Estoy sentada en el sofá, acabo de terminar de leer «Háblame bajito», de Macarena Berlín y escribo este post porque no quiero que se me olvide el argumento. Y es que «Háblame bajito» cuenta la historia de Pita, una periodista que dirige un programa de éxito en la radio, una mujer perdida, que acaba de finalizar una relación sentimental duradera, y está buscando su sitio. Pero «Háblame bajito» a mi no me ha dicho nada.

Lo sorprendente de esta novela es que no he encontrado ninguna crítica negativa, todos son alabanzas para una escritora que, casualmente, también dirige un programa bastante longevo en la radio. Dicen que su relato es sensible y que está plagado de humor, pero a mi me ha parecido aburrido y estoy segura de que pasará por mi vida sin pena ni gloria.

Y eso que a lo largo de sus páginas habla de temas que me interesan, pues la protagonista tiene aproximádamente mi edad y vive en mi ciudad, además reproduce su visión de la sociedad contemporánea, haciendo hincapié en el papel de la mujer y en sus nuevas necesidades para sentirse realizada. Habla de familia y maternidad, de trabajo, de identidad y feminismo, pero siempre desde la perspectiva de una persona arrogante y bastante fría con la que no logré empatizar.

De hecho en el momento en que parece que Pita se relaja, y empieza a vivir, el libro termina dejando un mensaje claro aunque abrupto.

Terminé de leer esta novela hace unas semanas y me dejó con un sabor amargo, no por su final, que me causó indiferencia, sino por la sensación de pérdida de tiempo. El instante preciso en que los destinos se cruzan cuenta la historia de dos personas: un músico de éxito, con un trauma infantil, llamado Kyle y una ama de casa, madre de tres hijos, llamada Coryn a la que sus padre presiona para que se case a los 17 años.

El libro cuenta parte de la infancia y de la adolescencia de los dos protagonistas diseñados para salvarse el uno al otro, ya que el pasado de Kyle y el presente de Coryn se solapan de forma evidente por un tema en común que domina sus vidas. Se conocen casi por casualidad y tienen una conexión instantánea, casi mágica, pero no pueden profundizar en su inminente amistad (quizás amor) porque sus vidas son demasiado complicadas.

¿Casualidad, serendipia, destino? Es muy posible que sean algunos de los temas que Barbérat intentó explorar en un texto que se deja leer fácilmente, probablemente por estar dividido en capítulos cortos y narrado con un lenguaje natural, pero que a mi me resultaron algo forzados.

Una de las cosas más interesantes de la novela es la importancia que tienen las arañas en la trama, una metáfora de la vida de los protagonistas, supongo. Pues van tejiendo su propia existencia aunque a veces se enreden en su propia tela.

Sinceramente no lo recomiendo, estoy segura de que en unos años se me habrá olvidado el argumento que podría ser el de un telefilme de sobremesa.

Cuando lees la sinopsis de Tan poca vida, dice que es la historia de cuatro amigos que se conocen en la universidad y a los que seguimos durante casi tres décadas en las que crecen, comparten fracasos y éxitos y aprenden a sobreponerse a las crisis económicas, sociales y emocionales. Pero, aunque al empezar el libro parece que todo eso es cierto, enseguida te das cuenta de que el único protagonista es uno de ellos: Jude, un joven excepcional que ha tenido una infancia muy dura, y su lucha constante por ser como los demás.

He encontrado un gran abanico de personajes interesantes, cuya relación con Jude me ha fascinado, pero algunos están desdibujaos y no me los he terminado de creer.

La novela de Hanya Yanagihara trata de amistad, de protección y de cariño, pero también de maltrato, sufrimiento, culpa e impotencia de aquellos que quieren ayudar, pese a que no les dejen. En esta historia se habla de DOLOR así, con mayúsculas y sin restricciones, por lo que la piel se te endurece desde que comienzan a narrarte las atrocidades que llevas imaginando desde el principio, y te vuelves casi inmune.

Me han sobrado bastantes páginas, no os lo voy a negar, y la narración, aunque fluida, no me ha terminado de gustar, porque a veces cambiaba la voz o el tiempo, alternando el presente con un pasado a modo de flashbacks.

En definitiva, se trata de una historia que requiere tiempo y energía, tanto por su extensión como por los temas que aborda, que hay que digerir despacio. Le doy tres de cinco estrellas.

Leí La mensajera de los sueños imposibles, de Nieves García Bautista, durante las vacaciones de verano y me sorprendió muy gratamente, creo que esperaba una narración más insulsa y vacía, pero encontré una emotiva historia llena de matices.

La novela, que arranca cuando está a punto de terminar, está dividida en tres partes: en la primera y la última conocemos el día a día de Marie Toulan, una buena chica, inteligente y cariñosa, con una misión muy concreta en Madrid. En la segunda, la que más me ha gustado, el narrador omnisciente nos habla de la niñez y adolescencia de la protagonista, dominada por la hostilidad entre dos familias en Belsange, una villa ficticia situada en el interior del suroeste Francés.

Conocer a esta chica, que viste con colores vivos cuando necesita contrarrestar el desánimo, reservando el blanco para los días realmente tristes, que evita el rojo y que utiliza los tonos oscuros cuando está contenta, con intención de reservar energía y compensar emociones, ha sido toda una experiencia.

Además, a lo largo de la historia, le acompaña un buen número de personajes secundarios muy bien dibujados, como Don Íñigo, la señora Bernadette, Lana, Maika u Oliver, entre otros, que completan una historia llena de sueños, amor y amistad, pero también repleta de rivalidad, rencor y desamor.

Desde que Vernon Subutex tuvo que abandonar su tienda de discos, a causa de la crisis, malvive gracias a pequeños chanchullos y a la ayuda de un viejo amigo, cantante de éxito, que le paga el alquiler regularmente. La repentina muerte de este último desencadena la caída del protagonista, que vagará por París, en busca de refugio, contactando con todos sus conocidos del pasado. Lo único que le queda son unas grabaciones inéditas, de una entrevista del cantante, que le dejó como testamento.

Y es a través de todos aquellos con los que se cruza Vernon como la autora, Virginie Despentes, hace una radiografía desesperanzadora de la sociedad actual. Personas maduras que han visto como todos sus sueños, esperanzas e ideales se han colado por el retrete de la vida.

Una lectura inquietante, absorbente, irónica y realista en la que su protagonista, una persona entrañable, se autoengaña para sobrevivir a un destino que le ha caído como una losa. He devorado la primera entrega de esta trilogía y estoy deseando leer la continuación.

El otro hijo de Sharon Guskin trata sobre la PÉRDIDA, así en mayúsculas, porque existe de muchos tipos: la pérdida de los seres queridos, la pérdida del control, la pérdida de la identidad… Cada persona tiene diferentes maneras de afrontarla y en este relato nos muestran algunas.

Janie es consciente de que su hijo Noah es especial, el pequeño habla de cosas que nunca ha vivido y quiere volver con su otra mamá, así que cuando le diagnostican una esquizofrenia precoz, su madre busca una solución desesperadamente hasta que encuentra a Jerome Anderson, un psiquiatra diferente, que puede tener la solución a todos sus problemas.

La historia fluye página a página, pero a mi no me ha llenado, y no es porque sea escéptica (que también), sino porque la autora ha incluido informes de casos reales de niños con la misma \»afección\» que el protagonista separando algunos capítulos, un recurso que a mi no me gustó porque entorpecía el ritmo de la lectura.

No obstante, a pesar de todo el drama de la historia, el mensaje que transmite es positivo, por eso y porque estaba deseando conocer el desenlace.