista, Esther, tampoco evoluciona mucho: es una chica buena, bondadosa, entregada, lista… Y así prácticamente con todos, hombres y mujeres. Es curioso observar que hay una clara división maniquea entre mujeres: buenas, esforzadas, explotadas…; y hombres:  más o menos canallas, rijosos, bebedores, sin escrúpulos…

 

 Opinión personal

Novela excesivamente voluminosa (863 páginas) que se me antoja de tamaño desmedido para el asunto que muestra: la confesión de lo mala persona que es el personaje central. La narración se divide en cuatro apartados: Infancia, Juventud, Madurez y Declive; más un epílogo titulado «Un año después». La idea central, lo canallesco del personaje, se difumina en algunos momentos dada la longitud del relato, y vuelve a retomarse con más o menos bríos en otros, resultando un escrito un tanto desigual y desequilibrado. Con todo el oficio de su autora es evidente y se patentiza en que la lectura no es nada pesada y las páginas pasan y pasan a velocidad de vértigo, algo que se agradece.

En mi opinión lo más llamativo de esta novela es la toma de conciencia que tiene el personaje narrador -el propio Thomas- que reiteradamente tras exponer un comportamiento poco amable o decididamente miserable parece ser consciente de ello y reflexionando nos dice (en cursiva en la novela) lo que debiera de haber dicho o lo que hubiera de haber hecho. Estas posibilidades vitales nonatas que me parecieron interesantes en un primer momento por su manera de ser presentadas luego pasaron a ser para mí una pesadilla que sólo servían para interrumpír el propio discurrir de la lectura. Entiendo que no son nada funcionales por varios motivos:

  • Interrumpen el propio ritmo de la lectura
  • No dejan al lector que sea él mismo quien realice en su mente este «podría haber sido así»
  • En cierto sentido hace reír que el malo malísimo esté constantemente reconociendo su maldad y, cual si de un acto de contricción se tratara, exponiendo cuál debería de haber sido su comportamiento: «-Si yo hubiera sido un tipo decente…», «Puede que hubiera debido de…», «Cuando lo hice pude haberme ablandado y…», etc. 
  • Estas posibilidades vitales no vividas recuerdan el tonillo de la serie «Cuéntame cómo pasó» cuando la voz en off de Carlos reflexiona sobre los asuntos vividos en el episodio.

Aparte de la maldad intrínseca de Thomas, la novela discurre por los terrenos de la profesión periodística y publicitaria, campos ambos muy conocidos por la escritora. Quizás sean los momentos de la Agencia ‘Global Comunication’ los más entretenidos, en especial cuando la política, entendida como un producto de marketing más, es atendida por estos creativos publicitarios.  En estos momentos de la narración (galería de personajes estereotipados, campañas publicitarias, ominosas cargas genéticas de algunos personajes, etc.) me ha parecido encontrar ciertos ecos en ella de la exitosa serie televisiva «Mad Men».

Por último, también en esta extensísima novela hay momentos de cierta inverosimilitud. ¿Es normal que un malvado, un canalla, un ser sin compasión alguna, que disfruta con el sufrimiento ajeno, intente herir a una prostituta con la frase «Eres una descarada«? Yo creo que no. ¿Es creíble que este mismo ser -como ya he dicho antes- se interrogue a sí mismo sobre su conducta cuando desde el principio se califica como alguien sin sentimientos: «-¿Me arrepiento? No, no me arrepiento, aunque sé que…». ¿Es admisible que una mujer joven, moderna, actual, inteligente, admita vivir una relación como la vivida por Esther? Se me hace difícil de admitir. Al respecto sólo podría decir que entre Esther y Thomas hay una relación extraña que tiene ciertos ribetes de semejanza con la que existe entre la pareja de los best-sellers de E. L. James. ¿Es esto lo que pretende la novelista? No sé, puede que sí. Pero no por ello gana verosimilitud este relato.
Conclusión

Un best-seller entretenido, con un asunto, en mi opinión, menos interesante que el de otras novelas, asimismo éxitos de venta, escritas por Julia Navarro, pero que se puede leer como divertimento sin buscar en él más de lo que hay.

 

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El comensal (Caballo de Troya 2015, 6)

Gabriela Ybarra

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Valoración: ★★★★★

“EL COMENSAL” de Gabriela Ybarra

Las 176 páginas de esta novela rezuman sinceridad, humanidad y emotividad. Gabriela Ybarra sabe mantener la equidistancia con aquello que relata: experiencias durísimas vividas por miembros de su familia y, en cuanto testigo de ellas o familiar directo de alguno de sus protagonistas, sufridas por ella misma.

Esta joven escritora bilbaína de poco más de 30 años presenta en su primera novela, dos experiencias distantes en el tiempo y en su vivencia personal: la primera la conoció por boca de sus padres cuando ella tenía sólo 8 años, aunque previamente en el colegio del barrio bilbaíno de Neguri al que acudía algo le había llegado a través de niñas amigas cuyos padres o abuelos habían participado, dada su profesión de médicos o juristas, tangencialmente en el suceso: el secuestro y posterior asesinato por obra de ETA el 22 de junio de 1977 de su abuelo, el industrial Javier Ybarra.

Gabriela Ybarra volverá a pensar en este brutal hecho acaecido seis años antes de su nacimiento cuando viva de cerca la terrible y rápida enfermedad que se llevaría a su madre en pocos meses. Cuando se presenta en la mesa familiar ese comensal no invitado ella observa a su padre diciendo frases aparentemente absurdas pero que, comprueba, eran rescoldos del fortísimo shock padecido por él hacía 34 años. Fallecida la madre en 2011, Gabriela indagará sobre el asesinato del abuelo y escribirá este interesante relato en el que de forma paralela hablará de una y otra pérdida

Una novela en dos partes.

  •  En la primera de poco más de 50 páginas se cuenta el secuestro del industrial Javier Ybarra realizado el 20 de mayo de 1977 a punta de pistola por un comando de ETA formado por cuatro personas. Pidieron a cambio de la vida del industrial una cantidad inasumible incluso para una familia adinerada: 1000 millones de pesetas.  Esta parte finaliza cuando por motivos de seguridad la familia decide abandonar el País Vasco y trasladarse a Madrid en 1995 al estar el padre de Gabriela amenazado de muerte. 

De esta primera parte destacaría la denuncia de la cotidianidad hipócrita con que se vivía la violencia en el barrio de Neguri durante los denominados años de plomo (la década de los ochenta):

Durante los años más duros de principios de los ochenta, los llamados de plomo, los vecinos simulan que no pasa nada: juegan al tenis, toman el aperitivo, salen a navegar y visitan los merenderos de Berango. La tensión se esconde. Un coche en llamas, un muerto y a las pocas horas todo vuelve a parecer normal” (pág. 54)

  •  La segunda parte refiere el proceso del cáncer de colon diagnosticado a la madre, que tuvo una evolución rapidísima y que conmocionó a toda la familia, en especial a la narradora que lo vivió en primera línea. Alterna durante unas páginas la enfermedad de la madre con el juicio al etarra responsable de un paquete bomba que la banda envió al padre en 2002. Del mismo modo que Gabriela ‘googlea’ sobre la enfermedad que invade el cuerpo de la madre, investiga en Internet sobre la personalidad del chico que quiso matar a su padre y al que ella conocía del barrio. Ambos sucesos –la brutal enfermedad y el brutal deseo de asesinar- se le presentan en su mente cual si de elementos ficcionales se tratase:

Sus retratos [se refiere al chico, a quien llama Miguel, que envió la bomba al padre] me provocan sensaciones similares a las imágenes de las células del cáncer. No pienso en la amenaza, sino en la ficción que sugieren. Las fotos de los tumores parecen galaxias, al verlas fabulo con el espacio. Cuando veo a Miguel sacando la lengua y levantando el brazo en el juicio por el paquete bomba que envió a mi padre, siento que no es a mí a quien quiere llamar la atención” (pág. 88)

Toda esta segunda parte hace referencia al libro de Robert Walser  “El paseo”. Al igual que el escritor suizo pasea y los espacios que visita le sirven para reflexionar sobre el espectáculo del gran teatro del mundo, Gabriela Ybarra, que cuando recibió en Nueva York la noticia de que su madre estaba gravemente enferma leía este libro, decide en 2012, desaparecida ya ésta, revisitar los lugares por donde aquella “paseó” su enfermedad. Así la escritora deambulará  por el Hospital neoyorquino donde la atendieron, se asomará a la habitación 1539 donde su madre vivió los duros tratamientos de quimio y radioterapia exigidos para combatir el mal que padecía, acudirá al cementerio de Pozuelo de Alarcón donde recibió sepultura… Del mismo modo, en la indagación sobre su abuelo, Gabriela necesitará pasear por el bosque donde le descerrajaron tres tiros en la cabeza. Aunque tarde, ella lleva a cabo, en la persona de su abuelo, lo que su padre le dijo en el tanatorio donde yacía el cuerpo de la madre:

Me habló sobre el cadáver de mi abuelo: “Yo lo vi”, me dijo. Entonces no presté mucha atención a lo que decía, pero creo que hoy entiendo la importancia que para él tuvo ver a su padre muerto. Le ayudó a mantenerse cuerdo. Mi padre quería que yo viera ahora a mi madre para superar mejor su tránsito” (pág. 135)

Un libro sobre la asunción de la pena

En esta estupenda novela, hacia el final de la misma, escribe su autora esta reflexión que me parece muy reveladora:

 «Miro fotos de etarras e investigo sus vidas. Me cuesta aceptarles, porque asumir su humanidad significa reconocer que yo también podría hacer algo así.  Mi conciencia estaba más tranquila cuando imaginaba que eran locos o que no eran personas. Marcianos. Ficción.» (pág. 159)

Esta reentrada en la dura realidad, este escapar de la locura, paradójicamente mediante el uso de la memoria ficcionalizada, es lo que para la escritora ha supuesto la escritura de esta novela. A través de la indagación interna y externa que ha realizado se ha dado cuenta de que lo que Rafael Sánchez Mazas le dijera a su abuelo asesinado en el prólogo que le escribió a un libro suyo publicado en 1947 (“Mientras en toda España y en casi toda Europa la política se iba convirtiendo en una política de individuos, en Vizcaya todavía era una política de familias”), aunque hayan pasado ya muchos años desde el asesinato de 1977 y aunque la industria y los industriales de Neguri hayan desaparecido o evolucionado

el símbolo de Neguri y de mi apellido aún perduran. Mi intimidad aún es política. La muerte de mi madre también. El lenguaje, los silencios, las casas, la convivencia, los sentimientos… Todo es política. Incluso la literatura” (pág. 140)

Es en este momento, al llegar aquí cuando encuentro el verdadero sentido que la escritora ha querido dar a esos dos versos sacados del poema “Las encinas” de Antonio Machado bajo los que se acoge todo el relato: “¿Quién no ha visto sin temblar  / un hayedo en un pinar?”.

Entiendo que Gabriela Ybarra ha construido partiendo de la dura realidad que le ha tocado vivir un relato que le ha servido para asumirla, y aunque esta ficcionalización la ha perturbado seriamente, le ha servido para poder superar -o al menos intentarlo- ese duelo silencioso que desde hacía tantos años ella, y sobre todo su padre, arrastraban interiormente sin poderlo manifestar.

Final

Hace muy pocos días que leí y reseñé otra obra que hablaba sobre la necesidad de superar el duelo, la pena. Me refiero a «Lo que no tiene nombre» de la colombiana Piedad Bonnett [ver reseña aquí]. Aunque nacidas de motivaciones muy distintas, ambas coinciden en las bondades que la escritura encierra para la asunción de la realidad, abandonando con éxito el natural estadio de pena y de duelo al que la muerte de los seres más queridos nos arroja.

 

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